LA LIGA INESPERADA

Jornada 24.

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La pasada jornada el Barcelona afianzaba su progresión con una victoria redonda ante el Levante, el Real Madrid ganó pero no convenció ante el Deportivo y el Atlético se estrelló en su visita a Balaídos. Pero la liga es una competición vibrante, que depara sorpresas cada fin de semana. El guión de la jornada volvió a cambiar la situación en los primeros puestos: el Madrid restauró sus cuatro puntos de distancia con el Barcelona y el Atlético resolvió en el Calderón, en una noche en la que volvieron a brillar sus puntas.

Esta vez el Barcelona cayó contra pronóstico en su propio estadio, víctima de un equipo joven y atrevido como el Málaga, capaz de anular al plantel de Luis Enrique en el repliegue y de desquiciarlo con el balón en su poder. Juanmi aprovechó un error de bulto de Dani Alves para firmar el gol de la victoria en el minuto siete de partido. Y al Barcelona le faltaron recursos para abrir el cerrojo del Málaga, que le ha ganado el duelo al equipo culé en los dos choques de la temporada (consiguió empatar a cero en la Rosaleda y se llevó los tres puntos del Camp Nou). Sin el brillo de sus delanteros (ni Messi ni Suárez ni Neymar estuvieron a su nivel), el Barcelona se convirtió en un equipo previsible, que dejó ciertos síntomas de impotencia.[1] No aprovechó los costados, el único resquicio que dejaba la defensa rival, y ni siquiera llegó a asustar en los últimos minutos. Messi y Neymar acabaron en las redes del sistema defensivo malaguista, y se les vio sin la chispa de las últimas jornadas. Nadie destacó en un Barcelona que se pareció más al equipo impotente de Anoeta que al que llegó a encadenar once victorias consecutivas antes del choque de este fin de semana. La euforia que rondaba en el Camp Nou pudo jugarle una mala pasada al equipo culé, que volvía a tener a tiro el liderato. Tras la derrota, ve como el Real Madrid amplía su distancia y espera resarcirse en el decisivo duelo ante el City, que medirá sus aspiraciones europeas. Pero sería un error no apreciar los méritos del Málaga en su victoria en el Camp Nou. Fue un equipo solidario, que ejecutó las ayudas defensivas con acierto, supo asociarse cuando tuvo el balón y ganó siempre los rechaces. El técnico Javi García volvió a superar a Luis Enrique y supo explotar a su plantilla: dispone de jóvenes futbolistas con descaro (Juanmi, Castillejo, Samuel, Horta o Juanpi) que brillaron en un escenario exigente. El Barcelona ni siquiera agobió al rival en los minutos finales y el Málaga cuidó aquellos detalles que permiten ganar partidos.

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El Atlético de Madrid venció con solvencia al Almería (3-0) y recuperó sensaciones tras la derrota en Balaídos. Simeone planteó el partido para aprovechar la sintonía de sus delanteros, Griezmann y Mandzukic, que viven el mejor momento de la temporada y firmaron los goles atléticos. Y aunque el árbitro jugó un papel importante en el partido al señalar un penalti riguroso sobre Godín, el Atlético fue superior al conjunto que dirige Juan Ignacio Martínez. El penalti lo transformó Mandzukic, un delantero inteligente, que aporta muchas soluciones a su equipo: puede fijar a los centrales, rematar en boca de gol y asistir a sus compañeros. Y el croata se entiende a la perfección con Griezmann, probablemente el futbolista más en forma de la competición. El delantero francés marcó los otros dos goles de su equipo, en dos bonitas acciones ejecutadas con su zurda. En la primera de ellas, recibió un gran servicio de Mandzukic al espacio, aprovechó su velocidad y definió con sutileza. En el tercer tanto del Atlético, Griezmann resolvió un barullo en el área con un disparo cruzado. El Almería se topó con Moyá siempre que lo intentó y firmó demasiado pronto la derrota, tras un mal inicio de partido. Después de la victoria, Simeone prestó más atención a su lucha con el Valencia y el Sevilla por la tercera plaza que a la pugna por el liderato, en un juego al despiste que ya no convence a nadie. Y las noticias que recibió su equipo fueron buenas en ambos sentidos: consiguió acercarse al Barcelona en el segundo puesto y se afianzó en la tercera posición. El Valencia venció en Córdoba (2-1), con goles de André Gómes y Pablo Piatti, y el Sevilla perdió ante la Real Sociedad (4-3) en el partido más bonito de la jornada, que se jugó en la mañana del domingo. En San Sebastián se vio un duelo lleno de alternativas, que resolvió Xabi Prieto con un cabezazo en los minutos finales. La victoria de la Real Sociedad permite a Simeone mirar a la cabeza de la tabla, aunque sigue quedando demasiado para que el técnico reconozca que su equipo es un serio candidato a la liga. Para el resto, lo ha sido siempre.

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El Real Madrid cerró la jornada del domingo con una victoria sólida en Elche (2-0). El equipo de Ancelotti sigue recuperando la confianza tras la derrota en el Calderón y aprovechó el pinchazo del Barcelona para consolidar su liderato. El Elche despreció el balón y el Madrid cuajó un buen partido, en el que la media pudo circular el balón a su gusto y sus delanteros volvieron a estar inspirados. Cristiano se implicó más en el juego, generó media docena de ocasiones y acabó marcando el segundo gol del equipo en un poderoso remate de cabeza. Ya lleva 29 goles en Liga y ha igualado a Santillana al marcar 290 tantos con la camiseta del Madrid. Benzema se asoció con el portugués, volvió a firmar un gran partido y llegó a marcar dos goles, aunque su chilena fue anulada por fuera de juego. Ya en la segunda parte, Cristiano aceleró desde la banda y Benzema aprovechó un rechace para adelantar al Madrid. El gol del francés premió a un equipo insistente, que remató más que en los partidos del último mes. El Elche fue un rival estéril, que se dio por vencido cuando el equipo de Ancelotti abrió el marcador. El Madrid ha encontrado a dos rivales cómodos como el Schalke y el Elche para elevar su estado anímico, justo en el momento más delicado de la temporada. En el Martínez Valero creó muchas situaciones de peligro y el Elche no exigió a Casillas. El regreso de Pepe ha dotado al equipo de mayor seguridad y su mezcla con Varane cada día es más fiable. Carvajal y Marcelo profundizaron por los costados y Lucas Silva parece integrado en la media, que dominan Kroos e Isco. El alemán parece haberse repuesto de su bajón físico y sigue siendo un futbolista académico, que parece rayar la perfección en cada pase. Pero en el Madrid, la improvisación está a cargo de otro futbolista: Isco Alarcón. El malagueño tiene un don que se manifiesta en cada control, en cada regate. El balón parece disfrutar en sus botas e Isco hace disfrutar al resto. No es casualidad que una vez más el de Arroyo de la Miel fuese ovacionado en campo contrario, al abandonar el Estadio Martínez Valero. Los campos de Primera suelen apreciar que están ante algo especial y, sin duda, Isco es un futbolista diferente. Casillas sentenció al final del encuentro: “Isco es el próximo jugador más importante que pueda tener este país”.

Dicen que la política se construye con verdades que duran solo un día. En el fútbol las verdades pueden durar más de una semana, pero estas se ponen en cuestión cada partido. Nada nuevo, la liga es una competición larga, que premia al que tenga más regularidad en un carrusel de altibajos. Y cada jornada sigue siendo un laberinto de emociones: la suerte de los equipos puede cambiar en el momento más inesperado.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: hoyenfutbol.com. Foto 2: Daily Mail. Foto 3: periodistadigital.com. 

[1] El árbitro le perdonó la expulsión a Neymar en un rabieta y no castigó las patadas en la espalda de Jordi Alba a Juanpi, cuando el Barcelona ya daba por perdido el partido.

LA SONRISA DEL BARCELONA

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El fútbol es un estado de ánimo y el Barcelona es feliz desde que encontró la senda de la victoria. El partido del miércoles frente al Villarreal es una muestra de ello. El equipo no puso en práctica un juego brillante, pero volvió a ganar con solvencia, e incluso pudo dejar sentenciada la eliminatoria.

El Barça se enfrentaba a un gran rival, que ya en liga puso le puso en dificultades en su propio estadio. En aquella ocasión, Messi completó la remontada con un disparo ajustado a la escuadra. Marcelino García Toral también tuvo en mente el encuentro de liga a la hora de plantear la eliminatoria. El técnico asturiano quería evitar a toda costa el juego en carrera del Barcelona y el Villarreal se replegó en campo propio. Quiso aprovechar la velocidad de sus atacantes para sorprender al Barcelona en la misma suerte que tanto le preocupaba de los blaugranas: el contragolpe. Y aunque el conjunto amarillo dispuso de alguna ocasión, el deseo de protegerse le privó de más oportunidades para inquietar a Ter Stegen. En fases del partido, en las que se el Villarreal se apoderó del balón, dio la sensación de que el Barcelona era vulnerable. Vietto, un delantero espléndido, volvió a jugar un buen partido en el Camp Nou: siempre mejoró la jugada y cazó un disparo peligroso que midió la elasticidad de Ter Stegen. Cheryshev, un velocista que avanza por el carril zurdo, asistió a Vietto y el portero alemán resolvió con una gran estirada. Tras el descanso, Ter Stegen cometió un error que condicionó su actuación: no supo despejar un disparo centrado y potente de Manu Trigueros, que acabó en gol.

El problema del Villarreal fue que no empleó el mismo interés en desarmar al Barça que el que prestó a las internadas de Messi. El 10 azulgrana estuvo vigilado siempre por Jaume Costa en el costado, que recibía las ayudas de Cheryshev, Pina y de Bruno Soriano. Messi se descolgó al interior, como es costumbre cuando el equipo blaugrana tiene que progresar en ataque estático. Desde esa posición es capaz de cambiar el ritmo del partido. Buscó a Jordi Alba en el costado, enlazó con Neymar y se asoció con Luis Suárez. La Pulga llegó al área y no atinó en sus dos primeros disparos, que nacieron en dos de las mejores jugadas colectivas del Barcelona.

