Las lágrimas de Messi

lagrimas de messi

Messi mira el suelo del estadio Met Life. El partido parece destinado a la prórroga, casi a gusto de todos. El único futbolista que se rebela ante esa situación es el 10. Los argentinos parecen cómodos ante esa opción, con la sensación de que la probabilidad juega a su favor. Les parece que de las tres prórrogas a las que han llegado en las últimas finales, es lógico que al menos se lleven una. Messi contempla el escenario con preocupación y protagoniza los últimos esfuerzos de un equipo calculador. De nada le sirve ahora que durante la primera parte haya forzado la expulsión de Marcelo Díaz, porque Marcos Rojo ha cometido, minutos después, una imprudencia que iguala el partido. Sus compañeros esperan un milagro del 10 y rara vez le ofrecen una solución. La presión de su rival hace que los argentinos vean el pelotazo como un argumento justificado. Cuando el balón cae en sus pies, casi de un modo milagroso, Messi arranca y acelera, pendiente de salvar la próxima patada de los chilenos. Asume responsabilidades y dirige las últimas acciones de su selección. Conduce, regatea y desborda, en busca del marco de Claudio Bravo. Su último disparo, tras una larga carrera, se va desviado.

Argentina desprecia el balón con frecuencia. Messi mira con asombro y se mueve entre la rabia interior y la impotencia. A nadie le duele un pelotazo como a Messi, que habla un lenguaje distinto del que usan Funes Mori, Gabriel Mercado o Lucas Biglia. En el fondo, ni siquiera Javier Mascherano, Gonzalo Higuaín o Sergio Agüero pueden traducir el dialecto de Messi. A la estrella argentina le asombra que su equipo cambie su plan de juego en las finales. El balón no circula por los costados, no fluye en el mediocampo y tres chilenos rodean su marca. Con cierta rebeldía, Messi los salva a menudo, aunque Vidal, Aránguiz o Silva se encargan de interrumpir su carrera con faltas. Ninguna se acerca lo suficiente a la portería de Bravo, que conoce además los secretos de los lanzamientos del 10.

Durante la prórroga, Agüero malgasta dos servicios de Messi. Leo asume con melancolía que el partido llegará a los penaltis. De nada le sirve que, tarde y mal, Argentina adelante sus líneas. En la primera parte del tiempo extra había observado el cabezazo de Agüero con ilusión, hasta que Bravo efectuó la parada del torneo, paralizando el sueño de su compañero en Barcelona. Había temblado también ante el remate de Vargas, que detuvo Sergio Romero. Si tuvo alguna esperanza durante la prórroga, esta se evapora cuando el Tata Martino cambia a Banega, el único argentino capaz de interpretar los movimientos del 10. A Messi también le sorprende que Martino no cambie a Biglia, al que ha visto jugar la final con una condescendencia cobarde. Biglia no se permite hacer nada que se salga del territorio de lo esperado, llega tarde a las disputas y comete entradas fuera de tono, como muchos de sus compañeros.

 El partido se va a los penaltis y Messi se permite una confidencia, en forma de broma, con el árbitro. Herber Lopes, el colegiado del encuentro, llevaba todo el partido buscando la complicidad del 10. Casi para llamar su atención, le había sacado una amarilla por simular un penalti. Comienza la tanda y Messi intuye que su derrota empieza a tomar forma tras el sorteo. Chile disparará primero y la presión será para los argentinos. Curiosamente, se produce un fallo inesperado. Vidal, el mejor especialista de los chilenos, se topa con la estirada de Romero.

Tras el fallo de Vidal, Messi sabe que su lanzamiento será determinante. Recuerda que en la pasada final de la Copa América tuvo que ajustar su lanzamiento. Sospecha que Bravo le conoce tanto como para saber que su disparo de seguridad suele ser hacia el palo derecho. Messi recuerda entonces que si hay una distancia que se le atraganta es la de los once metros. Con todos esos tormentos, modifica su ritual. Decide tomar poca carrera y busca la escuadra de manera precipitada. Su disparo, se pierde en busca del ángulo imposible y se va a la grada. Messi estira su camiseta en un gesto de rabia y teme que tampoco esta vez podrá levantar un título con Argentina. El fútbol es así de caprichoso. Messi, el mejor futbolista del partido, ha fallado su lanzamiento. Si alguien pudo rivalizar con él durante los 120 minutos de juego fue Vidal, que movió los hilos de los chilenos. Paradójicamente, también Vidal erró su disparo.

