LA PALABRA DE MASCHERANO

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“Lo conocí hace diez años, en septiembre de 2001, en el Mundial Juvenil de Trinidad y Tobago (…) Era un pibe serio, educado. Respetuoso. Era el referente del plantel. Parecía el hermano mayor de todos. (…) Aquel pibe grande creció. Pasaron los años. Jamás ahorró una gota de sudor a la hora de jugar y luchar.”

Las palabras del periodista argentino Jorge Parodi describen a Javier Mascherano, una de las voces de referencia en el vestuario del Barcelona. Su inteligencia táctica y su compromiso le otorgan un papel fundamental en el plan de Luis Enrique. El asturiano valora su lealtad y su intuición en el campo, vital a la hora de prevenir los incendios en el Camp Nou. En más de una ocasión ha elogiado su lectura del juego, una cualidad que le permite ser contundente en la anticipación y en la interrupción de los contragolpes del rival. Otra de las grandes virtudes de Mascherano es su facilidad con la palabra. Su dominio del lenguaje le concede mayor jerarquía sobre el césped, en el que a veces parece ser el intermediario de Luis Enrique. Su discurso ante los medios suele ser sensato e inteligente, el reflejo de un líder honesto y solidario. El Jefecito desveló el pasado jueves algunos de los secretos de su juego: “Lo mejor que debe tener un profesional es estar mentalizado, saber el rol que ocupa. Yo lo tengo claro y trato de ser un jugador que sume. No me siento intocable ni un jugador de referencia”.

Mascherano llegó al Barcelona en 2010 procedente del Liverpool, a cambio de 22 millones de euros. En su presentación declaró: “Sería un necio si pensara que vengo aquí a jugarlo todo (…) En las posiciones en las que puedo jugar yo hay tres campeones del mundo. Es un orgullo poder aprender de ellos y crecer a su lado”. Las bajas en la zaga culé a lo largo del año obligaron a Guardiola a situar a Mascherano de central en la fase decisiva de la temporada y el argentino cumplió con creces las expectativas de su entrenador. Aquel Barcelona alcanzó la cima del fútbol en Wembley y Guardiola ensalzó el trabajo silencioso de El Jefecito: “A Mascherano no lo cambiaría jamás. Me parece el mejor fichaje del Barcelona en los últimos años. Es único”. El Jefecito respondió así a Guardiola: “Yo vine acá para hacer de bombero, para tapar agujeros”.

Mascherano se ha adaptado al fútbol del Camp Nou y ha mejorado en la circulación de balón, especialmente cuando busca el pase más sencillo. Aunque no posee la imaginación ni la fluidez de Busquets en la elaboración, el argentino lo compensa con un generoso esfuerzo en la recuperación (lleva 175 robos en la Liga BBVA). Además, su honestidad en las declaraciones le ha hecho ganarse la admiración de sus compañeros y la afición. En octubre de 2013 el Barcelona empató en San Siro ante el Milán. Mascherano regresaba de una lesión y al inicio del partido perdió un balón comprometido. Robinho lo aprovechó y puso a su equipo por delante. El Barcelona consiguió empatar en la segunda parte y aunque Mascherano estuvo acertado durante el resto del encuentro, no se olvidó de su fallo inicial. Al acabar el partido apareció con el rostro desencajado e hizo un severo ejercicio de autocrítica: “El primer gol es un error mío. Ya son varios… Duele bastante. (…) El equipo ha tenido que sufrir otro error mío y en partidos tan importantes no se pueden permitir”.

En las cinco temporadas que Mascherano lleva en la Liga Española, el mediocentro ha sabido captar la esencia del entorno blaugrana: “Si ganas, Barcelona parece Disney y, si pierdes, es la casa del terror”. La metáfora de Mascherano la utilizó Luis Enrique en el momento más delicado de la temporada, al decir que pese a las dificultades sentía que estaba en Disneylandia. La coincidencia puede ser casual o una señal de la sintonía entre Mascherano y su técnico. La importancia de El Jefecito en el Barcelona no se entiende sin la figura de Leo Messi. Mascherano es el intérprete del 10 y, a su vez, su gran protector en el vestuario. En más de una ocasión ha salido a defender a Leo ante los medios de comunicación y parece ser el intermediario en la difícil relación de Messi con Luis Enrique. Las dotes de mando de Masche y su voz firme contrastan con la timidez de Leo, que solo parece alzar la voz en el césped. En Argentina, El Jefecito era el líder real de una selección en la que Messi portaba el brazalete de forma simbólica. Sus discursos (que al parecer conmovían al 10 y a medio vestuario) y su importancia en el juego le daban honores de capitán en un equipo que se quedó a las puertas del triunfo. El propio Mascherano ha explicado en alguna ocasión cómo ejerce su liderazgo: “Nunca digo lo que alguien tiene que hacer si no lo hago yo antes para dar ejemplo”. Mascherano es, con el miembro del cuerpo técnico Pepe Costa, el confidente de Messi en el vestuario. Y probablemente ningún compañero ha definido al 10 con tanta claridad como lo hizo Mascherano al término del partido frente al Manchester City: “El fútbol nos controla a todos, pero Messi controla el fútbol”.

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Mascherano sabe que su equipo posee ahora varios registros. La idea inicial permanece intacta, la propuesta que ha encumbrado a la Masía: la de un fútbol de dominio posicional en el que se pretende dejar poco espacio al azar, a través del control del partido y la posesión. Sin embargo, el Barcelona de Luis Enrique se ha expuesto en fases de la temporada a un intercambio de golpes, consciente del talento de sus delanteros. En ocasiones, el Barcelona parece perder la pausa de sus interiores, en busca del acelerón de su tridente. Y el acierto de Mascherano en esta variante de juego es vital, para facilitar el repliegue y la recuperación que inicie la transición rápida. No obstante, Masche parece partidario de un fútbol de mayor control, sobre todo porque la posesión es, además de un instrumento ofensivo, una fórmula de protección. Tras vencer en la eliminatoria copera ante el Atlético de Madrid, en una victoria que se orquestó a través de las transiciones rápidas, Mascherano valoró los riesgos de un fútbol más directo: “Entramos en ese ida y vuelta al que te puede llevar el Atleti. Hoy salió cara pero en algún momento también puede salir cruz”. La advertencia puede ajustarse al partido del próximo domingo, ante el Real Madrid, un equipo feroz en el juego de transición.

Mascherano afronta el Clásico ante el Madrid con la misma seriedad con la que vive. El argentino es un ejemplo de sacrificio y compromiso, que parece trasladar su lectura del juego a los micrófonos, en los que se explica con corrección y con argumentos sólidos. Ante las dudas que genera el estado físico de Busquets, Mascherano gana opciones para jugar en la media. Sus palabras, a dos días del clásico, dicen mucho de él, de su sentido del juego y de su compañerismo: “Ojalá llegue Busi aunque yo tenga que verlo desde el banco. Lo que le conviene al equipo es que juegue Sergio, porque es el mejor en esa posición”.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: sport.es. Foto 2: futbolparatodos.com.ar

EL SILENCIO DE MESSI

Messi perdió en Maracaná su gran oportunidad de levantar la Copa del Mundo. Llegó a Brasil con muchas dudas pero el torneo fue avanzando de acuerdo a sus pretensiones. Argentina fue uno de los cuatro equipos que consiguió un pleno de victorias en la primera fase (con Holanda, Bélgica y Colombia) y Messi fue determinante en esos resultados. Ante Bosnia firmó el segundo tanto de los argentinos en una gran jugada personal, frente a Irán marcó un precioso gol sobre la bocina y ante Nigeria consiguió un doblete en una gran actuación. Pese a ello brilló solo en momentos puntuales, en instantes tan bellos como fugaces. Entre ellos se sucedían momentos de absentismo, en los que el partido parecía no interesarle. En octavos asistió a Di María frente a Suiza, en cuartos participó en la jugada del gol y ante Holanda marcó el gol que abrió la tanda de penaltis.

Poco a poco fue reduciendo su influencia en los resultados de su equipo, pero acaparó siempre las mejores acciones de su selección. En Maracaná empezó con ganas y se vio con fuerzas para desequilibrar el partido. Incluso pareció más implicado, siempre con minutos de ausencias y de indolencia. Generó ocasiones para su equipo y desbordó, pero se fue difuminando en la prórroga. Las opciones ofensivas de Argentina pasaron por sus botas e incluso tuvo la oportunidad de batir a Neuer en un mano a mano. El balón salió lamiendo el palo y a Messi se le escapó la Copa en Brasil. Con el gol de Götze se volvió a conectar al encuentro y se acercó a posiciones de disparo. Remató de cabeza desde la frontal del área en un gesto técnico que recordó al de la Final de Roma ante el Manchester United. En esta ocasión Neuer, casi tan alto como Van der Sar, detuvo sin excesivas dificultades. Antes de que el árbitro Rosetti pitara el final, el 10 argentino dispuso de una oportunidad a balón parado. Su disparo salió fuera y la falta fue un cruel epílogo para la final de Messi.

