“Sí, claro que lo quiero. Es un superjugador, tiene mucho talento. Si no llega él, no buscaremos nada más en el mercado. O Thiago o nadie”. De este modo se dirigió Pep Guardiola a los medios de comunicación en el verano de 2013. Acababa de llegar al banquillo del Bayern Munich y quería mantener la herencia del equipo de Heynckes, campeón de todo hacía unos meses. Guardiola solo contemplaba la llegada de Thiago Alcántara, al que había hecho debutar en el primer equipo del Barcelona. El hispanobrasileño estaba llamado a liderar la nueva generación de la Masía, pero se sintió maltratado por la directiva de Rosell y Bartomeu. En la presidencia del Barça se le consideraba un jugador más efectista que efectivo, algo irregular y propenso al adorno innecesario. Uno de los apartados del contrato que le unía al Barcelona exigía un mínimo de minutos para que su clausula de rescisión no fuese rebajada. En el último tramo de la temporada, el equipo catalán pudo haberle hecho participar para invalidar las condiciones de su contrato. Pero a la junta directiva no pareció preocuparle en exceso la marcha de Thiago, que no había logrado hacerse un hueco entre Xavi e Iniesta. Guardiola aprovechó la ocasión y, tras un año de descanso en Nueva York, reclutó al mediocampista para su Bayern Múnich.
Los años de Thiago en Alemania han estado marcados por las lesiones. Entre operaciones de rodilla y recaídas, no ha podido mostrar con regularidad su fútbol de alta escuela. Ha sido decisivo en los duelos ante el Borussia Dortmund, pero hasta el miércoles le faltaba vivir un gran momento en la Champions League. También las ausencias han condicionado la aventura de Guardiola, que ha visto caer a piezas importantes de su plantilla en los tramos decisivos de la temporada. En las semifinales de las últimas dos ediciones se vio superado por dos enemigos conocidos: el equipo de su vida, el Barcelona, y su eterno rival, el Real Madrid. En ese contexto afronta el técnico su último año en Munich, con la voluntad de extender su dominio de la Bundesliga a la Champions League. Guardiola cuenta otra vez con Thiago, que ya ha vuelto a ser el jugador que fue. El mediocampista acude con frecuencia al despacho de Guardiola y atiende a sus consejos con una mezcla de admiración y complicidad. “Llevo desde los 16 años con Pep y puedo decir que jugar en sus equipos es un privilegio (…) Desde que coincidimos en las inferiores del Barça me fijé en que era un entrenador diferente: era capaz de ver cosas que otros no veían. Ha sido una persona muy influyente en mi carrera, siempre fue sincero conmigo. Le debo mucho». Su técnico ha tratado de depurar el juego de Thiago, que confiesa que es incapaz de renunciar al riesgo y a la imaginación: “La táctica es noción de los espacios y el aprendizaje. El instinto tiene más que ver con el momento en que te llega el balón”.
El pasado miércoles, el Bayern Munich logró clasificarse en una de las eliminatorias más bonitas de los últimos años. Tras el empate a dos en Turín, la Juventus se adelantó con goles de Pogba y Cuadrado en el Allianz Arena (el segundo llegó tras una jugada inverosímil de Morata). El Bayern combinó el manual de Guardiola con el código genético del fútbol alemán: no renunció a su estilo y nunca dejó de creer en la remontada. También tuvo la dosis de fortuna que se necesita en los partidos a vida o muerte. No acertó la Juve en la sentencia y Lewandowski ajustó las diferencias con su remate. A falta de media hora, el Bayern necesitaba un gol para igualar la eliminatoria. Colaboró Allegri sustituyendo a Morata y el equipo de Guardiola arrinconó a la Juventus. En el descuento, Müller mandó el partido a la prórroga, después de cabecear un centro de Coman. La grada del Allianz Arena lo celebró con el alivio y el entusiasmo de quien se sitúa en una posición próxima a la épica. Thiago Alcántara observó la reacción del Bayern desde la banda, a la espera de que Guardiola le diese una oportunidad.
Saltó al campo en el tiempo extra y en sus primeras intervenciones perdió dos balones comprometidos. Su técnico le recriminó las jugadas con una severidad que solo se explica si se observan los años que los dos han compartido. Los penaltis parecían alegrar más a los de Allegri que a los de Guardiola, que buscaban sin fortuna el remate entre la defensa de la Juve. Entonces, Thiago ganó un balón aparentemente perdido en la frontal del área italiana. Combinó con Lewandowski y ajustó su disparo de interior. Su remate se situó en un lugar inalcanzable para Buffon, en el partido en el que la leyenda de la Juventus se convirtió en el segundo jugador italiano con más participaciones en Champions. Para Thiago, que ha marcado 3 tantos en los últimos dos partidos, el gol tuvo algo de justicia poética. Su tanto sirvió también para salvar las opciones de su equipo en la Champions League, el torneo que se le exige a Guardiola desde su llegada.
En los últimos minutos de la prórroga, Kingsley Coman cerró el partido en una carrera prodigiosa. El veloz extremo francés, cada vez más importante en el dibujo de Guardiola, batió al equipo que le tiene en propiedad. También suplente en el inicio, pudo desordenar el partido y se asoció con Thiago en la prórroga. El hispanobrasileño había tenido un papel secundario en el duelo ante la Juve, en beneficio de Arturo Vidal, que posee mayor recorrido físico. El chileno tiene experiencia en las grandes competiciones y conocía las virtudes de la Juve, equipo en el que jugó las últimas cuatro temporadas.
Sin embargo, la acción que decidió la eliminatoria fue obra de Thiago. En el Bayern, ningún mediocampista está tan preparado para improvisar como él. Quizá por eso, es fácil imaginarse a Guardiola tratando de encontrar una solución para la prórroga. En un momento de lucidez, el técnico repite una sentencia que le es familiar: “O Thiago o nadie”.
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Jorge Rodríguez Gascón.
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