Cuentos de dragones

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La Eurocopa camina entre la emoción y el aburrimiento. Los partidos prometen más de lo que cumplen y se valora más el pulso táctico que el talento. El torneo puede mejorar en semifinales, con dos duelos bien distintos: el primero enfrenta a dos selecciones que buscan su primer título y el segundo mide a dos clásicos del fútbol europeo. Alemania y Francia comparten la condición de candidatas desde hace tiempo. Portugal y, sobre todo, Gales son una irrupción inesperada. En todas las selecciones brilla algún jugador que procede de los equipos de Madrid, protagonistas de la final de Milán hace un mes. Cristiano en Portugal, Bale en Gales, Griezmann en Francia y Kroos en Alemania. A falta de La Roja en el tramo decisivo de la competición, la liga lo considera una pequeña victoria del fútbol español, que pretende reafirmar su éxito en Europa.

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Francia estuvo inspirada frente a Islandia, después de la agonía de la ronda anterior. Esta vez, su victoria llegó ante un combinado que entendía que la modestia era su mejor arma. Islandia se había ganado el favor del público neutral por su simpatía y su concepto voluntarioso del juego. El equipo de Lagerback mostró signos de rebeldía cuando el resultado ya estaba perdido. Poco podía hacer ante el 4-0 inicial de los franceses, que disfrutaban de la explosión de los grandes líderes de su ataque (marcaron Giroud, Pogba, Payet y Griezmann). Sin embargo, el segundo tiempo fue toda una demostración de carácter de los islandeses, empeñados en responder a su apodo de vikingos. El país que más ha seguido el torneo tiene argumentos para estar orgulloso. Islandia logró batir en dos ocasiones a Lloris y jugó sin complejos, con la valentía del que se siente modesto entre los grandes. Su actitud le diferencia de muchos equipos conformistas, que han traicionado su propuesta a menudo. La Bélgica de Wilmots, que tropezó ante Gales cuando tenía todo a favor, sirve como ejemplo.

Si parte del encanto de Islandia reside en su humildad, Francia convenció por su poca compasión ante el que parecía el equipo de todos. La selección de Deschamps valora la oportunidad que se le ha presentado. Con el favor de su público, y con sus estrellas (Griezmann, Pogba y Payet) a pleno rendimiento, la selección está a un paso de repetir éxitos en su terreno, como ya ocurrió en el Mundial 98 y en la Eurocopa del 84. Frente a Alemania se enfrentará a su historia y al que es el equipo más sólido de la competición. La selección francesa recuerda el choque de Harald Schumacher con Battiston y su eliminación en el pasado mundial para preparar su venganza.

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La Alemania de Löw demostró ante Italia que ha venido para ganar. Resolvió en una tanda de penaltis delirante, que premió el acierto final de Jonas Héctor entre un cúmulo de errores (en Italia fallaron Bonucci, Darmian, Pellè, Zaza y en Alemania Schweinsteiger, Müller y Özil). La victoria llegó con fortuna, después de que Italia se aferrara al partido como solo ella sabe hacerlo. El equipo alemán sabía de la capacidad de supervivencia de los italianos. Pero, como era de esperar, no pudo evitar el tanto  de Bonucci, que marcó desde los once metros, después de un error extraño de Boateng. En la prórroga, la Mannschaft quiso la victoria y, hasta cierto punto, la mereció. Una de las conclusiones del encuentro, además de que conviene ensayar más los penaltis, es que Alemania nunca debe renunciar a Özil o a Draxler. Los dos le otorgan imaginación a un bloque que se mueve en el terreno de lo esperado. A los de Joachim Löw les cuesta improvisar, viven preocupados de responder ante su fama de equipo fiable. Nadie representa esta tendencia como Kroos, que posee una rara inteligencia artificial. Su fútbol, lejos del área, se vuelve demasiado correcto y meditado. En el otro lado del espejo está Özil, que suele equivocarse. El mediapunta alemán parece irregular y tiene un perfil extraño o melancólico. En ocasiones, se ausenta de los partidos y le falta ambición para despegarse de su marcador. Pero tiene una virtud que compensa todos sus defectos: se ve a sí mismo como un jugador distinto, de esos que no temen los riesgos. Su lectura del juego y de los movimientos de sus compañeros es uno de esos intangibles que pueden ganar partidos. Ante Italia firmó su mejor encuentro en la competición (a pesar de que falló desde los once metros) y se le espera contra Francia, en el duelo del campeonato.

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En la otra semifinal se enfrentan Portugal y Gales, dos equipos que viven su sueño particular. El más inesperado es el de los británicos, que competían por primera vez en un gran torneo. Es un equipo entusiasta, que vive de la carrera de Bale, de la sociedad Ramsey y Joe Allen y de los movimientos de Robson-Kanu. Gales, como ya ha dicho Bale, es todo corazón y orgullo.