Vive el resto de la tanda al borde de la lágrima. Empieza a asumir que la derrota es una cuestión de tiempo. Aplaude los aciertos de Mascherano y Agüero con escepticismo. Tras los tantos de Aránguiz y Beausejour, es presa de los remordimientos. Sabe que de haber marcado, Argentina tendría todo a favor. En el cuarto lanzamiento, ve caminar a Biglia hacia el punto de penalti. Siente que a su compañero le invaden los miedos. Claudio Bravo se anticipa y detiene el disparo de Biglia. Messi ya presentía el fracaso después de su fallo. Ni siquiera mira el lanzamiento definitivo de Francisco Silva. El mediocampista no falla y Chile vuelve a ser campeón de América.

Messi se refugia en el banquillo y tras contener la tristeza durante un tiempo, rompe a llorar. Messi jugó como lloró: solo, sin demasiados apoyos y sin consuelo posible. Con la sensación de que es un genio incomprendido, inalcanzable hasta para la fortuna. Ninguna imagen proyecta mejor el sufrimiento de una selección, que ha perdido tres finales consecutivas. Messi cambió el rostro desencajado de Maracaná por el llanto desconsolado de Nueva Jersey. Quizá ya entonces, cuando se le nublaba la vista entre lágrimas, meditaba su renuncia.

Messi, en su mejor torneo con la albiceleste, sigue siendo víctima de un extraño maleficio. Nunca quiso algo tanto y, sin embargo, nada le dio la espalda tantas veces.

CHILE ESCRIBE SU HISTORIA

Chile levantó la Copa América en el Estadio Nacional, tras derrotar a Argentina en los penaltis (0-0; 4-1). No hubo brillo en la final sino un partido igualado y lento, jugado por dos equipos que prefirieron asumir los mínimos riesgos. A falta de un fútbol vistoso, decidió la suerte más imprevisible del fútbol, que garantiza una cuota de emoción. La tanda de penaltis elevó a Bravo y Alexis, que sellaron el primer triunfo internacional del fútbol chileno. El Estadio Nacional, el foco del terror de la dictadura hace 41 años, se convirtió en el escenario de la celebración de Chile.

chile gana

Todo parecía preparado en un estadio repleto, enrojecido por el color de las camisetas chilenas. El himno local se convirtió en un elemento de unión, en un ejercicio de nacionalismo que consiguió intimidar a los argentinos. Chile se impuso en la puesta en escena y mostró pronto el temor de la albiceleste. Durante algo más de veinte minutos, la selección de Sampaoli supo agitar el partido y consiguió que el juego se desarrollara en su terreno ideal. El fútbol más intenso benefició a Chile, en un inicio que prometió un partido de ida y vuelta. Capaz de domar los nervios iniciales antes que los argentinos, Chile realizó un estupendo ejercicio defensivo, sobre todo frente a Messi, y no renunció a hacer daño a Romero. Aunque siempre preocupados de guardar sus espaldas, durante algunos minutos los laterales chilenos se dejaron llevar por el ritmo que proponen los pases de Valdivia. Chile se volcó por el lado derecho y creció por ese costado, que defendía Rojo, al que le falta categoría para jugar en casi cualquier selección. En el lado de Mauricio Isla, también se ofreció Vargas, que disparó en cuanto pudo sobre la puerta de Romero. Vidal realizó un gran despliegue y Alexis quiso ser siempre protagonista, y aunque no lo fue en el partido, encontró su lugar en el penalti decisivo. Pero, por encima de todos, en Chile se alzó Gary Medel, un defensor duro, eficaz y comprometido. El central, que toda la vida ha jugado en medio campo, cubrió las espaldas a sus compañeros de zaga y se impuso en el duelo directo con Messi, demasiado ausente en la noche de Santiago.

Argentina fue durante demasiados minutos un equipo que jugaba a merced del rival. Sin éxito en la circulación, los balones se alejaban de Messi y de Pastore, los únicos capaces de cambiarle la cara a un equipo triste y calculador. Agobiado por la presión de los chilenos, el equipo de Martino, preparado para jugar a ras de suelo, sólo buscó la espalda de su rival a base de pelotazos. Y cuando Argentina pudo calmar los miedos del inicio, tampoco acertó en sus ocasiones. Agüero no llegó por poco a un pase definitivo de Messi ni remató a gol una falta lateral, bien despejada por Bravo. Y Lavezzi, que sustituyó a Di María por lesión, tampoco culminó un servicio de Pastore. Sin un plan de juego definido, Argentina despreció el balón durante muchos minutos y no supo llevar la jugada a los pies de Messi. El 10, arrinconado por el plan defensivo de Sampaoli, firmó el partido más discreto de la competición en la final. Sin la inspiración que requería la ocasión, la batalla que libra Messi para ser aceptado por el pueblo argentino parece una causa perdida. La segunda derrota en un año con la selección, le aleja de la felicidad que aportan los éxitos con el Barcelona. Su partido, con demasiados síntomas de pereza, tampoco le ayuda. Le faltó sentido de la oportunidad, carácter y acabó aborrecido por el marcaje chileno.

