LA PALABRA DE MASCHERANO

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“Lo conocí hace diez años, en septiembre de 2001, en el Mundial Juvenil de Trinidad y Tobago (…) Era un pibe serio, educado. Respetuoso. Era el referente del plantel. Parecía el hermano mayor de todos. (…) Aquel pibe grande creció. Pasaron los años. Jamás ahorró una gota de sudor a la hora de jugar y luchar.”

Las palabras del periodista argentino Jorge Parodi describen a Javier Mascherano, una de las voces de referencia en el vestuario del Barcelona. Su inteligencia táctica y su compromiso le otorgan un papel fundamental en el plan de Luis Enrique. El asturiano valora su lealtad y su intuición en el campo, vital a la hora de prevenir los incendios en el Camp Nou. En más de una ocasión ha elogiado su lectura del juego, una cualidad que le permite ser contundente en la anticipación y en la interrupción de los contragolpes del rival. Otra de las grandes virtudes de Mascherano es su facilidad con la palabra. Su dominio del lenguaje le concede mayor jerarquía sobre el césped, en el que a veces parece ser el intermediario de Luis Enrique. Su discurso ante los medios suele ser sensato e inteligente, el reflejo de un líder honesto y solidario. El Jefecito desveló el pasado jueves algunos de los secretos de su juego: “Lo mejor que debe tener un profesional es estar mentalizado, saber el rol que ocupa. Yo lo tengo claro y trato de ser un jugador que sume. No me siento intocable ni un jugador de referencia”.

Mascherano llegó al Barcelona en 2010 procedente del Liverpool, a cambio de 22 millones de euros. En su presentación declaró: “Sería un necio si pensara que vengo aquí a jugarlo todo (…) En las posiciones en las que puedo jugar yo hay tres campeones del mundo. Es un orgullo poder aprender de ellos y crecer a su lado”. Las bajas en la zaga culé a lo largo del año obligaron a Guardiola a situar a Mascherano de central en la fase decisiva de la temporada y el argentino cumplió con creces las expectativas de su entrenador. Aquel Barcelona alcanzó la cima del fútbol en Wembley y Guardiola ensalzó el trabajo silencioso de El Jefecito: “A Mascherano no lo cambiaría jamás. Me parece el mejor fichaje del Barcelona en los últimos años. Es único”. El Jefecito respondió así a Guardiola: “Yo vine acá para hacer de bombero, para tapar agujeros”.

Mascherano se ha adaptado al fútbol del Camp Nou y ha mejorado en la circulación de balón, especialmente cuando busca el pase más sencillo. Aunque no posee la imaginación ni la fluidez de Busquets en la elaboración, el argentino lo compensa con un generoso esfuerzo en la recuperación (lleva 175 robos en la Liga BBVA). Además, su honestidad en las declaraciones le ha hecho ganarse la admiración de sus compañeros y la afición. En octubre de 2013 el Barcelona empató en San Siro ante el Milán. Mascherano regresaba de una lesión y al inicio del partido perdió un balón comprometido. Robinho lo aprovechó y puso a su equipo por delante. El Barcelona consiguió empatar en la segunda parte y aunque Mascherano estuvo acertado durante el resto del encuentro, no se olvidó de su fallo inicial. Al acabar el partido apareció con el rostro desencajado e hizo un severo ejercicio de autocrítica: “El primer gol es un error mío. Ya son varios… Duele bastante. (…) El equipo ha tenido que sufrir otro error mío y en partidos tan importantes no se pueden permitir”.