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Messi no estuvo tan fino como lo ha estado en el último mes. En momentos puntuales se desentendió de la jugada y no colaboró en la presión, reservando sus fuerzas para las acciones más decisivas del encuentro. En ellas siempre aparece el argentino, como arquitecto o como brazo ejecutor. Messi, hasta en sus noches perezosas, conserva intacta su capacidad de decidir partidos. No se olvida de usar sus mejores quiebros y encuentra el camino del gol, en el desarrollo y en la ejecución de las acciones. El primer tanto del Barcelona llegó en una acción de Luis Suárez, que le robó un balón a Musacchio en un ejercicio de pundonor. Corrió hasta el pico del área y desde ahí le sirvió al 10 el balón del gol. Messi ajustó su disparo al palo largo con precisión, en un lugar inalcanzable para Asenjo. Suárez, protagonista en las jugadas de los goles, parece cada día más integrado en el equipo: tiene a su favor el cariño de la afición y rescata jugadas que parecen intrascendentes, peleando hasta la extenuación. Aunque sigue sin estar enfocar a la portería y a veces desentona en combinaciones rápidas, Suárez aporta tantas soluciones y pone tanto corazón en el juego que es imposible que el público no premie su esfuerzo.

El Barcelona quiso controlar el partido desde una posesión fiable, segura y solo aceleró en los metros finales, al amparo del juego luminoso de sus delanteros. Le costó improvisar ante una defensa bien plantada pero no se impacientó. Con un Villarreal bien protegido, en un partido menos abierto y un juego más pausado en la circulación, emergió Iniesta. El manchego había perdido protagonismo en los últimos tiempos, era un daño colateral del plan de Luis Enrique, al que le costaba desequilibrar entre tantas idas y venidas de su equipo. El Barcelona ya no atiende tanto a la pausa y aceleración que marcan sus centrocampistas, sino que busca servir el balón a sus delanteros en buenas condiciones, para que ellos decidan la suerte de los partidos. Pero en encuentros como el del miércoles, en los que los espacios son reducidos, Iniesta posee la capacidad de filtrar el mejor pase, de desbordar con sutileza e incluso de mirar a portería. Las tres cosas se dieron en el segundo gol del Barcelona, el tercero de Iniesta en toda la temporada. Se asoció con Suárez, desbordó a la defensa y se favoreció de la lucha entre Mario Gaspar y Luis Suárez, para firmar el gol que volvía a poner al Barcelona por delante, tras el empate de Manu Trigueros al poco de comenzar la segunda parte. El Barcelona se está acostumbrando a reaccionar rápido tras encajar un gol, y no deja de ser una costumbre temeraria que, de momento, le favorece. Minutos más tarde llegaría el 3-1, en un córner botado por Messi, que remató Piqué a la red. El central catalán está en un buen momento de forma y ha recuperado la confianza del barcelonismo. Tras el gol de Piqué, el Barcelona no supo cerrar la eliminatoria y dispuso de un penalti que desperdició Neymar. El brasileño no brilló ante el Villarreal de Marcelino: sufrió ante el marcaje de Mario Gaspar y se enredó en regates intrascendentes. Después de que Musacchio cometiera un penalti por manos, tuvo una pequeña conversación con Messi. Sólo ellos saben si fue Neymar el que pidió tirar el lanzamiento, ofuscado en un partido difícil para él, o fue Messi el que delegó sus funciones en el brasileño, con el recuerdo del fallo ante Oblak en la misma portería. Lo que sí sabemos es que Neymar disparó y Asenjo atajó su disparo en un gesto felino, que le da vida a su equipo en la eliminatoria.

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El Barcelona cerró el partido dando por bueno el resultado y el Villarreal encontró consuelo en que mantiene alguna opción en la eliminatoria, después de un partido en el que los elementos estuvieron en su contra. La derrota deja en el camino a un futbolista fundamental para el Villarreal: Bruno Soriano, el capitán del equipo y el responsable de la elaboración del conjunto amarillo. El mediocentro se partió el peroné en el Camp Nou, al intentar detener un eslalon de Iniesta. El Villarreal también sufrió la baja de Mario Gaspar, en la acción que le emparejó con Suárez, antes del segundo gol del Barcelona. Las lesiones favorecieron un discurso un tanto pesimista de Marcelino, que afirmó que la película del partido había seguido un guión escrito por su peor enemigo. En el Madrigal tendrá que salir a buscar al Barcelona, algo que no hizo en el Camp Nou, y debe marcar pronto, para verse con opciones de llegar a la final. Para ello Marcelino dispone de un buen puñado de futbolistas: Vietto, Cheryshev, Manu Trigueros, Gerard Moreno, Moi Gómez o los hermanos Dos Santos. Un equipo joven y de mucha calidad, que en el Camp Nou cometió el error de despreciar el balón, para sujetar, con menor éxito del que Marcelino esperaba, al tridente blaugrana.

El equipo de Luis Enrique encarriló la eliminatoria con paso firme, sin demasiados alardes en el juego, pero con la seriedad que requiere la fase definitiva de una competición. Messi volvió a decidir y Suárez e Iniesta cuajaron un gran partido, en un duelo que evidenció los síntomas de recuperación del uruguayo y el manchego. El Barcelona venció en una noche en la que nadie se quiso exponer. Quizá por ello, un partido que prometía mucho espectáculo, decepcionó en el juego y, en algunas fases, se convirtió en una batalla táctica. El equipo de Luis Enrique compensó su poca velocidad de circulación con un generoso despliegue en la presión, que fue el germen de los goles. Los detalles estuvieron a su favor: se repuso del empate de Trigueros, solventó con fortuna las fugas que dejó su defensa, vio como se lesionaban algunas piezas claves de sus rivales, aprovechó la inercia de las victorias e incluso volvió a marcar a balón parado.

El fútbol es un depósito de emociones y el Barcelona es feliz desde que olvidó la derrota en Anoeta. Sigue quedando un mundo pero lleva diez victorias consecutivas, sus figuras están disfrutando y tiene a tiro el liderato y el pase a la final de la Copa del Rey. Una prueba más de que las victorias son, en el fútbol, el único pretexto que justifica la sonrisa.

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Jorge Rodríguez Gascón.

EL BARÇA SE DESATA EN EL NUEVO SAN MAMÉS

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El Barcelona venció con claridad en la Nueva Catedral, en un partido bonito que resolvió el talento de sus figuras (2-5). El Athletic fue superado por un rival brillante, pero supo mantener el honor en la derrota. Fue un equipo voluntarioso y con corazón, que no entregó la cuchara ni siquiera cuando el Barça ya había firmado la sentencia. El conjunto de Luis Enrique vive el mejor momento de la temporada, con el mágico sustento de Messi en la dirección del juego y con un Neymar veloz, que ha aprendido a ser decisivo y espectacular al mismo tiempo.

El Barcelona no perdió esta vez la oportunidad que le concedió el Madrid en el Calderón. Los recuerdos de Anoeta asomaron en un inicio pasional del Atlhetic. Y es que el Nuevo San Mamés mantiene la atmósfera de la Catedral, esa que hace que al menos el calentamiento lo ganen los locales. El equipo de Valverde salió con las ideas claras, buscó a Adúriz y ahogó las vías de pase del Barcelona. En los primeros minutos probablemente fue Bravo el futbolista que más balones tocó, sin realizar ninguna parada, contabilizando incluso algún regate. Cuando el Barcelona tomó aire e irrumpió en el partido, lo hizo para finiquitarlo. Encadenó dos o tres posesiones, disfrutó de espacios y encontró a Messi, que todavía estaba entrando en calor. El 10 se asoció con Suárez, le pidió el balón a Xavi, a Busquets y a Ivan Rakitic y buscó el carril de Neymar y Jordi Alba. Y lanzó una falta que desvió Laporte y confundió a Gorka, para acabar en la red (0-1). El gol de Messi le dio al Barça la seguridad suficiente para imponer su juego; supo conservar el balón con finura y hacer daño en transiciones de vértigo. El Athletic llegó a disponer de un remate a bocajarro en botas de Adúriz, que salvó Bravo con una gran estirada. No se quedó atrás Gorka, cuando prolongó la agonía de Luis Suárez al evitar un gol cantado.

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El Barcelona quería ampliar su ventaja y le devolvió la presión inicial al Athletic. Recuperó el balón en zonas templadas y lo llevó sin pagar peajes a la portería de Gorka. Y así fue como llegó el segundo del Barcelona. Suárez lanzó la carrera de Messi y el argentino se frenó para servir al uruguayo uno de sus goles más esperados (0-2). Fueron los mejores minutos de los blaugranas en el primer acto, el Barcelona monopolizó el partido y dispuso de más oportunidades. Incluso Xavi pudo marcar tras recibir un servicio de Messi y regatear a Gorka. El partido llegó al descanso cuando el Atlhletic se encontraba desbordado, cada vez más consciente de que ni su coraje ni la grada de San Mamés iban a evitar la victoria del equipo de Luis Enrique.

En la reanudación el equipo vasco le volvió a tomar el pulso al partido: Adúriz ganó el balón entre los centrales del Barça y su disparo lo rechazó Bravo, que no pudo hacer nada ante la llegada de Mikel Rico (1-2). Un tanto que despertó al mejor Barça, enrabietado por haber perdonado la sentencia. Neymar dribló, cedió para Messi y el disparo del argentino rozó la portería de Iraizoz. En la siguiente jugada, el 10 combinó con Alves y aceleró para pedirle el balón a Rakitic. Cuando lo recibió, midió la llegada de Neymar y le dio el balón a su gusto. Xavi esclareció la jugada, dejando pasar el balón entre sus piernas, en un gesto que vale tanto como una asistencia. El brasileño, cada vez más fino en la liga y en el partido, recibió y situó su disparo en el palo largo con precisión (1-3). Tras el tercer tanto, el Barcelona se desató: mostró un juego coral y creativo, se asoció al primer toque y embelleció la búsqueda del gol. El cuarto llegó en otra brillante combinación del tridente que acabó en una desgraciada carambola para De Marcos, quien desvió el remate de Messi hacia su propia portería (1-4). Animado por la expulsión de Etxeita, el Barcelona pudo firmar media docena, si no se hubiese encaprichado en lograr un gol más bonito que el anterior. Aunque el Atlhletic hizo un último ejercicio de valentía. Adúriz sacó partido de su lucha con los centrales y consiguió el segundo gol, al batir a Bravo por su propio palo (2-4). La respuesta blaugrana no tardó en llegar, con un bello lienzo dibujado por la zurda de Messi. El 10 giró sobre el balcón del área, sorteando a rivales en una y otra dirección (le rodearon ocho jugadores) y vio llegar a Busquets, que le había dado el balón al comienzo de la acción. El sutil pase de Messi aclaró la jugada y Busquets le cedió el honor del gol a Pedro, siempre dispuesto a aprovechar sus minutos (2-5). Antes del final del partido, Neymar falló hasta cuatro ocasiones que no le borraron la sonrisa.