chile minuto de silencio

Tras la reanudación, bajó el ritmo de partido y los dos equipos se preocuparon de no quedar desprotegidos. Con muchas precauciones en el juego, Chile perdió la frescura del inicio y Argentina siguió en busca de Messi. La albiceleste estuvo condicionada por los erróneos planes de Gerardo Martino. El técnico de la albiceleste salió mal parado en la derrota, no sólo porque no acertó con los cambios, sino porque no consiguió imponer un plan de juego similar al que su equipo ha ensayado a lo largo de la competición. Sin continuidad en el juego de creación, las jugadas de Argentina morían de un modo prematuro. Martino tuvo que reaccionar tras la lesión de Di María y alertado por la pérdida del mediocampo, cambió a Pastore por Banega, que tampoco quedó en buen lugar. El técnico completó su final, cuando sustituyó a Agüero por Higuaín, en lugar de Tévez. El Apache posee el carácter que necesitaba una selección sin alma, fatigada, que incluso vio cojear al lider simbólico de la selección: Javier Mascherano. Higuaín, por otro lado, parece un jugador maldito, incapaz de estar a la altura de su nombre en los momentos importantes.

Cuando el bajón físico acechaba a un equipo solidario como Chile, Sampaoli tocó las teclas adecuadas y sus jugadores crecieron en el partido. En los minutos previos al descuento, después de que Vidal no rematara bien una volea, Chile se acercó al área de Romero. Argentina respondió con solvencia ante los centros y dispuso de una oportunidad para evitar la prórroga. Messi encontró terreno y pudo driblar a dos rivales. Con el frente despejado habilitó a Lavezzi en el costado izquierdo, que centró para Higuaín. El delantero, que ya falló un gol cantado en la final del pasado mundial, llegó demasiado forzado y no consiguió finalizar con acierto la jugada.

higuain maldito

En la prórroga no hubo muchas ocasiones y probablemente fue Chile la selección que intentó llevarse la victoria con más convicción. La albiceleste maltrató el balón en el inicio de las jugadas y no integró a Messi en el juego. El equipo de Sampaoli tuvo claro una consigna, en caso de que Messi consiguiera salir del regate, la jugada debía ser interrumpida con una falta. Así ocurrió durante todo el partido, en el que la selección chilena detuvo con dureza las pocas arrancadas del 10 argentino. En los últimos minutos de la primera parte de la prórroga, Mati Fernández ganó presencia en el encuentro y Alexis dispuso de un mano a mano ante Romero, tras un fallo en el despeje de Mascherano. No acertó el Niño Maravilla, que sí encontró premio en el penalti más importante de la historia del fútbol chileno.

Cuando el partido llegó a los penaltis pareció hacerlo a gusto de las dos selecciones. Y el elemento más incontrolable del fútbol decidió esta vez que la selección chilena merecía el triunfo por encima de Argentina. Después de que Messi y Matí Fernández marcaran, el acierto de Vidal y el fallo de Higuaín fueron decisivos. El delantero argentino ejecutó un penalti muy similar al que le costó la Champions al Nápoles en la última jornada del Calcio, en el partido frente a la Lazio. Su lanzamiento, se acercó más a la grada del Estadio Nacional que a la portería que defiende Bravo. Tras el fallo de Higuaín, llegó el acierto de Aranguíz y un nuevo error argentino, esta vez a cargo de Banega, al que Bravo anuló con su estirada. En el momento oportuno, Alexis pidió el penalti decisivo. El 7 es el gran ídolo del fútbol chileno y toda la competición ha estado por debajo de las expectativas. Sin embargo, llegó a tiempo a su cita con la historia y pudo resolver el torneo con una pillería, que dejó vencido a Romero.

No hubo revancha para Argentina, que ha dispuesto de dos oportunidades inmejorables para superar su maleficio. La selección de Martino fue un equipo melancólico, que ejecutó un fútbol sin encanto ni inspiración. Tras la derrota, la albiceleste prosigue su travesía en busca de los títulos. La mirada de Mascherano a la Copa, cuando recibió la medalla de consolación, reflejó el sentimiento de una selección que sigue cayendo a las puertas del triunfo. También personificó esa sensación Messi, que será eternamente discutido por el público argentino. La falta de un plan de juego colectivo, le perjudicó casi tanto como el marcaje de Gary Medel. De nuevo derrotado en la antesala de los títulos, la sombra de la derrota con la albiceleste parece perseguir a la zurda de Messi.

messi tumbado tras perder

Chile, por su parte, completó su sueño de vencer en su propio terreno. Lo hizo en un estadio emblemático, que ha conseguido superar el horror para convertirse en el santuario de una selección alegre, solidaria e impulsiva. El torneo es un bonito premio para la mejor generación del fútbol chileno, liderada además por un gran estratega como Jorge Sampaoli, que derrotó con claridad a Martino. Sampaoli, que asumió la difícil tarea de suceder a Bielsa, supo mediar en los conflictos y construyó un equipo valiente y aguerrido, capaz de corresponder las ilusiones de su afición. Chile eligió la mejor ocasión posible para vencer por primera vez a la albiceleste.

