Juego de errores

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El partido entre el Barcelona y el Manchester City fue durante muchas fases un duelo entre dos equipos que parecen hermanos. Dos plantillas que entienden el fútbol desde posturas similares. La diferencia llegó en botas de Messi, que supo aprovechar los errores de un rival dócil en las jugadas más comprometidas. En un partido extraño, marcado por las lesiones y el regreso de Guardiola al Camp Nou, el City le dio demasiadas ventajas a la delantera del Barça. Especialmente a Messi, que volvió a ser el verdugo de los citizen y del que fue su técnico. No importa que parezca alejado del juego y del partido, porque cada uno de sus arrebatos tiene incidencia en el marcador. También aprovechó las concesiones Neymar, veloz y atrevido como de costumbre, y Suárez, que estuvo insistente y generoso. Guardiola no disfrutó de su regreso, a pesar de que consideró una victoria que sus chicos fueran fieles a sus principios. La realidad es que salió del Camp Nou goleado, con la impresión de que está algo lejos del siguiente escalón, que se turnan entre Barcelona, Real Madrid y Atlético. Y eso que si el fútbol fuera un juego sin porterías, el Manchester City habría estado cerca de la victoria. “Tengo la sensación de que hoy no hemos estado tan mal (…) La primera parte hemos jugado bien, teniendo en cuenta de dónde venimos y que nos conocemos desde hace muy poco. Pero queríamos ser un equipo valiente y atrevido y lo hemos sido (…) Hasta la expulsión, el partido estaba abierto. La última vez que vinimos controlamos el juego pero no creamos ocasiones. Hoy hemos llegado a línea de fondo varias veces y hemos creado oportunidades para marcar uno o dos goles. Pero ya conocemos al Barcelona y sus delanteros, cuando llegan te castigan”, resumió Guardiola, al que se le ha reprochado la suplencia de Agüero.

Soluciones tácticas

Se esperaba el fútbol más vistoso en el Camp Nou y no llegó porque ambos equipos comparten el método en el inicio del juego, la voluntad de robar el balón en campo contrario. Durante algunos minutos se anularon, como si conocieran el siguiente paso del rival. El Barcelona tuvo, eso sí, todo el oficio que le faltó al City. A pesar de sus buenos modos, no hubo un solo jugador con dotes de mando en el equipo. Más allá del pase inteligente de Gundogan, del juego sutil de Silva, de la llegada de De Bruyne o del descaro de Sterling, Guardiola no encontró ayer un líder capaz de aplicar a sus compañeros. Los despistes en las jugadas que precedieron a los goles decidieron un partido marcado por la riqueza táctica.  Luis Enrique lo resumió en sala de prensa: “Ha sido un partido en el que han pasado muchas cosas: lesiones, expulsiones, jugadores en posiciones que no son las habituales (…) Ha habido errores muy graves y eso siempre es una ventaja. En estos partidos en que los dos equipos tienen calidad y se van a decidir por pequeñas cosas, aprovechar esos errores como lo hemos hecho hoy es clave. (…) Este es un juego de errores. Los equipos que intentamos crear y que queremos jugar desde atrás, aceptamos que esto puede suceder porque a la larga nos da mucho más de lo que nos quita”. En esas acciones, la fortuna sonrió al Barcelona. En las áreas reinaron Messi y Ter Stegen y tropezaron Fernandinho, Bravo o Stones, algunas de las apuestas más personales de Guardiola. Luis Enrique reconoció tras el partido la exigencia de jugar ante los equipos que dirige el de Santpedor: “Estoy un poco cansado, no solo por la preparación del partido sino por lo que significa jugar contra Pep. Menos mal que solo hay un Guardiola.”

Si pudo lamentar algo el Barcelona fueron las lesiones de Piqué y Jordi Alba, que dejan a su zaga bajo mínimos. Entre tanto, en un partido lleno de rarezas y contratiempos, Iniesta confirmó su condición de todocampista y Umtiti mostró que le sientan bien los grandes partidos. Por una vez y sin que sirva de precedente, parece que el Barça ha acertado en el fichaje de un defensor.