La ausencia de Ramsey en Gales será casi tan importante como la de Pepe en Portugal. El central del Real Madrid es el líder en la sombra de la selección. Su intuición en la disputa y sus marcajes han sostenido a su equipo en el torneo. Por eso su lesión se intuye como un factor determinante en las semifinales. La baja por sanción de Ramsey dará mayores responsabilidades a Joe Allen, el mejor intérprete del juego en la selección de Colleman.

El partido es también una gran ocasión para Cristiano Ronaldo y Gareth Bale. Compañeros en el Madrid, líderes de su selección, se medirán en busca de un sueño. Ningún país cree tanto en su estrella como Gales en Bale, que ha guiado al equipo hasta una oportunidad histórica. Para lograrla deberá vencer a Cristiano Ronaldo, que es una amenaza permanente.

Portugal juega para ganar y no le importa si agrada o defrauda. Sabe que la memoria es generosa con el campeón y, de momento, los resultados justifican su propuesta. También la selección de Colleman intuye que está ante una ocasión irrepetible. Portugal abraza el pragmatismo de Fernando Santos y busca un trofeo que siempre se le ha negado. Gales , por su parte, sigue creyendo en los dragones.

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La Eurocopa, entre lo imprevisto y lo esperado

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La Eurocopa llega a los cuartos de final y el desenlace se presenta emocionante. El torneo ha dado algunas sorpresas: la derrota de la vigente campeona a manos de Italia, la enésima decepción de Inglaterra o la eliminación de Croacia, que era uno de los equipos que mejor fútbol habían practicado. También han surgido fenómenos absolutamente inesperados como el de Islandia y Galés, dos equipos sin tradición en las competiciones internacionales. En el fondo, son grandes noticias para el fútbol, un deporte acostumbrado a la reafirmación de lo cotidiano. Alemania y Francia responden a su cartel de candidatas. La Mannschaft venció a Eslovaquia en su mejor partido del torneo y Francia descubrió que Griezmann es la mejor solución en los momentos de emergencia. Italia ya ha demostrado que siempre está en la pelea: especialmente en los torneos en los que menos se la espera. El equipo de Antonio Conte se medirá a la campeona del mundo, en uno de esos duelos que bien valen una Eurocopa. Portugal, que pasó con fortuna la fase de grupos, se enfrentará a la Polonia de Lewandowski. Cristiano Ronaldo tiene el camino más sencillo del cuadro y hay ilusión porque pueda guiar a Portugal a la final. Su gran obstáculo en el cuadro puede ser la Bélgica de Wilmots, que ante Hungría mostró todas sus virtudes: el talento de Hazard, la conducción de De Bruyne, la zancada de Carrasco, la amenaza permanente que es Lukaku, el recorrido de Nainggolan, la llegada de Witsel. El técnico Marc Wilmots dirige a una de las mejores generaciones del fútbol belga. Hasta los cuartos, a su equipo se le intuía más fútbol del que mostraba. Quizá su goleada libere a una selección sobre la que se ha llegado a sospechar. Muchos temen que nunca estará al nivel de las mejores predicciones. Al fútbol europeo no le iría mal que Bélgica dejara de ser una promesa interrumpida.

La derrota de España provoca una tristeza inmensa. No solo supone una tímida confirmación del fracaso de Brasil, sino que se intuye el fin de su imperio. La eliminación llegó producto del despiste ante Croacia y de la abdicación del campeón ante Italia. Dio la sensación de que la azzurra tenía más ganas de vencer que la selección de Del Bosque. Visto de otro modo, La Roja no le dio a Italia la importancia que se merecía. Ellos se tomaron el partido como la superación de una barrera psicológica, similar a la actitud que tuvo España hace 8 años, en los cuartos de final de la Eurocopa de Austria. Consumada su venganza, para los supersticiosos Italia pierde opciones por una razón caprichosa: todos los rivales la empiezan a temer. El duelo frente a Alemania, que remite a las leyendas de otro tiempo, es uno de los partidos más atractivos del torneo. En esta ocasión, es la Alemania de Joachim Löw la que quiere ajustar cuentas: nunca venció a Italia en un Mundial o una Eurocopa. El técnico alemán responde como si le asaltara un picor incómodo: “No tenemos un trauma con la selección italiana”. Con las dos selecciones se cumple un requisito histórico: su mejor nivel de juego ha llegado en el tramo decisivo del torneo.

Individualidades

Las aspiraciones de las selecciones se sostienen, en gran medida, en el nivel de sus estrellas. Alemania disfruta de la mejoría de Özil, del juego sosegado de Kroos y del desborde de Draxler. La aparición del joven mediapunta ante Eslovaquía fue una de las grandes noticias de La Mannschaft. Sustituye a Götze, que ha jugado todo el torneo melancólico, como si recordara que está lejos de ser el jugador que fue. En Italia se alegran de la sintonía que tienen sus dos delanteros: Graziano Pellè y Eder. Tan distintos y a la vez tan complementarios. Pellè es la amenaza en el remate y una fórmula de desahogo: su juego de espaldas ofrece grandes soluciones a sus mediocampistas. Eder es un velocista generoso y sacrificado. Tiene el desborde y la intuición de los delanteros pícaros y sabe aprovechar los servicios de Pellè. En Polonia esperan el despertar de Lewandowski. Mientras tanto, se nutren de la llegada constante de Blaszczykowski. Su rival en cuartos, Portugal, se aferra al don goleador de Cristiano Ronaldo y a sus surtidores, Nani y Quaresma.