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La jugada final de Messi, la del gol de Pedro, fue un claro retrato de su estado de forma. Lleva nueve goles en poco más de un mes y en su debut en el Nuevo San Mamés participó en los cinco tantos de su equipo. Está implicado en el juego y cada vez descifra mejor los enigmas de los partidos. Juega con total libertad, siempre pendiente de encontrar soluciones para el equipo. Ha acentuado su sentido del juego colectivo y parece siempre dispuesto a servir goles a sus compañeros. Con sus dos asistencias del partido de ayer, La Pulga se convierte en el máximo asistente de la historia de la Liga. Messi hace tiempo que dejó de ser un falso nueve o un extremo, para convertirse en un diez.

El liderazgo del argentino se sustenta en la mejoría del equipo, que está de dulce desde que perdió en Anoeta. El equipo ha aumentado la intensidad en la presión y está sembrado en el juego. En su regreso al País Vasco, el Barcelona cuajó un gran partido en todas sus líneas: Jordi Alba llegó a línea de fondo, Dani Alves se entendió con Messi, Piqué sufrió ante Adúriz pero sigue dando buenas sensaciones y Mathieu acertó a resolver la mayoría de sus despistes. Busquets enlazó con la media, Xavi amansó el partido y Rakitic le dio fluidez. Messi bajó a recibir y gobernó el partido; Neymar buscó desbordar en cada jugada y alimentó su sociedad con el argentino; Suárez por fin ganó en su lucha con el gol y cada partido nos descubre una mejor sintonía con sus compañeros; y Pedro mostró que es una gran bala en la recámara. Lo único que se les puede achacar es que volvieron a conceder dos goles, algo que últimamente sucede con mayor frecuencia. Parte del mérito le corresponde al Athletic, que no bajó los brazos ante un gran rival. La resistencia de los vascos se personificó en Aymeric Laporte, un central de gran proyección, y en Aritz Adúriz, que está siempre al filo del remate.

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Más allá de eso, la voluntad del Athletic acabó beneficiando al Barcelona, que ahora disfruta al contragolpe. En Bilbao preocupa la situación de los leones, que están demasiado cerca de los puestos de descenso. Pese a seguir vivo en tres competiciones, el Athletic está lejos del nivel del año pasado y depende demasiado de los goles de Adúriz. Muniaín no es el que era, Susaeta no llega tantas veces a línea de fondo, Beñat ha perdido el sitio, Iturraspe ha desaparecido de las alineaciones y los canteranos Unai López y Guillermo deben hacerse aún a la competición. El equipo bilbaíno debe apelar a las emociones para retomar el vuelo. La buena imagen que dio ante el Barcelona puede ser un aliciente para una escuadra histórica, que tiene una afición especial. No hay mejor muestra de esto último que la ovación a Xavi Hernández o los cánticos de su grada, que se prolongaron en la derrota.

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El Barcelona ha conseguido recortar la distancia con el líder y ya depende de sí mismo para lograr el campeonato. Queda un mundo y Luis Enrique vaticina que para lograrlo llevarán un camino plagado de obstáculos, con lógicos altibajos. Al menos el Barcelona ya tiene un once que recitar de memoria (con pequeñas variantes como la de ayer) y el equipo posee un estilo de juego definido, con múltiples posibilidades. El Barça de Luis Enrique quiere apropiarse del balón y dominar el juego a la carrera, siempre al paso que marcan sus delanteros y al galope que propone Messi. El argentino fue más diez que nunca en el Nuevo San Mamés.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: Claudio Chaves (Mundo deportivo). Foto 2: Agencias (El Correo). Foto 3: Juan Flor (Diario AS). Foto 4: Miguel Toña (EFE). Foto 5: Vicent West (Reuters).

EL ATLÉTICO DESARMA AL MADRID COMO NUNCA

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“Se busca rival digno para derbi decente”. El Real Madrid recibió al Atlético en 2011 con esta pancarta en el Bernabéu. Meses más tarde el Atlético le ganaría la Copa del Rey en su propio estadio, e inauguró un período de victorias rojiblancas. Los papeles han cambiado en el derbi de la capital; ahora es el Madrid quien parece sufrir un bloqueo mental ante su vecino. Un sentimiento que cristalizó en una de las tardes más tristes para el Madrid, y en la mayor exhibición que se recuerda del equipo de Simeone.

El Atlético sabía que la puesta en escena era importante para el desarrollo del partido. Alentado por su público, se hizo dueño del balón, jugó a lo que pretendía y entró por los costados. Arda se hizo grande al inicio e hizo sufrir a Coentrao. El turco posee la facultad de rescatar con su magia jugadas cercanas al abismo, que parecen intrascendentes o demasiado embarulladas. Cuando el balón llega a su poder, Turan despeja el laberinto de piernas con un toque sutil o un regate invisible. De sus botas partieron los primeros avisos de los atléticos y gracias a su sociedad con Juanfran, Griezmann, Mandzukic y Saúl llegaron las mejores noticias para los colchoneros. Griezmann empezó a amenazar a la defensa del Madrid con su eslalon vertiginoso y Mandzukic dominó el juego por alto, supo aguantar el balón y ofreció grandes soluciones para sus compañeros. Y recién cumplido el minuto 14 llegó el primer gol del Atlético de Madrid. Arda controló el tiempo y cedió para Juanfran, un lateral de largo recorrido. Su centro acabó tras algún intento de remate en el pecho de Mandzukic. El croata dudó si mirar a puerta y atendió a la llegada de Tiago, que fusiló desde la frontal. Casillas no atinó a despejar su disparo y el balón traspasó sus redes (1-0). Pese a que estaba tapado, da la sensación de que Casillas pudo hacer más en el primer gol. El factor emocional estaba de parte del Atlético y el equipo se sobrepuso a la lesión de Koke, que pidió el cambio antes de que se cumpliese el primer cuarto de hora. Una baja importante para un equipo que salió a dominar al rival, a hacer daño con la posesión como instrumento, y que tiene en Koke a uno de los grandes representantes de su juego asociativo. Si Koke es de esos futbolistas que marca el estilo al que se juega, Arda, Saúl, Griezmann y Mandzukic recogieron el testigo, sometieron al Madrid y mostraron un fútbol de buen gusto.

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El Madrid no conseguía hacer tres pases seguidos, siempre asfixiado por el juego del Atlético, sin capacidad de crear peligro. El equipo blanco fue inferior desde el inicio y acabó pidiendo perdón por el bochorno, orquestado entre otras cosas porque Ancelotti siempre va a remolque de los planes de Simeone. Arrasado desde el primer minuto por un equipo entusiasta, el técnico italiano no encontró soluciones para desnudar al Atlético. Varane y Nacho Fernández sufrieron ante el poderío de Mandzukic y la velocidad de Griezmann y los laterales no se prodigaron. Kroos no pudo controlar la circulación y su impotencia quedó retratada en una patada a Griezmann, Khedira llegó siempre tarde a la presión e Isco no pudo sorprender ni a Tiago ni a Gabi. Benzema no encontró posiciones de remate ni pudo asociarse en el balcón del área. Cristiano y Bale, bien sujetados por los laterales, no profundizaron ni una sola vez. Tras el gol inicial del Atlético, el Madrid fue zarandeado. No tardó más que cuatro minutos en encajar el segundo, en otra acción colectiva de los atléticos. Y marcó Saúl, que firmó un gran partido en el mejor escenario posible. Mandzukic aguantó un balón y dibujó la carrera de Siqueira. El lateral llegó a línea de fondo y puso un centro preciso para Saúl, que realizó una chilena estupenda (2-0). En esa media hora el Atlético fue una tormenta que dejó desahuciado al líder: no hubo noticias de sus delanteros, la media se vio sobrepasada y su defensa temblaba ante las llegadas rojiblancas.

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En los minutos previos al descanso, el Real Madrid ganó presencia en el partido o, al menos, no se vio tan desprotegido. Tras el paso por los vestuarios, Ancelotti dio entrada a Jesé en lugar de Khedira y el Madrid fue más incisivo, aunque los síntomas positivos duraron bien poco. Lo que tardó Griezmann en reengancharse al partido. El francés es uno de los futbolistas más determinantes de la competición y, como todo el Atleti, salió victorioso de las disputas. Ha sabido reciclarse en el equipo de Simeone: ha atendido a sus consejos y trabaja en la recuperación, está atento a la presión y se mantiene fresco para hacer daño. Estuvo veloz en la conducción, desequilibrante en el regate y acertado en la ejecución. Dribló a media defensa del Madrid y lanzó al Atlético a la carrera, con la habilidad de un extremo y la imaginación de un enganche. De sus botas llegó el tercer gol del Atleti, pero antes había conducido una jugada rápida de su equipo, había rematado un centro de Juanfran y había ejecutado una preciosa chilena que rozó el travesaño de Casillas. En el siguiente intento, Arda Turan sirvió un balón desde el pico del área, Saúl lo rescató para Griezmann y el francés culminó la jugada, anticipándose a Varane (3-0). En ese lance tuvo que ser sustituido Saúl, una de las claves del equipo rojiblanco. El joven futbolista abandonó el terreno con molestias en la rodilla, con el premio de la ovación de su público.

El tercer gol afectó al Madrid, que ya no albergó ninguna esperanza. El Atlético siguió llevando el dominio del juego, combinó con precisión y encontró las debilidades blancas, demasiado a flor de piel en el Calderón. El gol de Mandzukic premió el gran partido del delantero croata, que se fajó con los centrales en un duelo intenso, presionó a Kroos en la salida de balón y allanó el camino del gol. El cuarto tanto llegó tras una asistencia de Torres, que salió por Griezmann, y el remate de Mario Mandzukic redondeó una tarde histórica para el Atlético (4-0).