En las cinco temporadas que Mascherano lleva en la Liga Española, el mediocentro ha sabido captar la esencia del entorno blaugrana: “Si ganas, Barcelona parece Disney y, si pierdes, es la casa del terror”. La metáfora de Mascherano la utilizó Luis Enrique en el momento más delicado de la temporada, al decir que pese a las dificultades sentía que estaba en Disneylandia. La coincidencia puede ser casual o una señal de la sintonía entre Mascherano y su técnico. La importancia de El Jefecito en el Barcelona no se entiende sin la figura de Leo Messi. Mascherano es el intérprete del 10 y, a su vez, su gran protector en el vestuario. En más de una ocasión ha salido a defender a Leo ante los medios de comunicación y parece ser el intermediario en la difícil relación de Messi con Luis Enrique. Las dotes de mando de Masche y su voz firme contrastan con la timidez de Leo, que solo parece alzar la voz en el césped. En Argentina, El Jefecito era el líder real de una selección en la que Messi portaba el brazalete de forma simbólica. Sus discursos (que al parecer conmovían al 10 y a medio vestuario) y su importancia en el juego le daban honores de capitán en un equipo que se quedó a las puertas del triunfo. El propio Mascherano ha explicado en alguna ocasión cómo ejerce su liderazgo: “Nunca digo lo que alguien tiene que hacer si no lo hago yo antes para dar ejemplo”. Mascherano es, con el miembro del cuerpo técnico Pepe Costa, el confidente de Messi en el vestuario. Y probablemente ningún compañero ha definido al 10 con tanta claridad como lo hizo Mascherano al término del partido frente al Manchester City: “El fútbol nos controla a todos, pero Messi controla el fútbol”.

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Mascherano sabe que su equipo posee ahora varios registros. La idea inicial permanece intacta, la propuesta que ha encumbrado a la Masía: la de un fútbol de dominio posicional en el que se pretende dejar poco espacio al azar, a través del control del partido y la posesión. Sin embargo, el Barcelona de Luis Enrique se ha expuesto en fases de la temporada a un intercambio de golpes, consciente del talento de sus delanteros. En ocasiones, el Barcelona parece perder la pausa de sus interiores, en busca del acelerón de su tridente. Y el acierto de Mascherano en esta variante de juego es vital, para facilitar el repliegue y la recuperación que inicie la transición rápida. No obstante, Masche parece partidario de un fútbol de mayor control, sobre todo porque la posesión es, además de un instrumento ofensivo, una fórmula de protección. Tras vencer en la eliminatoria copera ante el Atlético de Madrid, en una victoria que se orquestó a través de las transiciones rápidas, Mascherano valoró los riesgos de un fútbol más directo: “Entramos en ese ida y vuelta al que te puede llevar el Atleti. Hoy salió cara pero en algún momento también puede salir cruz”. La advertencia puede ajustarse al partido del próximo domingo, ante el Real Madrid, un equipo feroz en el juego de transición.

Mascherano afronta el Clásico ante el Madrid con la misma seriedad con la que vive. El argentino es un ejemplo de sacrificio y compromiso, que parece trasladar su lectura del juego a los micrófonos, en los que se explica con corrección y con argumentos sólidos. Ante las dudas que genera el estado físico de Busquets, Mascherano gana opciones para jugar en la media. Sus palabras, a dos días del clásico, dicen mucho de él, de su sentido del juego y de su compañerismo: “Ojalá llegue Busi aunque yo tenga que verlo desde el banco. Lo que le conviene al equipo es que juegue Sergio, porque es el mejor en esa posición”.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: sport.es. Foto 2: futbolparatodos.com.ar

EL INDOMABLE IAGO ASPAS

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“Yo estaba en la grada aquel día y aplaudí la entrada de Vagner a Tristán. Fue una clara provocación”. Iago Aspas (Moaña, Pontevedra, 1987) se refería a la victoria del Deportivo en Balaídos en la temporada 2005/2006. Aspas, celtiña convencido desde la cuna, tenía en aquel partido 10 años. Acababa de cumplir su primera temporada en las categorías inferiores del Celta y acudía al campo con regularidad. Con 12 años formó parte de uno de los mejores equipos alevines de la historia del club, al que se conocía como el Dream Team, un apodo que parece inagotable en el mundo del deporte. Aspas era el goleador del equipo y dicen de él que siempre tuvo claro que iba a llegar al primer equipo. Allí coincidió con otro profesional: Jonathan Pereira, un jugador menudo y escurridizo que ha recorrido los campos de Primera. Aspas era una de las grandes promesas de la cantera de Balaídos, aunque pronto mostró los síntomas de un carácter rebelde y complicado. Era un futbolista hábil, con cierta inclinación a la picaresca. Siempre quiso ganar cada partido y para hacerlo no dudaba en usar todas las artes de las que disponía. Protestaba, pegaba y discutía con los rivales con demasiada frecuencia. Situaba a los árbitros en el terreno de la indecisión y al final siempre se posicionaban en su contra. La directiva del Celta empezó a mostrar dudas acerca del futuro de Iago, no por su talento, que estaba fuera de toda duda, sino por su temperamento. Cuando era juvenil fue cedido al Rápido de Bouzas sin saber si iba a volver al club de su vida. Firmó una gran temporada en División de Honor Juvenil y marcó un gol en el partido ante el Celta. Lo celebró con cierto rencor y acabó expulsado por regalar cortes de mangas al árbitro y a sus rivales. En el camino hacia el vestuario, Aspas discutió con alguno de los padres de los que habían sido sus compañeros. Pese a las muestras de indisciplina, esa actuación convenció al Celta de que tenía que repescar a un futbolista especial, ambicioso e incorregible.