Galés vive de la carrera y del disparo de Gareth Bale, un héroe para la nación. Arropado por un conjunto trabajador y sólido, la tarea de suministrar buenos balones a Bale es de Aaron Ramsey y Joe Allen. El Expreso de Cardiff es quizá uno de los futbolistas más determinantes de la competición. Su afición le estima tanto que hasta un pequeño pueblo ha cambiado su nombre para que coincida con el de su estrella. Bale, ambicioso, se ha convertido en el portavoz de una selección atrevida: “A la Eurocopa se viene para ganarla, no para jugar tres partidos”. Su rival en cuartos, Bélgica, debe integrar en el partido a Hazard, De Bruyne, Carrasco o Lukaku.

La selección francesa depende de la inspiración de Payet, Griezmann y Pogba. El primero es una de las grandes revelaciones del torneo: Payet encarna el dinamismo, el regate y el disparo. Pogba ofrece despliegue y un amplio repertorio de lujos técnicos. Griezmann es una garantía de peligro y uno de esos futbolistas que poseen un aura especial. Veloz, fino y atrevido, su mejor partido llegó cuando Francia más lo necesitaba. Su zurda es la mejor virtud del anfitrión. Sobre todo, ante una selección solidaria como Islandia, cuya fuerza reside en el grupo y en su resistencia defensiva. La selección del “país del hielo” está escribiendo uno de los relatos más bonitos de la competición. La belleza de Islandia no reside en su fútbol, algo anticuado y rudimentario, sino en la modestia de sus futbolistas y en el ruido de su hinchada. Un país de 333.000 habitantes, con apenas 100 jugadores que viven solo del fútbol, ha encontrado su hueco entre los 8 mejores equipos de Europa. A veces, el deporte es también una aproximación a lo imprevisto.

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Jorge Rodríguez Gascón.

EL CHICO DE ORO

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Mario Götze fue el protagonista inesperado de la final de Maracaná. El alemán es un jugador hábil, astuto y muy fino. Pero llegó al Mundial fuera de forma, lento, sin la frescura que permite marcar diferencias. Mientras Messi, Müller, Toni Kroos o el “Pipita” Higuaín acaparaban los focos antes del partido, Götze esperaba su turno en el banquillo. Al final del encuentro todas las cámaras apuntaron a la sonrisa todavía traviesa y juvenil del mediapunta alemán.

Götze había comenzado la competición siendo titular y era una de las armas de Alemania. La lesión de Reus antes de llegar a Brasil pareció darle más peso en la alineación de Joachim Löw. Jugó en el partido inicial ante Portugal y marcó uno de los cuatro goles de la Mannschaft. Sin embargo, parecía lejos de encontrar el nivel de su temporada en el Bayern y la brillantez de su etapa en el Dortmund. Poco a poco, fue perdiendo presencia en el equipo y su falta de ritmo se hizo evidente. Ante Ghana y Estados Unidos no estuvo acertado y Alemania pareció ganar con lo justo, sin el esplendor del primer encuentro. En octavos de final la selección alemana se enfrentó a Argelia, en un encuentro de ida y vuelta, mucho más igualado de lo que cabría esperar. La selección africana puso en aprietos a Alemania y Götze jugó un partido muy discreto. El futbolista del Bayern es de esos jugadores fríos que poseen un talento innato y que parecen besar los dos extremos del fútbol: el triunfo absoluto o el fracaso más rotundo. Es capaz de decidir el partido en una acción individual y también de desaparecer al menor estornudo.

Ante Argelia, la Mannschaft creció con el paso de los minutos y asestó su golpe definitivo en la prórroga. Pero Götze ya no estaba en el campo y, tras el mal juego de los alemanes en la primera parte, fue uno de los futbolistas señalados por su entrenador. Fue sustituido por el gran secundario de Alemania: André Schürrle, autor además del gol de la victoria ante los argelinos. A partir de ahí Mario Götze fue desapareciendo de las alineaciones y su presencia en los partidos fue testimonial. Jugó siete minutos en la victoria ante Francia y no se vistió en la goleada a Brasil en semifinales.

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En la final inició el partido con una mueca de conformismo, aceptando que el Mundial había llegado demasiado tarde para él. Lucía una sonrisa postiza, consciente de que había jugadores por delante de él en la rotación. Observó desde el banquillo las oportunidades alemanas y las respuestas de Argentina.

El partido se acercaba a la prórroga y Joachim Löw le llamó en el minuto 88. Götze acudió con una mezcla de tensión y desgana. Antes de salir al campo recibió los consejos de Klöse y siguió sus instrucciones. El mediapunta asistió a Schürrle nada más comenzar la prórroga y miró a portería en dos ocasiones. En la primera, estuvo lento y la defensa argentina evitó su remate. En la segunda, disparó desde la frontal con inocencia y languidez. Götze, pese a una buena puesta en escena, empezaba a mirar al suelo y a dar la razón a aquellos que habían perdido la confianza en él.