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Argentina observaba como Alemania alzaba la Copa que se le resiste. Algunos se quejaban, muchos se lamentaban y otros lloraban. Pero Messi tenía un aspecto diferente. Estaba ausente, con la mirada perdida. Quizá con el recuerdo del mano a mano ante Neuer, del fallo de Higuaín en el primer tiempo, de las asistencias que Palacio no entendió o de su falta fallida en la última jugada. Para colmo le dieron un trofeo que no le importó y que muchos consideraron inmerecido. Fue un premio cuestionable, que no sirvió de consuelo al argentino. Messi no alteró el gesto, parecía demasiado afectado por la derrota cómo para sonreír o dar la mano al público que se la tendía. Messi cerró un año lleno de decepciones y de finales perdidas.

La Pulga vive con la amenaza de no volver a ser el que fue. Las lesiones musculares le han restado confianza y explosividad. La temporada ha tenido demasiadas interrupciones y se le ha hecho demasiado larga. Le cuesta aguantar el ritmo de los partidos y dosifica sus apariciones con cautela. Sus intervenciones suelen tener trascendencia en el resultado pero hasta ese momento el partido no siempre va con él. El genio fugaz se convierte con demasiada facilidad en un paseante ilustre.

A Messi le afecta también el misterio de sus vómitos. Algo que ha sido motivo de especulación. Algunos creen que es una forma de somatizar la presión y los nervios. Otros consideran que responde a una enfermedad digestiva. En su entorno domina cierto secretismo y se impone el silencio como medida de protección. Otras teorías apuntan a su mal estado físico como causa de sus arcadas. Messi parece vivir en una lucha eterna contra sí mismo y los vómitos pueden ser el modo en que se manifiesta esa batalla interna. En cualquier caso, si se trata de una enfermedad diagnosticada, nadie ha dado los resultados de las pruebas a las que se ha sometido.

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También la forma de juego de sus equipos ha condicionado su rendimiento. El primer Barcelona en el que Messi se convirtió en el mejor, tenía ciertos automatismos que han cambiado con el tiempo. Era un equipo que se construía a través de la posesión, que robaba el balón con facilidad y se asociaba con mucha velocidad. Era un ejemplo con y sin el balón. Y Messi, pese a tener cierta libertad de movimientos, se implicaba más en la presión. En aquel Barcelona, el argentino estaba en contacto permanente con el balón. Combinaba en corto en la frontal del área, dejaba la elaboración a sus compañeros y solía estar fresco para buscar la portería rival. En aquellos equipos, que crecían y dominaban a través de la posesión, Messi tenía menos excusas para ausentarse.

Con Argentina siempre ha tenido que iniciar el juego y acertar en la resolución. Messi era el líder silencioso de un equipo que dirigía Mascherano. La Pulga nunca ha sido un futbolista hablador, con demasiada voz en un vestuario. Reservaba su jerarquía al marcador. Y la fortuna no estuvo de su lado cuando perseguía la estela de Maradona en la albiceleste.

Es probablemente el peor momento de Leo Messi como futbolista. Pese a ser vitoreado en los juzgados antes de declarar por sus problemas fiscales (algo que sí debería ser motivo de reproche) algunos expertos de la Ciudad Condal parecen partidarios de su salida (*). Poco a poco también ha perdido el favor de la prensa: a ojos de los periodistas ya no parece ni tan inocente ni tan ejemplar. Esas incógnitas parecen haberse trasladado al entorno del Barcelona, que ha buscado figuras de acompañamiento para dividir la responsabilidad ofensiva del equipo.

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Pero su recuperación está en sus manos. Debe aprovechar su velocidad en espacios cortos, vencer la presión que le asfixia y trabajar en el apartado físico. El argentino es claramente el futbolista de mayor talento de la actualidad, pero debe recordar que Ronaldinho también lo fue y que su dejadez le convirtió en un futbolista corriente. En el fútbol, el talento sin trabajo no sirve para mucho. Messi posee unas cualidades innatas que ha de potenciar con el esfuerzo físico. En el último año su magia le ha dado para decidir partidos pero no para ganar campeonatos.

Si quiere volver a ser el que fue, Messi necesita dar un paso adelante y crecer en un equipo que se arme con el balón como seña de identidad. Antes, la circulación le integraba en los partidos. Ahora, sus silencios, su falta de ritmo y su timidez le alejan del juego. El 10 no debe refugiarse en los recovecos de su mente; en lugares de difícil acceso, dominados por el autismo, la fragilidad y la melancolía. A veces el fútbol es un estado de ánimo y el argentino se ha acostumbrado a lucir sonrisas postizas.

Ante todas las dudas que deja el 10 hay una certeza: solo Leo tiene la llave para volver a ser Messi.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

 

 

(*) Algunos periódicos catalanes han desvelado una supuesta conversación entre Tito Villanova y Messi pocos días antes de la muerte del técnico. En ella se decía que Tito Villanova le aconsejó al argentino que se quedara en el Barcelona.

ALEMANIA SE CORONA EN MARACANÁ

Alemania alcanzó la Copa del Mundo en Maracaná, después de una final vibrante e intensa, en un duelo entre dos gigantes del fútbol mundial.

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Se enfrentaron dos equipos que responden a propuestas distintas: el fútbol de combinación y el poderío de los alemanes, frente al juego precavido de los argentinos, que han ganado partidos a base de concentración y oficio. Se enfrentaba el juego coral de los alemanes a un equipo que ha vivido del trabajo de Mascherano y de las pinceladas de Messi. El 10 se quedó a las puertas de su título soñado y cerró un año lleno de decepciones.

Desde el inicio, el encuentro fue un intercambio de golpes. Alemania quiso dominar el juego pero Argentina esperaba agazapada en la retaguarda. La albiceleste es un equipo que sabe tomarle la medida al rival y en Maracaná estuvo a la altura del escenario. Supo contener el juego interior de los alemanes y la Mannschaft buscó desestabilizar a la selección de Sabella por los costados. Encontró a Lahm por la derecha y el lateral inquietó a la defensa rival con centros envenenados. Los centrales argentinos estuvieron acertados en los despejes y concedieron pocas oportunidades en los primeros 45 minutos.

La selección albiceleste parecía cómoda cuando los alemanes tenían el balón y supieron explotar los espacios que concede su zaga. También por el carril derecho, en el lado débil de los alemanes, Argentina hizo temblar a la Mannschaft. Con Messi presente, Higuaín se ofrecía, Lavezzi quería desplegarse, Mascherano robaba y Garay y Demichelis estaban oportunos al corte. Cuando Messi se conectaba al partido, la albiceleste parecía tener la Copa al alcance de la mano. El argentino hizo un regate en el primer balón que tocó y cada desborde le daba vida a su equipo. Después llegó a línea de fondo, tras retar a Hummels a la carrera, y su centro no encontró rematador. Al filo del descanso bordeó el gol, en una acción personal: volvió a dejar atrás a Hummels y tras medirse con Neuer, Boateng despejó un balón que estaba perdido a pocos metros de la portería. Antes Higuaín había fallado la oportunidad más clara de los argentinos, en un mano a mano ante Neuer, provocado por un error en la cesión de Tony Kroos. El delantero argentino, con todo a favor, disparó muy desviado. Poco después, Messi armó una nueva jugada. Recibió el balón en las inmediaciones del área y abrió a la banda de Lavezzi. El futbolista del Paris Saint Germain centró e Higuaín, en claro fuera de juego, sí que acertó en la definición. El juez de línea levantó la bandera y arruinó la celebración efusiva del delantero del Nápoles.

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Alemania seguía llevando el ritmo en la circulación pero no encontraba el pase definitivo y veía como la defensa de Sabella le robaba espacios. Le costaba crear oportunidades: Müller solo jugaba de espaldas, Klöse llegaba siempre un segundo tarde, ni Kroos ni Schweinsteiger se acercaban a posiciones de disparo y solo los centros de un Lahm persistente parecían hacer temblar a los argentinos. Curiosamente la Alemania que ha destacado por proponer un fútbol más asociativo que sus predecesoras acabó creando mayor peligro (durante la primera parte) en centros laterales o balones aéreos. Justo antes del descanso Kroos puso un córner medido y Howedes remató al palo, en la ocasión más peligrosa de la primera parte. El lateral alemán sufrió por su costado y pudo ser expulsado, pero ganó confianza en el partido y mostró que es un futbolista peligroso en el juego aéreo.