Factor Messi

El Barça no necesita un futbol brillante para sacar lo mejor de Messi, que juega a su ritmo, pendiente de las acciones definitivas. Es el máximo goleador de esta edición (6) y en los mismos partidos (2) ha corrido 7 kilómetros menos que David Silva o Kevin De Bruyne, las estrellas del City. El partido volvió a recordar a la semifinal de 2015, en la que Messi ejecutó sin compasión al Bayern. La advertencia de Guardiola para aquel partido sigue vigente: “Un talento de esta magnitud no se puede defender”.

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LA PALABRA DE MASCHERANO

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“Lo conocí hace diez años, en septiembre de 2001, en el Mundial Juvenil de Trinidad y Tobago (…) Era un pibe serio, educado. Respetuoso. Era el referente del plantel. Parecía el hermano mayor de todos. (…) Aquel pibe grande creció. Pasaron los años. Jamás ahorró una gota de sudor a la hora de jugar y luchar.”

Las palabras del periodista argentino Jorge Parodi describen a Javier Mascherano, una de las voces de referencia en el vestuario del Barcelona. Su inteligencia táctica y su compromiso le otorgan un papel fundamental en el plan de Luis Enrique. El asturiano valora su lealtad y su intuición en el campo, vital a la hora de prevenir los incendios en el Camp Nou. En más de una ocasión ha elogiado su lectura del juego, una cualidad que le permite ser contundente en la anticipación y en la interrupción de los contragolpes del rival. Otra de las grandes virtudes de Mascherano es su facilidad con la palabra. Su dominio del lenguaje le concede mayor jerarquía sobre el césped, en el que a veces parece ser el intermediario de Luis Enrique. Su discurso ante los medios suele ser sensato e inteligente, el reflejo de un líder honesto y solidario. El Jefecito desveló el pasado jueves algunos de los secretos de su juego: “Lo mejor que debe tener un profesional es estar mentalizado, saber el rol que ocupa. Yo lo tengo claro y trato de ser un jugador que sume. No me siento intocable ni un jugador de referencia”.

Mascherano llegó al Barcelona en 2010 procedente del Liverpool, a cambio de 22 millones de euros. En su presentación declaró: “Sería un necio si pensara que vengo aquí a jugarlo todo (…) En las posiciones en las que puedo jugar yo hay tres campeones del mundo. Es un orgullo poder aprender de ellos y crecer a su lado”. Las bajas en la zaga culé a lo largo del año obligaron a Guardiola a situar a Mascherano de central en la fase decisiva de la temporada y el argentino cumplió con creces las expectativas de su entrenador. Aquel Barcelona alcanzó la cima del fútbol en Wembley y Guardiola ensalzó el trabajo silencioso de El Jefecito: “A Mascherano no lo cambiaría jamás. Me parece el mejor fichaje del Barcelona en los últimos años. Es único”. El Jefecito respondió así a Guardiola: “Yo vine acá para hacer de bombero, para tapar agujeros”.

Mascherano se ha adaptado al fútbol del Camp Nou y ha mejorado en la circulación de balón, especialmente cuando busca el pase más sencillo. Aunque no posee la imaginación ni la fluidez de Busquets en la elaboración, el argentino lo compensa con un generoso esfuerzo en la recuperación (lleva 175 robos en la Liga BBVA). Además, su honestidad en las declaraciones le ha hecho ganarse la admiración de sus compañeros y la afición. En octubre de 2013 el Barcelona empató en San Siro ante el Milán. Mascherano regresaba de una lesión y al inicio del partido perdió un balón comprometido. Robinho lo aprovechó y puso a su equipo por delante. El Barcelona consiguió empatar en la segunda parte y aunque Mascherano estuvo acertado durante el resto del encuentro, no se olvidó de su fallo inicial. Al acabar el partido apareció con el rostro desencajado e hizo un severo ejercicio de autocrítica: “El primer gol es un error mío. Ya son varios… Duele bastante. (…) El equipo ha tenido que sufrir otro error mío y en partidos tan importantes no se pueden permitir”.

