EL SEVILLA SUEÑA CON LA COPA

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El Sevilla no sabe cuánto le debe al himno de su centenario, que ha mejorado mucho el ambiente del Sánchez Pizjuán. El cántico consigue crear una atmósfera especial, que permite que su equipo gane, al menos, el calentamiento. Eso ocurrió frente al Celta de Vigo (4-0) en una noche que sirvió para comprobar el buen momento que vive Gameiro, un velocista indomable, capaz de sortear cualquier defensa. El francés es el punto final de un Sevilla metódico, fabricado en el laboratorio de Monchi y en la pizarra de Emery. [1]

El resultado fue algo cruel con el Celta de Berizzo, un equipo con grandes intenciones, que pagó, sin embargo, su inocencia en las áreas. Curiosamente, recibió los goles cuando más cerca estaba de batir a su rival. Víctima quizá de su propia valentía, acabó recibiendo un castigo desmedido. Y eso que Gameiro, el protagonista indudable de la noche, falló un penalti en el primer tiempo. Lo atajó el joven portero Rubén Blanco, que detuvo al Sevilla hasta antes del descanso. El Celta pudo haber marcado en un remate de Sergi Gómez, que cabeceó al larguero, o en un disparo de Pablo Hernández, que le robó la ocasión a su compañero Orellana. Su golpeo se escapó fuera y permitió que el Sevilla forzara un córner en la última jugada del primer tiempo. Fue un momento decisivo en el partido y clave en la eliminatoria: lanzó Banega y encontró a Rami en el segundo palo, que batió de cabeza a Rubén.

En el segundo tiempo, el Celta tuvo opciones de empatar, hasta que Gameiro se desató en dos grandes carreras, casi clónicas, en las que rebasó con suficiencia a su marcador. En el mano a mano, tomó dos elecciones diferentes: en la primera, definió con suavidad por alto y en la segunda, encontró el camino del gol entre las piernas del portero. Fueron dos golpes terribles para el Celta, que sigue añorando a Nolito, el gran solista que complementa a Orellana y Aspas.

Para hacer más profunda la herida, cuando el equipo de Berizzo buscaba el gol que abriese la eliminatoria, Krohn Delhi marcó el 4-0 definitivo. El antiguo motor del Celta, ahora fundamental en el Sevilla, aprovechó un gran balón de Vitolo y cerró una bonita noche para el Pizjuán. El gol pareció dolerle a Krohn Delhi, que vivió buenos años en Vigo y sabía de la ilusión que la afición de Balaídos había depositado en esta Copa del Rey. La competición sigue sin premiar la propuesta del Celta, que solo puede presumir de haber ganado la Copa Intertoto y el campeonato de Segunda División. Todo lo contrario le sucede al Sevilla, que posee desde hace años el oficio del campeón.

Los mejores años de la historia del club sevillano se basan en la acertada dirección deportiva de Monchi, capaz de renovar la plantilla cada temporada sin que se resienta su gen competitivo. Emery, técnico desde enero de 2013, ha llevado a las vitrinas dos Europa League. Una de sus grandes virtudes es que siempre ha encontrado soluciones a la marcha de jugadores. Ninguna como Gameiro, el relevo de Bacca, que sostiene con goles a su equipo. Por tercer año consecutivo, el himno que acompaña al Sevilla puede ser la banda sonora de un nuevo título.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto: marca.com

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[1] El Sevilla parece ahora mismo un equipo sólido y feliz, especialmente en su propio estadio. Emery dispone de una plantilla larga y completa que fomenta el entusiasmo de la grada. Destacan la dirección de Banega, el liderazgo de Coke, la presencia de Iborra, Krychowiak y Rami, el despliegue de Tremoulinas y N´Zonzi y el desborde de Vitolo y Konoplyanka. En el banquillo esperan futbolistas de gran prestigio, como Llorente o Reyes.

LA RECONSTRUCCIÓN DEL VALENCIA

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El Valencia Club de Fútbol ha recuperado la sonrisa bajo la gestión de Peter Lim y la dirección técnica de Nuno, que ha firmado la renovación tras situar a su equipo en la tercera plaza de la clasificación. La afición valencianista disfruta ahora de un equipo que está cerca del Barcelona y el Madrid y afronta el futuro con ilusión, consciente de que en este primer año se han sentado las bases de su ambicioso proyecto.