Löw sabe cambiar el plan del partido en función de las necesidades de su equipo. Sus jugadores leen su pizarra con maestría y saben cuando han de elaborar la jugada con cautela y cuando ser más directa. La salida de Schürrle le dio mayor verticalidad al equipo y en la mejor jugada de los alemanes, Romero atajó su disparo. Özil fue creciendo en el partido y le dio a su selección la pausa y la imaginación que necesitaba.

Al descanso Sabella cambió el plan inicial, con la intención de que Messi desequilibrara desde zonas más templadas. Durante diez minutos pareció conseguirlo: la albiceleste disfrutó de oportunidades claras y jugó los mejores minutos de la final. Recordó en esos momentos al primer partido del mundial ante Bosnia. Messi participó como enganche y se plantó ante Neuer en una jugada que pudo cambiar la historia. El 10 disparó desde el flanco izquierdo y quiso ajustar tanto su lanzamiento para salvar a Neuer que el balón se fue rozando el palo. Poco después el portero chocó en una salida temeraria con Higuaín, en una jugada que recordó a la acción entre Harold Schumacher y Battiston en el duelo entre Francia y Alemania de 1982. En esta ocasión, en una decisión confusa, el árbitro señaló falta de Higuaín.

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Alemania se fue estabilizando a través de la posesión y consiguió desconectar a Messi. Los de Löw jugaron con mayor dinamismo y amenazaron al rival en los últimos minutos. Lahm seguía desplegándose, Müller cayó a bandas y surtió de balones peligrosos a Klöse y Schürrle, Özil jugó el mejor partido de la competición y los mediocentros llegaron a las inmediaciones del área. Klöse no acertó en el remate tras un centro de Lahm y Kroos volvió a disparar demasiado blando en una jugada coral alemana. Mascherano volvió a ser el futbolista más importante de Argentina en el encuentro y eso no siempre es buena señal para la albiceleste. (No hemos de olvidar que Mascherano es un futbolista fundamental para la contención pero que no tiene imaginación para orquestar el juego de la albiceleste).

Sabella falló en los cambios y Alemania fue (con más insistencia que brillo) ganado enteros en el partido. Higuaín fue sustituido por Palacio y Sabella dejó a Messi muy solo en ataque. Palacio ha sido un futbolista que no ha aportado soluciones en todo el torneo y que ha fallado ante los porteros. No ha mostrado su supuesta velocidad y le ha faltado inteligencia para entender los servicios del 10. Con Agüero todavía mermado por su lesión, Messi seguía dosificando sus intervenciones y parecía poder cambiar el signo del partido cada vez que recibía. Pero hasta entonces, caminaba en un campo ilustre, con poca intención de intervenir. La selección de Löw fue ganando confianza con el paso de los minutos y antes de la prórroga amenazó al equipo de Sabella, que parecía cada vez más desfondado.

En la prórroga el poderío físico alemán se impuso a una Argentina que, a la espera de un chispazo de Messi, parecía firmar los penaltis. La selección de Joachim Löw se fue a por el partido y Schürrle tuvo una gran oportunidad en el minuto 92. Götze encontró al futbolista del Chelsea en el pico del área y Romero atajó su disparo. Cuatro minutos más tarde Argentina tuvo el gol de la victoria en las botas de Palacio. El delantero se encontró con un balón ante Neuer, tras un mal despeje de Hummels. Pero quiso salvar la salida del portero alemán con una vaselina inocente, que se fue fuera del marco de Neuer.

Con Messi demasiado ausente, la selección de Löw siguió amenazando a Romero. Con un juego cada vez más dinámico, llegó antes que Argentina a la disputa. Y en el minuto 113 Schürrle desbordó a Mascherano y centró desde la izquierda. Demichelis se despistó y recibió Götze. El mediapunta alemán mostró su exquisita técnica con un gran control y con una definición plástica. Fue un gol bonito y definitivo en el mejor momento posible.

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A Argentina se le fue su plan al traste con el gol de Götze y le faltó tiempo y juego para reaccionar. Pudo haber conseguido el empate en un par de ocasiones, pero apareció el gigante Neuer para detener los avances argentinos. El portero alemán recibió el guante de oro y ha sido decisivo. Siempre presente en los grandes momentos, ha sido muy tremendamente difícil batirle.

El partido llegó al final y Alemania levantó la Copa del Mundo 24 años después. Fue el primer europeo en ganar la competición en territorio americano. Persistente en su idea de juego, el fútbol coral de Alemania le otorgó el triunfo ante un equipo intenso y ordenado como el argentino. La albiceleste jugó seguramente el mejor partido de la competición: supo contener a la Mannschaft y disfrutó de las mejores oportunidades en Maracaná. Sin embargo, le faltaron fuerzas en la prórroga y no tuvieron la ambición necesaria para ir sin reservas a buscar al rival. Messi pudo haber declinado la balanza del lado argentino, pero le faltó la puntería en el momento preciso. La baja de Di María, el poco peso de sus secundarios y las ausencias de Messi acabaron por condenar a la selección de Sabella.

La selección de Löw consiguió su cuarto campeonato del mundo apostando por un fútbol elaborado, en el que la asociación es el cimiento de sus triunfos. Y la victoria alemana consagró al equipo que mejor ha jugado en Brasil. La Mannschaft merecía el título por su insistencia en las últimas ediciones de la Copa del Mundo y por el juego desplegado en la competición. Pese a ello, la Alemania que mejor ha tratado el balón dependió en momentos puntuales de la suerte del campeón. La misma fortuna que fue esquiva con Argentina, llevó a Götze y a la selección de Löw a la cima del mundo.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

 

 

Foto 1: Matthias Hangst (Getty)

Foto 2: Robert Cianflone (Getty)

Foto 3: Pedro Ugarte (Afp)

Foto 4: Sergio Moraes (Reuters)

 

 

LA SAGA DE LOS MÜLLER

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Thomas Müller es un futbolista de mundiales. Lo ha demostrado en sus dos participaciones, en las que ya acumula 10 goles. Alemania, a diferencia de las otras semifinalistas, es un equipo coral en el que el plan de juego está por encima de cualquier figura. Todos sus grandes futbolistas -que son muchos- están al servicio del equipo. Pero probablemente si tuviéramos que decir quién es su jugador más determinante no sería extraño decantarse por Thomas Müller. El futbolista del Bayern Múnich heredó el número 13 en el Mundial de Sudáfrica. Un dorsal con mucho peso en la selección, que han llevado otros símbolos del fútbol alemán como Michael Ballack y Gerd Müller. El delantero del Bayern, con Löw como máximo valedor, ha sabido responder a la historia de su selección.

Müller es un apellido común en Alemana y también en la selección. El ya mencionado Gerd Müller ha sido el mejor delantero de Alemania. Un `nueve´ de área, muy certero en el remate, que hacía del olfato una virtud y del oportunismo un don. (Algo que comparte con su homónimo en la selección de Löw). Anotó 14 goles en dos citas mundialistas: en México 1970 marcó 10 y los otros 4 en el Mundial de Alemania 1974. La Mannschaft consiguió la Copa en su propio país, con Bekenbahuer como líder del equipo. Venció tras una final increíble ante la Naranja Mecánica en el Olímpico de Múnich. La Holanda de Cruyff había deslumbrado durante el campeonato y todo parecía a su favor. Y más cuando a los pocos segundos de partido Berti Vogts cometió un penalti sobre Johan Cruyff. Lo transformó Neskeens y la anfitriona tuvo que darle la vuelta al marcador. Paul Breitner consiguió el empate en otro lanzamiento desde los once metros. Y dos minutos antes del final de la primera parte apareció “Torpedo” Müller para marcar el gol de la victoria para los alemanes. Aquella Holanda merecía haber ganado el campeonato porque fue de largo la que mejor fútbol practicó. Curiosamente ahora Alemania merece el campeonato por el juego desplegado y el hecho de ser un favorito tan claro no le da ninguna ventaja.

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Dieter Müller fue el sustituto del “Torpedo” en el Mundial de Argentina 1978. Gerd era un delantero de área, pero con muchos recursos en el remate. Sin embargo, su sucesor en la selección, Dieter, era más bien tosco y limitado. También otro Müller jugaba en aquella selección. Hansi Müller, un futbolista fino que militó en el Stuttgart y en el Inter de Milán. El zurdo jugó dos mundiales (Argentina 1978, España 1982) y fue fundamental en el triunfo en la Eurocopa de 1980 en Italia.