En las cinco temporadas que Mascherano lleva en la Liga Española, el mediocentro ha sabido captar la esencia del entorno blaugrana: “Si ganas, Barcelona parece Disney y, si pierdes, es la casa del terror”. La metáfora de Mascherano la utilizó Luis Enrique en el momento más delicado de la temporada, al decir que pese a las dificultades sentía que estaba en Disneylandia. La coincidencia puede ser casual o una señal de la sintonía entre Mascherano y su técnico. La importancia de El Jefecito en el Barcelona no se entiende sin la figura de Leo Messi. Mascherano es el intérprete del 10 y, a su vez, su gran protector en el vestuario. En más de una ocasión ha salido a defender a Leo ante los medios de comunicación y parece ser el intermediario en la difícil relación de Messi con Luis Enrique. Las dotes de mando de Masche y su voz firme contrastan con la timidez de Leo, que solo parece alzar la voz en el césped. En Argentina, El Jefecito era el líder real de una selección en la que Messi portaba el brazalete de forma simbólica. Sus discursos (que al parecer conmovían al 10 y a medio vestuario) y su importancia en el juego le daban honores de capitán en un equipo que se quedó a las puertas del triunfo. El propio Mascherano ha explicado en alguna ocasión cómo ejerce su liderazgo: “Nunca digo lo que alguien tiene que hacer si no lo hago yo antes para dar ejemplo”. Mascherano es, con el miembro del cuerpo técnico Pepe Costa, el confidente de Messi en el vestuario. Y probablemente ningún compañero ha definido al 10 con tanta claridad como lo hizo Mascherano al término del partido frente al Manchester City: “El fútbol nos controla a todos, pero Messi controla el fútbol”.

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Mascherano sabe que su equipo posee ahora varios registros. La idea inicial permanece intacta, la propuesta que ha encumbrado a la Masía: la de un fútbol de dominio posicional en el que se pretende dejar poco espacio al azar, a través del control del partido y la posesión. Sin embargo, el Barcelona de Luis Enrique se ha expuesto en fases de la temporada a un intercambio de golpes, consciente del talento de sus delanteros. En ocasiones, el Barcelona parece perder la pausa de sus interiores, en busca del acelerón de su tridente. Y el acierto de Mascherano en esta variante de juego es vital, para facilitar el repliegue y la recuperación que inicie la transición rápida. No obstante, Masche parece partidario de un fútbol de mayor control, sobre todo porque la posesión es, además de un instrumento ofensivo, una fórmula de protección. Tras vencer en la eliminatoria copera ante el Atlético de Madrid, en una victoria que se orquestó a través de las transiciones rápidas, Mascherano valoró los riesgos de un fútbol más directo: “Entramos en ese ida y vuelta al que te puede llevar el Atleti. Hoy salió cara pero en algún momento también puede salir cruz”. La advertencia puede ajustarse al partido del próximo domingo, ante el Real Madrid, un equipo feroz en el juego de transición.

Mascherano afronta el Clásico ante el Madrid con la misma seriedad con la que vive. El argentino es un ejemplo de sacrificio y compromiso, que parece trasladar su lectura del juego a los micrófonos, en los que se explica con corrección y con argumentos sólidos. Ante las dudas que genera el estado físico de Busquets, Mascherano gana opciones para jugar en la media. Sus palabras, a dos días del clásico, dicen mucho de él, de su sentido del juego y de su compañerismo: “Ojalá llegue Busi aunque yo tenga que verlo desde el banco. Lo que le conviene al equipo es que juegue Sergio, porque es el mejor en esa posición”.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: sport.es. Foto 2: futbolparatodos.com.ar