Pero entonces, en el minuto 113, apareció Schürrle para desbordar a Mascherano. El futbolista del Chelsea ha sido fundamental para Alemania: ha sido capaz de agitar los partidos desde el banquillo, ha marcado goles importantes y ha conseguido asistencias en momentos de máxima tensión. Schürrle dejó atrás a Mascherano y centró al área con precisión. Y ahí estaba Götze, solo ante Romero, casi sorprendido por el apagón general de la defensa albiceleste. Y el joven talento del fútbol alemán no lo iba a desperdiciar. Sin que cayera el balón al suelo, controló con el pecho y puso el balón lejos del alcance del portero argentino. Ejecutó una acción técnica preciosa y consiguió el gol más importante de su carrera. Celebró el tanto como aturdido, casi frotándose los ojos ante un sueño del que nunca se tuvo que despertar.

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El pequeño Götze consiguió el gol de la victoria para la Nueva Alemania de Joachim Löw. Un equipo que ha prescindido de los centímetros [1] en busca de futbolistas técnicos capaces de llevar el ritmo del partido a través de la posesión y del buen trato de balón. Löw ha sabido mezclar la experiencia de sus veteranos con la alegría de sus jóvenes. Una generación liderada por Götze y Reus y que ya en la sub 21 mostró su inclinación por un juego ofensivo. La Alemania de Löw no siempre pudo llevar a cabo su romántica propuesta, y en ocasiones pareció tener menos imaginación de la que dicta su nuevo cartel. Sin embargo, la evolución en la idea de juego es evidente y su apuesta por la combinación le ha dado el trofeo. Para lograrlo, además del cambio en el planteamiento, fue necesaria la aparición de un mago tímido de esos que va y viene en los partidos. El chico de oro, un futbolista descarado en el regate y con facilidad para los grandes momentos.

Cuando ya nadie le esperaba, apareció esa joya a la que Joachim Löw estuvo a punto de renunciar.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

 

[1] No hay más que ver quién es el líder indiscutible de esta selección y uno de los mejores futbolistas de la competición: Philipp Lahm. Desde su 1´70 ha sabido mostrar su jerarquía y adaptarse a las necesidades de su equipo. Cumplió en el mediocentro pero mejoró su rendimiento en el lateral. Desde esa posición es un mal constante para el rival. Se despliega, aparece por dentro y por fuera y centra con peligro.

LA SAGA DE LOS MÜLLER

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Thomas Müller es un futbolista de mundiales. Lo ha demostrado en sus dos participaciones, en las que ya acumula 10 goles. Alemania, a diferencia de las otras semifinalistas, es un equipo coral en el que el plan de juego está por encima de cualquier figura. Todos sus grandes futbolistas -que son muchos- están al servicio del equipo. Pero probablemente si tuviéramos que decir quién es su jugador más determinante no sería extraño decantarse por Thomas Müller. El futbolista del Bayern Múnich heredó el número 13 en el Mundial de Sudáfrica. Un dorsal con mucho peso en la selección, que han llevado otros símbolos del fútbol alemán como Michael Ballack y Gerd Müller. El delantero del Bayern, con Löw como máximo valedor, ha sabido responder a la historia de su selección.

Müller es un apellido común en Alemana y también en la selección. El ya mencionado Gerd Müller ha sido el mejor delantero de Alemania. Un `nueve´ de área, muy certero en el remate, que hacía del olfato una virtud y del oportunismo un don. (Algo que comparte con su homónimo en la selección de Löw). Anotó 14 goles en dos citas mundialistas: en México 1970 marcó 10 y los otros 4 en el Mundial de Alemania 1974. La Mannschaft consiguió la Copa en su propio país, con Bekenbahuer como líder del equipo. Venció tras una final increíble ante la Naranja Mecánica en el Olímpico de Múnich. La Holanda de Cruyff había deslumbrado durante el campeonato y todo parecía a su favor. Y más cuando a los pocos segundos de partido Berti Vogts cometió un penalti sobre Johan Cruyff. Lo transformó Neskeens y la anfitriona tuvo que darle la vuelta al marcador. Paul Breitner consiguió el empate en otro lanzamiento desde los once metros. Y dos minutos antes del final de la primera parte apareció “Torpedo” Müller para marcar el gol de la victoria para los alemanes. Aquella Holanda merecía haber ganado el campeonato porque fue de largo la que mejor fútbol practicó. Curiosamente ahora Alemania merece el campeonato por el juego desplegado y el hecho de ser un favorito tan claro no le da ninguna ventaja.

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Dieter Müller fue el sustituto del “Torpedo” en el Mundial de Argentina 1978. Gerd era un delantero de área, pero con muchos recursos en el remate. Sin embargo, su sucesor en la selección, Dieter, era más bien tosco y limitado. También otro Müller jugaba en aquella selección. Hansi Müller, un futbolista fino que militó en el Stuttgart y en el Inter de Milán. El zurdo jugó dos mundiales (Argentina 1978, España 1982) y fue fundamental en el triunfo en la Eurocopa de 1980 en Italia.