Cuando Iago Aspas debutó en el primer equipo, el Celta estaba en un momento delicado. Jugaba en Segunda División y una mala temporada le había llevado a los puestos de descenso a Segunda B. La entidad estaba en plena ley concursal y su supervivencia peligraba si el equipo perdía la categoría. En el segundo partido de Aspas, el Celta se medía al Alavés en la penúltima jornada, que también estaba intentando evitar el descenso. Iago Aspas vio la primera mitad desde el banquillo y Eusebio Sacristán le dio entrada alrededor del minuto 60. Tras fallar la primera ocasión, Aspas marcó el primer gol de su equipo en una jugada personal. En la celebración de su primer gol con el Celta mostró su forma de vivir el fútbol: con pasión, ambición y alegría. Corrió desbocado hacia el córner, se quitó la camiseta (en un gesto que recordó al del gol del pasado domingo ante el Español) y jugueteó con un micrófono de ambiente. Sin embargo, pocos minutos más tarde llegó el empate del Alavés. Y cuando parecía que el Celta de Vigo se jugaría la permanencia en el último partido, Aspas recogió un rechace al borde del área pequeña y disparó en boca de gol. Su remate acabó en las redes de Bernardo, el portero del Alavés, y Aspas selló la permanencia del Celta de Vigo en la categoría de plata.

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En las siguientes temporadas Iago Aspas se fue consolidando en el equipo. Era el favorito de la afición y la referencia en el área. El de Moaña supo corregir su indisciplina y Eusebio sólo le relegaba al banquillo si veía que se arriesgaba a una expulsión. Posteriormente la llegada de Paco Herrera tuvo una incidencia directa en su rendimiento. El equipo consiguió el ascenso y Aspas fue designado mejor futbolista de la temporada en Segunda División. Herrera supo cuidar al delantero y retrató la particular visión del futbolista de Moaña: “Iago Aspas no está en la tierra, vive en una nube”. En Primera mostró que era capaz de desestabilizar a las mejores defensas y se convirtió en el símbolo del Celta. Sus buenas campañas en el club gallego le llevaron a probar fortuna en  la Premier. El Liverpool apostó por él con firmeza, pero Aspas no triunfó en Inglaterra. Pese a empezar bien la temporada, las lesiones y el retorno de Suárez le privaron de los minutos a los que aspiraba.

En las primeras semanas del verano, Monchi, el ilustre director deportivo del Sevilla, peinó el mercado y convenció a Aspas. Unai Emery apareció la semana siguiente en rueda de prensa visiblemente enfadado. El técnico comentó que ninguno de los refuerzos que habían llegado eran peticiones suyas. También llegó Banega, otro futbolista de talento sobre el que siempre se cierne la sospecha. Sus dotes técnicas no se ponen en entredicho, de lo que sí se duda es del afán competitivo del argentino, una de las señas de identidad de Aspas.