LA LIGA DE LAS MIL CARAS

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La liga sigue admitiendo nuevos cambios en el guión y el Barcelona alcanzó el liderato tras aprovechar la derrota del Real Madrid en San Mamés. Venció a un Rayo Vallecano osado en la mañana del Camp Nou y disfrutó ante su público, en la mejor entrada de la temporada (6-1). El Barcelona no desperdicio la oportunidad que le brindó el Madrid, algo que sí ocurrió frente a la Real Sociedad y el Málaga. Con su victoria ante el equipo de Paco Jémez, el Barça es el equipo más goleador y el que menos tantos ha encajado de la Liga. Para redondear la mañana, Messi alcanzó con su hat-trick a Cristiano en la tabla de goleadores, en un combate que parece anticipar la lucha mediática por el Balón de Oro. El buen momento del tridente blaugrana se contrapone a la depresión que sufren los delanteros del Real Madrid. A la sintonía entre Messi y Neymar se ha sumado el despertar goleador de Luis Suárez y, por el contrario, los delanteros del Madrid marcan y rematan cada vez menos. Cristiano completó en San Mamés su cuarto encuentro de la temporada sin disparar a puerta (los mismos que había firmado en sus anteriores campañas con el conjunto blanco), Benzema se apagó ante el empuje de los vascos y Bale lleva ocho partidos consecutivos sin marcar.

El Atlético y el Valencia empataron en el Calderón (1-1), en un partido que se movió por un terreno en el que ambos equipos se sienten cómodos: el de la batalla y la disputa. Los equipos que dirigen Simeone y Nuno aceptan el juego físico con una sonrisa y se midieron en un intercambio de golpes que tuvo más fogosidad que brillo. Koke marcó en su regreso al equipo y Mustafi le dio el empate al Valencia en el segundo tiempo. El duelo entre las segundas espadas de la liga se resolvió con un empate en un partido intenso, más acorde al gusto de los entrenadores que de los aficionados. Destacó más la coraza de Otamendi o Godín que el fútbol de ataque de los valencianos y colchoneros.

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En un momento en el que parecen inalcanzables las ligas de 100 puntos (el Barcelona y el Madrid pierden más puntos a lo largo de la temporada que los equipos de Guardiola o Mourinho), cobran más importancia los teóricos candidatos a la tercera plaza, el Atlético o el Valencia, que están a 6 y 7 puntos de la segunda posición. El Atlético basa su juego ofensivo en el talento de Arda Turan, Koke y Griezmann, y ante el club valenciano prescindió de Mandzukic en beneficio de Torres. El Valencia agita los partidos desde el carril izquierdo, el hábitat natural de Gayá y Piatti, y al remate esperan Negredo y Alcácer. Las plantillas del Turia y del Manzanares aspiran en secreto a colarse en la lucha por el título y pueden ser, a su vez, los jueces que decidan el campeón. El Villarreal de Marcelino también gana crédito en la competición, con el aval de su buen juego y el olfato de Vietto, Gerard Moreno o Giovani Dos Santos. Su aspiración es alcanzar la zona Champions y progresar en la Europa League, tras la eliminación copera ante el Barcelona.

El trofeo se decidirá en los últimos partidos y al mismo tiempo estará en juego cada jornada. Nadie representa esta afirmación como el Barça de las mil caras, el nuevo líder de la Liga BBVA. El equipo de Luis Enrique es capaz de asombrar en Manchester, de aburrir en Granada o de caer con estrépito en Anoeta. El viento sopla ahora a su favor, pero las inercias se invierten con demasiada facilidad. Es lógico que nadie se atreva a pronosticar nada en una competición que puede cambiar cada fin de semana.

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Jorge Rodríguez Gascón.

LA SAGA DE LOS MÜLLER

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Thomas Müller es un futbolista de mundiales. Lo ha demostrado en sus dos participaciones, en las que ya acumula 10 goles. Alemania, a diferencia de las otras semifinalistas, es un equipo coral en el que el plan de juego está por encima de cualquier figura. Todos sus grandes futbolistas -que son muchos- están al servicio del equipo. Pero probablemente si tuviéramos que decir quién es su jugador más determinante no sería extraño decantarse por Thomas Müller. El futbolista del Bayern Múnich heredó el número 13 en el Mundial de Sudáfrica. Un dorsal con mucho peso en la selección, que han llevado otros símbolos del fútbol alemán como Michael Ballack y Gerd Müller. El delantero del Bayern, con Löw como máximo valedor, ha sabido responder a la historia de su selección.