A todos los futbolistas con su apellido les cogió el testigo Thomas Müller en el Mundial de Sudáfrica. -Incluso se podría decir que tiene algo de cada uno de ellos -(*). Thomas llegaba tras perder la final de la Champions ante el Inter de Milán y Löw le dio el protagonismo que necesitaba. Marcó cinco goles y dio tres asistencias en la competición y su selección jugó un torneo fantástico. La Mannschaft derrotó a tres rivales marcando cuatro goles hasta llegar a la semifinal. Entre ellas, estaba la Inglaterra de Capello y sobre todo la Argentina de Maradona. En un amistoso de selecciones entre Argentina y Alemania, Maradona se negó a salir a la vez que Thomas Müller a atender a los medios. El entrenador argentino no sabía el nombre del delantero alemán y durante toda la rueda de prensa se refirió a él como «el jugador». Meses más tarde, en el Estadio Green Point de Ciudad del Cabo la Alemania de Löw le dio un severo correctivo a la Argentina del Diego. Thomas Müller inició la goleada y Alemania venció por un 4-0 incontestable, en el último precedente en partido oficial entre estas dos selecciones. Maradona no volvió a olvidarse del nombre del delantero alemán.

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En semifinales Müller se enfrentó a la España de Del Bosque, a la que Joachim Löw piropeaba con insistencia. Puyol desequilibró el partido con un cabezazo en un córner. Paradójicamente, la España que quería poner el balón en el suelo venció en una jugada en el aire a la Alemania de Mertesacker y Boateng. En un salto inmortal de un ilustre al que se ha añorado en Brasil. Aquella España proponía un juego que la selección alemana no tardó en querer imitar. Müller fue la gran revelación del Mundial y obtuvo el premio al mejor jugador joven de la competición y compartió el de máximo goleador del Mundial. Tras vencer a Uruguay en el partido del tercer y cuarto puesto, estaba empatado con Villa a 5 goles pero el alemán sumó más asistencias (3) y recibió la bota de oro. Löw propuso una evolución del estilo de juego, a través del dominio de la posesión. Una apuesta por el juego asociativo intentando mantener las virtudes históricas del fútbol alemán: poderío físico, tensión competitiva, oficio y fiabilidad.

Löw juntó futbolistas de talento y se vio beneficiado por la llegada de Guardiola al Bayern, uno de los espejos en los que quiere mirarse Alemania. En la columna vertebral de la selección alemana hay muchos futbolistas del equipo muniqués y eso ha facilitado el cambio de propuesta de la selección. Pero Alemania ha demostrado tener variantes en el juego: puede ser un equipo valiente, que recupera muy arriba y junta muchos futbolistas por delante del balón. O un equipo más frío y calculador que sabe resolver por la vía rápida. Müller advierte con cierta ironía: «si todo nos sale mal haremos un gol a balón parado…».  La selección de Joachim Löw ha sabido sufrir en momentos puntuales del campeonato y parece llegar en el mejor momento posible, tras una goleada apabullante ante Brasil. Thomas Müller ya ha igualado sus registros del Mundial de Sudáfrica. Lleva cinco goles y tres asistencias en Brasil y aún le queda por disputar la final de Maracaná ante Argentina. Está a cuatro goles de igualar a Gerd Müller y tiene a seis al máximo goleador de la historia de los mundiales: su compatriota Klose, que acaba de batir el récord de Ronaldo Nazario da Lima y amenaza con aumentar la distancia ante sus perseguidores (lleva 16 goles). Aunque parece que si Müller está tan acertado en próximas ediciones de la Copa del Mundo como en Sudáfrica y Brasil, la corona de Miroslav Klose será efímera.

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Frente a Brasil el 13 de Alemania descosió a Marcelo por el carril derecho. Además de marcar el tanto que abrió la goleada, asistió a Klose y generó varias oportunidades claras. En el primer gol de Schürrle (0-6), el delantero del Bayern Múnich estaba con el remate ya preparado, pero su compañero se anticipó en el último momento. Y en el séptimo gol, de nuevo Schürrle se aprovechó de un servicio de Müller, que recuperó un balón en la línea de cal. Ante Argentina, Thomas Müller tiene la oportunidad de conseguir un trofeo que se le resiste a su país desde el Mundial de Italia 1990.

Müller es un futbolista intuitivo, que lee muy bien el juego y suele tomar la mejor decisión. Es ambicioso, siempre mira a portería y sabe moverse por cualquier lugar del frente de ataque. Crea ocasiones si se mueve en la posición de falso nueve y es generoso cuando juega tirado a la banda. No es el delantero más vistoso pero sí uno de los más eficaces. Es un futbolista sencillo, que juega sin muchos alardes y no hace excesivo ruido. Sabe donde colocarse en el momento preciso y es imprevisible: nunca parece que vaya hacer lo que termina haciendo. Y tiene la asombrosa capacidad para ejecutar las jugadas más difíciles con la misma normalidad que las más fáciles.