A todos los futbolistas con su apellido les cogió el testigo Thomas Müller en el Mundial de Sudáfrica. -Incluso se podría decir que tiene algo de cada uno de ellos -(*). Thomas llegaba tras perder la final de la Champions ante el Inter de Milán y Löw le dio el protagonismo que necesitaba. Marcó cinco goles y dio tres asistencias en la competición y su selección jugó un torneo fantástico. La Mannschaft derrotó a tres rivales marcando cuatro goles hasta llegar a la semifinal. Entre ellas, estaba la Inglaterra de Capello y sobre todo la Argentina de Maradona. En un amistoso de selecciones entre Argentina y Alemania, Maradona se negó a salir a la vez que Thomas Müller a atender a los medios. El entrenador argentino no sabía el nombre del delantero alemán y durante toda la rueda de prensa se refirió a él como «el jugador». Meses más tarde, en el Estadio Green Point de Ciudad del Cabo la Alemania de Löw le dio un severo correctivo a la Argentina del Diego. Thomas Müller inició la goleada y Alemania venció por un 4-0 incontestable, en el último precedente en partido oficial entre estas dos selecciones. Maradona no volvió a olvidarse del nombre del delantero alemán.

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En semifinales Müller se enfrentó a la España de Del Bosque, a la que Joachim Löw piropeaba con insistencia. Puyol desequilibró el partido con un cabezazo en un córner. Paradójicamente, la España que quería poner el balón en el suelo venció en una jugada en el aire a la Alemania de Mertesacker y Boateng. En un salto inmortal de un ilustre al que se ha añorado en Brasil. Aquella España proponía un juego que la selección alemana no tardó en querer imitar. Müller fue la gran revelación del Mundial y obtuvo el premio al mejor jugador joven de la competición y compartió el de máximo goleador del Mundial. Tras vencer a Uruguay en el partido del tercer y cuarto puesto, estaba empatado con Villa a 5 goles pero el alemán sumó más asistencias (3) y recibió la bota de oro. Löw propuso una evolución del estilo de juego, a través del dominio de la posesión. Una apuesta por el juego asociativo intentando mantener las virtudes históricas del fútbol alemán: poderío físico, tensión competitiva, oficio y fiabilidad.

Löw juntó futbolistas de talento y se vio beneficiado por la llegada de Guardiola al Bayern, uno de los espejos en los que quiere mirarse Alemania. En la columna vertebral de la selección alemana hay muchos futbolistas del equipo muniqués y eso ha facilitado el cambio de propuesta de la selección. Pero Alemania ha demostrado tener variantes en el juego: puede ser un equipo valiente, que recupera muy arriba y junta muchos futbolistas por delante del balón. O un equipo más frío y calculador que sabe resolver por la vía rápida. Müller advierte con cierta ironía: «si todo nos sale mal haremos un gol a balón parado…».  La selección de Joachim Löw ha sabido sufrir en momentos puntuales del campeonato y parece llegar en el mejor momento posible, tras una goleada apabullante ante Brasil. Thomas Müller ya ha igualado sus registros del Mundial de Sudáfrica. Lleva cinco goles y tres asistencias en Brasil y aún le queda por disputar la final de Maracaná ante Argentina. Está a cuatro goles de igualar a Gerd Müller y tiene a seis al máximo goleador de la historia de los mundiales: su compatriota Klose, que acaba de batir el récord de Ronaldo Nazario da Lima y amenaza con aumentar la distancia ante sus perseguidores (lleva 16 goles). Aunque parece que si Müller está tan acertado en próximas ediciones de la Copa del Mundo como en Sudáfrica y Brasil, la corona de Miroslav Klose será efímera.

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Frente a Brasil el 13 de Alemania descosió a Marcelo por el carril derecho. Además de marcar el tanto que abrió la goleada, asistió a Klose y generó varias oportunidades claras. En el primer gol de Schürrle (0-6), el delantero del Bayern Múnich estaba con el remate ya preparado, pero su compañero se anticipó en el último momento. Y en el séptimo gol, de nuevo Schürrle se aprovechó de un servicio de Müller, que recuperó un balón en la línea de cal. Ante Argentina, Thomas Müller tiene la oportunidad de conseguir un trofeo que se le resiste a su país desde el Mundial de Italia 1990.

Müller es un futbolista intuitivo, que lee muy bien el juego y suele tomar la mejor decisión. Es ambicioso, siempre mira a portería y sabe moverse por cualquier lugar del frente de ataque. Crea ocasiones si se mueve en la posición de falso nueve y es generoso cuando juega tirado a la banda. No es el delantero más vistoso pero sí uno de los más eficaces. Es un futbolista sencillo, que juega sin muchos alardes y no hace excesivo ruido. Sabe donde colocarse en el momento preciso y es imprevisible: nunca parece que vaya hacer lo que termina haciendo. Y tiene la asombrosa capacidad para ejecutar las jugadas más difíciles con la misma normalidad que las más fáciles.

Thomas Müller tiene un idilio con el gol que se manifiesta en las grandes ocasiones. El delantero alemán lo resumió de forma sencilla: «básicamente tengo suerte, golpeo justo en el momento correcto».

 

 

(*) La saga de los Müller. Además de compartir apellido tienen en común algunas  habilidades en el juego. Thomas Müller parece emular el remate y el olfato del histórico Gerd Müller, la finura de Hansi Müller e incluso en ocasiones aparenta la descoordinación de Dieter Müller. Pero es mera apariencia: Müller combina la habilidad y la imaginación con el tradicional espíritu competitivo del fútbol alemán.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

ARGENTINA, A LA FINAL ENTRE BOSTEZOS

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Argentina alcanzó la final del Mundial 24 años después, tras derrotar a la selección holandesa en la tanda de penaltis (0-0) (4-2).

Argentina y Holanda se enfrentaron en un partido aburrido, sin ambición ni brillo. Fue un duelo entre dos equipos conservadores, que han olvidado que la mejor forma de evitar riesgos es arriesgar de vez en cuando. La suerte de los penaltis alzó a Argentina y a su portero Romero. El meta argentino superó a Cillessen, demasiado acomplejado por su cambio ante Costa Rica. (Van Gaal hizo los tres cambios antes de los minutos finales de la prórroga y Tim Krul no pudo salir al campo).

Los dos equipos se midieron en un tanteo postizo, casi indigno de una semifinal de la Copa del Mundo (*). Nadie propuso jugar y todos se dedicaron a contener. Argentina estaba tan preocupada de Robben y Holanda de Messi, que ambos seleccionadores se dieron por satisfechos al ver que las estrellas rivales no intervenían. Tampoco aparecieron los secundarios holandeses: Van Persie parece otro futbolista, a Sneijder le sobra pegada pero le falta jerarquía en el juego, los laterales no se desplegaron y la media no supo construir ni una sola jugada. En Argentina, Higuaín se desfondaba y llegaba tarde al remate, Lavezzi fue un futbolista atropellado, Enzo Pérez fue de más a menos en el encuentro y la media estaba demasiado pendiente de no conceder espacios. Y a falta de figuras para decidir el encuentro emergió Mascherano para los argentinos y Vlaar para los holandeses.

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Mascherano se ha ganado ser una de las voces más importantes del vestuario gracias a su compromiso y su solidaridad en el juego. Ayer trabajó en la recuperación y tuvo criterio en la salida de balón. No perdió muchos balones y, cuando lo hizo, tardó pocos segundos en recuperarlo. Mascherano se destapó además como el gran antídoto de Robben: era el primero en realizar la ayuda a los defensas y firmó un partido impecable en el marcaje del extremo. Vlaar, el mejor de los holandeses, era al comienzo del torneo uno de los debutantes de Holanda. Van Gaal  emprendió su renovación fundamentalmente en defensa y Vlaar fue el elegido para liderar la zaga. Frente a Argentina realizó un gran partido: estuvo rápido al corte, seguro en el juego aéreo, eficaz en la disputa y valiente ante Messi. Solo empañó su actuación con su fallo en la tanda de penaltis, en el primer lanzamiento de los holandeses.

Ninguno de los dos equipos quiso jugar y la prórroga y los penaltis parecían un final inevitable. Fue un partido táctico, con dos equipos que atendieron demasiado a la pizarra y se olvidaron del balón. En Argentina solo algún destello de Messi o los desmarques de Higuaín parecían desordenar el partido. Cada vez que el 10 toca el balón encuentra soluciones a un juego sin creatividad. Pero pasa mucho tiempo entre sus intervenciones. Y, entre tanto, por mucho que retrase su posición, Leo no hace nada por recibir. Hasta el minuto 8 de juego no tocó el primer balón y en la prórroga recibió liberado en una sola ocasión. Dribló hacia la derecha y sacó un centro peligroso, que remató en semifallo Maxi Rodríguez. Messi solo disparó una vez a puerta (en una falta que detuvo Cillesen mediada la primera parte) y parece estar desfondado en los partidos.