Müller es un apellido común en Alemana y también en la selección. El ya mencionado Gerd Müller ha sido el mejor delantero de Alemania. Un `nueve´ de área, muy certero en el remate, que hacía del olfato una virtud y del oportunismo un don. (Algo que comparte con su homónimo en la selección de Löw). Anotó 14 goles en dos citas mundialistas: en México 1970 marcó 10 y los otros 4 en el Mundial de Alemania 1974. La Mannschaft consiguió la Copa en su propio país, con Bekenbahuer como líder del equipo. Venció tras una final increíble ante la Naranja Mecánica en el Olímpico de Múnich. La Holanda de Cruyff había deslumbrado durante el campeonato y todo parecía a su favor. Y más cuando a los pocos segundos de partido Berti Vogts cometió un penalti sobre Johan Cruyff. Lo transformó Neskeens y la anfitriona tuvo que darle la vuelta al marcador. Paul Breitner consiguió el empate en otro lanzamiento desde los once metros. Y dos minutos antes del final de la primera parte apareció “Torpedo” Müller para marcar el gol de la victoria para los alemanes. Aquella Holanda merecía haber ganado el campeonato porque fue de largo la que mejor fútbol practicó. Curiosamente ahora Alemania merece el campeonato por el juego desplegado y el hecho de ser un favorito tan claro no le da ninguna ventaja.

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Dieter Müller fue el sustituto del “Torpedo” en el Mundial de Argentina 1978. Gerd era un delantero de área, pero con muchos recursos en el remate. Sin embargo, su sucesor en la selección, Dieter, era más bien tosco y limitado. También otro Müller jugaba en aquella selección. Hansi Müller, un futbolista fino que militó en el Stuttgart y en el Inter de Milán. El zurdo jugó dos mundiales (Argentina 1978, España 1982) y fue fundamental en el triunfo en la Eurocopa de 1980 en Italia.

A todos los futbolistas con su apellido les cogió el testigo Thomas Müller en el Mundial de Sudáfrica. -Incluso se podría decir que tiene algo de cada uno de ellos -(*). Thomas llegaba tras perder la final de la Champions ante el Inter de Milán y Löw le dio el protagonismo que necesitaba. Marcó cinco goles y dio tres asistencias en la competición y su selección jugó un torneo fantástico. La Mannschaft derrotó a tres rivales marcando cuatro goles hasta llegar a la semifinal. Entre ellas, estaba la Inglaterra de Capello y sobre todo la Argentina de Maradona. En un amistoso de selecciones entre Argentina y Alemania, Maradona se negó a salir a la vez que Thomas Müller a atender a los medios. El entrenador argentino no sabía el nombre del delantero alemán y durante toda la rueda de prensa se refirió a él como «el jugador». Meses más tarde, en el Estadio Green Point de Ciudad del Cabo la Alemania de Löw le dio un severo correctivo a la Argentina del Diego. Thomas Müller inició la goleada y Alemania venció por un 4-0 incontestable, en el último precedente en partido oficial entre estas dos selecciones. Maradona no volvió a olvidarse del nombre del delantero alemán.

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En semifinales Müller se enfrentó a la España de Del Bosque, a la que Joachim Löw piropeaba con insistencia. Puyol desequilibró el partido con un cabezazo en un córner. Paradójicamente, la España que quería poner el balón en el suelo venció en una jugada en el aire a la Alemania de Mertesacker y Boateng. En un salto inmortal de un ilustre al que se ha añorado en Brasil. Aquella España proponía un juego que la selección alemana no tardó en querer imitar. Müller fue la gran revelación del Mundial y obtuvo el premio al mejor jugador joven de la competición y compartió el de máximo goleador del Mundial. Tras vencer a Uruguay en el partido del tercer y cuarto puesto, estaba empatado con Villa a 5 goles pero el alemán sumó más asistencias (3) y recibió la bota de oro. Löw propuso una evolución del estilo de juego, a través del dominio de la posesión. Una apuesta por el juego asociativo intentando mantener las virtudes históricas del fútbol alemán: poderío físico, tensión competitiva, oficio y fiabilidad.