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El conjunto de Simeone afrontaba el partido en medio del debate de la dureza de su juego. Pues bien, respondió el Atlético con un fútbol académico, veloz y limpio, sin rastro de violencia ni indicios de malos modos. El Atlético le dio una lección a un Madrid apagado, que ha perdido frescura desde las navidades. Fue el triunfo de un equipo solidario que mostró más corazón y más fútbol que los blancos. Enseñó, además, que su juego se sustenta en su identidad: es un equipo intenso, trabajador, aguerrido que sabe a lo que juega y que también sabe jugar. El equipo de Ancelotti quedó retratado en el duelo del Calderón y pasó de la impotencia a la desidia con preocupante facilidad. No tuvo claro a lo que jugaba y la pelota le duró un suspiro. El Madrid debe analizar su hoja de ruta y valorar las razones por las que, una vez más, se quedó sin armas para contrarrestar el empuje atlético ni pólvora para inquietar a Moyá.
El Atlético está haciendo pagar la osadía del Bernabéu: el Madrid no sólo ha encontrado un rival digno, ha descubierto a su antídoto.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1, 2 y 3: http://www.as.com

CASA DE CITAS DE GEORGE BEST

98003603_a_352699b George Best (Belfast, 1946 – Londres, 2005) fue un futbolista genial y único, que dejó un gran legado en el campo y ante los micrófonos. Algunos de sus rivales describieron el juego de Best a través de anécdotas. Graham Williams, defensa del Tottenham Hospur, le dijo a Best en medio de un partido: “Así que este eres tú, ¿eh? He jugado contra ti tres veces y todo lo que había visto de ti era tu culo”. Su compañero en el United, Dennis Law le definió como “el jugador con más talento que he visto en un campo de fútbol”.

Best fue protagonista en los grandes partidos de la Premier. Sus choques contra el Liverpool, el Arsenal o el Chelsea tenían un interés especial. Frente a los blues mantenía un intenso duelo con el perro de presa Ron “Choper” Harris: “Siempre me encargaban la tarea de marcar a George, aunque nunca tuve mucho éxito”. Harris se acuerda especialmente de un partido en el que George Best les marcó el gol del triunfo en un rápido contragolpe. En aquella jugada Harris le dio una patada que puso en peligro el tobillo de Best. Pero Best aguantó el golpe y, tras sortear al portero, marcó el gol decisivo. Desde un estudio de la BBC, el defensa concluye su anécdota: “es el mejor jugador al que tuve que defender en mis 21 años de carrera”.

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El entrenador que le hizo debutar, sir Matt Busby, relativizó la temprana afición de Best por la noche: “En efecto tuvimos algunos problemas con el pequeño individuo, aunque prefiero recordar al genio”. Y profundizó en las virtudes de su juego: “Era capaz de usar los dos pies, e incluso a veces parecía que tuviera seis”. Quienes más sufrieron la espiral autodestructiva del extremo de Belfast fueron sus mujeres. La primera, Angela MacDonald-James, explicó la razón por la que Best no acudía a muchos entrenamientos: “Cada noche se bebe dos botellas de champán con vodka y por la mañana es imposible levantarle para que vaya a entrenar”. Su segunda esposa, Alex Pursey, calibró la decadencia del quinto Beatle: “cuando está borracho, George es el más deplorable, burro e ignorante pedazo de mierda que he visto”.

Sin embargo, nadie habló mejor de él que el propio George Best. No siempre tuvo acierto ni razón en lo que decía, ni siquiera sentido de la realidad o de su propia destrucción. Pero resumió su modo de vida en declaraciones llenas de ingenio que figuran en la memoria colectiva. Algunas reflejan un ideal hedonista: “He gastado mucho dinero en mujeres, alcohol y coches. El resto lo malgasté”. Otras muestran que el extremo tenía un buen concepto de sí mismo: “Si yo hubiese nacido feo, no hubierais oído hablar de Pelé”. Otras son simples frases en las que Best se sirve de un gran sentido del humor: “Un equipo norteamericano me hizo una oferta: ‘Te pagaremos 20.000 dólares el primer año y 30.000 el segundo’. Yo les respondí: ‘de acuerdo, firmaré el año que viene’”.

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Algunas de sus citas más célebres mezclan las grandes pasiones de Best fuera de los terrenos de juego: “En 1969 dejé las mujeres y el alcohol; fueron los peores 20 minutos de mi vida”. En otras repasó sus aventuras con las modelos, una de sus debilidades más famosas: “Hace años dije que si me daban a elegir entre marcar un golazo al Liverpool o acostarme con Miss Universo, iba a tener una difícil elección. Afortunadamente, he tenido la oportunidad de hacer ambas cosas”. “Dicen que me acosté con siete Miss Universo. No lo hice. Fueron solo cuatro. No me presentaron a las otras tres.” O su variante: “La prensa es muy mentirosa. Dicen que me he acostado con 200 mujeres, pero solo fueron 100”.

best drinking Algunas de sus declaraciones son una exhibición velada de su propio alcoholismo, siempre desde un punto de vista divertido e irónico: “Nunca me levantaba por la mañana con la intención de emborracharme, simplemente sucedía”.

“He dejado de beber… pero solo cuando duermo”.

“Tuve una casa junto al mar, pero para ir a la playa tenía que pasar por delante de un bar. Nunca me bañé”.

“Cada vez que entro a un sitio, hay setenta personas que quieren invitarme a beber y yo no sé decir que no”.

En una entrevista en la televisión nacional, Best descartó algunas posibilidades de tratamiento: “Podría ir a Alcohólicos Anónimos, pero creo que sería difícil para mí permanecer en el anonimato. (…) Si les dijese a los alcohólicos: ‘Hola me llamó George y tengo un problema con el alcohol’ me responderían: ‘Si, ya lo sabemos’ ”. Acto seguido profundizó y contó una anécdota de sus visitas a la asociación: “Fui una vez a Alcohólicos Anónimos. Me encontré a un viejo amigo y acabamos brindando por la ocasión”. En la siguiente respuesta George contestó con mayor seriedad: “No tengo nada en contra de Alcohólicos Anónimos, creo que a mucha gente le ha ayudado a dejar la bebida. Solo que no funcionó conmigo”. article-2255603-01D0581C00000578-280_634x547 El genial jugador también dedicaba declaraciones a aquellos a los que la prensa situaba como sus sucesores. Sobre David Beckham comentó: “No chuta con la izquierda, no marca muchos goles, no cabecea ni roba… Aparte de eso, está bien”. Con Paul Gascoigne tuvo una relación especial. Su talento y su afición por la bebida le situaban como el heredero natural de George Best en el fútbol británico. Al comienzo de su carrera a Best le pidieron que aconsejara a Gascoigne. Best respondió con la ironía que le caracterizaba: “Que no beba, que no haga el amor con mujeres y que no disfrute de su vida”. Instantes más tarde, Best se puso serio: “Creo que no soy quién para dar consejos a nadie (…). Solo espero que sepa soportar la presión de los medios y que no le destroce como me destrozó a mí”. Años más tarde, cuando compararon sus carreras, Best concluyó: “No me llega ni a la suela de la botella”. Best habló de Wayne Rooney en plena retransmisión de un partido para Sky Sports: “¿Rooney tan bueno como yo? ¡Qué tontería!”. La única comparación que fue bien recibida por Best fue la de Cristiano Ronaldo: “Ha habido unos cuantos jugadores en estos años a los que se ha llamado el nuevo George Best. Pero con Cristiano Ronaldo, por primera vez, es un halago para mí”.

article-2328969-039023950000044D-144_634x376 Best supo ser un gran crítico de sí mismo: “Estaba enfermo y yo era el único que no lo veía. Nací con un gran don, y eso en ocasiones genera una vena destructiva. Igual que yo quería superar a todo el mundo cuando jugaba, tenía que hacerlo también cuando estaba en la ciudad”. Protagonizó una famosa campaña publicitaria para News of the world en la víspera de su fallecimiento: el periódico publicó una foto con el lema “Don´t die like me” (No muera como yo). A pesar de eso, su único remordimiento, según declaró en 1981, no tenía nada que ver con sus excesos: “Tiré un penalti contra el Chelsea en 1971 y el hijo de puta de Peter Bonetti me lo paró. Ojalá se lo hubiera tirado por el otro lado”. Al fin y al cabo, Best había logrado su gran objetivo: “Mi mayor meta es que mi padre pensara que fui el mejor y lo piensa”.

Meses antes de morir concedió una entrevista a una radio irlandesa. En ella le preguntaron cuál era la clave para batir a grandes porteros como Gordon Banks, al que le marcó un célebre gol en Wembley. Con evidentes signos de enfermedad, George Best respondió: “El secreto es que era más rápido que él. Y lo sigo siendo”.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: The Times.  Foto 2: http://img.blogs.es/1001experiencias/wp-content/uploads/2013/02/George-Best1.jpg. Foto 3: fifa.com. Foto 4: Daily mail. Foto 5: Daily mail. Foto 6: Getty images.

The Busby Babes: GEORGE BEST

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Se cumplen nueve años del fallecimiento de George Best, uno de los grandes extremos de la historia del fútbol. Fue un jugador con carisma y talento, que contribuyó a la formación de la era mediática del deporte: “Yo saqué el fútbol de las páginas traseras y lo puse en las portadas de los periódicos”. Vivió sus mejores años de jugador en Old Trafford y fue uno de los símbolos de la reconstrucción del Manchester United. Después de conquistar la Copa de Europa y el Balón de Oro, su carrera se fue apagando en equipos con poco cartel. Murió a los 59 años, tras una vida llena de excesos.

George Best nació en un humilde barrio de Belfast, el 22 de mayo de 1946, en medio del conflicto que dividió a católicos y protestantes. Su afición por el fútbol comenzó en los barrizales de Cregagh, marcando goles en porterías improvisadas. De ahí surgió una forma de jugar espontánea, basada en la imaginación, el don del regate y una frescura casi desafiante. Best no perdió esa insolencia en sus años de profesional y él mismo se encargó de resumirla: “Si perdía el balón era un insulto personal y lo quería recuperar. Sí, señor, me fastidiaba mucho que me lo quitaran, porque era mi balón” (…) “Siempre me han preguntado por qué me costaba tanto pasar el balón. Lo cierto es que cuando estaba en forma tenía la sensación de que yo lo podía hacer mejor que cualquier compañero al que se la pasara. Quizá debería haber sido menos egoísta jugando, me habría llevado mejor con mis compañeros”. Matt Busby fue el técnico con el que Best alcanzó sus mayores éxitos. Probablemente porque entendió que su talento no se podía domesticar: “A este chico no hay que tratar de entrenarle. Hay que dejarle solo. Es especial”.