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Argentina supo contener a Robben durante muchos minutos. El holandés estuvo desaparecido  durante toda la primera parte y comenzó a entrar en el partido en el último tramo del tiempo reglamentario. Buscó el perfil izquierdo y llegó a línea de fondo. Y en el descuento de los 90 minutos, tuvo la ocasión para clasificar a Holanda. Robben encontró un hueco entre la defensa y enfiló la portería. Al holandés le sobró un toque y Mascherano le comió terreno e interceptó su disparo. Aunque jugó su peor partido de la competición, creció en la prórroga, frente a una defensa cada vez más agotada.

Holanda apretó en la primera parte de la prórroga y Argentina tuvo ocasiones en la segunda. La salida de Agüero le aportó mayor dinamismo a un juego estático, pero el Kun está lejos de su mejor momento y parece todavía renqueante de su lesión. Cuando se acercaba la tanda, Palacio se plantó solo ante Cillesen, pero remató de un modo inocente. Y sin que ni Holanda ni Argentina hiciesen nada por remediarlo, el partido llegó a los penaltis. La albiceleste se volvió a agrupar en torno a Sabella y el entrenador no escondió los tiradores. Mascherano se dirigió a Romero y le dijo «hoy vos te convertís en héroe».  El portero argentino siguió sus consejos, fue el mejor jugador del partido y paró los lanzamientos de Vlaar y Sneijder[1]. Los penaltis de Messi, Garay, Agüero y Maxi sellaron la clasificación para Argentina. El 10 argentino no pertenece, de momento, a la larga lista de grandes jugadores que ha fallado un penalti en un mundial.

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Argentina se clasificó en el Arena de Saõ Paulo para la final del domingo en Maracaná. Fue un equipo con oficio y experiencia al que le acompañó la suerte. Ya no sorprenden sus carencias y ha llegado a la final siendo un equipo lento y previsible, que en ocasiones desprecia el balón. Messi necesita un equipo que le involucre en el juego con la posesión y sus lagunas en los partidos también responden a eso.

Argentina se clasificó por última vez para la final de un Mundial en Italia ´90. Con Maradona como capitán y tras otra tanda de penaltis. Perdieron la final por 1-0 ante la Alemania de Matthäuss. Cuatro años antes, en México ´86, Maradona había conquistado la Copa del Mundo (3-2) también ante La Mannschaft.

Holanda perdió la oportunidad de llegar a una final cuatro años después de su derrota en Johannesburgo. Confió todas sus opciones a una suerte que ya le aupó ante Costa Rica y que le dio la espalda ante Romero. Argentina fue un equipo vulgar con el balón, aunque bien trabajado en el aspecto defensivo. Sin embargo, frente a la selección de Joachim Löw deberán generar más ocasiones y Messi, que está ante la oportunidad de su vida, tiene que asumir responsabilidades. Alemania hace temblar a cualquiera y Argentina no emociona.

 

Por Jorge Rodríguez Gascón.

 

(*) Lamentablemente, muchas semifinales de la historia de los mundiales se han decidido entre dos equipos tan calculadores y rácanos cómo lo fueron ayer Argentina y Holanda

 

DOS ZURDOS Y UN DESTINO

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La Argentina de Messi consiguió la clasificación para semifinales 24 años después y se medirá a la Holanda de Robben en Saõ Paulo (Miércoles 9 de julio, a las 22:00 h). Lo hizo sudando, al igual que todas las grandes en este Mundial. Argentina rompió la barrera de cuartos y se clasificó ante una Bélgica decepcionante, que parece mirar más al futuro que al presente. Pese a ello la albiceleste hizo poco para que su rival no empatara y mostró los mismos síntomas que ha dejado a lo largo de la competición. Le cuesta dominar los partidos, le falta imaginación en el medio, tiene poca fluidez en el juego y sus delanteros se desconectan de los partidos con facilidad. Aun así Argentina mejoró en algunos aspectos: la defensa estuvo acertada en el juego aéreo, la entrada de Biglia le vino bien a la circulación y apareció Higuaín, al que ya no se esperaba. Y lo mejor para la selección de Sabella es que de momento va cumpliendo objetivos y está a dos partidos de volver de Brasil con la Copa. Con chispazos de fútbol y muchos minutos de aburrimiento.

Dicen en el entorno de la selección que Mascherano soltó un discurso conmovedor antes del partido ante Bélgica. Unas palabras que emocionaron a los jugadores, en general, y a Messi, en particular. El jefecito es el líder en la sombra de un equipo que vive de Messi en el juego. El 10 es un capitán simbólico, al que parece incluso molestarle el brazalete en los partidos. No tiene la voz del Masche en el vestuario pero impone su propia jerarquía en el marcador. Y de ahí viene su título honorífico, de ese talento innato para ganar partidos. Mascherano, por otro lado, es un gran motivador, un jugador sacrificado con dotes para la palabra. Un futbolista que habla dentro y fuera del vestuario y anima a los compañeros en el terreno de juego. Mascherano es el único integrante de la selección con capacidad para dar voz a los silencios del 10. De Messi John Carlin dijo que la cantidad de tiempo invertido para entrevistarle no merece nunca la pena. Es raro ver una declaración de La Pulga que no sea escueta o se salga de lo corriente. Messi es un genio de hielo que sufre más para dar un discurso ante sus compañeros que ante los marcajes de los rivales.

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El 10 solo sabe hablar con los pies y está ante una gran oportunidad para conseguir el Mundial. Ha sido fundamental en todas las victorias de Argentina y ha participado en 7 de los 8 goles de su equipo. Aunque tiene tendencia a encerrarse en sí mismo, sabe leer el juego y ha sido capaz de adaptarse a las necesidades de su equipo. Consciente de que a Argentina le falta calidad en el medio, Messi retrasa su radio de acción para asistir a los delanteros. Leo se mueve con soltura en la zona de creación e incluso parece implicarse más en la presión. Pero hay un gran inconveniente: esa posición le resta frescura a la hora de mirar a portería. Contra Bélgica recibió en tres cuartos de campo y armó las mejores jugadas de la albiceleste, incluyendo la del gol, que inició con la recuperación y un giro sobre sí mismo. Pero poco a poco Messi se fue apagando e inquietó poco a Courtois. (Solo probó fortuna en un disparo de falta antes de llegar al descanso y en el mano a mano final, en el que el portero belga le volvió a ganar el duelo). Messi deberá decidir qué problema solucionar ante Holanda: el de un mediocampo sin ideas o el que provoca una delantera que se esfuma con facilidad.

Lo que más preocupa ahora en la concentración argentina es la lesión de Di María, un futbolista fundamental para Sabella. El Fideo había marcado el gol de la victoria ante Suiza y se había destapado como el lugarteniente de Messi. Frente a Holanda, Argentina pierde a una de sus grandes armas. A un jugador tan rápido e hiperactivo que vive atropellado. A otro zurdo imparable en la conducción, peligroso en el disparo y que siempre encara. Su sustituto será Agüero, un delantero que va a contrapié en la competición, y regresa de su lesión ante Nigeria. Deberá fortalecer su sociedad con Messi ante el primer gran rival al que se enfrenta Argentina.

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La Holanda de Van Gaal y Robben será su rival en el Arena de Saõ Paulo. La selección oranje llega tras derrotar a Costa Rica en la tanda de penaltis, en otro partido sin brillo en el que los holandeses apuraron hasta el último segundo. Disfrutaron de ocasiones muy claras pero siempre se toparon con el magnífico Keylor Navas. Cuando el partido llegó a penaltis Van Gaal sustituyó a Cillessen por Tim Krul. Lo que pudo ser una decisión arriesgada se convirtió en una jugada maestra del técnico holandés, aconsejado por el entrenador de porteros Frank Hoek. Krul adivinó el lado a todos sus rivales y paró dos lanzamientos para conseguir el pase a la segunda semifinal consecutiva de los holandeses.

A Holanda le pasa algo similar a Argentina. Le cuesta cambiar el ritmo en las jugadas y parece que la única amenaza real es la zurda de Robben. La selección de Van Gaal prefiere que sus rivales lleven el ritmo del partido, le gusta replegarse y buscar la velocidad de sus delanteros tras la recuperación. La oranje ofrece minutos soporíferos y resuelve al final, con más insistencia que lucimiento. Su tridente ofensivo parece tener fallos: Sneijder ha mejorado con el paso de los partidos pero Van Persie ha ido de más a menos en la competición. Y en el bloque solo destaca Daley Blind y el central Ron Vlaar. Los secundarios ya no resuelven y Holanda es eficaz en el juego pero, como casi todas las selecciones, no emociona. Su gran partido ante España fue un claro espejismo, provocado por un rival que se vino abajo demasiado pronto. Disfrutan con espacios pero ante defensas cerradas son un equipo sin excesivas variantes. Solo se ofrece Robben, que se abre desde la derecha en una jugada tan reconocible como eficaz. El holandés está firmando un gran mundial y parece amenazar el título de Messi. Puede hacer mucho daño a Argentina, si su defensa concede muchos metros y si su marcador, Marcos Rojo, no recibe ayudas. Aunque también necesitará un buen día de su socio Van Persie, que está reñido con el gol y parece desfondado en los partidos.