Thomas Müller tiene un idilio con el gol que se manifiesta en las grandes ocasiones. El delantero alemán lo resumió de forma sencilla: «básicamente tengo suerte, golpeo justo en el momento correcto».

 

 

(*) La saga de los Müller. Además de compartir apellido tienen en común algunas  habilidades en el juego. Thomas Müller parece emular el remate y el olfato del histórico Gerd Müller, la finura de Hansi Müller e incluso en ocasiones aparenta la descoordinación de Dieter Müller. Pero es mera apariencia: Müller combina la habilidad y la imaginación con el tradicional espíritu competitivo del fútbol alemán.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

SINFONÍA ALEMANA

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Alemania goleó al anfitrión en Belo Horizonte en una noche histórica, que será recordada con orgullo por los alemanes y con vergüenza por los brasileños. Alemania fue un vendaval desde el inicio y en 29 minutos el marcador ya reflejaba un sorprendente 5-0. Brasil salió al campo derrotada, más pendiente de las ausencias de Neymar y de Thiago Silva que de frenar a los alemanes.

Los de Joachim Löw observaron con frialdad el ritual del himno de los brasileños y tardaron poco en frenar el entusiasmo de la hinchada carioca. Alemania irrumpió en el partido con la seriedad que merecía la ocasión. Brasil no acertaba en la circulación y sus centrales optaron por desplazamientos largos a Hulk y a Bernard como única forma de dar salida al juego. La selección alemana vio pronto las limitaciones de su rival y se fue a buscarle en la presión. Y de este modo llegaron los goles: Alemania recuperaba en campo del rival y combinaba con rapidez para enfilar a Julio César. Y Brasil se quedó sin respuesta ante la genial dirección de Kroos, la llegada de jugadores de segunda línea como Khedira, Schweinsteiger y Özil, y el olfato de Müller y de Klose. En el primer gol Kroos encontró a Müller en un córner botado con precisión. El delantero alemán fue astuto y se deshizo del marcaje de David Luiz para rematar a gol (1-0). En el segundo Kroos dibujó un pase medido para Müller, que entraba desde la derecha con decisión. El delantero del Bayern Múnich cedió para Klose y el alemán batió a Julio César (2-0). Con su gol se convirtió en el máximo goleador de la historia de los Mundiales con 16 tantos. Alemania seguía pisando el acelerador y en cosa de 6 minutos se puso 5-0 en el marcador. Después del gol de Klose llegó el primero de Kroos, tras una asociación de los alemanes que remató el mediocentro con un disparo de zurda (3-0). Dos minutos más tarde, en otra jugada coral de La Mannschaft, Kroos aprovechó la generosidad de Khedira para marcar a placer (4-0). Y en el minuto 29 Özil le regaló a Khedira el quinto, en una jugada muy similar a la del tanto anterior, en la que cambiaron los protagonistas. El quinto gol redondeó una primera parte antológica, que ya ha irrumpido con fuerza en la historia de los Mundiales.

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A la canarinha le faltaba un rival de nivel para ver que sus opciones en el Mundial respondían a la ilusión de un público optimista. David Luiz reflejó como nadie la impotencia de los brasileños (durante el encuentro y al final del mismo, con una declaración lacrimógena en la que pedía perdón a sus aficionados). Al central le faltaron piernas para apagar todos los fuegos de un equipo que se descosía por los cuatro costados. Echó en falta a su capitán Thiago Silva, más limpio y sensato, y capaz de domesticar el carácter desbocado de David Luiz. El mediocampo de Scolari quedó retratado en el partido. Fernandinho, Luiz Gustavo o Paulinho fueron futbolistas planos que perdieron balones importantes y que no pudieron despegarse de la presión alemana. De su delantera tampoco hubo noticias: Hulk desapareció y Bernard y Óscar tuvieron orgullo pero poca fortuna.

Alemania siguió sin demostrar signos de debilidad. Ahogó al rival cerrando espacios y se desplegó a partir del dominio del balón, asociándose con rapidez y velocidad en pocos metros, siempre con la portería brasileña como punto de mira. Tras el descanso, la selección de Joachim Löw bajó el pistón e incluso concedió oportunidades a los brasileños Óscar y Paulinho. Pero apareció Neuer, un portero que abarca mucha portería y que se ha acostumbrado a detener todo lo que se acerca a sus dominios.

La selección alemana fue respetuosa con un rival que se descomponía ante su público. Y no firmó una goleada mayor porque no quiso ensañarse en el segundo tiempo. Hasta que salió Schürrle, un futbolista que no entiende de medias tintas y que pugna por un puesto en el once de Löw. El delantero alemán ha crecido bajo la dirección de Mourinho y es el máximo goleador de la segunda fase de la competición, con tres dianas. El futbolista del Chelsea completó la humillación a los brasileños con dos goles. En el primero finalizó la jugada tras un servicio de Lahm y en el segundo se sacó un disparo inapelable con la zurda, que besó la red tras lamer el larguero de Julio César. Óscar consiguió en el minuto 91 el único gol de un equipo que perdió el honor ante 58.000 espectadores.

