Las lágrimas de Messi

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Messi mira el suelo del estadio Met Life. El partido parece destinado a la prórroga, casi a gusto de todos. El único futbolista que se rebela ante esa situación es el 10. Los argentinos parecen cómodos ante esa opción, con la sensación de que la probabilidad juega a su favor. Les parece que de las tres prórrogas a las que han llegado en las últimas finales, es lógico que al menos se lleven una. Messi contempla el escenario con preocupación y protagoniza los últimos esfuerzos de un equipo calculador. De nada le sirve ahora que durante la primera parte haya forzado la expulsión de Marcelo Díaz, porque Marcos Rojo ha cometido, minutos después, una imprudencia que iguala el partido. Sus compañeros esperan un milagro del 10 y rara vez le ofrecen una solución. La presión de su rival hace que los argentinos vean el pelotazo como un argumento justificado. Cuando el balón cae en sus pies, casi de un modo milagroso, Messi arranca y acelera, pendiente de salvar la próxima patada de los chilenos. Asume responsabilidades y dirige las últimas acciones de su selección. Conduce, regatea y desborda, en busca del marco de Claudio Bravo. Su último disparo, tras una larga carrera, se va desviado.

Argentina desprecia el balón con frecuencia. Messi mira con asombro y se mueve entre la rabia interior y la impotencia. A nadie le duele un pelotazo como a Messi, que habla un lenguaje distinto del que usan Funes Mori, Gabriel Mercado o Lucas Biglia. En el fondo, ni siquiera Javier Mascherano, Gonzalo Higuaín o Sergio Agüero pueden traducir el dialecto de Messi. A la estrella argentina le asombra que su equipo cambie su plan de juego en las finales. El balón no circula por los costados, no fluye en el mediocampo y tres chilenos rodean su marca. Con cierta rebeldía, Messi los salva a menudo, aunque Vidal, Aránguiz o Silva se encargan de interrumpir su carrera con faltas. Ninguna se acerca lo suficiente a la portería de Bravo, que conoce además los secretos de los lanzamientos del 10.

Durante la prórroga, Agüero malgasta dos servicios de Messi. Leo asume con melancolía que el partido llegará a los penaltis. De nada le sirve que, tarde y mal, Argentina adelante sus líneas. En la primera parte del tiempo extra había observado el cabezazo de Agüero con ilusión, hasta que Bravo efectuó la parada del torneo, paralizando el sueño de su compañero en Barcelona. Había temblado también ante el remate de Vargas, que detuvo Sergio Romero. Si tuvo alguna esperanza durante la prórroga, esta se evapora cuando el Tata Martino cambia a Banega, el único argentino capaz de interpretar los movimientos del 10. A Messi también le sorprende que Martino no cambie a Biglia, al que ha visto jugar la final con una condescendencia cobarde. Biglia no se permite hacer nada que se salga del territorio de lo esperado, llega tarde a las disputas y comete entradas fuera de tono, como muchos de sus compañeros.

 El partido se va a los penaltis y Messi se permite una confidencia, en forma de broma, con el árbitro. Herber Lopes, el colegiado del encuentro, llevaba todo el partido buscando la complicidad del 10. Casi para llamar su atención, le había sacado una amarilla por simular un penalti. Comienza la tanda y Messi intuye que su derrota empieza a tomar forma tras el sorteo. Chile disparará primero y la presión será para los argentinos. Curiosamente, se produce un fallo inesperado. Vidal, el mejor especialista de los chilenos, se topa con la estirada de Romero.

Tras el fallo de Vidal, Messi sabe que su lanzamiento será determinante. Recuerda que en la pasada final de la Copa América tuvo que ajustar su lanzamiento. Sospecha que Bravo le conoce tanto como para saber que su disparo de seguridad suele ser hacia el palo derecho. Messi recuerda entonces que si hay una distancia que se le atraganta es la de los once metros. Con todos esos tormentos, modifica su ritual. Decide tomar poca carrera y busca la escuadra de manera precipitada. Su disparo, se pierde en busca del ángulo imposible y se va a la grada. Messi estira su camiseta en un gesto de rabia y teme que tampoco esta vez podrá levantar un título con Argentina. El fútbol es así de caprichoso. Messi, el mejor futbolista del partido, ha fallado su lanzamiento. Si alguien pudo rivalizar con él durante los 120 minutos de juego fue Vidal, que movió los hilos de los chilenos. Paradójicamente, también Vidal erró su disparo.

Vive el resto de la tanda al borde de la lágrima. Empieza a asumir que la derrota es una cuestión de tiempo. Aplaude los aciertos de Mascherano y Agüero con escepticismo. Tras los tantos de Aránguiz y Beausejour, es presa de los remordimientos. Sabe que de haber marcado, Argentina tendría todo a favor. En el cuarto lanzamiento, ve caminar a Biglia hacia el punto de penalti. Siente que a su compañero le invaden los miedos. Claudio Bravo se anticipa y detiene el disparo de Biglia. Messi ya presentía el fracaso después de su fallo. Ni siquiera mira el lanzamiento definitivo de Francisco Silva. El mediocampista no falla y Chile vuelve a ser campeón de América.

Messi se refugia en el banquillo y tras contener la tristeza durante un tiempo, rompe a llorar. Messi jugó como lloró: solo, sin demasiados apoyos y sin consuelo posible. Con la sensación de que es un genio incomprendido, inalcanzable hasta para la fortuna. Ninguna imagen proyecta mejor el sufrimiento de una selección, que ha perdido tres finales consecutivas. Messi cambió el rostro desencajado de Maracaná por el llanto desconsolado de Nueva Jersey. Quizá ya entonces, cuando se le nublaba la vista entre lágrimas, meditaba su renuncia.

Messi, en su mejor torneo con la albiceleste, sigue siendo víctima de un extraño maleficio. Nunca quiso algo tanto y, sin embargo, nada le dio la espalda tantas veces.

Chile y los miedos de Argentina

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Argentina tiene motivos para temer a Chile. La selección que dirige Juan Antonio Pizzi ha conseguido parecerse a la que fue campeona en la última edición de la Copa América. Paralelamente, ha hecho olvidar su primera fase, en la que estuvo al borde de la eliminación. Tras depurar su juego, ha llegado al tramo decisivo de la competición en un gran momento de forma. Las victorias, cuando se producen desde los buenos modos y no a través del azar, provocan un intangible vital en este tipo de torneos: el poder intimidatorio.

Chile vuelve a ser un equipo generoso, veloz e intrépido. De hecho, su derrota en el partido inicial ante Argentina (2-0) se interpreta como un accidente, producto de algún despiste en la salida de balón, más que como una consecuencia del juego. Martino recuerda también que en el primer tiempo su equipo sufrió ante el despliegue de Chile. El técnico argentino intuye que para ganar a los chilenos, Argentina debe imponer su propuesta e integrar a Messi. Si el partido se vuelve caótico, la selección de Pizzi tendrá mayores posibilidades. En la confusión, los chilenos son más peligrosos. Lo demostró ante Colombia, tras un inicio arrollador. Ni siquiera necesitó encadenar varias jugadas, les bastó con algún arrebato de Alexis y la carrera constante de Fuenzalida, uno de los grandes descubrimientos del torneo. En apenas tres llegadas, Chile ya dominaba el marcador por 2-0.