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Durante su infancia, Georgie coqueteó con el rugby, pero pudo más su afición por el fútbol. Esa decisión mostró los primeros signos de un carácter rebelde. Su padre le había recomendado que optara por el rugby, que era un deporte de mayor tradición en Irlanda del Norte. Best no le hizo caso y escogió el fútbol. No le importó tampoco que le rechazaran en el equipo de su barrio, en el que se cuestionaba su débil físico, sin atender a su prodigiosa habilidad. Bob Bishop, uno de los ojeadores del United, no cometió el mismo error. Le vio jugar en un campo de Belfast y le envió a Matt Busby un célebre telegrama: “Creo que te he encontrado a un genio”. George Best se trasladó a Manchester, aunque no tardó en volver a Belfast porque extrañaba a su familia. A los dos días los directivos del United ya le habían convencido de que su sitio era Old Trafford. Esta vez le compraron un pequeño apartamento a la familia y Best se instaló definitivamente en Manchester. En la cantera del United, su generación consiguió grandes logros y fue un reclamo para la afición. Por Manchester se corrió la voz de que un equipo juvenil desplegaba un juego espectacular. Un delgado y veloz extremo, al que apodaban Belfast Boy, era la estrella de una plantilla que llegó a congregar a 5000 aficionados en un partido juvenil.

George Best debutó en First Division a los 17 años, después de foguearse en el filial. Llegó a un equipo inmerso en un proceso de reconstrucción tras el accidente de Múnich. Una plantilla que poseía una vinculación innegable con la generación anterior: el entrenador Matt Busby, el capitán Bobby Charlton, el jugador Bill Foulkes o el técnico asistente Jimmy Murphy eran algunos de los supervivientes del accidente. Y a ellos se sumaron un puñado de jugadores que encarnaban la renovación de un equipo instalado en la melancolía: George Best, Denis Law, John Kidd o Nobby Stiles.

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Bobby Charlton, Denis Law y George Best formaron uno de las grandes tridentes de la historia del fútbol, conocido como la “United Trinity”. Law llegó al equipo en 1962, procedente del Torino después de un traspaso millonario. Un año más tarde se produjo la irrupción de George Best. En la temporada de su debut, el Manchester United conquistó su primer título después de la tragedia de Múnich, una FA Cup. Tardó poco en afianzarse en el equipo títular y en 1965 Best ya era una de las estrellas de la First Division. Era imparable en el uno contra uno, tenía olfato de gol y sabía asociarse. Con sus actuaciones contribuyó a que el Manchester United reconquistara la liga inglesa, ocho años después de su último título.

El joven Best ya conocía entonces las promesas de la noche. Siempre disfrutó de su éxito con las mujeres y exhibió su afición por la bebida: “He gastado mucho dinero en mujeres, alcohol y coches. El resto lo malgasté”. La prensa se beneficiaba de ello y retransmitía con interés sus escándalos: “Debo de ser el único británico que ha aparecido en la portada, en la contraportada y en las páginas centrales de un periódico… el mismo día”. Sin embargo, en el campo sus salidas nocturnas no importaban. Su superioridad era casi insultante; desafiaba a su marcador en un duelo que siempre era desigual. Era un maestro del amago al que nadie podía seguir en carrera. Arrancaba, frenaba y volvía a arrancar, siempre un paso por delante del resto.

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La Copa de Europa seguía siendo el gran objetivo del United en 1965. Best, que tenía entonces 19 años, se presentó al mundo en Lisboa, con dos goles ante el Benfica de Eusebio. Pelé presenció el encuentro en directo y lo definió como la mejor exhibición que había visto de un jugador. Después de aquel partido le bautizaron con un apodo que le acompañó durante toda su vida: el quinto Beatle. Sin embargo, en aquella edición de La Copa de Europa, el Manchester cayó en cuartos de final ante el Milán, el mismo equipo que les eliminó en 1958, pocos meses después del accidente aéreo. Best fue mejorando sus números en las siguientes temporadas hasta lograr 115 goles en los 290 partidos que disputó con el United. Una de sus hazañas más recordadas son los seis goles que le marcó al Northampton en un partido de Copa. Best disfrutaba especialmente en las grandes ocasiones; pedía el balón y no paraba de encarar al rival, con la ambición de quien trata de demostrar su talento en los campos más exigentes.

El Manchester United había ganado dos ligas y una Community Shield cuando se cumplían diez años de la tragedia de Múnich. Y 1968 fue el gran año de George Best. En la edición anterior el equipo había caído en su regreso a Belgrado, ante el Partizán, con George Best lesionado. Al comienzo de aquella temporada, con Best ya recuperado y jugando mejor que nunca, el Manchester afrontaba la competición con enormes esperanzas. Venció al Hibernians escocés, al Sarajevo yugoslavo y al Górnik polaco hasta llegar a semifinales. Se enfrentó al Real Madrid, el gran dominador de los últimos años. Y le venció, después de una remontada de los red devils en el Bernabéu. Tras el 3 a 1 a favor del Madrid en la primera parte, Bobby Charlton y Bill Foulkes consiguieron el empate que clasificaba a los de Busby para la final de Wembley. Se enfrentaban al Benfica de Eusebio y Torres, uno de los rivales favoritos del quinto Beatle, en la catedral del fútbol inglés. Best jugó el partido más importante de su vida y fue de largo el mejor sobre el campo. No le importó el marcaje de Adolfo y Cruz, y decidió el encuentro con un gran gol al comienzo de la prórroga. Bobby Charlton sentenció y levantó la copa que les debía la historia. George Best fue designado mejor jugador de la competición y le otorgaron el Balón de Oro, que entonces premiaba al mejor futbolista europeo del año.

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Best había alcanzado la fama muy pronto y le faltó constancia para dominar el fútbol en los siguientes años. Mantuvo sus dotes de conquistador y sus adicciones y se despreocupó de su estado físico. El United no se renovó y se instaló en un estado de complacencia del que se contagió Best: “Para cuando cumplí los 25, me había dado por pensar que el equipo estaba en declive, y el alcohol empezaba a controlarme la vida. Me pasé tres años de juerga y apostar se convirtió en mi droga”. Los escándalos de su vida privada aumentaron y le costó más marcar diferencias en el campo. El desequilibrio de sus primeros años en el United se redujo a instantes de talento, tan brillantes como fugaces. En 1971 tuvo una pequeña resurrección y logró el Balón de Bronce. Pero, meses más tarde, Matt Busby abandonó el club y sin la protección del técnico, se precipitó la decadencia de Best. En 1974 dejó el Manchester United y se fue a jugar a Irlanda, en el Cork Celtic. Contribuyó a expandir el fútbol en los Estados Unidos y regresó al Fulham en 1976, donde jugó a buen nivel una temporada. Su alcoholismo ya era un problema serio y tras su paso por el Fulham vagabundeó por equipos de segunda fila. Probó fortuna en Escocia (Hibernian, Motherwell), prosiguió su aventura americana (Los Angeles Aztecs, Fortl Lauderdale Strikers, San José Earthquakes y Golden Bay) y jugó en la Segunda División Inglesa (AFC Bournemouth). Regresó a Irlanda del Norte para retirarse en el Tobermore United. Fue jugador-entrenador una temporada y colgó las botas en 1984, después de un famoso partido de homenaje. Cuando el extremo de Belfast se retiró, había jugado 706 partidos como profesional, en los que marcó 254 goles.

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Tras dejar el fútbol su imagen se fue deteriorando. Fue sancionado por conducir borracho en varias ocasiones, protagonizó peleas en alguno de sus clubs, agredió a un policía, acudió a un programa televisión en un evidente estado de embriaguez, fue acusado de malos tratos e intentó suicidarse. También empeoró su estado físico y en 2002 fue sometido a un trasplante de hígado que generó un gran debate en las Islas Británicas. Parte de la opinión pública consideraba que el futbolista irlandés no merecía el trasplante ya que había manifestado su intención de seguir bebiendo. Un año después de la operación se publicaron unas fotografías en las que Best aparecía bebiendo alcohol en uno de sus clubs. En 2005 fue ingresado a causa de una hemorragia interna que acabó con su vida. Best murió el 25 de noviembre en Londres y fue enterrado en Belfast, al lado de la tumba de su madre. Ella también padeció una enfermedad relacionada con el alcohol y murió un año más joven que Best, a los 58 años.

Best forma parte de una larga lista de personajes que alcanzaron la gloria de manera precoz y que descendieron al vacío sin tiempo para disfrutar del éxito. El irlandés tenía tendencias autodestructivas y un sentido puramente lúdico del juego: “Siempre entendí el fútbol como un entretenimiento. Podía hacer disfrutar a la gente, mientras yo me divertía”. Mientras estuvo en la cima se convirtió en el ídolo de una generación que prefería la sonrisa traviesa de George Best al pulmón de acero de Bobby Charlton.

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En una entrevista concedida a la televisión inglesa Best comentó: “Cuando me muera, la basura se olvidará y me recordarán por el fútbol”. El delantero del Liverpool Ian St. John solo se acordó del juego de Best: “Todos éramos futbolistas pero él era especial. Podía hacer cosas espontáneas, jugadas que solo un genio puede hacer”. En su estatua en Belfast hay una placa con una sentencia: “Maradona good, Pelé better; George best”. El extremo de Belfast solo jugó 7 años a gran nivel y no pudo disputar ningún mundial, pero se situó entre los grandes futbolistas de todos los tiempos. En la década de los 60, una generación afortunada de ingleses asistió al nacimiento de Los Beatles en The Cavern y descubrió el asombroso regate de George Best en Old Trafford.

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Por Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: Best celebra su gol en la final de la Copa de Europa en Wembley (Dailymail). Foto 2: El joven Best (livebreathefutbol.com).  Foto 3: El Manchester United celebra el título de liga 1966 /1967 (delanterofalso.com). Foto 4: Best rellena sus copas (Dailymail). Foto 5:  Best recibe el Balón de Oro. En la foto aparece flanqueado por Matt Busby, Bobby Charlton y Denis Law (The Sun). Foto 6: George Best con su hijo en brazos, en su partido de homenaje (The Daily Telegraph). Foto 7: El regate de Best (Dailymail).