Renovación institucional

La gestión de la deuda de Amadeo Salvo ha permitido que el Valencia ocupe un lugar de referencia en el fútbol español y ha conseguido revertir la inercia de un equipo que llegó a temer por su futuro en las grandes competiciones. No hace tanto la afición se manifestaba en las inmediaciones de Mestalla, cuando la sombra de las deudas se apoderaba del club. Los males económicos empezaron a manifestarse en 2009, cuando Juan Bautista Soler dejó al Valencia en una situación complicada. Soler no supo disfrutar la herencia de un equipo campeón (que consiguió el doblete en 2001 con Rafa Benítez en el banquillo) y llevó a cabo una política de traspasos irreal, que hipotecó el futuro del club. Se paralizó la construcción del Nuevo Mestalla a consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria, el mismo factor que pudo con la gestión de Soler al frente del Valencia. Los bancos que debían asumir el débito del Valencia ya no admitían más terrenos como aval, porque el suelo se había devaluado.

Manuel Llorente asumió la presidencia en el verano de 2009 y trató de paliar la deuda (de 540 millones) con la venta de algunas de sus estrellas: se fueron David Villa, Juan Mata, David Silva, Raúl Albiol, Jordi Alba o Roberto Soldado. La salida de los futbolistas de referencia creó un clima de desapego entre la afición y el club. Quizá por ello, aunque el equipo se renovó, los entrenadores no se pudieron asentar en el banquillo. Ni Unai Emery, ni Ronald Koeman, ni Ernesto Valverde ni Juan Sebastián Pizzi llevaron la estabilidad a un club importante, acostumbrado a estar situado en un lugar privilegiado en el fútbol español. La situación del equipo se agravó la pasada temporada, cuando el Valencia se quedó sin disputar ningún título y la afición mostró su indignación en varias manifestaciones.

La fundación Valencia Fútbol Club poseía el 72% de las acciones y se hizo cargo de la deuda. Nombró un consejo de administración, basado en el proyecto GloVal, dirigido por expertos en marketing y gestión de empresas. El principal representante del proyecto era Amadeo Salvo, que desbancó a Manuel Llorente de la presidencia del club. Bancaja (y luego su sucesor, Bankia) había asumido el préstamo del Valencia y de la fundación, con el aval del gobierno de la Comunidad Valenciana. Pero finalmente el aval fue suspendido en un juzgado y Bancaja rechazó el plan de refinanciación que proponía la Fundación VFC. Amadeo Salvo propuso entonces la venta del club a Peter Lim, dueño del grupo Meriton Holding Ltd, con el que ya había establecido los primeros contactos. La venta del club se alargó más de lo esperado durante el verano de 2014, entre otras cosas porque Bankia estableció unas duras condiciones de negociación. Amadeo Salvo propuso un consejo de administración en el que se debatieron las propuestas de siete compradores que habían hecho su oferta por el Valencia. La votación se resolvió a favor del magnate Peter Lim y Amadeo Salvo abandonó las oficinas de Mestalla entre los aplausos de la afición valencianista. En el centro de Valencia se congregó un numeroso grupo de aficionados, que agradeció a Salvo su labor en la venta del club. El 24 de octubre de 2014 las cuatro partes de la comisión gestora de la venta (Valencia Club de Fútbol, Fundación VFC, Bankia y la Generalitat Valenciana) y el grupo inversor Meriton Holding Ltd sellaron el acuerdo que le otorgaba a Peter Lim la mayoría accionarial del club (un 70’4 %), a cambio de 94 millones de euros y la liquidación de la deuda con Bankia.