Löw juntó futbolistas de talento y se vio beneficiado por la llegada de Guardiola al Bayern, uno de los espejos en los que quiere mirarse Alemania. En la columna vertebral de la selección alemana hay muchos futbolistas del equipo muniqués y eso ha facilitado el cambio de propuesta de la selección. Pero Alemania ha demostrado tener variantes en el juego: puede ser un equipo valiente, que recupera muy arriba y junta muchos futbolistas por delante del balón. O un equipo más frío y calculador que sabe resolver por la vía rápida. Müller advierte con cierta ironía: «si todo nos sale mal haremos un gol a balón parado…».  La selección de Joachim Löw ha sabido sufrir en momentos puntuales del campeonato y parece llegar en el mejor momento posible, tras una goleada apabullante ante Brasil. Thomas Müller ya ha igualado sus registros del Mundial de Sudáfrica. Lleva cinco goles y tres asistencias en Brasil y aún le queda por disputar la final de Maracaná ante Argentina. Está a cuatro goles de igualar a Gerd Müller y tiene a seis al máximo goleador de la historia de los mundiales: su compatriota Klose, que acaba de batir el récord de Ronaldo Nazario da Lima y amenaza con aumentar la distancia ante sus perseguidores (lleva 16 goles). Aunque parece que si Müller está tan acertado en próximas ediciones de la Copa del Mundo como en Sudáfrica y Brasil, la corona de Miroslav Klose será efímera.

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Frente a Brasil el 13 de Alemania descosió a Marcelo por el carril derecho. Además de marcar el tanto que abrió la goleada, asistió a Klose y generó varias oportunidades claras. En el primer gol de Schürrle (0-6), el delantero del Bayern Múnich estaba con el remate ya preparado, pero su compañero se anticipó en el último momento. Y en el séptimo gol, de nuevo Schürrle se aprovechó de un servicio de Müller, que recuperó un balón en la línea de cal. Ante Argentina, Thomas Müller tiene la oportunidad de conseguir un trofeo que se le resiste a su país desde el Mundial de Italia 1990.

Müller es un futbolista intuitivo, que lee muy bien el juego y suele tomar la mejor decisión. Es ambicioso, siempre mira a portería y sabe moverse por cualquier lugar del frente de ataque. Crea ocasiones si se mueve en la posición de falso nueve y es generoso cuando juega tirado a la banda. No es el delantero más vistoso pero sí uno de los más eficaces. Es un futbolista sencillo, que juega sin muchos alardes y no hace excesivo ruido. Sabe donde colocarse en el momento preciso y es imprevisible: nunca parece que vaya hacer lo que termina haciendo. Y tiene la asombrosa capacidad para ejecutar las jugadas más difíciles con la misma normalidad que las más fáciles.

Thomas Müller tiene un idilio con el gol que se manifiesta en las grandes ocasiones. El delantero alemán lo resumió de forma sencilla: «básicamente tengo suerte, golpeo justo en el momento correcto».