Argentina es un equipo abrumado por el peso de su tradición. Chile, por su parte, lleva tiempo queriendo escribir su propia historia.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: El País, NELSON ALMEIDA (AFP). Foto 2: El País, NELSON ALMEIDA (AFP). Foto 3: El País, NELSON ALMEIDA (AFP). Foto 4: El País, ANDRE PENNER (AP)

EL BARÇA MÁS SERIO ANULA AL PSG

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El Barcelona consiguió el pase a semifinales tras derrotar al Paris Saint Germain en el Camp Nou (2-0). El resultado de la ida le otorgaba cierta tranquilidad, pero Luis Enrique se encargó de mentalizar a sus jugadores, a los que exigió que afrontaran el partido con la misma seriedad que en el primer partido de la eliminatoria. En París, el Barcelona realizó un partido muy completo, con buenos tramos de juego e inteligencia para superar a un rival mermado. En el impoluto césped del Parque de los Príncipes, el Barcelona ofreció un fútbol coral, dirigido por Messi y culminado, con brillantez, por Luis Suárez. Y en la vuelta en el Camp Nou, el Barcelona escuchó las advertencias de su técnico y afrontó el partido con el mismo rigor competitivo. Consciente de los peligros del PSG, el Barcelona imprimió un sello reconocible a su juego: supo dormir a su rival con la posesión, aceleró en el momento preciso y realizó un gran ejercicio en la presión. Y recuperado su manual más tradicional, el Barcelona se ordenó a través del balón, que resguardó como nadie Iniesta. El manchego firmó una gran primera parte y fabricó el gol que premió el inicio del Barcelona. Fue en una jugada llena de plasticidad y de sutileza, en la que Iniesta condujo desde su propio campo, se deshizo de tres rivales y le sirvió un balón medido a Neymar. El brasileño, especialmente eficaz frente al PSG, le ganó la carrera a David Luiz y dribló al meta Sirigu para introducir el balón en la red. El gol del Barcelona sofocó cualquier posibilidad de remontada y el PSG dejó de creer en sus posibilidades demasiado pronto. Y se fue del Camp Nou prácticamente inédito; sin rastro de pólvora en sus delanteros y con escasas muestras de talento de Pastore o Ibrahimovic, que firmaron un partido discreto en el momento en el que más se les necesitaba. Solo Verratti se rebeló ante el dominio del Barça y dejó algún detalle que levantó el asombro del Camp Nou. Pese a ello, el fino mediocampista italiano acabó harto de perseguir sombras y mostró su impotencia en una patada a Neymar en el segundo tiempo. El brasileño volvió a ejercer de finalizador en el segundo gol, tras un centro de su compatriota Dani Alves. Neymar batió a Sirigu de cabeza y firmó su quinto gol de la temporada frente al equipo parisino. El segundo gol le dio al Barcelona argumentos para relajarse, pero el equipo de Luis Enrique mostró la misma seriedad que al inicio y se esforzó en dejar su portería a cero.

La segunda parte no tuvo mucha historia. El PSG adelantó líneas en busca de un gol que le diese vida a la eliminatoria. Y aunque mantuvo sus buenas intenciones con el balón, se topó siempre con el buen ejercicio defensivo de los blaugranas. El Barça se desgañitó en la presión y su zaga permaneció firme ante las amenazas parisinas: Ibrahimovic solo disparó una vez a puerta, Cavani se desfondó en la presión pero no inquietó a Ter Stegen, Pastore perdió la mayoría de los balones que tocó y Matuidi no se acercó al balcón del área. Solo la salida de Lucas Moura aportó velocidad a una delantera estática y sin la ambición que requiere la fase decisiva de la competición.