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Emery relegó a Iago Aspas al banquillo y solo le dio oportunidades en la Copa del Rey. En la competición copera, el de Moaña se destapó como el futbolista más importante del Sevilla, con 7 goles en las primeras eliminatorias. Era el máximo goleador del torneo, pero en las semifinales frente al Español perdió el poco protagonismo que Emery le había otorgado. En el encuentro de vuelta, cuando el Sevilla necesitaba remontar el 3-1 de la ida, Iago Aspas no participó y el Sevilla se quedó fuera de la eliminatoria. Cuando Emery ejecutó los tres cambios, Aspas abandonó la zona de calentamiento con un enfado evidente, que cristalizó al llegar al banquillo: una cámara le cazó quejándose de que Emery siempre hacía “los mismos putos cambios”. Una frase que no había tenido reparos en decirle a su técnico el día que no se vistió ante su querido Celta. El pasado domingo, en la revancha ante el Español, Aspas fue titular por primera vez en la competición liguera. Mostró su talento y el carácter competitivo que siempre tuvo. Fabricó el primer gol sevillista, que culminó Gameiro, y no dejó de intentarlo durante todo el partido. Tuvo alguna ocasión clara y cuando parecía que los dos equipos firmarían el empate, Aspas recibió un servicio del colombiano Bacca. El de Moaña se giró sobre sí mismo y ajustó su disparo de zurda para firmar el gol de la victoria. Lo celebró como una liberación, se contagió de la emoción del momento (se quitó de nuevo la camiseta, como suele hacer cuando marca un gol importante) y se ganó el aplauso de la grada.

Iago Aspas es de esos jugadores que parece estar hecho de otra pasta. Vive el fútbol con la intensidad de quien quiere ser siempre protagonista. Es un futbolista valiente y atrevido, que no rehúye la disputa ni baja los brazos cuando no está acertado. No se esconde ni en el campo ni ante las cámaras. Por eso a nadie le sorprendió sus declaraciones mediada la temporada: “Yo vine aquí para jugar, no para estar en el banquillo. Es muy difícil demostrar tu capacidad en 20 minutos”. Pese a que Aspas es rebelde y temperamental, Emery parece haberle perdonado sus desplantes públicos, dando valor a su juego. El de Moaña no sólo basa su fútbol en el talento, sino que tiene también el don del delantero, esa virtud que le permite saborear la miel del gol. Aspas vive al límite del fuera de juego, se pelea con los centrales, se posiciona en el lugar oportuno y sigue la jugada hasta el final.

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El domingo pasado, tras celebrar la victoria sevillista ante el Español, Aspas apareció ante los medios. Con la gracia que le da su cerrado acento gallego, afirmó: “Ya pedí disculpas por si pude ofender a alguien. Siempre viví el fútbol de esta manera. He estado en el ostracismo (del banquillo) y hoy por fin pude jugar. El futbolista al final es egoísta y siempre quiere jugar”.

El Sevilla se enfrenta hoy al Real Madrid en un partido interesante, que va a medir las aspiraciones de los dos equipos. El Madrid busca ampliar la distancia con sus perseguidores y el Sevilla pretende asentarse en la “zona Champions”. La duda está en ver si Emery vuelve a contar con un futbolista distinto, que posee el código genético de un diez y el alma de un delantero. Iago Aspas merece el protagonismo que conceden los focos del Bernabéu.

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Foto 1: rtve. Foto 2: farodevigo. Foto 3: estadiodeportivo. Foto 4: espn.

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Jorge Rodríguez Gascón.

CASA DE CITAS DE GEORGE BEST

98003603_a_352699b George Best (Belfast, 1946 – Londres, 2005) fue un futbolista genial y único, que dejó un gran legado en el campo y ante los micrófonos. Algunos de sus rivales describieron el juego de Best a través de anécdotas. Graham Williams, defensa del Tottenham Hospur, le dijo a Best en medio de un partido: “Así que este eres tú, ¿eh? He jugado contra ti tres veces y todo lo que había visto de ti era tu culo”. Su compañero en el United, Dennis Law le definió como “el jugador con más talento que he visto en un campo de fútbol”.

Best fue protagonista en los grandes partidos de la Premier. Sus choques contra el Liverpool, el Arsenal o el Chelsea tenían un interés especial. Frente a los blues mantenía un intenso duelo con el perro de presa Ron “Choper” Harris: “Siempre me encargaban la tarea de marcar a George, aunque nunca tuve mucho éxito”. Harris se acuerda especialmente de un partido en el que George Best les marcó el gol del triunfo en un rápido contragolpe. En aquella jugada Harris le dio una patada que puso en peligro el tobillo de Best. Pero Best aguantó el golpe y, tras sortear al portero, marcó el gol decisivo. Desde un estudio de la BBC, el defensa concluye su anécdota: “es el mejor jugador al que tuve que defender en mis 21 años de carrera”.