Renovación deportiva

El club ya había emprendido una profunda renovación de la plantilla durante el verano, antes de que se sellase la venta total en octubre. Peter Lim firmó el primer acuerdo con Bankia el 14 de agosto y puso a Nuno Espiritu Santo al frente del banquillo de Mestalla. Nuno construyó un equipo poderoso, con muchas variantes, que ha sido capaz de asustar a todos los grandes en el último año.[1] La sintonía entre Peter Lim y Jorge Mendes nutrió las aspiraciones del Valencia. Los negocios que mantienen en común el magnate nacido en Singapur (Lim) y el multimillonario representante de futbolistas portugués (Mendes) facilitó la llegada de algunas piezas claves del equipo de Nuno: Álvaro Negredo André Gómes, Rodrigo Moreno, Nicolás Otamendi[2] o Enzo Pérez. También la inversión de Peter Lim permitió afrontar la temporada con una plantilla amplia, y el Valencia fichó jugadores complementarios, con futuro en Primera División: Rodrigo de Paul llegó procedente de Racing de Avellaneda, Yoel abandonó Vigo para defender la portería del Valencia y Zucullini llegó cedido del Manchester City. La sociedad que forman Peter Lim, Mendes y Nuno avaló también los derechos de Cancelo, fichado del Benfica, y Felipe Augusto, que sigue cedido en el club que entrenó la pasada temporada Nuno, el Río Ave portugués.

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Nuno ha formado un bloque sólido, que mezcla el poderío físico con una gran inteligencia táctica. La gran virtud del técnico portugués reside en su capacidad para convencer a una plantilla joven, para explotar su rendimiento y competir frente a equipos más acostumbrados a los títulos. El Valencia actual se construye con un principio fundamental: es un equipo compacto y sobrio, al que es difícil hacer daño y que posee muchas armas para atacar al rival. Otamendi y Mustafi son dos centrales rocosos que representan la estabilidad de la zaga ché y que han marcado, además, goles importantes en jugadas a balón parado. Orban y Barragán alternan los laterales, especialmente cuando Gaya juega de interior, con libertad para profundizar por el carril. El equipo de Nuno aprovecha el juego por los costados; en el que llega a línea de fondo Gayá -una nueva muestra de que Valencia es una fuente inagotable de laterales izquierdos- y se desatan dos extremos veloces como Piatti y Feghouli. El Valencia disfruta también del despliegue de sus mediocampistas; del mando y la llegada de Parejo, del equilibrio de Javi Fuego, el recorrido de Enzo Pérez y la zancada de André Gómes. Y el equipo ché alterna en la delantera el juego de espaldas y el remate de Negredo con la picardía y el oportunismo de Paco Alcácer. También aparecen en las alineaciones Rodrigo Moreno, un zurdo que puede jugar a pie cambiado o como falso nueve; De Paul, el clásico volante argentino; o Filipe, un joven mediocentro brasileño. Nuno destaca la importancia de tener una plantilla competitiva para afrontar las temporadas largas. Y parece que su fondo de armario ha sido clave en el buen momento de los valencianistas, que llevan una trayectoria ascendente en liga. El Valencia ha aprovechado el leve bajón del Atlético y se ha instalado en la tercera posición, a cinco puntos del segundo puesto, que ocupa el Real Madrid.

La imagen de Mestalla refleja el buen momento que vive el Valencia. Es un equipo poderoso en su propio estadio y disfruta de la paz institucional que ha proporcionado la cuenta bancaria de Peter Lim y el acierto de Amadeo Salvo. A la espera de noticias sobre la reanudación de la construcción del nuevo campo, la dirección del club decidió cambiar el aspecto de la fachada de Mestalla. El club ha renovado también los exteriores del campo y un murciélago gigante preside una de las entradas al estadio.

Nuno insiste en que este año el objetivo es entrar en Champions y que la temporada que viene el equipo debe aspirar a cotas más altas. De momento, esta campaña se medirá con el Atlético en una bonita batalla por el tercer puesto, a la espera de que Barça y Madrid fallen en los diez partidos que restan. El Valencia tiene a su favor el poder de convicción de Nuno, la unidad del vestuario y la comunión con la grada. La dirección del club es consciente de la ilusión que despierta el equipo en la afición y ha adoptado esta frase como lema del nuevo Valencia: “Junts tornem”[3].

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[1] El Valencia venció al Atlético en Mestalla (3-2), ganó frente al Madrid (2-1) y estuvo a punto de batir al Barcelona en su estadio, pero un gol en el descuento de Busquets le dio al equipo catalán la victoria.

[2] Otamendi fue fichado la temporada pasada, pero un error en la dirección deportiva le impidió jugar, al haber agotado ya el cupo de jugadores extracomunitarios. El Valencia disfruta ahora de uno de los mejores defensores del campeonato, un futbolista veloz en la anticipación y contundente en el despeje.

[3] “Juntos volvemos”.