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El Paris Saint Germain ha perdido ante el Barcelona parte de la credibilidad que ganó en el duelo de octavos frente al Chelsea de Mourinho. Afectado en esta ocasión por las bajas, el equipo parisino sigue sin romper la barrera de cuartos de final. Más allá de eso, la imagen que ha ofrecido en la eliminatoria no está a la altura de las expectativas que ha generado la inversión de Nasser Al-Khelaïfi. La combatividad que permitió derrotar al Chelsea en Stamford Bridge con un jugador menos, ha dado paso a una declaración de impotencia frente al Barcelona. Tres años después de ser eliminado en el Camp Nou, el PSG vuelve a caer en los cuartos de final, sin demasiados síntomas de mejora. La reedición del duelo frente al Barcelona, lejos de consagrar al equipo parisino, ha sido un baño de realidad para los de Laurent Blanc. Pero lo más alarmante de todo es que el PSG ha asumido la superioridad del Barcelona con aparente resignación.

La noche fue tan placida[1] en el Camp Nou, que el Barça ni siquiera necesitó de la inspiración de Messi. El argentino no mostró el brillo de los últimos partidos y fue una pieza más del puzle del Barcelona, no el futbolista que da sentido al juego blaugrana. Sin la frescura del 10, esta vez fue Neymar el que, con sus goles, reclamó el papel de protagonista. A buen nivel rallaron el resto de sus compañeros: Suárez se esforzó en el desmarque, Messi colaboró en la circulación, Rakitic fue solidario en la recuperación, Xavi e Iniesta alternaron la distribución del juego [1] y Busquets volvió a esconder el balón con maestría. Mascherano mostró su lectura de juego, Piqué volvió a estar sobrio al corte y los laterales- Jordi Alba y Dani Alves- mezclaron con acierto el despliegue en ataque con la atención defensiva.

El Barcelona se mostró como un equipo sólido y aseado, que atendió a la circulación y se esforzó en robar en el campo del rival. El buen nivel colectivo, la recuperación de Iniesta, la seguridad de Busquets y los goles de Neymar fueron las mejores noticias de un equipo que ha llegado a la fase decisiva de la temporada con opciones en todos los títulos. Tras derrotar en el global de la eliminatoria al PSG por 5-1, el Barça disputará las semifinales de la Champions League, algo que ha ocurrido en siete de las últimas ocho ediciones. La eliminatoria ha mostrado la seguridad del Barcelona, que mantiene intacta su reputación en las grandes ocasiones.

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 Jorge Rodríguez Gascón.

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[1] En el segundo tiempo, Luis Enrique pudo dar descanso a Busquets, Iniesta y Suárez. Iniesta fue sustituido por Xavi Hernández y el de Tarrasa recogió el testigo del manchego en la circulación.

[2] En el otro partido de la jornada el Bayern de Múnich remontó la eliminatoria frente al Oporto (6-1). El Bayern zarandeó a su rival en la primera parte y en media hora ya había conseguido el 3-0, que le daba el pase a semifinales. La grada del Allianz Arena se encendió desde el inicio y acabó entregada a sus jugadores. Marcaron Lewandowski en dos ocasiones, Thiago, Boateng, Müller y Xabi Alonso. Jackson Martínez consiguió el único gol del Oporto, un equipo prometedor que aspira a estar entre los grandes del fútbol europeo. Pep Guardiola le ganó el duelo en los banquillos a Julen Lopetegui, en un enfrentamiento entre los dos mejores técnicos españoles que entrenan en el extranjero. La victoria le da tranquilidad a Guardiola, que ha pasado una semana difícil en Múnich, y devuelve al Bayern su cartel de favorito.

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Foto 1: peru.com. Foto 2: caughtoffside.com

EL CLÁSICO DE LAS MIL CARAS

El Barcelona venció en el clásico del fútbol español (2-1), en un partido bonito, igualado y lleno de alternativas, que resolvió Luis Suárez en el minuto 56. El duelo no decepcionó en el juego y fue un intercambio de golpes entre los dos candidatos al título, una sucesión de estados de ánimo que acabó por coronar al Barcelona.

FC Barcelona v Real Madrid CF - La Liga

El espectacular mosaico del Camp Nou recibió a los protagonistas de un evento deportivo que se retransmite en todo el mundo. Luis Enrique se decidió en la previa del partido por Mascherano como eje del equipo, en lugar de Busquets, que acaba de recuperarse de una lesión. La decisión privó al Barcelona de un juego más aseado, pero le permitió ganar tensión competitiva en un partido exigente. El estadio registró la mejor entrada de la temporada y el público tardó poco en cantar el primer caño de Messi, una de las apuestas que más baratas se pagaban en el Clásico. El equipo de Luis Enrique amenazó tímidamente a Casillas, hasta que el juego se alejó del 10. Con Messi aislado en la banda, el Barcelona estuvo lento en la circulación, no ejerció bien la presión, perdió el control del partido y el Madrid disfrutó de espacios para correr. Rakitic tuvo que sacrificarse a la hora de seguir a Marcelo y el Madrid generó superioridad en el medio, en el que camparon a sus anchas Modric y Kroos. Bajo la dirección del croata, Marcelo desbordó por el costado, Benzema puso su talento al servicio del equipo y Cristiano olfateó el gol. Los tres se dieron cita en la primera ocasión del Madrid. La jugada partió de la banda de Marcelo y el balón llegó a Benzema que, tras revolverse en el área, centró para Cristiano. El portugués remató forzado y su lanzamiento se topó con el larguero de Bravo.