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El entrenador que le hizo debutar, sir Matt Busby, relativizó la temprana afición de Best por la noche: “En efecto tuvimos algunos problemas con el pequeño individuo, aunque prefiero recordar al genio”. Y profundizó en las virtudes de su juego: “Era capaz de usar los dos pies, e incluso a veces parecía que tuviera seis”. Quienes más sufrieron la espiral autodestructiva del extremo de Belfast fueron sus mujeres. La primera, Angela MacDonald-James, explicó la razón por la que Best no acudía a muchos entrenamientos: “Cada noche se bebe dos botellas de champán con vodka y por la mañana es imposible levantarle para que vaya a entrenar”. Su segunda esposa, Alex Pursey, calibró la decadencia del quinto Beatle: “cuando está borracho, George es el más deplorable, burro e ignorante pedazo de mierda que he visto”.

Sin embargo, nadie habló mejor de él que el propio George Best. No siempre tuvo acierto ni razón en lo que decía, ni siquiera sentido de la realidad o de su propia destrucción. Pero resumió su modo de vida en declaraciones llenas de ingenio que figuran en la memoria colectiva. Algunas reflejan un ideal hedonista: “He gastado mucho dinero en mujeres, alcohol y coches. El resto lo malgasté”. Otras muestran que el extremo tenía un buen concepto de sí mismo: “Si yo hubiese nacido feo, no hubierais oído hablar de Pelé”. Otras son simples frases en las que Best se sirve de un gran sentido del humor: “Un equipo norteamericano me hizo una oferta: ‘Te pagaremos 20.000 dólares el primer año y 30.000 el segundo’. Yo les respondí: ‘de acuerdo, firmaré el año que viene’”.

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Algunas de sus citas más célebres mezclan las grandes pasiones de Best fuera de los terrenos de juego: “En 1969 dejé las mujeres y el alcohol; fueron los peores 20 minutos de mi vida”. En otras repasó sus aventuras con las modelos, una de sus debilidades más famosas: “Hace años dije que si me daban a elegir entre marcar un golazo al Liverpool o acostarme con Miss Universo, iba a tener una difícil elección. Afortunadamente, he tenido la oportunidad de hacer ambas cosas”. “Dicen que me acosté con siete Miss Universo. No lo hice. Fueron solo cuatro. No me presentaron a las otras tres.” O su variante: “La prensa es muy mentirosa. Dicen que me he acostado con 200 mujeres, pero solo fueron 100”.

best drinking Algunas de sus declaraciones son una exhibición velada de su propio alcoholismo, siempre desde un punto de vista divertido e irónico: “Nunca me levantaba por la mañana con la intención de emborracharme, simplemente sucedía”.

“He dejado de beber… pero solo cuando duermo”.

“Tuve una casa junto al mar, pero para ir a la playa tenía que pasar por delante de un bar. Nunca me bañé”.

“Cada vez que entro a un sitio, hay setenta personas que quieren invitarme a beber y yo no sé decir que no”.

En una entrevista en la televisión nacional, Best descartó algunas posibilidades de tratamiento: “Podría ir a Alcohólicos Anónimos, pero creo que sería difícil para mí permanecer en el anonimato. (…) Si les dijese a los alcohólicos: ‘Hola me llamó George y tengo un problema con el alcohol’ me responderían: ‘Si, ya lo sabemos’ ”. Acto seguido profundizó y contó una anécdota de sus visitas a la asociación: “Fui una vez a Alcohólicos Anónimos. Me encontré a un viejo amigo y acabamos brindando por la ocasión”. En la siguiente respuesta George contestó con mayor seriedad: “No tengo nada en contra de Alcohólicos Anónimos, creo que a mucha gente le ha ayudado a dejar la bebida. Solo que no funcionó conmigo”. article-2255603-01D0581C00000578-280_634x547 El genial jugador también dedicaba declaraciones a aquellos a los que la prensa situaba como sus sucesores. Sobre David Beckham comentó: “No chuta con la izquierda, no marca muchos goles, no cabecea ni roba… Aparte de eso, está bien”. Con Paul Gascoigne tuvo una relación especial. Su talento y su afición por la bebida le situaban como el heredero natural de George Best en el fútbol británico. Al comienzo de su carrera a Best le pidieron que aconsejara a Gascoigne. Best respondió con la ironía que le caracterizaba: “Que no beba, que no haga el amor con mujeres y que no disfrute de su vida”. Instantes más tarde, Best se puso serio: “Creo que no soy quién para dar consejos a nadie (…). Solo espero que sepa soportar la presión de los medios y que no le destroce como me destrozó a mí”. Años más tarde, cuando compararon sus carreras, Best concluyó: “No me llega ni a la suela de la botella”. Best habló de Wayne Rooney en plena retransmisión de un partido para Sky Sports: “¿Rooney tan bueno como yo? ¡Qué tontería!”. La única comparación que fue bien recibida por Best fue la de Cristiano Ronaldo: “Ha habido unos cuantos jugadores en estos años a los que se ha llamado el nuevo George Best. Pero con Cristiano Ronaldo, por primera vez, es un halago para mí”.