El buen estado de sus futbolistas es otro de los argumentos que juegan a favor de Chile. Nadie agita los partidos como Alexis Sánchez, un regateador desordenado. A su facilidad para el desborde añade otro atributo: su seguridad para chocar y ganar disputas que parecían perdidas. Le acompaña en el ataque Vargas, el pichichi del torneo. Veloz, pícaro e intuitivo. Aprovecha cada concesión de la defensa rival. En la media, Vidal combina su liderazgo con el despliegue de Aránguiz, uno de esos complementos imprescindibles. En el costado derecho aparece Funzalida, que profundiza sin rubor por el carril. Su aparición es una de las grandes noticias para los chilenos y se ha convertido en una de las piezas claves del equipo, de esas que explican la mejora de su selección a lo largo del torneo. Ante Colombia fue capaz de firmar el segundo gol, tras aprovechar un disparo de Alexis que se topó con el palo. En la posición de mediocampista puro, Pizzi puede jugar al despiste. Puede apostar por el sacrificio de Silva o por la lectura del juego de Marcelo Díaz, que llega a la final tras superar problemas físicos. En defensa Gary Medel, Mauricio Isla, Gonzalo Jara y Jean Beausejour parecen intocables. El líder de la zaga parece Gary Medel, un mediocampista reconvertido. Conserva su aspecto de perro de presa y recuerda, con cierta arrogancia, su marcaje a Messi en la pasada final de la Copa América.

Los últimos dos partidos de Chile, en los que se impuso con autoridad a México y Colombia, pueden alimentar los miedos de Argentina. A la albiceleste se le exige la victoria; “si no ganan, mejor que no vuelvan” dijo Diego Armando Maradona. A Chile no le abruma su tradición, ni le condiciona la ansiedad. Llega pletórico a la final, con la sensación de que una victoria sería un éxito incomparable y que la derrota no se calificaría ni mucho menos de fracaso. Se podría decir que mantiene la ilusión del aspirante, a pesar de ser el campeón.

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Jorge Rodríguez Gascón.

Apuntes de la Copa América

La Copa América Centenario descubrió ayer a su primer finalista: Argentina, la favorita por unanimidad. Su rival se decidirá en el duelo que disputan Colombia y Chile esta madrugada (2:00 hora española, Soldier City de Chicago).

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El torneo ha servido para calibrar el declive de Brasil, la impotencia de Uruguay y ha situado a Argentina y Chile como las dos grandes potencias del fútbol sudamericano. El equipo de Martino, liderado por la zurda de Messi, cuenta sus partidos por victorias y afronta la final con cierto dramatismo: tras perder las finales del Mundial y de la pasada Copa América, solo se acepta la victoria.

La selección estadounidense ha protagonizado un buen torneo ante su público. Con un equipo sólido y generoso fue capaz de alcanzar las semifinales, hasta lograr el mejor resultado del país en un deporte que consideran minoritario. En el partido de ayer, acabó admitiendo la derrota ante Argentina con cierta resignación. De hecho, si el público estadounidense tuviese que elegir el escenario de una eliminación, seguramente aceptarían que fuese ante la Argentina de Messi. Al 10 argentino, al que se ve fino e inspirado, se le tiene una especie de respeto reverencial en Estados Unidos. Messi ha correspondido esa admiración con algunos partidos memorables: marcó tres goles en 26 minutos ante Panamá, planificó el juego de la albiceleste ante Venezuela y ayer completó otra gran actuación ante los anfitriones. Volvió a mostrar su talento en la creación del juego, dio dos pases de gol, y ejecutó uno de los mejores libres directos que se le recuerdan. Con su bello tanto de falta supera a Batistuta en el registro de máximos goleadores de la albiceleste.

El partido de ayer dejó en buen lugar a Argentina. Si en los pasados torneos al equipo de Martino le faltó sentido histórico, en Houston la albiceleste no especuló con el resultado. No le interesó madurar el encuentro, ni agruparse en su campo. Buscó la victoria sin reservas, a través del pase de Banega, el trazo de Messi y el olfato de Higuaín. Sus únicas preocupaciones tras el partido llegaron en forma de lesiones. Para la final perderá a Renato Augusto, que se había destapado como un complemento fundamental para Messi y Banega, y también a Lavezzi, autor del primer gol del partido.

Chile vs Colombia.

En un torneo en el que han fallado algunos de los históricos del continente, Colombia-Chile es quizá uno de los duelos más esperados. Chile conserva el grueso del bloque que fue campeón en el Estadio Nacional. Y Colombia se parece más al equipo que sorprendió al mundo en Brasil que al que fracasó en la última Copa América. James Rodríguez disfruta de la felicidad que se le ha negado en el Madrid y disputa los mejores minutos de la temporada. Su asociación con Cuadrado y Roger Martínez será fundamental para el equipo de José Pekerman. Colombia se siente cómoda en el papel de víctima ante Chile, que se ha ganado con sus victorias el prestigio internacional y el temor de los rivales.

La selección que ahora entrena Juan Antonio Pizzi (sustituto de Sampaoli) mantiene ese fútbol veloz, impulsivo y solidario que le hizo campeón en su propio terreno. Ha ido progresando en la competición y llega al momento decisivo en un gran estado de forma, como mostró en la victoria sobre México (7-0). Chile cuenta con el gol de Vargas, el desborde de Alexis, el trabajo de Médel, la llegada de Vidal, el despliegue de Aránguiz y la irrupción de Puch. Las dudas se centran en Bravo, que no pasa un buen momento personal. Además, ante la selección cafetera, Pizzi tendrá que aliviar la ausencia del uno de sus futbolistas más importantes: Arturo Vidal, el pulmón de un equipo que aspira, de nuevo, al trono de América.

EL BARCELONA AFINA SU MELODÍA

El FC Barcelona mostró su mejor perfil ante el Valencia y asegura su primera final de 2016, tras una noche de gran inspiración de su tridente. Suárez logró el sexto póker de su carrera y Messi añadió otro hat-trick a su historial. La primera parte fue una de las mayores exhibiciones que se le recuerdan al Barça de Luis Enrique; una declaración de principios, ejecutada con buen gusto y un gran sentido del juego colectivo. En el segundo tiempo, el conjunto azulgrana pudo firmar una decena, beneficiado por la injusta expulsión de Mustafi, que chocó a medias con el balón y a medias con Messi. No aprovechó el penalti Neymar, que estuvo reñido con el gol toda la noche. El brasileño, siempre un jugador exótico y valiente, destacó más en el regate que en la definición.

El Valencia fue incapaz de sacudirse la presión rival y acabó entregado antes de tiempo. La imagen del equipo y la posición del entrenador, al margen del grado de acierto de los blaugranas, queda seriamente dañada. Gary Neville, que parece el perfecto ejemplo de la mala gestión del Valencia esta temporada, permaneció inmóvil, casi petrificado, frente la demostración del Barça.

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El Barcelona había sufrido mucho en los inicios de los últimos partidos. Con el recuerdo de los cuartos de final frente al Athletic de Bilbao y el gol inicial de Koke en el duelo del pasado fin de semana, el Barça salió decidido a encarrilar la eliminatoria en los primeros minutos. El Valencia de Neville cometió una pequeña osadía antes del partido: decidió atacar en el primer acto sobre el gol sur, el lugar que habitualmente elige el Barcelona. Y, como consecuencia, el equipo de Luis Enrique jugó la primera parte sin reservas, como si no recordara que tenía que jugar una segunda. Como si le faltara el tiempo y necesitara los goles con la urgencia de una remontada. Nada que ver con la versión pragmática y calculadora que ofreció el pasado sábado ante el Atlético en un Camp Nou repleto. Esta vez, el Barça brindó a la discreta entrada del estadio un partido pleno, de esos que inyectan confianza cuando se acerca el tramo decisivo de la temporada. El Barça se articuló en torno al fútbol de seda de Busquets, a la conducción de Iniesta, vivió del talento de Messi, del olfato de Suárez y del regate de Neymar. Arda Turan y Aleix Vidal participaron en varios goles y firmaron su mejor partido hasta la fecha. Incluso Mathieu pareció cuidar sus frecuentes despistes y estuvo cerca del gol en el segundo tiempo. Lo mismo ocurrió con Piqué y Jordi Alba, que acudieron al ataque sin reparos.