El Barcelona lograba sacudirse la presión blanca por momentos, bajo la conducción de Iniesta, el juego de espaldas de Suárez y las ráfagas de Messi. Pero en la primera parte renunció a su abecedario futbolístico y abusó del balón largo a Suárez, que se peleó durante todo el partido con Pepe y Ramos. Con Messi lejos del cuero, Neymar rifó la posesión en regates intrascendentes, Rakitic perdió peso en el partido y Alves sufrió en su banda, ante la superioridad que generaban Cristiano y Marcelo. Y cuando la duda rondaba el Camp Nou, Messi botó con precisión una falta desde el costado izquierdo. Mathieu le ganó el salto a Ramos y remató a la red de Casillas (1-0), que regresaba al Camp Nou dos años después. Y aunque el partido transcurría por un terreno de idas y venidas, en el que el poderío físico parece favorecer a los velocistas del Madrid, el Barcelona tuvo tras el gol la opción de ampliar su ventaja. Suárez cazó un rechace en el área madridista y su disparo tropezó en Neymar, que falló con todo a favor, a medio metro de la portería de Casillas. La jugada no pudo ser más trascendente para el resultado, pues en el siguiente ataque, Benzema fabricó el gol de la igualada. El francés recibió en el borde del área un servicio de Modric y dibujó de tacón un pase medido para Cristiano. El portugués, muy activo durante la primera mitad, llegó antes que Alves y ajustó su disparo de puntera hasta hacer inútil la estirada de Bravo (1-1).

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Tras el empate, el equipo de Ancelotti disfrutó de sus mejores minutos en el Camp Nou, que coincidió con el mejor momento de Benzema y Cristiano en el partido. El portugués mostró en el Clásico su ambición: encaró a Alves, buscó posiciones de remate, exigió a Bravo con un poderoso lanzamiento y fomentó su sociedad con Benzema, el futbolista más inspirado del Real Madrid. El francés posee la capacidad de improvisar en ataque estático, ofrece siempre buenas soluciones para sus compañeros y tiene además facilidad para rescatar un pelotazo y convertirlo en un tesoro.

Bravo fue exigido por Bale, Benzema y Cristiano y el chileno mantuvo a su equipo en el partido. El Barcelona agradeció el descanso y se benefició de la poca puntería del Madrid. En la segunda parte el equipo de Luis Enrique se serenó en el juego y, aunque le costó progresar en la elaboración, concedió menos pérdidas y limitó los ataques blancos. Ante el atasco blaugrana en la media decidió forzar a la defensa del Madrid con balones al espacio, como una forma de sorprender a su rival. Y el Barcelona encontró a Luis Suárez, un futbolista al que le sienta bien la etiqueta de los grandes partidos. Alves lanzó la carrera del uruguayo con un desplazamiento largo y el delantero le ganó la partida a Ramos. Orientó el balón y, con poco ángulo, cruzó su disparo con precisión, lejos de Casillas (2-1).

El segundo tanto fue un golpe crítico para el Madrid, que se fue difuminando en el encuentro, en el momento en que irrumpió Messi. El argentino llegó tarde al partido, fundamentalmente porque el Barcelona no consiguió integrarle con la posesión y él tampoco se ofreció en exceso. No estuvo tan fresco como ante el City, pero en la última media hora, el 10 volvió a dirigir al Barcelona, cuando Kroos y Modric ya no tenía pulmones para realizar las coberturas. La salida de Xavi y Busquets le dio al Barcelona más fluidez en el juego y el equipo conservó el balón con criterio. Messi abandonó la banda y acampó en la posición del enganche, lugar en el que muestra su facilidad para la invención. Desde allí, explotó su zurda, burló rivales y fabricó las mejores ocasiones del Barcelona. Jordi Alba estuvo a punto de marcar en un servicio del 10 y Neymar mantuvo su riña con el gol hasta en tres disparos. Messi también falló ante la sombra de Casillas: primero, se zafó del marcaje de Kroos y su disparo de interior se fue fuera por poco; después, no embocó un pase atrás de Jordi Alba, en una bonita combinación entre ambos; y, por último, no resolvió un barullo en el área madridista.