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Brasil confiaba todas sus opciones ofensivas a Neymar y ayer mostró una inoperancia impropia de un pentacampeón. Su público aguantó en su asiento entre lágrimas de impotencia y silbidos de rabia. Con sus líderes fuera del terreno de juego, la canarinha no pudo hacer nada ante una selección poderosa, que presentó argumentos incontestables. Kroos jugó su mejor partido de la competición, Khedira y Schweinsteiger trabajaron y buscaron posiciones de remate, Lahm fue un incordio constante para Marcelo en el lateral, Özil mejoró en el juego, Müller volvió a ser una amenaza constante para la defensa rival y miró a portería con la ambición de los más grandes. (Ha marcado 10 goles en dos citas mundialistas y es posible que recoja el testigo de Klose como máximo goleador de la historia de los Mundiales).

La selección de Scolari fue aplastada por un rival que tiene a la España de Del Bosque y al Barça de Guardiola como modelos de imitación. Aunque sin tener la misma finura, es un equipo más fuerte y agresivo, con mayor verticalidad y eficacia. Brasil quiso ser campeón por decreto, mostrando un fútbol antiguo, sin encanto ni inspiración. Pero un rival potente como Alemania le devolvió a la cruda realidad y le negó la opción de pisar el césped de Maracaná en «su» torneo.

La selección de Joachim Löw ha construido su nueva identidad a través del juego asociativo; de un fútbol con melodía y buen gusto. Y ayer, en el Estadio Mineirão de Belo Horizonte, la nueva Alemania escribió la página más triste del fútbol brasileño.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

ALEMANIA TAMPOCO CONVENCE

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Alemania venció a Argelia en uno de los partidos más disputados del Mundial. Fue un choque vibrante y agónico en el que los africanos vendieron cara su derrota. Rindieron tributo a la Argelia del 82, eliminada tras un pacto entre Austria y los alemanes. Hicieron sufrir a su rival durante todo el encuentro, disfrutaron de buenas oportunidades y solo en la prórroga se les escapó la eliminatoria.

Alemania no se encontró cómoda en ningún momento. Le asfixiaba la presión de los argelinos y titubeaba en la salida de balón. Ni Kroos, ni Götze, ni Özil, ni Schweinsteiger acertaban en la elaboración. Argelia robaba el balón y buscaba la velocidad de sus bandas. Se desplegaba por los costados, con uno de los mejores laterales de la competición hasta el momento: Ghoulam y con el siempre peligroso Feghouli. Argelia sorprendía a una defensa lenta e insegura. La primera media hora fue una demostración de esfuerzo y de pasión en el que Alemania tartamudeaba y Argelia alzaba la voz. Llegaba a las inmediaciones de Neuer, aprovechando que la defensa alemana concede muchos metros y que no tiene velocidad para recuperarlos. El portero alemán protagonizó una gran variedad de acciones temerarias, en las que por suerte o valentía salvó a su equipo. Y la selección argelina daba vida al partido, amenazando a la contra con la precisión de sus lanzadores, Mostefa y Lacén, y la velocidad de sus hombres, Feghouli, Ghoulam, Sidmani o Brahimi.

Argelia-vs-Alemania

Alemania tenía el balón pero no profundizaba y solo probaba a M´Bolhi con disparos de media distancia. Debe mejorar en la circulación y conseguir involucrar a Özil y Götze en el juego, que tienen demasiada tendencia a desaparecer. Y debe aprovechar las bandas, donde las defensas prescinden de efectivos para cerrar los pasillos interiores. Con Lahm en el lateral y Khedira en el campo, Alemania ganó en recursos y creció en el partido. Y en el último tramo, con un gran Thomas Müller, pudo Alemania vencer a Argelia, que no renunció en ningún momento a hacer daño a Neuer. Los de Joachim Löw sitiaron la portería de M´Bolhi en los últimos minutos y la resistencia argelina se prolongó hasta la prórroga, en la que cedieron ante el cansancio y la inspiración de Müller. Al delantero se le hizo corto el partido y decidió en el tiempo adicional. Nada más comenzarlo, sirvió un balón de gol a Schürrle y el futbolista del Chelsea desvió de tacón al fondo de la red (1-0). Argelia lo siguió intentando, con más corazón que fuerzas. Y Alemania tuvo opciones para la sentencia cuando los calambres empezaban a mermar a los argelinos. Y llegó el 2-0 de Özil, demasiado intermitente y sin capacidad de desborde durante el partido. Argelia no se conformó y mostró que es un rival combativo y testarudo. Y en el descuento consiguió acercar distancias, tras un remate de Djabou. (2-1)

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Argelia firmó un gran partido en Porto Alegre y puso en dificultades a un rival poderoso. Solo le faltó algo de fortuna y de puntería en sus oportunidades. Alemania ya no asusta tanto y parece faltarle imaginación para jugar como pretende. Se medirá a Francia en cuartos de final, en un choque prometedor, entre las dos grandes potencias europeas. Selecciones que saben lo que es sufrir ante equipos más modestos.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

ALEMANIA TRITURA A PORTUGAL

Alemania venció con autoridad a Portugal en un encuentro marcado por el calor, por las decisiones arbitrales y por la superioridad de una selección coral como la alemana.