article-2328969-039023950000044D-144_634x376 Best supo ser un gran crítico de sí mismo: “Estaba enfermo y yo era el único que no lo veía. Nací con un gran don, y eso en ocasiones genera una vena destructiva. Igual que yo quería superar a todo el mundo cuando jugaba, tenía que hacerlo también cuando estaba en la ciudad”. Protagonizó una famosa campaña publicitaria para News of the world en la víspera de su fallecimiento: el periódico publicó una foto con el lema “Don´t die like me” (No muera como yo). A pesar de eso, su único remordimiento, según declaró en 1981, no tenía nada que ver con sus excesos: “Tiré un penalti contra el Chelsea en 1971 y el hijo de puta de Peter Bonetti me lo paró. Ojalá se lo hubiera tirado por el otro lado”. Al fin y al cabo, Best había logrado su gran objetivo: “Mi mayor meta es que mi padre pensara que fui el mejor y lo piensa”.

Meses antes de morir concedió una entrevista a una radio irlandesa. En ella le preguntaron cuál era la clave para batir a grandes porteros como Gordon Banks, al que le marcó un célebre gol en Wembley. Con evidentes signos de enfermedad, George Best respondió: “El secreto es que era más rápido que él. Y lo sigo siendo”.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: The Times.  Foto 2: http://img.blogs.es/1001experiencias/wp-content/uploads/2013/02/George-Best1.jpg. Foto 3: fifa.com. Foto 4: Daily mail. Foto 5: Daily mail. Foto 6: Getty images.

ANFIELD Y LA ÉPICA DEL FÚTBOL INGLÉS

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En Inglaterra se vive el fútbol de manera especial. El público está más cerca de los jugadores, los estadios se llenan a rebosar y los cánticos de los aficionados suenan más fuerte que el silbato del árbitro o el ruido de la megafonía. El estilo de la Premier también permite que los partidos sean más dinámicos. Se señalan menos faltas, el juego es más directo y los encuentros se abren con mayor facilidad. Los equipos se construyen a la carrera y parece que el nivel competitivo de la liga es mayor. Los grandes pierden más puntos a lo largo de la temporada y hay más candidatos al título que en el resto de las ligas. Y, por tanto, es lógico que en cada jornada haya partidos entre rivales directos. Es un fútbol más rápido, con muchas alternativas, en el que los equipos son más poderosos físicamente y el talento decide los partidos.

La Premier es además la liga que más ha invertido en este período de fichajes con 960 millones. El Manchester Unided de Van Gaal es el equipo que más ha gastado (187 millones) pero tras su victoria de ayer ante el Hull City sólo es séptimo en la clasificación. De los teóricos aspirantes, el Chelsea es el equipo más sólido de la competición: es líder en solitario y solo ha cedido un empate, le sigue el Manchester City de Pellegrini a 5 puntos y el Arsenal de Wenger a 6. El Manchester United se ha dejado 10 puntos en 6 jornadas y el Liverpool 11. Las revelaciones de la competición son el Southampton de Koeman, que marcha segundo a 3 puntos del Chelsea de Mourinho, y el Swansea de Garry Monk, empatado a puntos con el Arsenal.