The Busby Babes: DUNCAN EDWARDS Y BOBBY CHARLTON

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Duncan Edwards (1936, Dudley – 1958, Múnich) mostró desde su infancia unas condiciones innatas para el deporte. Su predilección era el fútbol y a los 11 años ya destacaba en el Dudley, ante rivales mayores que él. Jack O´Brien, uno de los secretarios del Manchester United, le vio jugar e informó a Matt Busby de que acababa de encontrar a un futbolista único. Le pretendían los grandes equipos del país y Edwards se decantó por el Manchester United, el equipo de su infancia. Le convenció Bert Whalley, uno de los asistentes de Busby, en una visita a su domicilio a las 2 de la madrugada. Edwards formó parte del equipo juvenil y sus cualidades no pasaron desapercibidas. Duncan era un jugador de gran presencia física, que se adaptaba al prototipo de futbolista inglés. Era capaz de organizar al equipo, se desplegaba por el costado izquierdo, robaba balones y llegaba al área con frecuencia. Era además un jugador valiente, capaz de tomar la responsabilidad en los momentos más difíciles. Años más tarde, Bobby Charlton resumió las virtudes de Edwards: “Desde el primer momento vi que podía jugar en cualquier parte y hacer cualquier cosa. Era valiente, tremendo en el tackle, podía hacer pases en largo o en corto y marcar. Cuando llegué al United, Duncan era el único que podía hacer cosas que yo sabía que era incapaz de hacer”.

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Pronto le quedó pequeño el equipo juvenil, con el que conquistó dos FA Cups junior, y, a los 16 años, Busby le hizo debutar en el primer equipo. La afición de los red devils se prendó del chico de Dudley y tres temporadas después de su debut ya llevaba 100 partidos en la First División. A los 18 jugó su primer partido como internacional y se convirtió en el futbolista más joven en vestir la camiseta de la selección inglesa. Su récord se mantuvo intacto hasta la irrupción de Michael Owen en 1998. Era el orgullo del fútbol inglés cuando su carrera se apagó en el accidente aéreo de Múnich. Hasta entonces había sido el líder natural de un equipo que venció en Inglaterra y soñó con Europa. En aquella plantilla coincidió con otra de las grandes promesas de The Busby Babes: Bobby Charlton.

Bobby Charlton (11 de octubre de 1937) era un talento que procedía de Ashington. Su padre trabajaba en una mina y cuatro de sus tíos eran futbolistas. Desde joven alcanzó cierta fama en el condado de Yorkshire por su facilidad para domar el balón. Jackie Charlton, que años más tarde jugaría con él en la selección inglesa, avanzó que el destino de su hermano ya estaba marcado: “Todo el mundo lo conocía en el noreste de Inglaterra. Hacían cola para verle jugar. Nadie me conocía a mí, pero todos le conocían a él. Nunca tuve dudas de que llegaría a la élite del fútbol”.

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Bobby Charlton recuerda con cariño los partidos en Yorkshire. Su padre trabajaba en la minería y él colaboraba como “chico de los recados”. En los descansos que daba la mina organizaban partidos de treinta contra treinta, en espacios muy reducidos. Charlton ha confesado en más de una ocasión que su técnica individual procede de esos partidos interminables, jugados en campos de carbón. A los 15 años le fichó el Manchester United y coincidió en alguna ocasión con Edwards en el equipo juvenil. Bobby debutó a los 17 en la First Division ante el Charlton Athletic, en un partido en el que anotó un doblete. Sorprendió a Old Trafford y se hizo con el mediocampo del United, siempre con vistas a la portería rival. Duncan Edwards ya estaba asentado en el primer equipo y fue un gran apoyo para Bobby Charlton en el vestuario. Aprendió a su lado y entendió las claves de la competición en la élite del fútbol. Quizá las diferencias en el juego de ambos potenciaron la unión de los futbolistas con más proyección de Inglaterra. Las condiciones físicas y técnicas de Edwards le permitían superar a los rivales con cierta facilidad, Charlton generaba ventajas sirviéndose de su manejo de balón.  Le daba sentido al juego, llegaba al área rival y surtía a los delanteros. Edwards era un volante izquierdo, un futbolista de mucho recorrido con dotes de mando. Ganaba las disputas de cabeza y tenía facilidad para marcar. Charlton era una apuesta de futuro, un niño que empezaba a dar frutos entre los grandes. Edwards era un adolescente al que, por su madurez, compañeros y rivales veían como un hombre.

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Entre Edwards y Charlton no tardó en surgir una gran amistad. Hicieron el servicio militar juntos y pedían un permiso para acudir a los partidos durante los fines de semana. Durante aquel año jugaron también en la liga militar, con el mismo éxito que con The Busby Babes. Ambos jugadores tenían muchas cosas en común: procedían de familias humildes y tenían una ética de trabajo similar. Pese a que los dos poseían unas facultades técnicas privilegiadas no tardaron en darse cuenta de que el éxito de su juego se basaba en el trabajo y el sacrificio. El fútbol comenzaba a ser un deporte de masas en Inglaterra y Edwards y Charlton se convirtieron en modelos de conducta. Eran los ídolos de la afición y parecían tener una vida sencilla: no eran famosos por sus  salidas nocturnas ni hacían declaraciones fuera de lugar. Diez años más tarde, la figura del siguiente héroe de Old Trafford, George Best, se alejaría de ese modelo de ciudadano ejemplar que encarnaban Duncan Edwards y Bobby Charlton.

Matt Busby dio entrada a los jóvenes formados en la academia. Tras conquistar la liga de 1952, el relevo generacional que el técnico había planeado fue tomando forma. El Manchester United conquistó la liga en la temporada 1955/1956 con una media de edad de 22 años. En aquel equipo habían ido entrando Roger Byrne, Mark Jones, Eddie Colman, el prometedor Bobby Charlton y el que ya era el líder de aquella plantilla: Duncan Edwards.

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En 1957 revalidaron el título de liga y retaron al Madrid de Di Stéfano, Gento y Kapa en Europa. Tras perder ante los blancos en 1957, se clasificaron para las semifinales en la siguiente edición, después de eliminar al Estrella Roja de Belgrado. El 6 de febrero de 1958 el equipo emprendió el viaje de vuelta a Manchester. El avión que partía de Belgrado se estrelló en una casa abandonada en las cercanías del aeropuerto de Múnich, después de repostar en la ciudad alemana. Murieron 23 personas: 8 jugadores y 15 pasajeros, entre los que se encontraban algunos periodistas ingleses y personal del Manchester United. Bobby Charlton salió despedido y quedó inconsciente tras el impacto. Harry Greg y Bill Foulkes, que formaban parte de la plantilla, le pusieron a salvo y sacaron a algunos heridos del avión. Duncan Edwards estaba entre los más afectados y fue trasladado al hospital Isar der Rechts con múltiples heridas. Algunas de ellas le habían afectado al riñón y era necesario un trasplante. El órgano llegó pero tras la operación surgieron problemas derivados del accidente en otras partes de su cuerpo. Tenía las costillas rotas, lesiones medulares y un pulmón colapsado. Los médicos creían que no duraría más de dos noches. Duncan Edwards luchó durante 15 días en aquel hospital de Múnich. Murió el 21 de Febrero de 1958, a los 21 años, y fue despedido por más de 5000 personas en su funeral en Dudley.

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Bobby Charlton se recuperó y fue la pieza angular de la reconstrucción del Manchester. Conquistó la Copa de Europa diez años más tarde, fue el líder de la Inglaterra que consiguió la Copa del Mundo y fue galardonado con el Balón de Oro en 1966. Sir Alex Ferguson, el técnico que dirigía al Manchester en 2008 y otro de los emblemas del club, definió al inglés: “Cuando pienso en los grandes deportistas que han mantenido un proceder correcto a lo largo de su carrera, el primer y mejor ejemplo que me viene a la cabeza es Bobby Charlton”.

Charlton es un hombre de un solo club. Sigue siendo el máximo goleador de la historia del United y la FIFA le considera el mejor jugador inglés de todos los tiempos. En la actualidad es el presidente de honor del Manchester United e imparte cada año una charla a los jugadores en la que narra la historia de The Busby Babes. Charlton siempre recuerda la importancia que tuvo la tragedia a la hora de forjar la identidad del club. Cuando se cumplió el 50 aniversario del accidente de Múnich, el Manchester United saltó al campo con la indumentaria que usó el equipo de Matt Busby ante el Estrella Roja de Belgrado, en el partido previo a la catástrofe. Fue en un derbi de Manchester en 2008 y, rápidamente, las cámaras enfocaron a un Bobby Charlton visiblemente emocionado.

En 1968, con la Copa de Europa todavía reciente, Bobby Charlton se acordó de su gran referente: “Duncan Edwards era incomparable. Fue terrible que muriera y sólo puedo explicar a la gente que su adiós fue la mayor tragedia porque era el mejor de todos nosotros. En toda mi vida como futbolista, siempre sentí que podía competir con cualquier jugador. Menos con Duncan. Él era el talento, siempre me sentí inferior a él. Nunca conocí a alguien tan dotado técnicamente y tan fuerte. Duncan tenía una presencia que nos eclipsaba a todos”.

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En sus últimas horas de vida, Duncan Edwards recibió la visita de Jimmy Murphy, el asistente de Matt Busby. Murphy había evitado el accidente porque alternaba su labor de segundo entrenador con la de seleccionador de Gales. Desde Yugoslavia había escogido otro vuelo para acudir a una convocatoria con la selección galesa. Al técnico le dio rabia perderse el viaje de vuelta a Inglaterra, ya que reinaba un ambiente de celebración tras conseguir la clasificación en Belgrado. Después de la tragedia, se hizo cargo del equipo hasta que Busby se recuperó por completo.

Cuándo Jimmy Murphy entró en la habitación encontró a Edwards en medio de un sueño agitado. De pronto, Duncan Edwards se despertó y le preguntó: “¿A qué hora jugamos el próximo fin de semana contra los Wolves? No me puedo perder ese partido”.

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Por Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: Bobby Charlton en primer plano y una foto de Duncan Edwards al fondo, en la presentación del libro Duncan Edwards, The Greatest.  (dailymirror)

Foto 2: Duncan Edwards realiza un saque de banda. (the telegraph). 

Foto 3: Bobby Charlton juega con unos niños en su Ashington natal. (dailymirror).