Por momentos, el silencio del campo permitió oír la sinfonía de los pases, una partitura llena de armonía, de brillo y de efectividad. El Barça destapó toda su fantasía y no administró sus recursos. Ofreció un fútbol lleno de retórica y, a la vez, de ambición. Al recital blaugrana contribuyó el Valencia, que mostró demasiados síntomas de apatía desde muy pronto. Pagó el error inicial de André Gomes, que perdió un balón en un momento comprometido, y el equipo nunca se recuperó. La pérdida del portugués, probablemente el mejor jugador de la plantilla ché, fue suficiente para lanzar la carrera de Neymar y allanar el camino del gol a Suárez. El uruguayo vive un momento de plenitud que se manifiesta en cada jugada; es capaz de proponer soluciones permanentes a sus compañeros, es generoso y parece siempre dispuesto al remate. Con frecuencia, rescata ocasiones que parecen intrascendentes; vive al borde del tropiezo y de la precipitación, pero siempre encuentra un recurso para conseguir ventajas sobre su marcador. En el minuto 12, ya había asestado dos golpes definitivos al Valencia, con dos tiros cruzados, inapelables para el meta Mathew Ryan. En el primero, se sirvió del pase de Neymar y, en el segundo, aprovechó una magnífica dejada de Aleix Vidal.

Los goles de Suárez y el dribling de Neymar, autor de algunas genialidades sobre Barragán, despertaron a Messi, que decidió pronto que quería ser protagonista en el partido. El 10 recuperó la explosividad anterior a su lesión, descifró el partido desde la posición del enganche y burló rivales con facilidad, hasta completar el trigésimo cuarto hat-trick de su carrera. Pronto aprovechó la plenitud del juego colectivo y firmó el tercer gol blaugrana, tras beneficiarse de la sutileza de Neymar y Suárez. El brasileño y el uruguayo dejaron pasar un servicio de Iniesta y el balón quedó franco para Messi, que batió con frialdad a Ryan. Con un juego basado en la precisión y en la solidaridad de todo el equipo en la presión, el Barça desquició al Valencia, que deambuló sin orgullo por el césped del Camp Nou. Al equipo de Neville, ahogado por la rápida recuperación del Barça, le costaba salir de su terreno y solo pudo protegerse del juego blaugrana en el balcón de su área. Incluso le pareció inoportuno interrumpir el fútbol del Barça con faltas.

messi y suarez

El primer tiempo solo se vio empañado por un error del árbitro, que más allá de que interpretara penalti en una caída de Messi frente a Mustafi, condenó al Valencia a jugar con diez toda la segunda parte. La pena máxima la ejecutó Neymar de manera caprichosa y su disparo lo escupió el palo, para desesperación del brasileño, que ha fallado el 50% de los penaltis que ha tirado con el Barça. El hecho de que no marcara fue la única nota negativa para el equipo de Luis Enrique, pero a Neymar no pareció molestarle del todo. Cuando vio que el marcador ya estaba resuelto, decidió jugar para la grada, más preocupado por engañar a su marcador que al portero. Lo agradeció la hinchada, que celebró cada finta, en el día posterior a la declaración del brasileño en la Audiencia Nacional.

En el segundo tiempo el Barcelona no exhibió la velocidad de circulación del primero, pero pudo ensañarse con un rival herido, que ha perdido la capacidad competitiva que se le supone a un club de su categoría. El tercer tanto de Messi representó como ningún otro la desidia valencianista. Parejo, que ayer no pareció ni una sombra de lo que fue, decidió tirarle un caño a Messi en su propia área, y el argentino se lo hizo pagar al instante. Recuperó el balón y fusiló a Ryan, que pudo hacer más para detener el disparo. Minutos antes, Messi había firmado el 4-0, tras culminar otro gran gesto de Suárez. Con Gayá y Santos vencidos ante la zurda del argentino, Messi cruzó el balón e hizo inútil la estirada de Ryan. El portero australiano del Valencia asistió impotente, como todo el equipo ché, al vendaval blaugrana. Demasiado desprotegido por una defensa que perdió a su capataz -Mustafi-, Mathew Ryan ya conoce el riesgo de guardar las porterías del Camp Nou. Recogió siete veces el balón de sus redes y no lo tuvo que hacer más porque Neymar falló varias veces en boca de gol. Y no fue porque no le buscarán Messi y Suárez, entregados a la causa del brasileño en el último tramo. El uruguayo completó su actuación con dos goles en los diez minutos finales, habilitado en el primero por Adriano y en el segundo por Arda Turan, que parece del todo acomodado al juego blaugrana.

El Barcelona cerró el partido en la portería rival y el Valencia pidió perdón por una de las derrotas más humillantes de su historia. En este tipo de encuentros nunca se sabe si el resultado se debe al esplendor del vencedor o a la depresión que sufre el equipo vencido. Quizá una mezcla de ambas cosas permitió que el Barça ya tenga los dos pies en la final de Copa, pendiente ahora de conocer su rival en la cita del próximo 21 de mayo.

No hubo dudas en una noche redonda para los blaugranas, que encontraron en el Valencia un rival idóneo, melancólico y hundido. El equipo de Neville deberá centrar ahora todos sus esfuerzos en la competición doméstica, en la que no gana desde hace 11 partidos. Más allá de los goles de Suárez y Messi, brilló como casi siempre Busquets, autor intelectual de un sinfín de jugadas, el gran intérprete del plan de juego blaugrana. Sigue quedando un mundo para que se decidan los títulos, pero gracias a él y a la complicidad del Valencia, el Barcelona pudo afinar su melodía.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto: David Martín (Getty Images- El País)

 

CHILE ESCRIBE SU HISTORIA

Chile levantó la Copa América en el Estadio Nacional, tras derrotar a Argentina en los penaltis (0-0; 4-1). No hubo brillo en la final sino un partido igualado y lento, jugado por dos equipos que prefirieron asumir los mínimos riesgos. A falta de un fútbol vistoso, decidió la suerte más imprevisible del fútbol, que garantiza una cuota de emoción. La tanda de penaltis elevó a Bravo y Alexis, que sellaron el primer triunfo internacional del fútbol chileno. El Estadio Nacional, el foco del terror de la dictadura hace 41 años, se convirtió en el escenario de la celebración de Chile.

chile gana

Todo parecía preparado en un estadio repleto, enrojecido por el color de las camisetas chilenas. El himno local se convirtió en un elemento de unión, en un ejercicio de nacionalismo que consiguió intimidar a los argentinos. Chile se impuso en la puesta en escena y mostró pronto el temor de la albiceleste. Durante algo más de veinte minutos, la selección de Sampaoli supo agitar el partido y consiguió que el juego se desarrollara en su terreno ideal. El fútbol más intenso benefició a Chile, en un inicio que prometió un partido de ida y vuelta. Capaz de domar los nervios iniciales antes que los argentinos, Chile realizó un estupendo ejercicio defensivo, sobre todo frente a Messi, y no renunció a hacer daño a Romero. Aunque siempre preocupados de guardar sus espaldas, durante algunos minutos los laterales chilenos se dejaron llevar por el ritmo que proponen los pases de Valdivia. Chile se volcó por el lado derecho y creció por ese costado, que defendía Rojo, al que le falta categoría para jugar en casi cualquier selección. En el lado de Mauricio Isla, también se ofreció Vargas, que disparó en cuanto pudo sobre la puerta de Romero. Vidal realizó un gran despliegue y Alexis quiso ser siempre protagonista, y aunque no lo fue en el partido, encontró su lugar en el penalti decisivo. Pero, por encima de todos, en Chile se alzó Gary Medel, un defensor duro, eficaz y comprometido. El central, que toda la vida ha jugado en medio campo, cubrió las espaldas a sus compañeros de zaga y se impuso en el duelo directo con Messi, demasiado ausente en la noche de Santiago.