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Anfield Road representa la magia de la Premier como ningún otro campo. Su himno “You´ll never walk alone” se ha convertido en un ritual de culto al fútbol. Y nada mejor que el rival de su ciudad para medir el canto de Anfield. El Liverpool se enfrentó al Everton de Roberto Martínez en un duelo bonito e igualado, que se desarrolló cumpliendo los tópicos del fútbol inglés: el rugido de la grada, dos aficiones enfrentadas desde el respeto, un permanente intercambio de golpes y un fútbol alegre y vital. El equipo de Brendan Rogers quiso llevar la iniciativa y generó más oportunidades. El eléctrico Sterling desbordó por el costado y no atinó Ballotelli, que estuvo en boca de gol en un par de ocasiones. Tim Howard detuvo un cabezazo de Lallana y el Everton respondió a la contra. El conjunto de Roberto Martínez aguantó el empuje de los reds y buscó a Lukaku en largo. El belga es un delantero corpulento, hábil con el balón e inteligente en el juego. Recibe de espaldas, da aire a sus compañeros, se asocia y dispara. Mignolet tuvo que intervenir en varios lanzamientos lejanos de Lukaku y de McGeady, que salió en sustitución del lesionado Mirallas. Tras la reanudación Sterling y Alberto Moreno hicieron sufrir a Hibbert y el equipo de Brendan Rodgers mereció adelantarse. Ballotelli forzó una falta al borde del área a la hora de partido. El delantero italiano se acercó para pedir el balón pero Steven Gerrard, que le había cedido los dos anteriores, ya se había adjudicado el lanzamiento.  Su disparo se elevó por encima de la barrera y se incrustó en la portería de Tim Howard (1-0). El gol del capitán se celebró con entusiasmo en Anfield Road y todo parecía indicar que sería el tanto de la victoria en el derbi de Merseyside. Posteriormente Ballotelli[1] perdonó la sentencia en otra gran acción de Sterling.

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En los últimos minutos el Liverpool renunció al segundo gol y se protegió en exceso. El Everton se acercó al área, más por inercia que por convicción. Y cuando ni el más optimista de los Toffies creía en el empate, llegó el gol de Jagielka. En una jugada larga en el descuento, el Liverpool no fue contundente en el despeje y el balón quedó botando al borde del área. Jagielka midió los tiempos y soltó un disparo precioso a la escuadra. El balón se fue alejando de Mignolet y su estirada solo sirvió para embellecer el gol.

Cuando Anfield celebraba una victoria importante en un partido especial, con un gol de su gran capitán, el central del Everton marcó el gol más bello de su carrera. El empate cambió el guión en el último momento, en un giro muy propio de la Premier. Inglaterra es la cuna del fútbol y eso le otorga cierta inclinación a la épica.

Por Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: Alex Livesey/Getty Images. Foto 2: http://www.thisisanfield.com. Foto 3: Getty Images

[1] Los aplausos a Ballotelli muestran que Anfield es un lugar especial. El italiano es un delantero de calidad y buenos movimientos pero que tiene un carácter conflictivo y se implica poco en sus equipos. Sin embargo, desde que ha llegado al Liverpool ha variado en algunos aspectos su juego. Pese a que no está teniendo suerte de cara a puerta, es un futbolista más sacrificado y voluntarioso. Ante el Everton protagonizó algunas acciones defensivas de mérito y no paró de buscar posiciones de remate. Por ello fue ovacionado por un público que valora el compromiso de sus jugadores. Incluso cuando no están del todo acertados.

SUÁREZ DECIDE EN EL ALAMBRE

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Luis Suárez (Salto, Uruguay, 1987) es de esos jugadores por los que merece la pena esperar. Lo demostró en la tarde de Sao Paulo con dos goles ante la selección inglesa, dejando casi sin opciones a muchos de sus compañeros del Liverpool. Lo esperó Tabárez y todo un país después de una lesión de menisco.

El 22 de Mayo, Suárez fue sometido a una intervención quirúrgica en Montevideo y a la salida de la clínica se agolparon cientos de aficionados uruguayos. Suárez representa la ilusión de un país en un escenario que les trae un buen recuerdo: el de una victoria histórica en la fortaleza brasileña de Maracaná. (1950) Una muestra de la importancia de Suárez en la selección celeste es que el jugador del Newcastle que le lesionó, Paul Dummett, recibió amenazas de muerte por parte de ultras uruguayos.