El estadio A Fonte Nove (Salvador de Bahía) fue el escenario de uno de los partidos más esperados de lo que llevamos de Mundial. Alemania, una de las grandes aspirantes al título, se medía a la Portugal de Cristiano Ronaldo.

Con el calor como testigo, Alemania fue una máquina de ingeniería que desarboló en pocos minutos el planteamiento portugués. Paulo Bento buscó asfixiar en la salida de balón a los alemanes y generar peligro al espacio, pero pronto Alemania privó de toda opción a los portugueses. Aún así el combinado portugués tuvo su primera opción tras un despiste de Lahm; el balón le quedó a Cristiano Ronaldo en posición privilegiada pero el portugués no pudo con el gigante Neuer, que envió su disparo a córner. Más allá de este espejismo inicial Alemania consiguió amansar a las fieras portuguesas y las convirtió en gatitos inofensivos. Y lo hizo a través de la posesión, el punto de partida de todo para los chicos de Joachim Löw.

A partir de ahí Alemania fue un rodillo que ganó metros a través de una circulación precisa y fluida. No tardaron en llegar los goles y la superioridad alemana se vio favorecida por algunas decisiones cuestionables y exageradas del árbitro, las de un colegiado severo e injusto que destroza un partido sin contemplaciones.

El primer gol llegó tras una combinación en las cercanías de la frontal; Götze recogió un balón en el área, se revolvió y Joao Pereira le derribó con un leve contacto, suficiente para señalar la pena máxima a juicio del árbitro. Müller se encargó de transformar el penalti y Portugal se derrumbó con pasmosa facilidad. Moutinho y Veloso no estuvieron cómodos, Nani fue más solista que nunca y Almeida estuvo torpe hasta en su lesión. Cristiano, la gran esperanza portuguesa, renunció al juego, se esforzó en llamar la atención del árbitro y acabó pitado por la afición brasileña.

Mientras tanto la máquina alemana se fue engrasando y disfrutó de los espacios que dejaba la débil defensa de Paulo Bento. Özil y Gotze se encontraron, Kroos dirigió el juego y Müller definió. El segundo gol llegó tras un córner magistralmente botado por Kroos y que Hummels remató a la red con poderío. Y para hurgar en la herida portuguesa, Pepe fue expulsado en un lance pueril con Müller. El portugués reclamó de malas maneras (con un ligerísimo cabezazo) a Müller su facilidad para irse al suelo y el árbitro le mandó a la caseta. Sin su máximo estandarte en defensa, Portugal besó la lona con demasiada facilidad y pareció pedir el final del encuentro ya en el descanso.

Germany v Portugal: Group G - 2014 FIFA World Cup Brazil

La segunda parte sirvió para que Alemania se siguiese mostrando como un equipo sobrio, preciso y fiable. Los alemanes disfrutaron de los espacios y se prolongaron en ataque con mucha gente por delante de la pelota, fueron verticales y buscaron la portería de Rui Patricio. Müller, que consiguió el primer hat-trick del Mundial, completó la goleada en dos alardes de oportunismo.

Cristiano desertó y solo calmó su rabia en algún disparo de falta que Neuer detuvo sin problemas. Sus molestias en la rodilla parecen afectarle y no es el líder que su selección necesita. También el trabajo alemán contribuyó a la desaparición de Cristiano y ensalzó a futbolistas que abanderan el nuevo estilo de Alemania: Kroos, Lahm, Götze, Özil o Müller. Löw ha construido un equipo muy competitivo basándose en el Bayern de Guardiola, con quien comparte, además, filosofía futbolística: tiene dos centrales poderosos y con facultades a la hora de sacar el balón como Mertesacker y Hummels, un lateral reconvertido a mediocentro que distribuye y roba como Lahm, posee futbolistas talentosos que inspiran al resto como Kroos, Özil y Gotze, tiene un llegador como Khedira y un finalizador acertado como Müller. Además da la sensación de que el cambio de piezas no afecta al tono general del juego y en el banquillo esperan futbolistas de calidad como Schürle, Schweinsteiger, Draxler o Klose (¿Por qué el míster no le dejó saltar al campo en un partido tan favorable?) que completan una de las selecciones más poderosas.

Alemania se presentó como uno de los grandes favoritos de la competición, al vencer 4-0 a una selección importante. Además el resultado fue corto y pudo ensañarse en mayor medida ante un rival debilitado y cansado, que se derritió en el calor de Bahía.

Alemania es un rival a batir: ha mostrado más virtudes que nadie y ha escondido con maestría sus defectos a través del dominio de la posesión.

Es fácil y sensato creer en esta Nueva Alemania.

 

Por Jorge Rodríguez Gascón.