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En Saõ Paulo veremos un partido abierto, entre dos equipos que se cruzado en 4 ocasiones en la historia de los Mundiales. En la primera de ellas, en el Mundial de Alemania 1974, la Naranja Mecánica goleó a los argentinos (4-0). Cuatro años más tarde, en la final del Mundial de Argentina 1978, la anfitriona derrotó en la prórroga a Holanda (3-1). En 1998 La oranje venció a la albiceleste en cuartos de final (2-1) y en 2006 empataron (0-0) en un partido de la fase de grupos.

Se enfrentan dos equipos que han llegado a la fase decisiva de la competición sin demasiados alardes, siempre a remolque de sus grandes figuras. En Argentina confían en que Messi lleve a su equipo a la final de Maracaná. Patrick Kluivert, miembro del equipo técnico de los holandeses, responde orgulloso cuando le preguntan sobre un supuesto marcaje al 10 argentino: “¿Parar a Messi? ¿Y cómo va a parar Argentina a Robben?”.

 

Por Jorge Rodríguez Gascón.

LOS NÚMEROS DEL MUNDIAL

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El Mundial está siendo una competición más igualada que entretenida. Los octavos de final han transcurrido según un mismo patrón: el teórico favorito se enfrentaba a un rival menor. La competición ha puesto al grande en su lugar y se ha visto que no había tanta diferencia entre los contendientes. Aún así, de manera agónica y poniendo a prueba su suerte, han conseguido el pase a cuartos en los últimos minutos. Así lo hizo Holanda ante México, tras un gol de Giovani dos Santos que les puso contra las cuerdas. Después, con fortuna y polémica consiguieron remontar. Del mismo modo se clasificó Brasil, en los penaltis ante Chile, después de que Pinilla estuviera a punto de eliminar a los anfitriones con un disparo al larguero en el tiempo extra. Argelia forzó la prórroga ante Alemania, Nigeria aguantó hasta el último tramo ante Francia y Suiza perdió ante Argentina, con un tanto de Di María en el minuto 118.

Las fuerzas están muy igualadas y los equipos se respetan en exceso. Las defensas aguantan y los ataques desperdician las oportunidades más claras. Falta verticalidad en el juego y los equipos grandes solo pueden desequilibrar la balanza a su favor en los minutos finales. En estos octavos de final se han disputado demasiadas prórrogas: 5 en los 8 partidos y a excepción del Colombia-Uruguay todos los encuentros se han definido en los últimos minutos. De las cinco prórrogas, a tres se ha llegado con empate a cero: Alemania-Argelia, Argentina-Suiza y Bélgica-Estados Unidos. Y a dos con empate a uno: Brasil-Chile, Costa Rica-Grecia. En estos octavos de final se han marcado 15 goles y 7 de ellos en las prórrogas. Si atendemos al momento en que se han marcado los tantos, nos damos cuenta de que 11 de los 15 se han marcado después del minuto 78.

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La explosión goleadora de la primera fase (136 goles) ha contrastado con los resultados de la fase de eliminatorias. Solo dos partidos se han decidido por más de un gol de diferencia (Francia-Nigeria y Colombia-Uruguay) y solo en dos ocasiones se han marcado más de dos goles en un partido y ha sido con la ayuda de una prórroga: Alemania-Argelia, Bélgica-Estados Unidos.

De momento las estrellas están brillando aunque de un modo fugaz. Messi representa como nadie esta afirmación. Dosifica sus apariciones en el partido y cuando recibe es para plasmar la diferencia en el marcador. Neymar vive una situación parecida, tiene un país a sus espaldas y su equipo depende en exceso de su inspiración. Al igual que Benzema, que lidera una generación de jóvenes talentos. Müller destaca en un equipo coral como Alemania y la velocidad de Robben gana partidos para Holanda. El más constante es James Rodríguez, que encarna la frescura de la selección colombiana. De momento lidera la tabla de goleadores y amenaza a la anfitriona en su Fortaleza. Ha marcado 5 goles y ha participado en 10 de los 11 goles de su selección.

Entre las estrellas hay grandes diferencias y alguna similitud. Los tres máximos goleadores (James Rodríguez, Messi, Neymar) han disparado las mismas veces: 15. James ha marcado en 5 ocasiones y Messi y Neymar lo han hecho en 4. Messi es de todos los grandes del Mundial quien más pases realiza, con 159, por encima de los 130 de James, de los 113 de Neymar o de los 100 de Karim Benzema. También en el equipo argentino encontramos el líder de pases completados: Javier Mascherano, con 364, con un 88´3 % de acierto. Y hay que destacar que Messi ha participado en todos los goles de Argentina, excepto en el que marcó Rojo contra Nigeria.

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Los equipos más goleadores de la competición son Holanda (12 goles), Colombia (11), Francia (10), Alemania (9) y Brasil (8).

Benzema es el delantero que más tira a puerta, ha necesitado 25 disparos para marcar sus tres goles. Le sigue Cristiano Ronaldo, con un partido menos y solo un gol en 23 lanzamientos. Ángel Di María es otro de los futbolistas que más ha probado a los porteros, con 22 disparos. Otros grandes del Mundial que aparecen en esta clasificación son James Rodríguez, Messi o Neymar, empatados a 15 disparos cada uno. Aunque hay diferencias: de los 15 disparos de James solo uno se ha ido fuera del marco, dos de Neymar y siete de Messi.

Entre los equipos que más han disparado a puerta se sitúan Bélgica, con 81 lanzamientos, Argentina, con 77, empatada con Francia y en cuarto lugar Brasil, que ha disparado un total de 70 veces. La selección francesa es el combinado que más dispara desde dentro del área (34) y le ha dado en cinco ocasiones al poste.

Y en un Mundial en el que destacan los porteros, Howard ha sido el más exigido, con 28 paradas, seguido de M´Bolhi (Argelia) y de Benaglio (Suiza), con 23 y 22 respectivamente. Pero los mejores porteros de la competición son Keylor Navas, que ha realizado 14 paradas y solo ha encajado dos goles (88% de efectividad) y Courtois que ha atajado 12 lanzamientos y ha encajado dos goles. Costa Rica está siendo la gran sorpresa de la competición y ha basado su suerte en los reflejos de Keylor Navas.

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El jugador que más metros ha recorrido es Bradley, con 54.7 km, seguido del chileno Díaz con 52,2 km y de su compatriota Jones con 47´6 km. Después están Lahm, Kroos y Müller alrededor de los 47 kilómetros recorridos. En cuanto a la distancia recorrida con balón destacan los alemanes, Lahm y Kroos, con 20, 8 km y 20, 2 km respectivamente. Müller lleva 19, 8 km y el argentino Di María 18´3 km. Entre las grandes figuras de la competición se encuentran Neymar y Robben, ambos con 15´7 km. Y llama la atención el caso de Messi: El argentino ha recorrido 15,4 km con balón y tan solo 8,3 km sin él.

Uruguay es el equipo que más faltas ha realizado con 73. Además contagia a sus rivales su juego agresivo y los partidos se enmarañan. Ha recibido 63 faltas hasta llegar a octavos donde las eliminó la sensación de la competición: Colombia. Curiosamente, Bélgica, que representa una nueva hornada de jóvenes que apuestan por el buen trato de balón, realiza más faltas que ninguna de las otras selecciones presentes a estas alturas de competición (72 faltas). Alemania sí que responde a su cartel de juego y es la selección que menos faltas realiza. Además tiene el record de la competición en pases: 2560 pases, con un 84% de acierto.

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En el Mundial de los modestos, más por resistencia que por victorias, todos los equipos realizan un marcaje sobre las grandes figuras de la competición. Los árbitros parecen estar más del lado de los favoritos. Y paradójicamente el futbolista que más faltas a recibido no es ni Neymar, ni Messi, ni James Rodríguez ni Robben. Se trata del griego Samaras. Le sigue la estrella de los anfitriones y el tercero es Luis Gustavo, un jugador que destaca más bien por destruir juego del rival.

Los futbolistas más rápidos de la competición han sido el costarrincense Junior Díaz con 33´8 km/h y el costamarfileño Serge Aurier con 33´5 km/h. Entre otras selecciones clasificadas destaca el argentino Ángel Di María con 33 km/h, y los franceses Varane y Sissoko, ambos con 32´3 km/h. Los datos de las figuras del campeonato son las siguientes: Neymar 31´8 km/h, Robben 31 km/h, James Rodríguez 30´9 km/h y Messi 29´6 km/h.