Foto 4: The Busby Babes se fotografían en un desplazamiento por Europa. En la parte derecha de la foto alguien se apoya en el hombro de Duncan Edwards, no es otro que Bobby Charlton (manutd.official)

Foto 5: Imagen del equipo juvenil del Manchester United. En la fila superior, el tercer jugador empezando por la izquierda es Duncan Edwards. Al final de la misma se encuentra Bobby Charlton (footyposters).
Foto 6: Bobby Charlton se recupera del accidente aéreo en Múnich. (dailymirror // getty images).
Foto 7: La estatua que se levantó en honor de Duncan Edwards en su Dudley natal. (manudtalk.com)    

The Busby Babes: MATT BUSBY

matt busby 2Matthew Busby (Orbiston, 1909 – Manchester, 1994) es uno de los grandes personajes de la historia del Manchester United. Dirigió al equipo desde 1945 hasta 1970 y protagonizó la primera época dorada de los red devils. Tras dejar los banquillos fue el presidente del equipo hasta su muerte. A las puertas de Old Trafford hay una estatua que recuerda la importancia del técnico escocés. Bobby Charlton, uno de los jugadores más laureados del fútbol inglés, resumió el método de su entrenador: “Matt Busby no hablaba mucho de tácticas. Hablaba con nosotros individualmente. Siempre esperaba que nos expresáramos y que le diéramos al público algo que no pudiera ver durante la semana. Algo emocionante”.

Paradójicamente, la carrera de Busby como jugador se desarrolló en el Manchester City, el “vecino ruidoso” del United. Consiguió una FA Cup en 1938 y terminó sus días como futbolista en el Liverpool, alternando su labor de jugador con la de entrenador. En 1945 se convirtió en el mánager del Manchester United. Por aquel entonces el club atravesaba una situación difícil. Llevaba sin ganar la First Division desde 1910, llegó a descender de categoría (aunque luego ascendió) y Old Trafford había sido bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial. El equipo tuvo que trasladarse a Maine Road, el campo del Manchester City. A Matt Busby le seducía la idea de reconstruir un club en horas bajas. Su proyecto se basaba en la cantera, en el reclutamiento y la formación de los jóvenes talentos del país. Pidió plenos poderes en todas las facetas del club y se instaló en una pequeña oficina en las cercanías de Old Trafford. Con la ayuda de Walter Crickmer, secretario del club, fundó el Manchester United Junior Atlhetic Club, que sentó las bases de su proyecto. Se dio mucha importancia al equipo juvenil y allí creció una de las mejores generaciones de la historia del fútbol inglés: The Busby Babes. Tres años después de la contratación del técnico escocés, el Manchester consiguió la FA Cup tras derrotar en la final al Aston Villa. En 1952, 42 años después de su último título liguero, los red devils se proclamaron campeones de la First Division. Busby renovó el equipo pese a conseguir el campeonato y empezó a dar entrada a muchos jóvenes de la academia: Roger Byrne, Mark Jones, Eddie Colman y, sobre todo, Duncan Edwards, la mayor promesa del fútbol inglés. Fichó a atacantes como Tommy Taylor y Dennis Viollet, que se estaban haciendo un nombre en primera división, e hizo debutar a Bobby Charlton, toda una institución en Old Trafford en la actualidad. Aquel Manchester era un equipo osado, con hambre de triunfos y mucho talento. Reconquistó la liga en la temporada 1955/1956 y el equipo se reforzó con la llegada de un extremo puro: Liam Whelan. The Busby Babes era un equipo que apostaba por un fútbol vistoso y ofensivo, que sabía explotar la velocidad y la calidad de sus integrantes para llevar el dominio del juego. Su entrenador resumió la grandeza de un equipo joven y atrevido: “Todavía tenían las marcas de la cuna, pero no se les notaba”.

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El Manchester no se conformó con los títulos nacionales y empezó a mirar a Europa. Por aquel entonces el Real Madrid de Di Stéfano dominaba la competición y el Manchester de Duncan Edwards, Bobby Charlton y Roger Byrne se presentaba como una de las alternativas a los blancos. Pero la organización de un torneo novedoso, que se desarrollaba fuera de las fronteras nacionales, generaba dudas en la Federación Inglesa. Un año antes habían prohibido la participación del Chelsea, por la dificultad que suponía cuadrar el calendario de la liga doméstica con largos desplazamientos por el continente europeo. Finalmente, Matt Busby, que creía que el futuro del club estaba en Europa, convenció a los miembros de la Federación. El Manchester United se convirtió en el primer representante del fútbol inglés en la Copa de Europa gracias a la insistencia de Busby.

En su primera participación, el club inglés pasó la fase de grupos. Venció por un escandaloso 12-0 al Anderlech, en la que es, hasta la fecha, la victoria más holgada de los red devils en Europa. Superaron al Borussia Dortmund y al Athletic de Bilbao en una eliminatoria intensa, en la que los de Busby dieron la vuelta al resultado (para ganar 5-4 en el global). Allí les esperaba el Madrid de Di Stéfano y Gento. El vigente campeón mostró su poderío y venció al Manchester United en un bonito enfrentamiento. Tras la victoria por 1 a 3 en Old Trafford, el Madrid contuvo a los red devils en Chamartín (2-2) y logró su segunda corona en Europa. Las crónicas de la época dan a entender que al Manchester United le faltó oficio ante el gran equipo del momento. El Manchester se citó con el Madrid para la siguiente temporada y revalidó el título de liga en Inglaterra, tras vencer al Arsenal en el encuentro decisivo.

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La temporada 1957/1958 debía ser la de la consagración de The Busby Babes. La derrota ante el Madrid hizo madurar a los talentos de la academia y el equipo funcionó desde el principio. Duncan Edwards era el motor del equipo y se le consideraba el mejor futbolista inglés del momento. Le acompañaban Bobby Charlton, un talentoso mediocampista, Roger Byrne, el capitán y líder de la defensa, futbolistas de la cantera como Mark Jones, Eddie Colman o Harry Greg, y los goleadores Tommy Taylor, Dennis Violet o Liam Whelan. En la competición doméstica se midieron con los Wolves en un duelo por el liderato. En la Copa de Europa llegaron a cuartos de final, donde se enfrentaron  con el Estrella Roja de Belgrado. En el partido de ida, en Old Trafford, el Manchester United venció 2-1, en un encuentro igualado y entretenido. En la vuelta se desplazaron hasta Yugoslavia, en medio de un clima adverso, con el césped del Estadio Estrella Roja (conocido como el “Pequeño Maracaná”) completamente helado. Bobby Charlton confesó meses después que era la primera vez que el equipo realizaba un viaje tan largo y que sufrieron como nunca ante un equipo experimentado. En la primera parte el equipo de Matt Busby se puso 0-3, con dos goles de Bobby Charlton y uno de Dennis Viollet. Sin embargo, el Estrella Roja reaccionó tras el descanso. La zaga de los red devils concedió metros y el equipo yugoslavo supo aprovechar las debilidades de los ingleses. Después de dos goles de Bora Kostic llegó el empate de Lazar Tasic en el minuto 82. El Manchester vivió los minutos más largos de la competición pero el marcador no se volvió a mover. Tras sufrir en Belgrado, los de Matt Busby consiguieron el pase a la semifinal ante el Milán.

Y ahí es donde comienza la tragedia. El Manchester United se subió al avión “The Elizabethan” que partía de Belgrado. Hicieron una parada en Múnich para recargar combustible, en medio de una tormenta de nieve. Después de dos intentos el avión no consiguió despegar. Matt Busby consideró que era conveniente salir lo antes posible, para evitar una sanción de la Federación Inglesa, que seguía sin ver con buenos ojos la participación del United en la Copa de Europa. El técnico escocés siempre se arrepintió de aquella sugerencia. En el tercer intento el avión despegó y se estrelló a 300 metros del aeropuerto. Murieron 23 personas, entre ellos 8 futbolistas, 3 técnicos (Walter Crickmer, Bert Whalley y Tom Curry) y 12 pasajeros. Algunos de los futbolistas que fallecieron eran la columna vertebral del equipo: el prometedor Duncan Edwards, el lateral Roger Byrne, el defensor Mark Jones, el extremo Liam Whelan, el mediocentro Eddie Colman y el delantero Tommy Taylor. Los otros dos integrantes de la plantilla que fallecieron fueron los suplentes Geof Bent y David Pegg.

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El Manchester United se presentó 13 días después del accidente a jugar frente al Sheffield Wednesday. Alineó un once lleno de juveniles, con algunos de los supervivientes del accidente, como Harry Greg o Bill Foulkes. El equipo venció en un partido de luto, lleno de homenajes a los fallecidos. La voz de Matt Busby resonó por la megafonía del estadio y sirvió de aliento a los suyos. Meses más tarde, y con más espíritu que fuerzas, el Manchester United consiguió el pase a la final de la FA Cup. Sin embargo, el equipo cayó en Wembley ante el Bolton Wanderers. El Milán los eliminó en las semifinales de la Copa de Europa y el Manchester afrontó un periodo de transición tras la catástrofe. Uno de los supervivientes, Bobby Charlton, se convirtió en el emblema del equipo. Matt Busby estuvo cerca de morir en el accidente y no volvió a dirigir al equipo hasta tres meses después, en el verano de 1958. Durante aquel tiempo se había hecho cargo del equipo Jimmy Murphy, su fiel asistente. Busby sopesó su retirada pero sentía que estaba en deuda con sus Babes: “Tengo la certeza de que si la tragedia de Múnich no hubiese sucedido habríamos ganado la Copa de Europa aquel año”.

El técnico escocés planificó la reconstrucción del equipo. Se volvió a servir de la cantera y en menos de una década orquestó otro gran equipo, con las cicatrices de Múnich todavía abiertas. Al liderazgo de Bobby Charlton se sumó el talento de George Best y el olfato de Denis Law. Aquel equipo se construyó casi íntegramente por jugadores formados en la academia de Busby y en plena madurez consiguió grandes títulos (dos Ligas, dos Community Shield y una FA Cup), incluso más que la primera generación de The Busby Babes. A eso se añadió la conquista del título que más anhelaba, el trofeo que se les escapó en la tormenta de Múnich. Cuando se cumplía una década de la tragedia, en 1968, el Manchester United consiguió levantar la Copa de Europa. Llegó a la final tras derrotar al Madrid de Las Cinco Copas y se midió al Benfica de Eusebio en Wembley. Fue una noche mágica, una de las mejores finales que se recuerdan; un bonito intercambio de golpes en la cima del fútbol europeo. George Best y Bobby Charlton resolvieron en la prórroga y los campeones dedicaron la victoria a las víctimas de Múnich. Los autores de los goles (Bobby Charlton, George Best y John Kidd) reflejaban el éxito de la idea de Matt Busby, pues todos ellos se habían formado en el equipo juvenil del Manchester United.