Argentina fue durante demasiados minutos un equipo que jugaba a merced del rival. Sin éxito en la circulación, los balones se alejaban de Messi y de Pastore, los únicos capaces de cambiarle la cara a un equipo triste y calculador. Agobiado por la presión de los chilenos, el equipo de Martino, preparado para jugar a ras de suelo, sólo buscó la espalda de su rival a base de pelotazos. Y cuando Argentina pudo calmar los miedos del inicio, tampoco acertó en sus ocasiones. Agüero no llegó por poco a un pase definitivo de Messi ni remató a gol una falta lateral, bien despejada por Bravo. Y Lavezzi, que sustituyó a Di María por lesión, tampoco culminó un servicio de Pastore. Sin un plan de juego definido, Argentina despreció el balón durante muchos minutos y no supo llevar la jugada a los pies de Messi. El 10, arrinconado por el plan defensivo de Sampaoli, firmó el partido más discreto de la competición en la final. Sin la inspiración que requería la ocasión, la batalla que libra Messi para ser aceptado por el pueblo argentino parece una causa perdida. La segunda derrota en un año con la selección, le aleja de la felicidad que aportan los éxitos con el Barcelona. Su partido, con demasiados síntomas de pereza, tampoco le ayuda. Le faltó sentido de la oportunidad, carácter y acabó aborrecido por el marcaje chileno.

chile minuto de silencio

Tras la reanudación, bajó el ritmo de partido y los dos equipos se preocuparon de no quedar desprotegidos. Con muchas precauciones en el juego, Chile perdió la frescura del inicio y Argentina siguió en busca de Messi. La albiceleste estuvo condicionada por los erróneos planes de Gerardo Martino. El técnico de la albiceleste salió mal parado en la derrota, no sólo porque no acertó con los cambios, sino porque no consiguió imponer un plan de juego similar al que su equipo ha ensayado a lo largo de la competición. Sin continuidad en el juego de creación, las jugadas de Argentina morían de un modo prematuro. Martino tuvo que reaccionar tras la lesión de Di María y alertado por la pérdida del mediocampo, cambió a Pastore por Banega, que tampoco quedó en buen lugar. El técnico completó su final, cuando sustituyó a Agüero por Higuaín, en lugar de Tévez. El Apache posee el carácter que necesitaba una selección sin alma, fatigada, que incluso vio cojear al lider simbólico de la selección: Javier Mascherano. Higuaín, por otro lado, parece un jugador maldito, incapaz de estar a la altura de su nombre en los momentos importantes.

Cuando el bajón físico acechaba a un equipo solidario como Chile, Sampaoli tocó las teclas adecuadas y sus jugadores crecieron en el partido. En los minutos previos al descuento, después de que Vidal no rematara bien una volea, Chile se acercó al área de Romero. Argentina respondió con solvencia ante los centros y dispuso de una oportunidad para evitar la prórroga. Messi encontró terreno y pudo driblar a dos rivales. Con el frente despejado habilitó a Lavezzi en el costado izquierdo, que centró para Higuaín. El delantero, que ya falló un gol cantado en la final del pasado mundial, llegó demasiado forzado y no consiguió finalizar con acierto la jugada.

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En la prórroga no hubo muchas ocasiones y probablemente fue Chile la selección que intentó llevarse la victoria con más convicción. La albiceleste maltrató el balón en el inicio de las jugadas y no integró a Messi en el juego. El equipo de Sampaoli tuvo claro una consigna, en caso de que Messi consiguiera salir del regate, la jugada debía ser interrumpida con una falta. Así ocurrió durante todo el partido, en el que la selección chilena detuvo con dureza las pocas arrancadas del 10 argentino. En los últimos minutos de la primera parte de la prórroga, Mati Fernández ganó presencia en el encuentro y Alexis dispuso de un mano a mano ante Romero, tras un fallo en el despeje de Mascherano. No acertó el Niño Maravilla, que sí encontró premio en el penalti más importante de la historia del fútbol chileno.

Cuando el partido llegó a los penaltis pareció hacerlo a gusto de las dos selecciones. Y el elemento más incontrolable del fútbol decidió esta vez que la selección chilena merecía el triunfo por encima de Argentina. Después de que Messi y Matí Fernández marcaran, el acierto de Vidal y el fallo de Higuaín fueron decisivos. El delantero argentino ejecutó un penalti muy similar al que le costó la Champions al Nápoles en la última jornada del Calcio, en el partido frente a la Lazio. Su lanzamiento, se acercó más a la grada del Estadio Nacional que a la portería que defiende Bravo. Tras el fallo de Higuaín, llegó el acierto de Aranguíz y un nuevo error argentino, esta vez a cargo de Banega, al que Bravo anuló con su estirada. En el momento oportuno, Alexis pidió el penalti decisivo. El 7 es el gran ídolo del fútbol chileno y toda la competición ha estado por debajo de las expectativas. Sin embargo, llegó a tiempo a su cita con la historia y pudo resolver el torneo con una pillería, que dejó vencido a Romero.

No hubo revancha para Argentina, que ha dispuesto de dos oportunidades inmejorables para superar su maleficio. La selección de Martino fue un equipo melancólico, que ejecutó un fútbol sin encanto ni inspiración. Tras la derrota, la albiceleste prosigue su travesía en busca de los títulos. La mirada de Mascherano a la Copa, cuando recibió la medalla de consolación, reflejó el sentimiento de una selección que sigue cayendo a las puertas del triunfo. También personificó esa sensación Messi, que será eternamente discutido por el público argentino. La falta de un plan de juego colectivo, le perjudicó casi tanto como el marcaje de Gary Medel. De nuevo derrotado en la antesala de los títulos, la sombra de la derrota con la albiceleste parece perseguir a la zurda de Messi.

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Chile, por su parte, completó su sueño de vencer en su propio terreno. Lo hizo en un estadio emblemático, que ha conseguido superar el horror para convertirse en el santuario de una selección alegre, solidaria e impulsiva. El torneo es un bonito premio para la mejor generación del fútbol chileno, liderada además por un gran estratega como Jorge Sampaoli, que derrotó con claridad a Martino. Sampaoli, que asumió la difícil tarea de suceder a Bielsa, supo mediar en los conflictos y construyó un equipo valiente y aguerrido, capaz de corresponder las ilusiones de su afición. Chile eligió la mejor ocasión posible para vencer por primera vez a la albiceleste.

Argentina es un equipo abrumado por el peso de su tradición. Chile, por su parte, lleva tiempo queriendo escribir su propia historia.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: El País, NELSON ALMEIDA (AFP). Foto 2: El País, NELSON ALMEIDA (AFP). Foto 3: El País, NELSON ALMEIDA (AFP). Foto 4: El País, ANDRE PENNER (AP)

LOS PENALTIS HICIERON JUSTICIA CON ARGENTINA

Argentina derrotó a Colombia en Viña de Mar, tras ganar en los penaltis aquello que mereció durante el partido. Tévez transformó el decimocuarto lanzamiento de la tanda, después de los fallos de Zúñiga y de Murillo, y la albiceleste alcanzó las semifinales. Allí les espera el vencedor del duelo entre Brasil y Paraguay.