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Con el Madrid fatigado, el Barcelona disfrutó de varias oportunidades para firmar la sentencia. Pero, al igual que ante el City, pecó de cierta inocencia ante la portería rival, cuando la inercia del partido estaba a su favor. El Madrid no tuvo capacidad de respuesta tras el gol de Suárez y solo inquietó a Bravo con un disparo lejano de Benzema. Cristiano no amenazó en el último tramo, Marcelo no profundizó como en la primera parte y la media se desfondó. El equipo de Ancelotti recurrió al juego directo y se estrelló contra Piqué, que confirmó su buen momento con un partido impecable ante el eterno rival.

El Clásico llegó a su fin con el rondo del Barcelona en el descuento. El Madrid dejó buenos síntomas en el Camp Nou: fue mejor durante muchas fases del partido y supo imponer su juego hasta el gol de Suárez, pero perdonó a su rival en las jugadas decisivas del duelo. El Barcelona mantuvo la paciencia en los momentos críticos, en los que la fortuna estuvo de su lado, y superó con claridad a su rival en la última media hora, gracias a la finta de Messi y al pase de Xavi, que completó su partido número 42 ante el Real Madrid. Antes, cuando el Barcelona parecía estancado en el juego, Mathieu y Luis Suárez le habían dado la ventaja, en dos acciones que definen los registros del Barcelona de Luis Enrique. El primer gol llegó en una jugada a balón parado, una suerte que tradicionalmente esquivaba al equipo catalán, y el segundo tanto responde más al juego directo que a la elaboración, una novedad que ofrece Suárez al repertorio del Barça.

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El Clásico fue un duelo exigente, un espectáculo vibrante entre dos de los mejores equipos de Europa. La fortuna y el cuidado de los detalles consagró la reacción del Barcelona en la Liga. El equipo de Luis Enrique amplía su distancia a cuatro puntos y refuerza su liderato, cuando no hace tanto llegó a estar a siete del Real Madrid. Siguen quedando muchos puntos en juego y, como mostró el partido, todo puede cambiar en el momento más inesperado. La liga, como el duelo entre sus máximos aspirantes, se mueve en un carrusel de altibajos.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1,2, 3 y 4: (AFP) Getty Images (Reuters).

LA PALABRA DE MASCHERANO

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“Lo conocí hace diez años, en septiembre de 2001, en el Mundial Juvenil de Trinidad y Tobago (…) Era un pibe serio, educado. Respetuoso. Era el referente del plantel. Parecía el hermano mayor de todos. (…) Aquel pibe grande creció. Pasaron los años. Jamás ahorró una gota de sudor a la hora de jugar y luchar.”

Las palabras del periodista argentino Jorge Parodi describen a Javier Mascherano, una de las voces de referencia en el vestuario del Barcelona. Su inteligencia táctica y su compromiso le otorgan un papel fundamental en el plan de Luis Enrique. El asturiano valora su lealtad y su intuición en el campo, vital a la hora de prevenir los incendios en el Camp Nou. En más de una ocasión ha elogiado su lectura del juego, una cualidad que le permite ser contundente en la anticipación y en la interrupción de los contragolpes del rival. Otra de las grandes virtudes de Mascherano es su facilidad con la palabra. Su dominio del lenguaje le concede mayor jerarquía sobre el césped, en el que a veces parece ser el intermediario de Luis Enrique. Su discurso ante los medios suele ser sensato e inteligente, el reflejo de un líder honesto y solidario. El Jefecito desveló el pasado jueves algunos de los secretos de su juego: “Lo mejor que debe tener un profesional es estar mentalizado, saber el rol que ocupa. Yo lo tengo claro y trato de ser un jugador que sume. No me siento intocable ni un jugador de referencia”.

Mascherano llegó al Barcelona en 2010 procedente del Liverpool, a cambio de 22 millones de euros. En su presentación declaró: “Sería un necio si pensara que vengo aquí a jugarlo todo (…) En las posiciones en las que puedo jugar yo hay tres campeones del mundo. Es un orgullo poder aprender de ellos y crecer a su lado”. Las bajas en la zaga culé a lo largo del año obligaron a Guardiola a situar a Mascherano de central en la fase decisiva de la temporada y el argentino cumplió con creces las expectativas de su entrenador. Aquel Barcelona alcanzó la cima del fútbol en Wembley y Guardiola ensalzó el trabajo silencioso de El Jefecito: “A Mascherano no lo cambiaría jamás. Me parece el mejor fichaje del Barcelona en los últimos años. Es único”. El Jefecito respondió así a Guardiola: “Yo vine acá para hacer de bombero, para tapar agujeros”.

