En el verano de 2004 el Barcelona descartó a Sergio García (Bon Pastor, Barcelona, 1983; 31 años). El delantero catalán había debutado la temporada anterior, cuando el Barça ya empezaba a ver la luz tras el período más oscuro de su historia reciente. Rikjaard emprendió una profunda renovación que encabezó Ronaldinho, un futbolista mágico, de sonrisa inagotable. Sergio García fue excluido de los planes del club de su infancia, en el que batió todos los registros en las categorías inferiores. Algunos dicen que marcó 969 goles desde que fue reclutado en alevines. Era un chico de barrio, sin ningún estudio[1], que fabricó su identidad con la suerte de sus botas. En la cúpula de la directiva no gustaban ni sus peinados ni sus síntomas de inmadurez. Y, a pesar de que había dejado buenos detalles en los partidos que disputó, se le consideró parte del pasado.
Fue cedido al Levante y tuvo que adaptarse al fútbol de élite en un club pequeño. Allí conoció por primera vez el amargo trago del descenso, una maldición que durante un tiempo le persiguió. Poco a poco se fue haciendo a la competición y, desde la posición de extremo, mostró algunas de sus virtudes: velocidad en espacios cortos, gran manejo de balón y picardía. Fichó por el Zaragoza y cuajó buenas temporadas, aunque también hubo claroscuros: estuvo pasado de peso y volvió a descender a Segunda en 2008. Aquel fue un año agridulce para el de Bon Pastor ya que conquistó la Eurocopa con la selección española, un mes después de que el Zaragoza perdiera la categoría. Sergio García contó lo que Luis Aragonés le dijo al llegar a la concentración: “No me mire así. Usted se ha ganado estar aquí”. Los compañeros le apodaron “Falete”, por su forma de hablar, porque llevaba melenas y porque algunos de sus familiares y amigos son gitanos.
Después de la victoria en Austria fichó por el Betis y volvió a bajar a Segunda División. La prensa se hizo eco de sus tres descensos consecutivos (aunque no atendió a que había mejorado sus registros personales) y sólo el Espanyol apostó por él. A Sergio García le seducía la idea de volver a Barcelona y aceptó. Y en más de una ocasión ha confesado que escoger al Espanyol fue la mejor decisión que ha tomado en su carrera deportiva. Pasó por malos momentos, con el incordio de las lesiones, y la sombra de un posible descenso. Pero, finalmente, el Espanyol consiguió salvarse y Sergio García fue importante en el tramo decisivo. El técnico mejicano Javier Aguirre le situó definitivamente en la delantera, el lugar en el que había brillado en la cantera del Barcelona. Cuatro años más tarde, Sergio García es el alma del equipo, el capitán de la plantilla y el ídolo de la afición. Creció con Mauricio Pochettino en el banquillo y vive sus mejores días en la actualidad, a las órdenes de Sergio González. Lleva 8 goles en Liga y participó en 21 de los 39 goles del equipo perico en 2014, un 54 %.
Sergio García es el ejemplo de un futbolista astuto. Vive en tensión perpetua, en busca de la más mínima ventaja sobre el rival, siempre con mil trucos a su favor. Una forma de entender el fútbol que aprendió en Bon Pastor, un barrio humilde de Barcelona. Sergio se definió a sí mismo como “un futbolista de la calle”, de esos que aprenden los secretos del juego en las aceras antes que en el césped. No le importa moverse por el frente de ataque en solitario y también es capaz de asociarse con Stuani y Caicedo (ha dado 6 asistencias en la competición liguera). El catalán es un futbolista especial, capaz de fabricar un gol de la nada, en un despiste, un acto de pillería o una ráfaga de talento. Posee un primer metro imparable, salida hacia los dos perfiles (6 de sus 8 goles los ha logrado con el pie izquierdo, el menos bueno) y mucha calidad para ejecutar sus acciones. A sus 31 años está en un buen momento físico y se siente imprescindible en su equipo. Está implicado en el juego y siempre aporta soluciones: saca partido de los duelos con el rival, es desequilibrante cuando cae a bandas y es eficaz en la definición.
Sergio García acaba de ser renovado hasta 2018 y la afición le considera el heredero de Tamudo. En más de una ocasión ha confesado que su sueño es lograr un título con los pericos. El Espanyol de Barcelona se mide mañana al Athletic de Bilbao, un histórico de la competición copera, en busca de una plaza en la final. El equipo vasco vive de los goles de Adúriz. Las opciones de los pericos descansan en las trastadas de un delantero de barrio. Pochettino, el técnico que le dio alas, concluye: “Es verdad que Segio ha encontrado su sitio. Parece que el Espanyol es su hábitat de siempre”.
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Jorge Rodríguez Gascón.
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[1] Sergio García reconoció en la Eurocopa que “no se había leído ni los libros del colegio.”
Foto 1: Marca. Foto 2: altaspulsaciones.com. Foto 3: vavel.com