En el fin está el principio

Antón Castro / La química del gol

España tendrá que rehacer su bloque y su estrategia a partir del legado de Del Bosque y Luis Aragonés y de la apuesta por la renovación de los futbolistas

iniesta y silva

Los dos centrales de la selección española, Piqué y Sergio Ramos, tan distintos en el campo y fuera de él, han evaluado el fiasco de España de manera distinta. Piqué, que fue uno de los mejores futbolistas españoles con De Gea e Iniesta, dijo que el nivel del equipo es menos competitivo. Y Sergio Ramos, que no ha estado a la altura de su calidad, observó que es muy fácil criticar ante la televisión, con una bolsa de papas. Y quizá los dos tengan razón. Criticar, expresar la decepción, hallar defectos es relativamente fácil, y quizá no sea injusto hacerlo. Fútbol es fútbol.

España empezó bien y sin gol, mejoró ante Turquía y se desvaneció poco a poco aunque sin alcanzar la triste pesadilla de Brasil: se confió en exceso ante Croacia y no tuvo ni la intensidad ni la inteligencia ni el arrojo para pelear con Italia. Piqué tiene razón también y acaso lo más triste y decepcionante sea que España flaqueó pronto y se desangró en dudas y en perplejidad.

La actitud española fue el mejor campo de ensayos y el mejor estímulo de Italia, que no había sospechado aún que estaba tan bien e incluso que sus jugadores de ataque eran mejores de lo que decía la prensa. Todos habíamos ensalzado la línea de atrás, su resistencia, su dureza y su sentido táctico, Buffon, Barzagli, Bonucci y Chiellini, que suman más de 130 años, pero sus delanteros, Eder y Pellè, o sus centrocampistas Florenzi, De Rossi, De Sciglio y Giaccherini estuvieron a un gran nivel. Interiorizaron la consigna, asumieron la estrategia, tan elaborada en los días previos por Conte, e hicieron su trabajo de manera excepcional. Querían la ventaja psicológica del dominio inicial y decidieron avasallar a los nuestros, que ni respondían con carácter ni alcanzaban a leer los labios o los gestos de Del Bosque.

España no podía pensar ni recibir el balón: debía moverse en las aguas del estupor y el desconcierto. Y así fue. Los españoles perdieron el balón y se desdibujaron el bloque y los solistas. ¡Qué lejos quedaba la escuela de baile de antaño que fatigaba al más pintado! Los españoles llegaban unos segundos más tarde a todos los balones, diezmados de fortaleza, huérfanos de intención y profundidad. Superados. No había conexión entre las líneas, el esquema saltó por los aires y el balón era toda una quimera. España lo veía correr como un fantasma que huye y los italianos se crecían aún más y generaban muchas ocasiones.

Que España no defendía bien lo sabemos desde que se fue Puyol. Él sí tenía madera de líder. Como la tenía Xabi o el mismo Xavi, el cartabón de todos los pases. Pese a todo, esta España no era tan mala ni debió serlo. Había buen equipo, excelentes nombres, futbolistas contrastados en Europa y en las mejores ligas, pero también hay jugadores que no acaban de rendir, que en la selección pasan un poco inadvertidos o resultan intercambiables.

Ejemplos: Thiago Alcántara, que estaba llamado a ser el sustituto de Xavi, pero que parece estancado por sus lesiones y por su nueva forma de jugar, adocenada, de menor riesgo y sin fantasía. Ejemplos: Koke, que parecía que iba a ser el gran centrocampista del futuro y también se ha varado. Y parece que ya dicen sus últimas palabras jugadores como Casillas, Cesc y Silva. Silva, admirado por doquier y tan necesario, tiene algunos defectos que menguan su calidad: le cuesta una eternidad disparar, asumir un poco de liderazgo, es discontinuo y eso rebaja su genialidad.

La estela de Del Bosque 

Cesc es intermitente y blando: ahora solo parece un obstáculo –se desvanece en los choques de altura, trabados– para la llegada de los nuevos centrocampistas que están llamando a la puerta, Saúl Ñíguez, sobre todo. En esta Eurocopa quizá se debiera haber probado en partidos específicos con el doble pivote, con Bruno Soriano o Koke junto a Busquets, para dar equilibrio y consistencia en la contención y en la creación, y quizá debió disponer de más minutos Lucas Vázquez, más desequilibrante en este momento que Pedro. Atrás, el voluntarioso Juanfran pudo haber cedido, de cuando en cuando, el carril a la centella Bellerín.