Suárez tuvo 20 días escasos para hacer la rehabilitación y no llegó al primer partido. Su equipo perdió ante Costa Rica, en un encuentro extraño en el que se adelantaron los uruguayos y remontaron los costarricenses. Eso obligaba a los celestes a vencer a Inglaterra en un enfrentamiento a muerte súbita. Luis Suárez tuvo que adelantar los plazos de su recuperación para enfrentarse al país en el que juega cada domingo. Y llegó al encuentro casi cambiando las muletas por botas, cojeando y sin rastro de la explosividad que le ha consagrado este año. Aún así, Suárez es de esos delanteros que lleva el gol en el código genético, que solo necesita un instante de incertidumbre o un arrebato de oportunismo y de clase. En su mejor temporada en Anfield se ha convertido en el futbolista más valioso de la Premier League. Después de una sanción de 10 partidos[1] regresó por todo lo alto y llevó al Liverpool, con muchos de sus rivales del partido de hoy, a pelear por la liga hasta el último momento. [2] Consiguió la asombrosa cifra de 31 goles después de perderse el inicio de la temporada y comparte Bota de oro con Cristiano Ronaldo.

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Suárez entró al partido algo despistado pero pronto mostró su olfato. En el primer gol uruguayo, cabeceó a la red un centro de Cavani, un delantero inmenso y generoso. (Suárez lo celebró sacando las pistolas) [3]. Se emocionó y dedicó el gol a un miembro del cuerpo técnico de Uruguay, uno de los artífices de su regreso. En el segundo, cuando había renunciado a ganarle el pulso a Cahill y su equipo estaba en el peor momento, Gerrard le hizo un desafortunado servicio. Su compañero del Liverpool peinó hacia atrás un saque del guardameta Muslera. Suárez aprovechó la ventaja sobre los centrales ingleses y fusiló a Hart con un disparo de empeine puro. El delantero uruguayo recorrió la banda llorando y pidió la camilla cuando su rodilla se volvió a enfriar. Corría el minuto 83 y  finiquitó un partido que estaba en el aire. Antes Muslera había evitado las opciones de los ingleses en una exhibición de reflejos y solo se había visto superado por Rooney. El delantero del Manchester United necesitó de cuatro ocasiones claras para marcar su primer gol en un Mundial. Y pese al despliegue uruguayo, Inglaterra tuvo grandes momentos de juego y mereció más: Sturridge completó un partido brillante, Rooney fue todo corazón y Baines se hartó de centrar desde la izquierda. Aún así, fue un partido de ida y vuelta y el trabajo uruguayo pudo con la velocidad inglesa.

Inglaterra ha pecado de inocente en sus dos derrotas: es un equipo joven que ha sabido competir ante dos buenos rivales pero que ha acabado la segunda jornada sin puntuar. Y que ahora depende de una carambola para clasificarse. Pese a ello la selección de Hodgson, con o sin él, ha presentado a una generación llena de talento con vistas a un futuro próximo.

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A la calidad contrastada de Rooney se suma el desequilibrio de Sturridge, la habilidad de Sterling, la potencia de Barkley y la calidad de Wilshere, que ha llegado a Brasil lastrado por las lesiones. Aún así al combinado inglés le falta el oficio de los grandes y, al menos de momento, la suerte del campeón.

Uruguay confirmó una tendencia que se está dando en este Mundial. La mayoría de equipos sudamericanos parecen estar un escalón por encima en el aspecto físico, muestran más pasión por el juego y más ansías de victoria. Además, la suerte suele estar de su lado: en Sao Paulo, Inglaterra asedió la portería celeste, pero falló ante los reflejos de Muslera. Uruguay se vio cerca de la eliminación con el empate de Rooney pero tuvo la fortuna de su lado. Consiguió la victoria en un partido intenso y vibrante, de los mejores del Mundial. Un duelo dramático en el que Luis Suárez impuso la ley de sus pistolas.

 

Por Jorge Rodríguez Gascón.

 

[1] Suárez es un jugador temperamental que ha tenido problemas con los organismos disciplinarios ingleses: 1- En 2011 fue sancionado por insultos racistas a Evra con 8 partidos y una multa de 40.000 libras. 2- En 2013 la sanción fue de 10 partidos, en esta ocasión por morder a Ivanovic. Por eso es uno de los jugadores más queridos por la grada de Anfield y uno de los jugadores más odiados por los hinchas rivales.

[2] También en esa ocasión un resbalón de Gerrard condenó al Liverpool ante el Chelsea, en el partido que decidió la liga a favor del Manchester City.

[3] Luis Suárez suele celebrar sus goles haciendo el gesto del pistolero.