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La clasificación de Argentina se produjo a última hora, pero pudo haber llegado mucho antes. La selección de Martino irrumpió en el partido con seriedad, resguardó el balón con acierto y buscó las costuras de la defensa colombiana, bien agrupada en torno a un central de gran proyección como Jason Murillo. La albiceleste combinó con paciencia hasta llegar a la frontal y allí encontró, con cierta frecuencia, la finta de Messi, el pase de Pastore y el acelerón de Di María. Messi abandonó pronto la banda y acampó en la posición del enganche, siempre acosado por el marcaje individual de Arias. Suele ocurrir que la presión constante de un rival active a Messi y reduzca sus minutos de ausencias. Ayer en Viña de Mar, el 10 quiso ser protagonista, burló a sus defensores y ya en sus primeras arrancadas despertó el respeto de sus rivales. Los colombianos entendieron pronto que para pararle deberían recurrir a las faltas y sólo la permisividad del colegiado, que tomó malas decisiones para los dos lados, permitió que acabaran el partido con once jugadores. Especialmente sufrida fue la labor de Arias, que se cargó pronto con una tarjeta amarilla, y tuvo que emplearse ante el eslalon de Messi. El 10 volcó sus asistencias en el lado izquierdo, en el que se desplegó Di María, un peligro constante para Zúñiga y Cuadrado en el primer acto.

En la primera mitad, Argentina generó varias oportunidades, pero fue un equipo inocente  en el remate y sin más soluciones que las que propone Messi en el último pase. Y es que, durante todo el partido, los ataques argentinos murieron en la antesala del gol. En la afición argentina preocupa la falta de pólvora de su equipo, que realizó 13 disparos en el partido, sin contabilizar ni un solo tanto.

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Colombia no logró evitar la presión de los argentinos en su propio campo y, durante muchos minutos, fío toda su suerte a su portero. David Ospina, el capitán en la sombra de una selección que ni James ni Falcao han podido liderar, tuvo que firmar una actuación memorable para mantener a su equipo en el partido. En la primera parte, tapó un disparo de Pastore, rechazó un remate de Agüero y evitó un gol cantado de Messi. En el segundo tiempo, antes de que el partido llegara a los penaltis, protagonizó la mejor parada del campeonato. Otamendi cabeceó un córner desde la frontal del área pequeña y el portero colombiano logró estirarse hasta rozar el balón. La parada de Ospina encontró auxilio en el poste y Zúñiga despejó sobre la raya.

Cuando el partido llegó al descanso los colombianos sólo podían presumir del empate. Sin rastro de James (no estuvo brillante pero corrió como nunca), ni Cuadrado había regateado una sola vez a Rojo ni Jackson Martínez había logrado rematar. La superioridad argentina en medio campo obligó a Pekerman a corregir el esquema de su equipo. Cardona salió en lugar de Teo Gutiérrez y Colombia ganó un hombre para protegerse del juego interior de la albiceleste.

En el segundo tiempo, Argentina perdió la frescura del inicio, pero mantuvo su voluntad de herir al rival. El partido se endureció y Colombia ganó presencia en el juego. La albiceleste tuvo menor posesión y el juego de sus atacantes se volvió intrascendente (*). Sólo Messi pareció rebelarse ante las patadas de los colombianos. El 10 asumió el liderazgo que impone su zurda y protagonizó varias arrancadas de mérito, interrumpidas por las duras faltas de Arias, Mejía o Cuadrado. Sin embargo, volvió a faltarle el gol para completar su buen partido, en una tarea que parece complicarse cuando viste la camiseta de la albiceleste.

Antes de que llegaran los penaltis, Romero blocó el primer balón del partido en un remate de Jackson y la albiceleste se estrelló una vez más contra Ospina. Murilló volvió a sacar un balón de su portería y Banega se topó con el larguero.  Poco a poco, en Viña Mar la posibilidad de los penaltis fue cobrando fuerza. Argentina los consideraba una amenaza, Colombia una oportunidad para justificar su planteamiento. No la supo materializar. El equipo de Pekerman dejó demasiadas cosas al azar y les condenó la misma suerte que habían buscado durante todo el encuentro.

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Incluso la tanda fue un fiel reflejo de lo que ocurrió en el partido: la selección del Tata Martino fue siempre superior, pero volvió a alargar la vida de su rival. Después de los aciertos de Messi, Garay, Banega y Lavezzi por Argentina y el error de Muriel por Colombia, Biglia dispuso de la oportunidad de clasificar a su selección. El lanzamiento del mediocampista de la Lazio se fue fuera y Colombia mantuvo sus opciones. Pero, después de los fallos de Zúñiga, Murillo y de Rojo- que también erró el lanzamiento decisivo-, Tevéz selló el pase de los argentinos, con un penalti centrado, la ejecución que el Apache utiliza en los momentos comprometidos.

El partido demostró que Colombia está lejos de la madurez que requiere la fase decisiva de una competición internacional, pese a que su juego mejorara en la segunda mitad. Por desgracia, la selección cafetera no parece el equipo que impresionó en el Mundial de Brasil. Ha perdido su fútbol de cumbia, la alegría de la improvisación. Si quiere optar a los títulos en las próximas ediciones debe fomentar el juego elaborado que propone James Rodríguez, en lugar de ensalzar el trabajo de Arias, las ayudas de Mejía o el corte de Zapata.

Argentina consiguió la clasificación en un partido duro, trabajado y agónico.  La falta de acierto de sus delanteros obligó a que el azar de los penaltis premiara su propuesta. Y no deja de ser un riesgo que debe evitar en semifinales. El fútbol no siempre entiende de justicia.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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(*) Si quiere alcanzar el título en Chile,la albiceleste debe ganar fluidez en la circulación y constancia en los partidos. En la primera mitad, su poca profundidad fue compensada con un sólido ejercicio de recuperación, pero como ya ha ocurrido en todo el torneo, su despliegue se redujo en el segundo acto, afectado por el cansancio de su media.

Foto1: lerepublica.pe. Foto 2: peru.com / AFP

COPA AMÉRICA DE CHILE 2015

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La Copa América es el último torneo de la temporada y tiene siempre un aspecto de fin de fiesta devastador. Poco importa que sea invierno en Chile, pues la competición consigue alegrar las noches de verano de los europeos, que trasnochan para ver jugar a Messi, Alexis, James o Neymar. El delicado momento de la FIFA encuentra un salvavidas en una copa desteñida, a la que los futbolistas de primer nivel llegan pasados de forma.

Aunque la calidad del fútbol practicado en Chile pueda ser cuestionada, no hay duda de que la Copa América garantiza una cuota de emoción. Chile avanza con seguridad, una vez que ha perdonado a Vidal su temeridad, Argentina ofrece un juego discontinúo pero se agarra a la bota de Messi, Brasil presume de haberse recuperado de la sanción de Neymar, Colombia quiere mostrar su potencial ante Argentina y Perú aplaude la explosión de Guerrero, autor de un hat-trick ante Bolivia.

1.