Mascherano se ha adaptado al fútbol del Camp Nou y ha mejorado en la circulación de balón, especialmente cuando busca el pase más sencillo. Aunque no posee la imaginación ni la fluidez de Busquets en la elaboración, el argentino lo compensa con un generoso esfuerzo en la recuperación (lleva 175 robos en la Liga BBVA). Además, su honestidad en las declaraciones le ha hecho ganarse la admiración de sus compañeros y la afición. En octubre de 2013 el Barcelona empató en San Siro ante el Milán. Mascherano regresaba de una lesión y al inicio del partido perdió un balón comprometido. Robinho lo aprovechó y puso a su equipo por delante. El Barcelona consiguió empatar en la segunda parte y aunque Mascherano estuvo acertado durante el resto del encuentro, no se olvidó de su fallo inicial. Al acabar el partido apareció con el rostro desencajado e hizo un severo ejercicio de autocrítica: “El primer gol es un error mío. Ya son varios… Duele bastante. (…) El equipo ha tenido que sufrir otro error mío y en partidos tan importantes no se pueden permitir”.

En las cinco temporadas que Mascherano lleva en la Liga Española, el mediocentro ha sabido captar la esencia del entorno blaugrana: “Si ganas, Barcelona parece Disney y, si pierdes, es la casa del terror”. La metáfora de Mascherano la utilizó Luis Enrique en el momento más delicado de la temporada, al decir que pese a las dificultades sentía que estaba en Disneylandia. La coincidencia puede ser casual o una señal de la sintonía entre Mascherano y su técnico. La importancia de El Jefecito en el Barcelona no se entiende sin la figura de Leo Messi. Mascherano es el intérprete del 10 y, a su vez, su gran protector en el vestuario. En más de una ocasión ha salido a defender a Leo ante los medios de comunicación y parece ser el intermediario en la difícil relación de Messi con Luis Enrique. Las dotes de mando de Masche y su voz firme contrastan con la timidez de Leo, que solo parece alzar la voz en el césped. En Argentina, El Jefecito era el líder real de una selección en la que Messi portaba el brazalete de forma simbólica. Sus discursos (que al parecer conmovían al 10 y a medio vestuario) y su importancia en el juego le daban honores de capitán en un equipo que se quedó a las puertas del triunfo. El propio Mascherano ha explicado en alguna ocasión cómo ejerce su liderazgo: “Nunca digo lo que alguien tiene que hacer si no lo hago yo antes para dar ejemplo”. Mascherano es, con el miembro del cuerpo técnico Pepe Costa, el confidente de Messi en el vestuario. Y probablemente ningún compañero ha definido al 10 con tanta claridad como lo hizo Mascherano al término del partido frente al Manchester City: “El fútbol nos controla a todos, pero Messi controla el fútbol”.

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Mascherano sabe que su equipo posee ahora varios registros. La idea inicial permanece intacta, la propuesta que ha encumbrado a la Masía: la de un fútbol de dominio posicional en el que se pretende dejar poco espacio al azar, a través del control del partido y la posesión. Sin embargo, el Barcelona de Luis Enrique se ha expuesto en fases de la temporada a un intercambio de golpes, consciente del talento de sus delanteros. En ocasiones, el Barcelona parece perder la pausa de sus interiores, en busca del acelerón de su tridente. Y el acierto de Mascherano en esta variante de juego es vital, para facilitar el repliegue y la recuperación que inicie la transición rápida. No obstante, Masche parece partidario de un fútbol de mayor control, sobre todo porque la posesión es, además de un instrumento ofensivo, una fórmula de protección. Tras vencer en la eliminatoria copera ante el Atlético de Madrid, en una victoria que se orquestó a través de las transiciones rápidas, Mascherano valoró los riesgos de un fútbol más directo: “Entramos en ese ida y vuelta al que te puede llevar el Atleti. Hoy salió cara pero en algún momento también puede salir cruz”. La advertencia puede ajustarse al partido del próximo domingo, ante el Real Madrid, un equipo feroz en el juego de transición.

Mascherano afronta el Clásico ante el Madrid con la misma seriedad con la que vive. El argentino es un ejemplo de sacrificio y compromiso, que parece trasladar su lectura del juego a los micrófonos, en los que se explica con corrección y con argumentos sólidos. Ante las dudas que genera el estado físico de Busquets, Mascherano gana opciones para jugar en la media. Sus palabras, a dos días del clásico, dicen mucho de él, de su sentido del juego y de su compañerismo: “Ojalá llegue Busi aunque yo tenga que verlo desde el banco. Lo que le conviene al equipo es que juegue Sergio, porque es el mejor en esa posición”.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: sport.es. Foto 2: futbolparatodos.com.ar