 

 

(*) La saga de los Müller. Además de compartir apellido tienen en común algunas  habilidades en el juego. Thomas Müller parece emular el remate y el olfato del histórico Gerd Müller, la finura de Hansi Müller e incluso en ocasiones aparenta la descoordinación de Dieter Müller. Pero es mera apariencia: Müller combina la habilidad y la imaginación con el tradicional espíritu competitivo del fútbol alemán.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

NADIE ES MEJOR QUE NADIE

ANTÓN CASTRO // REGATE EN EL AIRE /

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Al Mundial no le falta emoción. Ni fervor religioso ni pasión nacional: el ritual de los himnos explica cómo se vive un torneo así. Ni le faltan esas frases que parecen levantar a un país. Los locutores argentinos, tan desmesurados, repiten aquello de “no nos morimos aquí. No nos morimos”, tras su lance con Suiza. Y el presidente uruguayo Mujica, que vive en un rancho, habla de “la manga de viejos hijos de puta” de la FIFA por la sanción a Luis Suárez. En el Mundial la emoción se revela de muchas formas: nadie es superior a nadie, nadie es favorito sin bajar del autobús y los choques, en su mayoría, se resuelven con suspense en los últimos minutos, en la prórroga o en los penaltis. El portero es de una pasta especial (lo decía Camus, Nabokov, Chillida…), es un elemento determinante: no tanto por su genialidad o por su capacidad de pararlo tanto (Neuer, Keylor Navas, Howard…), sino por su sensatez (Claudio Bravo, por ejemplo), y ahí reina un hombre tranquilo y largo que se llama Courtois. La actuación del portero –a veces puede resultar entre gracioso o patético como Sergio Romero, inferior a todas luces a Willy Caballero- contribuye a darle grandeza a las eliminatorias: pienso en Julio César. Él es uno de los líderes de Brasil: canta y gesticula como si se enfrentase,  en cada choque, a una prueba a vida o muerte. Esta, más que nunca quizá, es una competición de cancerberos.

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El Mundial tiene emoción pero poco juego. Varios equipos habían copiado el modelo español de fútbol hermoso, de toque y posesión, del Barcelona y de Guardiola y ya están fuera: Italia es el ejemplo. Y España también. Y la misma Alemania, que ha calcado el método, anda sobre el alambre. El Mundial, como la liga española o la Champions, revela que ese sistema está en crisis o que el planeta se ha conjurado para neutralizarlo: solo sirve cuando el balón circula muy de prisa, cuando la clase de los jugadores es impresionante y la presión no descansa. En cambio, este Mundial –del espray, del tiempo muerto y del ojo de halcón-, no ha traído novedades esenciales en cuanto a métodos o sistemas, a invención estricta de estrategias del juego. En cambio, sí confirma que los grandes son un poco más pequeños y más tediosos y que los pequeños, con orden, atrevimiento y mucho batallar, son algo más grandes.

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Las figuras también lo son un poco menos. Messi, decisivo, es como mínimo paradójico. Juega y corre menos que nunca, pero si engancha dos o tres buenos balones despierta del tedio y del pánico a su país. Otro tanto sucede con Muller en Alemania: es su jugador más desconcertante e imaginativo y a la vez es un enigma. Holanda avanza gracias a sus tres clásicos, Van Persie, Robben y Snejder. Francia ha resucitado un poco y mejora cuando Benzema, su gran artista, se halla a gusto. Este, por su estado de forma, debiera ser su campeonato. Los jugadores, en general, son ciclotímicos y de veleidosa moral. Se encuentran y se pierden. Se reencuentran y estallan, como le ocurre a Ángel Di María o Hazard, empecinado en ser tan refinado e imprevisible como Enzo Scifo. Por eso, por su equilibrio, por su oficio, por su sentido del gol, reina James Rodríguez. Dicen que es el más grande: quizá no lo sea aún, pero es talentoso, brillante, le acompaña la suerte y parece en estado de gracia. Como el Pelé de 1958. Con todo, Colombia, tan sólida y tan artística a la vez, tan comprometida línea por línea, se enfrentará a un equipo que ya ha acudido al psicólogo: este Brasil sobrecogido de responsabilidad y agobiado por su mal juego. Su propia estrella, tan contagiado de pragmatismo, dice que no están ahí para practicar ‘jogo bonito’ ni la antigua bossa nova del fútbol sino para ganar. La duda es: ¿cómo lo harán?

* Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón el 3 de julio de 2014.