La selección chilena parece sentirse cómoda en su propio terreno y ha sido el equipo que mejor fútbol ha practicado hasta el momento. Fue capaz de solventar un partido duro frente a Uruguay, el campeón de la anterior edición, con un futbol alegre y maduro. No pudo evitar el juego de contacto que propone la celeste, y supo sacar ventaja en una acción decisiva del partido: la expulsión de Cavani, que vino precedida de un feo gesto de Jara. Más allá de ese borrón, Chile debió llevarse el partido porque fue el único equipo que buscó la victoria. Uruguay se entregó a su pareja de centrales, formada por Godín y por Jímenez, y permitió el asedio de los chilenos. La paciencia de la roja se vio recompensada con el gol de Mauricio Isla, que llegó tras una bonita asistencia de Jorge Valdivia.

El juego coral y solidario que propone Sampaoli ensalza el fútbol de talento de Valdivia, el quiebro de Alexis y la llegada de Vidal. En semifinales les espera un conjunto trabajado como Perú, que batió con claridad a Bolivia, en el segundo duelo de cuartos de final. Guerrero, un delantero potente que ha hecho carrera en Alemania, será la principal amenaza de la anfitriona.

2.

Argentina sigue siendo la gran candidata al título, pero no ha convencido en ninguno de sus tres partidos. Suele dar mejores sensaciones en las primeras partes, y pierde con facilidad el control del juego. En los últimos minutos, su fútbol se vuelve plano y lento, afectado por el cansancio de sus mediocampistas.  En los tres partidos, jugados ante Paraguay, Uruguay y Jamaica, ha acabado defendiendo su propia portería, después de haber tenido ocasiones para aumentar su ventaja.

La albiceleste sólo ha conseguido cambiar el ritmo de los partidos, con el balón en pies de Messi, que parece concentrar sus esfuerzos en la labor de creación. De momento, el 10 no ha encontrado la inspiración que ha mostrado en Barcelona. Y sigue en busca del primer título con Argentina, el único país que todavía le discute. La picardía de Agüero en las áreas y el juego entre líneas de Pastore son los grandes apoyos de Messi en una selección a la que se le exige el triunfo a toda costa. Martino mostró su preocupación por la dureza de los colombianos y por el terreno que cede la albiceleste en las segundas partes.

El partido de esta noche entre Colombia y Argentina es el más esperado de los cuartos de final. El equipo de Pekerman ha transmitido dudas en la fase de grupos y desea recuperar las sensaciones del pasado mundial. En Colombia, James Rodríguez reclama su liderazgo y pretende firmar su primer gran partido del torneo. Falcao quiere reencontrar la senda del gol, Teófilo garantiza un gran despliegue y Cuadrado espera aprovechar su duelo frente a Marcos Rojo.

3.

En el otro partido de los cuartos, Brasil se medirá a Paraguay, en una eliminatoria interesante, que se ha igualado con la ausencia de Neymar.

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Tras el gran partido inaugural del capitán brasileño, que le situaba como una de las grandes estrellas del campeonato, Neymar fue expulsado ante Colombia. La selección de Dunga despreció la tradición de la canarinha y mostró un juego antiguo y vulgar, sin muestras de una idea que llevó a Brasil a lo más alto. La selección cafetera supo parar a Neymar y en poco tiempo lo sacó del partido. Colombia ganó con gol de Teófilo y Brasil perdió a su mejor jugador. El enfrentamiento de Neymar con el árbitro en el túnel de vestuarios se saldó con una sanción de cuatro partidos, que impide su participación en el resto de la competición.

El seleccionador brasileño entendió que debía variar su esquema si quería sobrevivir en la competición. En el siguiente partido, ante Venezuela, Dunga optó por mezclar a William, Coutinho y Robinho en tres cuartos de campo. Brasil venció, ofreció mejores sensaciones y ganó confianza para afrontar su duelo ante Paraguay. La selección de Ramón Díaz tiene las virtudes y los defectos del clásico equipo sudamericano.  Es un grupo duro e  impulsivo,  que compite cada jugada sin reservas. No da un metro por perdido, sabe reengancharse a los partidos y tiene soluciones con delanteros aguerridos como Santa Cruz y Haedo Valdez.

Al juego de Paraguay le falta improvisación y le sobra dureza. Quizá en esta descripción se puedan proyectar muchas selecciones y la propia Copa América. A pesar de todo, el torneo promete ser un buen entretenimiento veraniego.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: peru.com; foto 2: lexpress.fr

LA NOCHE DEL 10

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Pep Guardiola había advertido en la previa que el talento de Messi invalida cualquier planteamiento táctico. Y el partido en el Camp Nou acabó por darle la razón al técnico de Santpedor, especialmente porque los goles de Messi llegaron cuando el plan de la eliminatoria parecía sonreírle más a Guardiola que a Luis Enrique.

El partido poseía un indudable factor emocional, en el regreso de Guardiola al Camp Nou. No le recibió con honores la hinchada (llegó a ser pitado por algún sector de la afición blaugrana) y le derrotó Messi, empeñado en sellar su venganza frente al Bayern Múnich. El argentino tenía en la memoria la eliminatoria de 2012, en la que los alemanes ejecutaron sin compasión a un Barça mermado. Messi llegó al partido de ida, en Múnich, con problemas en el bíceps femoral y ni siquiera saltó al campo en la vuelta. El marcador del global de la eliminatoria reflejó un humillante 7-0. Dos años después, Messi decantó el partido del lado blaugrana, con una actuación inolvidable, reservada a los genios de este deporte.

El primer tanto de Messi llegó en un momento en el que los de Guardiola estaban cómodos en el Camp Nou. El Bayern de Múnich no había logrado inquietar a Ter Stegen pero, en el minuto 76, tenía el partido en su terreno. Había conseguido sostener el ataque del Barcelona gracias a las paradas de Neuer y le había robado el esférico al equipo de Luis Enrique. El Barcelona generó mucho peligro en el primer tiempo, pero le faltó eficacia ante Neuer, un portero largo y seguro, capaz de detener a Suárez y Alves en dos acciones decisivas.

El Bayern inició el partido con defensa de tres y Guardiola supo corregir sobre la marcha, permitiendo que su equipo se asentara en el juego. Tras el descanso, el equipo alemán consiguió alejar al Barcelona de su portería, gracias a un sólido ejercicio en la circulación. A su juego le faltaba verticalidad y pólvora, sobre todo por la ausencia de sus futbolistas más desequilibrantes: Robben y Ribery. Y, consciente de los peligros del Barça, el Bayern utilizó la posesión como una eficaz fórmula de protección. El Barcelona no conseguía profundizar y durante unos minutos, le sucedió lo peor que le puede ocurrir. Incómodo frente al juego de posesión del Bayern, el Barça perdió la estela de Messi.

1430986891_361299_1430987121_album_normal El argentino había participado mucho en el primer acto, principalmente como especialista del último pase. Alternando la posición de 10 con la de falso extremo, Messi siempre mejoró la jugada. Desbordó rivales con facilidad, midió la seguridad de Neuer en un disparo de falta, sirvió un balón de gol a Suárez y mostró su sintonía con Neymar y Jordi Alba. En los minutos que precedieron al primer gol, el 10 del Barcelona perdió presencia en el juego, condicionado por el despliegue de su rival. Cuando Guardiola parecía ser el vencedor de la batalla táctica -a pesar de que Ter Stegen siguiera inédito-, en el Camp Nou se aferraban a una ráfaga de Messi. El argentino avisó primero con un servicio a Neymar y después con un disparo sobre la portería alemana, bien guardada por Neuer.