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Jorge Rodríguez Gascón

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Foto 1: estadiodeportivo.com  Foto 2: mundodeportivo.com

EL INDOMABLE IAGO ASPAS

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“Yo estaba en la grada aquel día y aplaudí la entrada de Vagner a Tristán. Fue una clara provocación”. Iago Aspas (Moaña, Pontevedra, 1987) se refería a la victoria del Deportivo en Balaídos en la temporada 2005/2006. Aspas, celtiña convencido desde la cuna, tenía en aquel partido 10 años. Acababa de cumplir su primera temporada en las categorías inferiores del Celta y acudía al campo con regularidad. Con 12 años formó parte de uno de los mejores equipos alevines de la historia del club, al que se conocía como el Dream Team, un apodo que parece inagotable en el mundo del deporte. Aspas era el goleador del equipo y dicen de él que siempre tuvo claro que iba a llegar al primer equipo. Allí coincidió con otro profesional: Jonathan Pereira, un jugador menudo y escurridizo que ha recorrido los campos de Primera. Aspas era una de las grandes promesas de la cantera de Balaídos, aunque pronto mostró los síntomas de un carácter rebelde y complicado. Era un futbolista hábil, con cierta inclinación a la picaresca. Siempre quiso ganar cada partido y para hacerlo no dudaba en usar todas las artes de las que disponía. Protestaba, pegaba y discutía con los rivales con demasiada frecuencia. Situaba a los árbitros en el terreno de la indecisión y al final siempre se posicionaban en su contra. La directiva del Celta empezó a mostrar dudas acerca del futuro de Iago, no por su talento, que estaba fuera de toda duda, sino por su temperamento. Cuando era juvenil fue cedido al Rápido de Bouzas sin saber si iba a volver al club de su vida. Firmó una gran temporada en División de Honor Juvenil y marcó un gol en el partido ante el Celta. Lo celebró con cierto rencor y acabó expulsado por regalar cortes de mangas al árbitro y a sus rivales. En el camino hacia el vestuario, Aspas discutió con alguno de los padres de los que habían sido sus compañeros. Pese a las muestras de indisciplina, esa actuación convenció al Celta de que tenía que repescar a un futbolista especial, ambicioso e incorregible.

Cuando Iago Aspas debutó en el primer equipo, el Celta estaba en un momento delicado. Jugaba en Segunda División y una mala temporada le había llevado a los puestos de descenso a Segunda B. La entidad estaba en plena ley concursal y su supervivencia peligraba si el equipo perdía la categoría. En el segundo partido de Aspas, el Celta se medía al Alavés en la penúltima jornada, que también estaba intentando evitar el descenso. Iago Aspas vio la primera mitad desde el banquillo y Eusebio Sacristán le dio entrada alrededor del minuto 60. Tras fallar la primera ocasión, Aspas marcó el primer gol de su equipo en una jugada personal. En la celebración de su primer gol con el Celta mostró su forma de vivir el fútbol: con pasión, ambición y alegría. Corrió desbocado hacia el córner, se quitó la camiseta (en un gesto que recordó al del gol del pasado domingo ante el Español) y jugueteó con un micrófono de ambiente. Sin embargo, pocos minutos más tarde llegó el empate del Alavés. Y cuando parecía que el Celta de Vigo se jugaría la permanencia en el último partido, Aspas recogió un rechace al borde del área pequeña y disparó en boca de gol. Su remate acabó en las redes de Bernardo, el portero del Alavés, y Aspas selló la permanencia del Celta de Vigo en la categoría de plata.

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En las siguientes temporadas Iago Aspas se fue consolidando en el equipo. Era el favorito de la afición y la referencia en el área. El de Moaña supo corregir su indisciplina y Eusebio sólo le relegaba al banquillo si veía que se arriesgaba a una expulsión. Posteriormente la llegada de Paco Herrera tuvo una incidencia directa en su rendimiento. El equipo consiguió el ascenso y Aspas fue designado mejor futbolista de la temporada en Segunda División. Herrera supo cuidar al delantero y retrató la particular visión del futbolista de Moaña: “Iago Aspas no está en la tierra, vive en una nube”. En Primera mostró que era capaz de desestabilizar a las mejores defensas y se convirtió en el símbolo del Celta. Sus buenas campañas en el club gallego le llevaron a probar fortuna en  la Premier. El Liverpool apostó por él con firmeza, pero Aspas no triunfó en Inglaterra. Pese a empezar bien la temporada, las lesiones y el retorno de Suárez le privaron de los minutos a los que aspiraba.