XAVI: EL CEREBRO Y SU MELODÍA

ANTÓN CASTRO//REGATE EN EL AIRE/

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El adiós de España, en esta primera fase, supone la despedida de Xavi Hernández de la selección. Es el adiós de un futbolista imperial que ha marcado un estilo a partir, sobre todo, del campeonato de Alemania-2006. Aunque ya había debutado en Japón y Corea del Sur-2002, sería cuatro años después cuando demostrase su gran clase, su personalidad, su inteligencia y una estética singular basada en el amor al balón, en la depurada técnica, en la triangulación incesante y en un peculiar sentido del ritmo.

Xavi es un futbolista de la estirpe de Panizo, Manolo Velázquez, Lapetra o Luis Suárez. Le costó hacerse con un sitio en el espléndido Barcelona de Frank Rijkaard, liderado por Márquez, Deco, Eto’o y Ronaldinho, especialmente, pero en cuanto le dieron confianza empezó exhibir su clase, y fueron muchos quienes han elogiado su pierna derecha. Cruyff le afeó hace años a Iván de la Peña que careciese de pierna izquierda, pero a Xavi le bastó solo una para tocar el cuero, marcar la pauta, dominar la confusión; la otra era un apéndice para correr o el punto de apoyo: nadie ha sabido dar la vuelta sobre sí mismo y esclarecer de golpe, con ese gesto sencillo, el espacio. Entonces levantaba la cabeza e iniciaba la avanzadilla, toque a toque.

Xavi Hernández fue determinante en la Eurocopa de Austria y Suiza-2008. Allí, con sus movimientos, con su inmensa capacidad de trabajo y con esa facultad inefable para interpretar el juego y ordenarlo a su antojo, fue el centrocampista más imaginativo: el perfecto director de juego. El arquitecto del verdín. Fue elegido el jugador del campeonato con toda justicia y desquició a Ballack, con suavidad, acariciando el balón de lado a lado, moviéndose de forma invisible.

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Algo parecido hizo en el Barcelona de Guardiola. Era la encarnación de la voluntad de Pep. Siempre ha sido elegante, espontáneo, ha sabido asociarse y buscar la luz del último pase, y no le importaba rondar el marco contrario. En el remate ha sido un poco conservador: hubo instantes en que Xavi habría podido ser tan decisivo y tan goleador como su compañero Deco.

En el Mundial de Sudáfrica-2010 Xavi estaba en su apogeo y en su madurez. Había sido elogiado por doquier, y lo sería aún más cuando asumió el gobierno de un equipo espectacular, que buscaba la plasticidad, que quería adueñarse del juego y hermosearlo, y que ganaría el título ante Holanda. Xavi estuvo a un nivel muy alto en un torneo exigente en el que España puso sobre el terreno su técnica, el arte del control, la paciencia y un indesmayable sacrificio.

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Xavi siguió acaparando elogios y premios. Del Bosque reconoció que era “la bandera de la selección en el campo”. El equipo dependía de su lucidez, de su ambición, de su ritmo, de la armonía de su manual de geometría. Otros han dicho que en la selección  jamás ha habido un jugador tan importante como él, tan carismático, incluso desde el silencio. Hasta Pelé aseguró que con él y con Iniesta él habría sido mejor.

El último gran momento de Xavi fue en la Eurocopa de Polonia y Ucrania-2012. Pareció no estar a su máximo nivel, pero en la final fue la gran estrella. Realizó un partido magistral: se disfrazó de mago, vio huecos que solo él podía ver, inventó pases y desarmó a Pirlo y a sus compañeros. Xavi, el centrocampista técnico, la brújula de todos los pases, ha hecho más kilómetros que nadie. No ha llegado bien a Brasil y se irá a Catar. Con su amarga despedida, también se adhiere al recuerdo una sensación indeleble: la memoria del buen fútbol y la culminación de un sueño imposible, que han diseñado Luis Aragonés y Vicente del Bosque, y que han ejecutado un puñado de futbolistas condenados a la inmortalidad.

 

*Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón el 22 de junio de 2014.