En los minutos más tensos para los blaugranas, el equipo de Luis Enrique se ahogó por el costado izquierdo, en el que Neymar no lograba sobrepasar a Rafinha. Jordi Alba se dio cuenta tras un saque de banda y cambió el juego hacia el otro costado, en el que estaba Messi cabizbajo. El 10 se activó cuando el balón llegó a sus botas e inquietó a la defensa muniquesa con un pase preciso a Neymar, que no alcanzó el balón por poco y pidió penalti de Rafinha. La jugada no progresó en exceso, pero le dio al Barça las claves de la victoria: las que dicta la zurda de Messi. Medio minuto después, el Bayern apuró en la salida de balón y Alves recuperó ante Bernat. Messi observaba atento la jugada desde el pico del área y levantó el brazo para pedir el balón, en un gesto similar al que hace un alumno al pedir la palabra. Se lo dio Alves en ventaja y el 10 necesitó de tres toques para poner por delante a su equipo. En el primero, controló el balón. En el segundo, lo acomodó a su zurda. Y en el tercero, soltó un disparo seco a la base del palo, inalcanzable incluso para Neuer. Lo celebró como una liberación, consciente de que era un gol fundamental para el desarrollo de la eliminatoria.

Pero al 10 le faltaba firmar su gran obra de la noche. Tres minutos después del primer tanto, el Barcelona se serenó con el balón y Rakitic lanzó la carrera de Messi. El argentino se topó con Boateng en la entrada del área y le fijó con una bonita finta. Messi amagó con salir para su zurda y sorprendió por el lado contrario. Con su regate, tumbó a Boateng, y con una plástica vaselina, elevó el balón por encima de Neuer, su antídoto en la final del Mundial. La belleza del gol sirvió para poner en pie a un Camp Nou repleto, que coreó con entusiasmo el nombre de Messi. El argentino cumplía 100 partidos en Champions League y consiguió marcar por primera vez en unas semifinales europeas en el Camp Nou. La estética de sus goles adquirió mayor relevancia al tratarse de una de las citas más importantes de la temporada, el escenario donde se miden los grandes jugadores.

1430986891_361299_1430989523_album_normal Antes del final del partido, el Barça dispuso de otra oportunidad en botas de Suárez. Su disparo se perdió por encima del larguero de Neuer y el uruguayo se lamentó de su mala suerte. Su error le obligó a pelear con rabia el siguiente balón. Ya en el descuento, Suárez ganó un rechace e inició el contragolpe. El balón le llegó a Messi y el 10 regaló un pase definitivo a Neymar, solo ante Neuer. El brasileño no falló esta vez: amagó con frialdad y batió por bajo al portero del Bayern, en un gol que deja al Barcelona muy cerca de la final de Berlín.

El Camp Nou celebró la actuación de Messi con devoción. Sus goles llegaron en un momento en el que el Barcelona no había podido imponer su fútbol colectivo. El equipo azulgrana era el único que tenía presencia en el área, pero el marcador y el juego favorecían ligeramente al Bayern, especialmente con vistas a la vuelta en el Allianz Arena. Todo cambió en el último cuarto de hora, en el que la advertencia de Guardiola en sala de prensa cobró sentido en el césped: «Un talento de esta magnitud no se puede defender». Juan Bernat, el lateral encargado de marcar a Messi, habló con cierta resignación al final del encuentro: “Tenemos que jugar el partido perfecto y esperar a que no la coja Leo. Hoy lo habíamos hecho todo bien pero mira, ni así (…) No hay que darle más vueltas al partido. Messi es demasiado bueno”.

Guardiola regresó al Camp Nou el 6 de mayo de 2015, tres años después de dejar el Barcelona. El partido era especial para el club catalán y el técnico de Santpedor. Pero no fue la noche de Guardiola ni del Bayern. Fue la noche del 10.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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[1] Messi tiene facilidad para marcar goles de bella factura. En más de una ocasión parece haber marcado una versión del mismo gol. El primer tanto de ayer recordó al de la final de Wembley, frente al Manchester United, incluso en la celebración. El segundo  fue similar al que le marcó al Leverkusen en 2012, la noche que firmó cinco goles en el Camp Nou.

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Foto 1 y Foto 3: El País. Gustau Nacarino (Reuters) . Foto 2: El País. Paul Hanna (Reuters)

EL BARÇA MÁS SERIO ANULA AL PSG

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El Barcelona consiguió el pase a semifinales tras derrotar al Paris Saint Germain en el Camp Nou (2-0). El resultado de la ida le otorgaba cierta tranquilidad, pero Luis Enrique se encargó de mentalizar a sus jugadores, a los que exigió que afrontaran el partido con la misma seriedad que en el primer partido de la eliminatoria. En París, el Barcelona realizó un partido muy completo, con buenos tramos de juego e inteligencia para superar a un rival mermado. En el impoluto césped del Parque de los Príncipes, el Barcelona ofreció un fútbol coral, dirigido por Messi y culminado, con brillantez, por Luis Suárez. Y en la vuelta en el Camp Nou, el Barcelona escuchó las advertencias de su técnico y afrontó el partido con el mismo rigor competitivo. Consciente de los peligros del PSG, el Barcelona imprimió un sello reconocible a su juego: supo dormir a su rival con la posesión, aceleró en el momento preciso y realizó un gran ejercicio en la presión. Y recuperado su manual más tradicional, el Barcelona se ordenó a través del balón, que resguardó como nadie Iniesta. El manchego firmó una gran primera parte y fabricó el gol que premió el inicio del Barcelona. Fue en una jugada llena de plasticidad y de sutileza, en la que Iniesta condujo desde su propio campo, se deshizo de tres rivales y le sirvió un balón medido a Neymar. El brasileño, especialmente eficaz frente al PSG, le ganó la carrera a David Luiz y dribló al meta Sirigu para introducir el balón en la red. El gol del Barcelona sofocó cualquier posibilidad de remontada y el PSG dejó de creer en sus posibilidades demasiado pronto. Y se fue del Camp Nou prácticamente inédito; sin rastro de pólvora en sus delanteros y con escasas muestras de talento de Pastore o Ibrahimovic, que firmaron un partido discreto en el momento en el que más se les necesitaba. Solo Verratti se rebeló ante el dominio del Barça y dejó algún detalle que levantó el asombro del Camp Nou. Pese a ello, el fino mediocampista italiano acabó harto de perseguir sombras y mostró su impotencia en una patada a Neymar en el segundo tiempo. El brasileño volvió a ejercer de finalizador en el segundo gol, tras un centro de su compatriota Dani Alves. Neymar batió a Sirigu de cabeza y firmó su quinto gol de la temporada frente al equipo parisino. El segundo gol le dio al Barcelona argumentos para relajarse, pero el equipo de Luis Enrique mostró la misma seriedad que al inicio y se esforzó en dejar su portería a cero.

La segunda parte no tuvo mucha historia. El PSG adelantó líneas en busca de un gol que le diese vida a la eliminatoria. Y aunque mantuvo sus buenas intenciones con el balón, se topó siempre con el buen ejercicio defensivo de los blaugranas. El Barça se desgañitó en la presión y su zaga permaneció firme ante las amenazas parisinas: Ibrahimovic solo disparó una vez a puerta, Cavani se desfondó en la presión pero no inquietó a Ter Stegen, Pastore perdió la mayoría de los balones que tocó y Matuidi no se acercó al balcón del área. Solo la salida de Lucas Moura aportó velocidad a una delantera estática y sin la ambición que requiere la fase decisiva de la competición.