El Mundial está haciendo bueno un tópico que acompaña al fútbol: “Los delanteros ganan partidos, las defensas campeonatos” (*). Las selecciones que han llegado a cuartos de final han cuidado especialmente el apartado defensivo para construir sus opciones de título. Colombia, Francia, Bélgica y Costa Rica han recibido solo dos goles; Alemania, Brasil y Argentina, tres; y solo Holanda está en la 7ª posición con cuatro goles encajados. Entre las más goleadas está España, con 7 goles recibidos.

El Mundial no está teniendo grandes alardes en el juego. Más bien momentos de inspiración en partidos demasiado largos. Los datos estadísticos son una forma de aproximación al campeonato. Pero hay algo hermoso en el fútbol, un instante de emoción y de magia, capaz de superar a la estadística. Hay jugadas que los datos no pueden explicar.

 

(*) La frase se le atribuye al entrenador inglés John Gregory.

Jorge Rodríguez Gascón.

NADIE ES MEJOR QUE NADIE

ANTÓN CASTRO // REGATE EN EL AIRE /

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Al Mundial no le falta emoción. Ni fervor religioso ni pasión nacional: el ritual de los himnos explica cómo se vive un torneo así. Ni le faltan esas frases que parecen levantar a un país. Los locutores argentinos, tan desmesurados, repiten aquello de “no nos morimos aquí. No nos morimos”, tras su lance con Suiza. Y el presidente uruguayo Mujica, que vive en un rancho, habla de “la manga de viejos hijos de puta” de la FIFA por la sanción a Luis Suárez. En el Mundial la emoción se revela de muchas formas: nadie es superior a nadie, nadie es favorito sin bajar del autobús y los choques, en su mayoría, se resuelven con suspense en los últimos minutos, en la prórroga o en los penaltis. El portero es de una pasta especial (lo decía Camus, Nabokov, Chillida…), es un elemento determinante: no tanto por su genialidad o por su capacidad de pararlo tanto (Neuer, Keylor Navas, Howard…), sino por su sensatez (Claudio Bravo, por ejemplo), y ahí reina un hombre tranquilo y largo que se llama Courtois. La actuación del portero –a veces puede resultar entre gracioso o patético como Sergio Romero, inferior a todas luces a Willy Caballero- contribuye a darle grandeza a las eliminatorias: pienso en Julio César. Él es uno de los líderes de Brasil: canta y gesticula como si se enfrentase,  en cada choque, a una prueba a vida o muerte. Esta, más que nunca quizá, es una competición de cancerberos.

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El Mundial tiene emoción pero poco juego. Varios equipos habían copiado el modelo español de fútbol hermoso, de toque y posesión, del Barcelona y de Guardiola y ya están fuera: Italia es el ejemplo. Y España también. Y la misma Alemania, que ha calcado el método, anda sobre el alambre. El Mundial, como la liga española o la Champions, revela que ese sistema está en crisis o que el planeta se ha conjurado para neutralizarlo: solo sirve cuando el balón circula muy de prisa, cuando la clase de los jugadores es impresionante y la presión no descansa. En cambio, este Mundial –del espray, del tiempo muerto y del ojo de halcón-, no ha traído novedades esenciales en cuanto a métodos o sistemas, a invención estricta de estrategias del juego. En cambio, sí confirma que los grandes son un poco más pequeños y más tediosos y que los pequeños, con orden, atrevimiento y mucho batallar, son algo más grandes.

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Las figuras también lo son un poco menos. Messi, decisivo, es como mínimo paradójico. Juega y corre menos que nunca, pero si engancha dos o tres buenos balones despierta del tedio y del pánico a su país. Otro tanto sucede con Muller en Alemania: es su jugador más desconcertante e imaginativo y a la vez es un enigma. Holanda avanza gracias a sus tres clásicos, Van Persie, Robben y Snejder. Francia ha resucitado un poco y mejora cuando Benzema, su gran artista, se halla a gusto. Este, por su estado de forma, debiera ser su campeonato. Los jugadores, en general, son ciclotímicos y de veleidosa moral. Se encuentran y se pierden. Se reencuentran y estallan, como le ocurre a Ángel Di María o Hazard, empecinado en ser tan refinado e imprevisible como Enzo Scifo. Por eso, por su equilibrio, por su oficio, por su sentido del gol, reina James Rodríguez. Dicen que es el más grande: quizá no lo sea aún, pero es talentoso, brillante, le acompaña la suerte y parece en estado de gracia. Como el Pelé de 1958. Con todo, Colombia, tan sólida y tan artística a la vez, tan comprometida línea por línea, se enfrentará a un equipo que ya ha acudido al psicólogo: este Brasil sobrecogido de responsabilidad y agobiado por su mal juego. Su propia estrella, tan contagiado de pragmatismo, dice que no están ahí para practicar ‘jogo bonito’ ni la antigua bossa nova del fútbol sino para ganar. La duda es: ¿cómo lo harán?

* Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón el 3 de julio de 2014.

DI MARÍA DA VIDA A ARGENTINA

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Suiza siguió en la tónica del Mundial y fue un modesto que puso en aprietos a un grande. Un grande por decreto, más que por juego. A la Argentina de Messi le falta fútbol y claridad, y se acaba el mundo si su estrella no aparece. Solo le acompaña Di Maria, un regateador inagotable, que decidió en el 118.

Argentina llegaba a Sao Paulo para jugar ante una Suiza aguerrida, que había ido de menos a más en la fase de clasificación. Shaqiri se presentaba como el gran incordio para la zaga albiceleste, siempre acompañado del director Ilner y del fino Mehmedi, con Xhaka y Drmic como amenazas. Otra vez más las opciones de Argentina pasaron por la inspiración de Leo Messi, demasiado propenso a las ausencias en el juego. El argentino comenzó el partido como toda su selección: molesto por el sol y poco consciente de la importancia de la eliminatoria. El 10 argentino aparece en chispazos demasiado fragmentados. En ellos, es capaz de definir el resultado de cualquier encuentro. Ante Suiza le faltó continuidad en el juego y ambición. Argentina deja demasiada responsabilidad a su capitán y Messi parece en ocasiones un paseante poco interesado en ver el paisaje.

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Suiza vio enseguida que Argentina era un equipo vulnerable y se fue al ataque con claridad, e inquietó al portero argentino en varias ocasiones. En la más clara de ellas Drmic no acertó a definir ante Romero y ejecutó una vaselina escolar. Argentina solo despertaba con los momentos de lucidez de Messi y se perdía en la organización defensiva de los suizos. Di Maria se ofrecía mucho, pero le faltaba algo de acierto. Tuvo las primeras oportunidades argentinas pero aplazó su protagonismo en el encuentro.

Shaqiri perdió la vergüenza y fue descarado en el regate. Drmic lo intentó desde todas las posiciones cercanas al gol pero le faltó fortuna en el remate. Inler supo contener y distribuir el juego suizo. Behrami trabajó a destajo en la recuperación. La media argentina se volvió a atascar y afrontó el partido a la espera de una jugada aislada, de un arrebato de grandeza de los suyos. Ante una Suiza cada vez más cómoda, Romero estuvo presenta para salvar a Argentina en un par de ocasiones.

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Argentina se topaba a su vez con Benaglio. Es un equipo que necesita más de sus jugadores de acompañamiento: Higuaín está cada día más lento, Lavezzi no desborda, Mascherano recupera balones pero le falta imaginación y Gago es un maestro de lo corriente pero no sabe improvisar. Parece que la tercera espada de los argentinos es un lateral voluntarioso como Rojo, que acabó acalambrado después de recorrer 12 kilómetros.

Messi recorrió 10,7 km en 120 minutos. El 10 argentino dosifica sus apariciones en exceso. Cada vez que coge el balón marca la diferencia, pero hasta entonces no hace nada por recibirlo. Camina, no se ofrece, presiona poco y parece que el partido no va con él. De repente, se enciende la luz de su genialidad, se anima en un regate y genera las ocasiones argentinas. Ante Suiza Messi acabó cansado, y en el tiempo extra pareció que su estado físico no es el mejor. Aún así sus lagunas en el juego no responden al cansancio sino a un peligroso estado de indiferencia. Cuando consigue recibir, está rápido en el regate pero sigue siendo un solista al que le falta acompañamiento. Antes de la prórroga protagonizó dos o tres jugadas que pudieron decidir el encuentro. En la primera cazó una volea al borde del área que se fue por poco, y a continuación, tras un culebreo en el pico del área, Benaglio detuvo su disparo. En el último tramo Argentina se volcó y Suiza resistió con algo de fortuna.