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Matt Busby, el arquitecto de todo aquello, resumió el sentimiento de los aficionados:

“Cuando Bobby levantó la copa me purifiqué interiormente. Me quité el peso y la culpabilidad de haber ido a Europa. En ese momento sentí que se había hecho justicia”.

Busby se acordó entonces de la oficina en la que se instaló a su llegada a Manchester: “En esa pequeña oficina no había ni mucho espacio ni tiempo para soñar, pero si algo hice allí fue soñar”. Old Trafford está situado en la actualidad en Sir Matt Busby Way. Al estadio, en un homenaje encubierto de Bobby Charlton al técnico escocés, se le conoce con un bonito sobrenombre:  “El teatro de los sueños”.

Por Jorge Rodríguez Gascón.

Foto 1: The Telegraph 

Foto 2: BBC

Foto 3: bleacherreport.com

Foto 4: 101greatgoals.com

Foto 5: Daily Mail

(*) El texto forma parte de una serie de artículos dedicada a The Busby Babes.

EL BARCELONA SE EXAMINA EN PARÍS

El Barcelona se enfrentará al Paris Saint Germain en uno de los partidos más esperados de la jornada de Champions.

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-Actualidad blaugrana.

El equipo de Luis Enrique llega a París tras golear el pasado sábado al Granada, en un encuentro en el que los culés acabaron disfrutando. Tras su empate ante el Málaga surgieron algunas dudas y se vieron algunas similitudes entre el Barcelona actual y el de la pasada campaña. En la Rosaleda, faltó fluidez en el juego, el equipo no trabajó tanto en la presión y no disparó a puerta. Ni Messi ni Neymar se encontraron y Claudio Bravo fue exigido por primera vez en la competición. El planteamiento del Málaga de Javi Gracía nubló a un Barcelona previsible, sin velocidad en la circulación ni ambición en el juego.

Frente al Granada, el Barcelona recuperó algunas de las virtudes del inicio de temporada. Fue un equipo generoso en el esfuerzo y veloz en la recuperación, que tuvo la posesión del encuentro y supo hacer daño al rival. Bajo la dirección de Xavi y Rakitic, el Barcelona encontró la portería de Roberto. Messi y Neymar lideraron la goleada y parece que de su asociación dependen los resultados blaugranas. El 10 es el futbolista que mejora la jugada en el Barcelona, y su talento es la solución ante cualquier problema en la elaboración. Está inspirado en el juego, comprometido en la presión y generoso en el pase.

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Ha participado en 14 de los 18 goles que ha marcado el Barcelona esta temporada, ha anotado 5 goles y ha repartido 7 asistencias.[1] Frente al Granada asistió a Rakitic en el primer gol y a Neymar en el quinto, tras realizar dos bonitas acciones personales. Además, Messi marcó su primer gol en la mejor jugada del partido. Su segundo tanto definió el momento que vive el argentino y mostró alguna de las claves de su mejoría. Corría el minuto 82 y el Barcelona ya ganaba 5-0, pero Messi intuyó el fallo del central y aceleró en la presión. Robó el balón, encaró a Roberto y evitó su salida con un toque sutil con la diestra. Su participación en la recuperación sirve para medir su implicación en el juego. Su rendimiento ha mejorado, entre otras cosas, porque el argentino parece darle más importancia al juego colectivo. Parece que el gol ha dejado de obsesionarle, se compromete más en fase defensiva y, ante defensas bien plantadas, encuentra las mejores opciones para sus compañeros.

Por su parte, Neymar se está sintiendo importante en el equipo y ya lleva 6 goles en liga. Cada vez lee mejor el juego de Messi y es capaz de desbordar en cualquier partido. Su manejo de balón le da múltiples variantes pero debe mejorar en la toma de decisiones. Debe comprender que el regate es un elemento de sorpresa y debe seleccionar sus acciones siendo más vertical.

A la pareja Messi-Neymar se ha unido Munir, un joven de la cantera al que no le pesa el escenario ni el escudo. Es un futbolista de grandes movimientos, que genera espacios para sus compañeros y siempre dispone de oportunidades. Además, su rendimiento baja en la medida en que se aleja del área. Munir parece ser una apuesta personal de Luis Enrique y le ha ganado el puesto en la rotación a Pedro, al que le acecha la sombra de lo que fue.

-Duelo ante el PSG.

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Frente al Paris Saint Germain (martes, 30 de septiembre de 2014, 20:45, TVE) se prevén cambios en la alineación de Luis Enrique. En la prensa catalana se especula con un mediocampo novedoso: Mascherano y Busquets formarían el doble pívote, con dos interiores por delante como Iniesta y Rakitic. Messi y Neymar estarían en la delantera y Piqué y Jordi Alba regresarían a la defensa. En la portería, es probable que juegue Ter Stegen, que solo ha disputado un partido oficial en la temporada, precisamente en la competición europea. Sin embargo, todas estas predicciones pueden ser desestimadas por un técnico innovador como Luis Enrique, obsesionado con la idea de sorprender al rival: «Queremos plantear dudas al rival, que no sepa de qué manera vamos a jugar. El objetivo es ser mejor que ellos y para eso necesitamos que aparezcan todos nuestros jugadores».

Al equipo de Luis Enrique le sigue faltando algo de imaginación ante defensas cerradas, algo que de momento ha compensado con la presión rápida sobre el rival. Si recuperas el balón arriba, es más fácil pillar desprevenido al rival y, por tanto, no necesitas estar inspirado para encontrar soluciones.

El Paris Saint Germain llega al partido tras un inicio irregular en la liga francesa, el equipo va cuarto en la clasificación a cinco puntos del Marsella de Bielsa. Además, el conjunto de Blanc tiene numerosas bajas, entre las que destacan la del capitán Thiago Silva, la del genial delantero Zlatan Ibrahimovic y la del argentino Lavezzi. Pese a ello, el equipo francés sigue siendo un rival temible. Laurent Blanc recurrirá a Marquinhos, pretendido por el Barcelona este verano, para acompañar a David Luiz en el centro de la defensa. En la creación destaca el fino Verratti, que estará flanqueado por Matuidi y Thiago Motta. Y arriba formará una delantera peligrosa: en la que destaca la calidad de Javier Pastore, la velocidad de Lucas Moura y el olfato de Edilson Cavani.

El equipo de Luis Enrique se enfrenta a su primer gran rival en una ciudad que le depara buenos recuerdos. En París el Barcelona consiguió su segunda Champions, con Rikjaard en el banquillo y Ronaldinho en el campo. El técnico asturiano sabe de la dificultad del partido y advierte: “Ganar en París requiere motivación, concentración y acierto, aspectos que quizás en otros partidos no hemos sabido mantener».

Por Jorge Rodríguez Gascón.

Foto1: 20minutos.es

Foto2: sportmaniacos.com

Foto 3. yahoo.sport.com

[1] Messi ha dado 8 asistencias sí se contabiliza su pase en la jugada del gol de Sandro ante el Villarreal.

XAVI, RAKITIC Y EL CUATRO DEL BARÇA

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Xavi Hernández jugó el pasado sábado sus mejores minutos de la temporada. Tras el Mundial, estuvo a punto de marcharse del Barcelona. Llegó derrotado, con la sensación de que ya no estaba para competir al máximo nivel. Su única condición para el traspaso era irse a un equipo que no pudiera enfrenarse al Barcelona. Llegó a comunicarle al club y a su entorno que se iba pero, finalmente, decidió quedarse una temporada más. Con una escueta promesa ante los medios: “trabajaré para sentirme útil”. Frente al Granada, el de Tarrasa le dio sentido y velocidad a la circulación, estuvo preciso en el pase y supo conectar con la delantera. Participó en 3 de los 6 goles de su equipo e ideó el mejor gol de la tarde. Xavi recibió el balón y realizó su gesto técnico más característico: un suave giro sobre sí mismo que le libera de la presión del rival. Levantó la cabeza, vio la carrera de Alves y le sirvió un balón medido. El brasileño prolongó al primer toque y Messi (sin que el balón hubiese botado desde que partió de Xavi) remató a gol. Xavi Hernández parece estar en un buen momento físico y su cabeza vuelve a estar fresca. Luis Enrique vaticinó que será importante en muchas fases de la temporada. Ante los medios, el medio afirmó con una sonrisa: “En la segunda parte he vuelto a disfrutar”. Al acabar el partido algo quedó claro en el Camp Nou: Nadie lee el fútbol como Xavi.

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La otra gran noticia del partido fue Ivan Rakitic, de largo el mejor fichaje de la temporada. El croata ha entendido las claves del juego blaugrana y ha sabido adaptarse a las necesidades del equipo. Posee un gran sentido del juego colectivo: es sensato en la circulación, trabaja como nadie en la recuperación y sabe improvisar cuando el partido lo requiere. El croata ha brillado jugando como interior puro, más tirado a la banda derecha e incluso como único mediocentro. A las características propias del cuatro blaugrana (buen trato de balón, inteligencia táctica y facilidad en la asociación) añade otras virtudes que le dan a su equipo mayores registros. Es un futbolista de mucho recorrido, que llega al área rival y dispara con peligro, algo fundamental en un equipo al que le cuesta tirar desde lejos. Además, es poderoso en el juego aéreo y se sacrifica en la disputa, algo que parece haber mejorado en Barcelona.  En el Sevilla era el jugador que marcaba la diferencia. Partía desde posiciones más adelantadas y tenía mayor libertad de movimientos. Jugando más liberado, su calidad era el principal argumento ofensivo del equipo hispalense. Meses más tarde, ya está habituado al juego del Barcelona. El croata ha cambiado aspectos de su juego: no suele perder el sitio, se implica en la recuperación y es cuidadoso en la entrega. Y se ha ganado el reconocimiento de su nueva afición en un puesto vital para el Barcelona. El pasado sábado, el público del Camp Nou le despidió con una ovación, premiando su gol y su gran actuación. El diez del Sevilla se ha convertido en el cuatro del Barça.

Por Jorge Rodríguez Gascón.