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El Paris Saint Germain ha perdido ante el Barcelona parte de la credibilidad que ganó en el duelo de octavos frente al Chelsea de Mourinho. Afectado en esta ocasión por las bajas, el equipo parisino sigue sin romper la barrera de cuartos de final. Más allá de eso, la imagen que ha ofrecido en la eliminatoria no está a la altura de las expectativas que ha generado la inversión de Nasser Al-Khelaïfi. La combatividad que permitió derrotar al Chelsea en Stamford Bridge con un jugador menos, ha dado paso a una declaración de impotencia frente al Barcelona. Tres años después de ser eliminado en el Camp Nou, el PSG vuelve a caer en los cuartos de final, sin demasiados síntomas de mejora. La reedición del duelo frente al Barcelona, lejos de consagrar al equipo parisino, ha sido un baño de realidad para los de Laurent Blanc. Pero lo más alarmante de todo es que el PSG ha asumido la superioridad del Barcelona con aparente resignación.

La noche fue tan placida[1] en el Camp Nou, que el Barça ni siquiera necesitó de la inspiración de Messi. El argentino no mostró el brillo de los últimos partidos y fue una pieza más del puzle del Barcelona, no el futbolista que da sentido al juego blaugrana. Sin la frescura del 10, esta vez fue Neymar el que, con sus goles, reclamó el papel de protagonista. A buen nivel rallaron el resto de sus compañeros: Suárez se esforzó en el desmarque, Messi colaboró en la circulación, Rakitic fue solidario en la recuperación, Xavi e Iniesta alternaron la distribución del juego [1] y Busquets volvió a esconder el balón con maestría. Mascherano mostró su lectura de juego, Piqué volvió a estar sobrio al corte y los laterales- Jordi Alba y Dani Alves- mezclaron con acierto el despliegue en ataque con la atención defensiva.

El Barcelona se mostró como un equipo sólido y aseado, que atendió a la circulación y se esforzó en robar en el campo del rival. El buen nivel colectivo, la recuperación de Iniesta, la seguridad de Busquets y los goles de Neymar fueron las mejores noticias de un equipo que ha llegado a la fase decisiva de la temporada con opciones en todos los títulos. Tras derrotar en el global de la eliminatoria al PSG por 5-1, el Barça disputará las semifinales de la Champions League, algo que ha ocurrido en siete de las últimas ocho ediciones. La eliminatoria ha mostrado la seguridad del Barcelona, que mantiene intacta su reputación en las grandes ocasiones.

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 Jorge Rodríguez Gascón.

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[1] En el segundo tiempo, Luis Enrique pudo dar descanso a Busquets, Iniesta y Suárez. Iniesta fue sustituido por Xavi Hernández y el de Tarrasa recogió el testigo del manchego en la circulación.

[2] En el otro partido de la jornada el Bayern de Múnich remontó la eliminatoria frente al Oporto (6-1). El Bayern zarandeó a su rival en la primera parte y en media hora ya había conseguido el 3-0, que le daba el pase a semifinales. La grada del Allianz Arena se encendió desde el inicio y acabó entregada a sus jugadores. Marcaron Lewandowski en dos ocasiones, Thiago, Boateng, Müller y Xabi Alonso. Jackson Martínez consiguió el único gol del Oporto, un equipo prometedor que aspira a estar entre los grandes del fútbol europeo. Pep Guardiola le ganó el duelo en los banquillos a Julen Lopetegui, en un enfrentamiento entre los dos mejores técnicos españoles que entrenan en el extranjero. La victoria le da tranquilidad a Guardiola, que ha pasado una semana difícil en Múnich, y devuelve al Bayern su cartel de favorito.

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Foto 1: peru.com. Foto 2: caughtoffside.com

EL BAILE DE LA LIGA

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Ancelotti dijo hace más de un mes que creía que esta liga se iba a decidir en la última jornada. La primera vez que pronunció este discurso, el Madrid aún no había cedido el liderato al Barcelona de Luis Enrique. Ahora, su predicción parece tomar fuerza, tras una jornada redonda para los intereses del equipo blanco, en la que han recortado la distancia con el actual líder. El Barça dejó escapar su ventaja y perdió dos puntos vitales en el Sánchez Pizjuán.

El Madrid encarriló la jornada, en una victoria plácida frente al Eibar. Le bastó algún cañonazo de Cristiano Ronaldo, la conducción de Modric y las ansías de Jesé y Chicharito para ganar el partido. Enfrente estaba el Eibar, un rival idóneo para elevar la confianza de los blancos. El modesto equipo vasco sufrió con el arranque del Madrid y mostró más voluntad que ideas en el Bernabéu. El Madrid se dedicó en la segunda parte a pensar en la eliminatoria frente al Atlético del próximo martes, a la que llega en mejor estado que los colchoneros.

La tarde del sábado siguió sonriendo a los de Ancelotti, que vieron como sus rivales en la Champions y en la Liga empataban fuera de su estadio. El Atlético de Madrid empató en la Rosaleda frente al Málaga de Javi Gracia y mantiene el pulso con el Sevilla y el Valencia por la tercera plaza. El equipo de Simeone no tiene la misma frescura de la temporada pasada y sufrió frente a un equipo alegre, que posee una generación de futbolistas de gran proyección. Un reflejo del buen trabajo de la cantera del Málaga es Juanmi, que marcó un bonito gol ante Oblak. El Atlético supo sufrir en los malos momentos y acabó inquietando a Kameni. Griezmann, el mejor jugador de la temporada en el Atleti, firmó un doblete y consiguió la igualada en la segunda parte.

Pero la mejor noticia para el Real Madrid llegó desde Sevilla, en el partido más interesante de la jornada. El Barcelona respondió a las dudas que planean sobre su juego con un inicio brillante, en el que gobernó el partido con un fútbol de buen gusto. Y en los primeros 35 minutos, el Barça tuvo el partido donde lo quiso, con el balón bien resguardado en los pies de sus centrocampistas y con la amenaza constante de sus delanteros. Messi volvió a mostrar su facilidad para colar el balón por una gatera y Neymar ejecutó con mucha destreza una falta en el pico del área. Con el 2-0, el Sevilla parecía noqueado, pero la fragilidad del Barcelona y el empuje del Sánchez Pizjuán despertaron al conjunto de Unai Emery. Antes del descanso, Banega disparó desde la frontal, Bravo falló en el despeje y el balón acabó en su portería. El Barcelona perdió el timón del encuentro en la segunda parte y se olvidó de jugar con porterías. Suárez falló en la sentencia y un error de Piqué permitió el empate sevillista. Reyes dribló y cedió en carrera para Aleix Vidal. El extremo llegó a línea de fondo y encontró a Gameiro, que fusiló a Bravo. El partido terminó en empate y Neymar se enfadó al ser sustituido en la segunda parte, cuando su equipo todavía tenía ventaja en el marcador. El Barcelona se fue con la sensación de que había perdido una gran oportunidad, sobre todo porque en el Pizjuán estuvo más cerca de sus orígenes, aunque la fortuna no estuviese de su lado. En un partido en el que cuidó el balón con mimo, acabó condenado por la misma suerte que en otras ocasiones le ha dado alas: la contundencia en las áreas.

El empate en el Pizjuán avivó el tramo final de liga, en el que se juegan dos luchas paralelas: la del campeonato –que ocupa al Barcelona y al Madrid- y la del tercer puesto -en la que se miden Atlético, Sevilla y Valencia (que jugará esta noche frente al Levante). Los duelos entre los integrantes de los cinco primeros puestos de la clasificación serán fundamentales para proclamar al campeón. Quedan 24 puntos y la competición ha demostrado que cualquier jornada puede ser decisiva. El tiempo parece darle la razón a Ancelotti. Para saber quien vence en el baile de la liga, habrá que esperar a la última canción.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: tribunnews.com.