En las primeras semanas del verano, Monchi, el ilustre director deportivo del Sevilla, peinó el mercado y convenció a Aspas. Unai Emery apareció la semana siguiente en rueda de prensa visiblemente enfadado. El técnico comentó que ninguno de los refuerzos que habían llegado eran peticiones suyas. También llegó Banega, otro futbolista de talento sobre el que siempre se cierne la sospecha. Sus dotes técnicas no se ponen en entredicho, de lo que sí se duda es del afán competitivo del argentino, una de las señas de identidad de Aspas.

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Emery relegó a Iago Aspas al banquillo y solo le dio oportunidades en la Copa del Rey. En la competición copera, el de Moaña se destapó como el futbolista más importante del Sevilla, con 7 goles en las primeras eliminatorias. Era el máximo goleador del torneo, pero en las semifinales frente al Español perdió el poco protagonismo que Emery le había otorgado. En el encuentro de vuelta, cuando el Sevilla necesitaba remontar el 3-1 de la ida, Iago Aspas no participó y el Sevilla se quedó fuera de la eliminatoria. Cuando Emery ejecutó los tres cambios, Aspas abandonó la zona de calentamiento con un enfado evidente, que cristalizó al llegar al banquillo: una cámara le cazó quejándose de que Emery siempre hacía “los mismos putos cambios”. Una frase que no había tenido reparos en decirle a su técnico el día que no se vistió ante su querido Celta. El pasado domingo, en la revancha ante el Español, Aspas fue titular por primera vez en la competición liguera. Mostró su talento y el carácter competitivo que siempre tuvo. Fabricó el primer gol sevillista, que culminó Gameiro, y no dejó de intentarlo durante todo el partido. Tuvo alguna ocasión clara y cuando parecía que los dos equipos firmarían el empate, Aspas recibió un servicio del colombiano Bacca. El de Moaña se giró sobre sí mismo y ajustó su disparo de zurda para firmar el gol de la victoria. Lo celebró como una liberación, se contagió de la emoción del momento (se quitó de nuevo la camiseta, como suele hacer cuando marca un gol importante) y se ganó el aplauso de la grada.

Iago Aspas es de esos jugadores que parece estar hecho de otra pasta. Vive el fútbol con la intensidad de quien quiere ser siempre protagonista. Es un futbolista valiente y atrevido, que no rehúye la disputa ni baja los brazos cuando no está acertado. No se esconde ni en el campo ni ante las cámaras. Por eso a nadie le sorprendió sus declaraciones mediada la temporada: “Yo vine aquí para jugar, no para estar en el banquillo. Es muy difícil demostrar tu capacidad en 20 minutos”. Pese a que Aspas es rebelde y temperamental, Emery parece haberle perdonado sus desplantes públicos, dando valor a su juego. El de Moaña no sólo basa su fútbol en el talento, sino que tiene también el don del delantero, esa virtud que le permite saborear la miel del gol. Aspas vive al límite del fuera de juego, se pelea con los centrales, se posiciona en el lugar oportuno y sigue la jugada hasta el final.

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El domingo pasado, tras celebrar la victoria sevillista ante el Español, Aspas apareció ante los medios. Con la gracia que le da su cerrado acento gallego, afirmó: “Ya pedí disculpas por si pude ofender a alguien. Siempre viví el fútbol de esta manera. He estado en el ostracismo (del banquillo) y hoy por fin pude jugar. El futbolista al final es egoísta y siempre quiere jugar”.

El Sevilla se enfrenta hoy al Real Madrid en un partido interesante, que va a medir las aspiraciones de los dos equipos. El Madrid busca ampliar la distancia con sus perseguidores y el Sevilla pretende asentarse en la “zona Champions”. La duda está en ver si Emery vuelve a contar con un futbolista distinto, que posee el código genético de un diez y el alma de un delantero. Iago Aspas merece el protagonismo que conceden los focos del Bernabéu.

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Foto 1: rtve. Foto 2: farodevigo. Foto 3: estadiodeportivo. Foto 4: espn.

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Jorge Rodríguez Gascón.