Sin embargo en la prórroga la selección de Omar Hitzfeld se desmelenó y heló la sangre de los muchos argentinos presentes en Saô Paulo. Romero volvió a tener que intervenir en el juego, con un equipo cada vez más partido en defensa y previsible en ataque.

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Y después emergió Di María, cuando Messi parecía desfondado. El Fideo es un jugador totalmente distinto a La Pulga, más temperamental y generoso en el esfuerzo. Leo sabe aplazar su protagonismo en el marcador hasta el momento más oportuno y Di María quiere ser protagonista en cada jugada. En la prórroga ofreció un derroche de esfuerzo y coraje. Cuando el portero suizo intentaba perder tiempo, llegaba Di María a la carrera para impedírselo, aunque hubiera otros jugadores más cerca de la jugada. Siguió buscando portería y poco antes de marcar el gol de la victoria, Benaglio desvió otro de sus peligrosos lanzamientos. Y cuando la albiceleste ya temía los penaltis apareció Messi liberado en tres cuartos de campo. Era su último cartucho y se zafó de su marcador. Cuando ya miraba a portería, encontró a Di Maria que acompañaba la jugada por el carril derecho. El Fideo definió al palo largo y pilló a contrapié al gigante Benaglio. (1-0)

Tras el gol Suiza mostró las debilidades de Argentina y Dzemaili falló una ocasión de oro en el 120. Remató al palo en una falta lateral y falló en el rechace, desde el área pequeña y con el portero batido. El partido llegó a su fin y Argentina resopló tras estar cerca de la debacle.

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Messi volvió a decidir la suerte de los argentinos, con la inestimable colaboración de Di María, que marcó un gol vital para la albiceleste y fue el que más quiso la victoria. El 10 no parece estar en su mejor momento, y tampoco tiene excesiva prisa en demostrar lo contrario. Decía Cruyff que “en un partido solo hay tres minutos, repartidos en fragmentos durante todo el encuentro, en el que todo se decide”. Messi parece estar presente solo en esos tres minutos, en los que de ha decidido el destino de todos los encuentros. El resto del tiempo, agacha la cabeza y no se ofrece. Es probable que el sábado 5 ante Bélgica, a su equipo le pesen más sus ausencias y necesite mayor acompañamiento en ataque[1]. Pues hasta el momento Argentina vive agarrada al talento fugaz de Leo Messi y al corazón de Di María.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

[1] A Argentina le falta atrevimiento y criterio en la circulación. Sabella cometió un error grave al no convocar ni a Banega ni a Pastore, futbolistas de mayor calidad que los planos mediocampistas que juegan para la albiceleste en Brasil.

ARGENTINA CREE EN MESSI

Messi-goalArgentina y Nigeria se enfrentaron en Porto Alegre, la ciudad en la que Ronaldinho empezó a jugar al fútbol. Messi, que recogió su testigo en Barcelona, no tardó en rendirle tributo.

Lo hizo en el minuto 2 de juego: Di María se quedó frente al portero y su disparo lo escupió el poste. Messi, más vivo que en los últimos meses, salió en busca del rechace y remató con saña. (1-0) El publico celebró el gol con entusiasmo, como si fuera el principio de una goleada que iba a despejar todas las dudas de la albiceleste. Pero la selección nigeriana no tardó en silenciar un estadio repleto de argentinos. Mostró, casi sin tiempo para asimilar el gol de Messi, que es un equipo peligroso al espacio. Nigeria pilló a la defensa albiceleste desprotegida. Y Musa, un extremo veloz y descarado, se abrió desde el costado y, tras un disparo ajustado, encontró la escuadra de Romero. (1-1)

El inicio del partido fue lo mejor de Argentina en todo el Mundial. Tras el empate no se arrugó y siguió en busca de la victoria. Nigeria, mientras tanto, concedía metros y confió en la velocidad de sus puntas. Se replegaba a la altura de la frontal y defendía por acumulación, con muchos efectivos pero con poco orden. Argentina pudo combinar con velocidad, en pocos toques, y generar peligro.

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La albiceleste supo mantener la posesión y acelerar en el instante oportuno. Apoyándose en el desborde de Di María, en los desmarques de Agüero e Higuaín, en la circulación sosegada de Gago, en el trabajo del obrero Mascherano y en el desequilibrio de un inspirado Leo Messi. Argentina pudo ponerse por delante de nuevo. Messi asistió al Pipita e Higuaín falló en boca de gol y Di María puso a prueba los reflejos de Enyeama con tres disparos lejanos. Y cuando el partido bajaba el nivel de intensidad y el juego de la albiceleste se volvía a atascar, apareció Messi. Esta vez con dos golpes francos. En el primero, lejos de la portería nigeriana, Leo se atrevió con un lanzamiento seco y preciso. Enyeama resolvió con una estirada felina. En el segundo disparo, diez metros más cerca de la portería nigeriana, Messi calcó el lanzamiento anterior. En esta ocasión Enyeama no se estiró y contempló cómo el balón se alojaba en la red. (2-1)

Tras el descanso, cuando el público todavía coreaba el nombre de Messi, Musa volvió a empatar el partido. Se aprovechó de las dudas de una defensa blanda y batió a Romero con suficiencia. (2-2) La albiceleste no tembló ante el empate nigeriano y dos minutos más tarde Rojo consiguió el gol de la victoria, tras un rodillazo a la salida de un córner. (3-2)

El gol le dio a Argentina tal tranquilidad que hasta Sabella se permitió el lujo de sustituir a Messi. El 10 recibió una calurosa ovación de su público y esbozó una sonrisa de satisfacción en el banquillo.

Nigeria v Argentina: Group F - 2014 FIFA World Cup BrazilNigeria mostró entonces que es un equipo valiente y se adueñó de la posesión en busca del empate. Obi Mikel gobernó el juego, Musa y Odemwingie se desplegaron por los costados y Emenike intimidó a los centrales argentinos. Y puso en más de un aprieto a una zaga frágil y vulnerable.

Argentina, huérfana ante la sustitución de Messi, no consiguió el gol de la sentencia y sufrió hasta el último instante. El pitido final fue un alivio para la albiceleste, que se enfrentará a la Suiza de Shaqiri en octavos. La victoria dejó buenas sensaciones en global, pero el equipo mostró demasiados síntomas de debilidad.

El partido dejó una lectura positiva para la albiceleste: mejoró en el juego, la circulación fue más fluida, hubo mayor velocidad pasados los tres cuartos de campo y el equipo generó más ocasiones. Di María volvió a ser el mejor apoyo de Messi y completó un gran partido: se desfondó, desequilibró y buscó el gol, aunque no pudo batir al ágil Eneyeama. Lavezzi aportó desde el banquillo y los argentinos estuvieron menos estáticos que en los anteriores encuentros.

di mariaPese a ello la mejora albiceleste fue engañosa. Tiene un grave problema: le cuesta controlar los partidos. El equipo bajó la intensidad en los minutos finales, se partió con facilidad, trabajó poco en la recuperación y dejó dudas en la retaguardia. Agüero se retiró con molestias antes del descanso y peligra su participación en lo que resta de competición. Higuaín estuvo acertado en los desmarques pero errático en la definición. (A ambos les hace falta un gol para que se acabe esa ansiedad que les oprime). Argentina  se desconcentró en fases del partido y Nigeria le empató en dos ocasiones. La albiceleste, hasta en su mejor día, sufre con las transiciones rápidas de sus rivales, a sus defensores les falta cintura y a su delantera les cuesta cerrar los partidos.

Aún así, el partido de La Pulga parece camuflar todos esos problemas. En el estadio Beira-Rio, ante miles de argentinos, Leo quiso ser Messi.  Fue más constante en el juego y mantuvo su capacidad para decidir partidos. Sigue de dulce de cara al gol y ya lleva 4 tantos, los mismos que su compañero en el Barcelona, Neymar. Messi jugó su mejor encuentro en lo que llevamos de Mundial: estuvo rápido, fino y afortunado. Se involucró en el juego, trabajó en la presión y generó oportunidades. Además se asoció con peligro e integró a sus compañeros.

Argentina es una nación bipolar que se debate constantemente entre el amor y el odio. Messi conococe los dos extremos y parece haber recuperado toda esa inspiración que estaba perdida en algún rincón de su mente. El 10 se ha ganado la fe de los argentinos.

 

Por Jorge Rodríguez Gascón.

 

(*) Messi tenía el recuerdo del anterior Mundial, en el que también se enfrentaron a Nigeria. En aquella ocasión el portero Enyeama fue capaz de neutralizar al 10, en un partido que se saldó con un escueto 1-0 a favor de los argentinos. En esta ocasión, casi desde el pistoletazo de salida, Messi pudo batir al portero nigeriano.