Vicente del Bosque ha cumplido una etapa. Ha sido brillante y generoso. Ha dejado una estela de excepcionalidad, sabiduría y títulos. Lo ha hecho muy bien hasta Brasil y Francia. Da la sensación de que ahora ha perdido la autoridad, su luz o el amor propio tan necesario, ha cedido el carisma, y de que debe empezar un tiempo nuevo. Nada será igual, desde luego, pero también es el momento de plantearse nuevos retos y de avanzar sobre las adecuadas bases del pasado: sin drama, sin victimismo y sin renunciar del todo al espíritu y a la plasticidad del fútbol más hermoso.

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(*) Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón el miércoles 29 de junio de 2016.

 

España no intimidó a Croacia

Antón Castro / La química del gol

españa vs croacia (líbero)

Los balcánicos dieron la vuelta al gol de Morata (1-2) y dejaron en evidencia la lentitud española. El equipo de Del Bosque, que repitió alineación, fue víctima del cansancio y del desorden.

Que Croacia no es Chequia ni Turquía ya se sabía. Todos teníamos claro que iba a ser un partido exigente que calibraría con mayor seriedad las posibilidades de España. El choque empezó con demasiado descontrol: ellos, que habían dejado a algunas figuras en la banqueta, salieron con empuje y dinamismo, dispuestos a subir y colgar el balón de inmediato. Y España asomó un tanto fría y lenta: en poco tiempo se encadenaron fallos, más o menos leves, de Piqué, de De Gea, de Sergio Ramos y de Busquets. A la Roja le costaba encontrar el ritmo y la posesión, y los croatas parecían no echar en falta a su líder Luke Modric, el cerebro.

Estaban tan seguros los balcánicos de su juego y de su energía que Iván Rakitic se desplazó a la derecha dispuesto a penetrar por la banda y listo para detener los avances de Iniesta y sus flechas, Alba y Nolito. De repente, David Silva, el mago Merlín, cogió un balón y encadenó varios amagos hasta que dejó un balón inesperado y sutil, un milimétrico pase interior a Cesc Fábregas: este tocó, envió el regalo a Morata y el ariete marcó con la izquierda.

La jugada fue todo un prodigio de precisión, de sutileza y de confianza. Silva demostró ahí porque es tan bueno y porque se le considera el ‘Messi’ de la selección. El canario se entusiasmó, se sintió a gusto e importante y creó varias ocasiones, incluso se permitió lanzar un balón envenenado desde lejos, él, a quien tanto le cuesta soltar la pierna.

España desarboló a su rival durante quince minutos: con el balón en la bota, no tenía adversario y los croatas parecían condenados a correr y correr. Rog, Srna y el joven Jedvaj se defendían como podían, pero España perdió precisión, adormeció el ritmo, suavizó su ambición y Croacia empezó a jugar mejor. Avanzaba por los costados y por el centro. Empezó a dominar y a meter el miedo en el cuerpo. Poco a poco, ante el paulatino despiste de los nuestros y la evidente  desaparición de Iniesta, fundido e intrascendente, de Silva, de Fábregas, se adueñaron del partido comenzaragon a exhibir un balompié de impacto rápido. Vertical.

España daba muestras de desconcentración y de despiste y, sobre todo, de lentitud. Esa tónica en realidad se mantuvo casi siempre. Anoche ni la suerte estuvo con los españoles: Sergio Ramos falló un penalti que no fue y Piqué tuvo que emplearse muy fondo. Corrigió el vacío de Juanfran y se mostró majestuoso, incluso estuvo a punto de detener el disparo letal de Ivan Perisic, que no paró de husmear el área española todo el tiempo. España era una perfecta desconocida: sus virtuosos se habían desconectado. Los cambios no fueron determinantes: Aritz Aduriz sustituyó a un pendenciero ayer Morata, Bruno Soriano aportó solidez al centro del campo y el cambio de Thiago Alcántara, para controlar el balón, no sirvió de nada.

Croacia se mostró como un gran conjunto. Vibrante y pundonoroso, con fe en sí mismo, que no se asusta de un resultado adverso y que sabe muy bien a lo que juega. No se amilanó ante el nombre del España. Asfixió su centro del campo y le puso dos o tres marchas más de velocidad al juego y mostró orientación y capacidad de despliegue y repliegue. El resultado adverso condena a los nuestros al mayor esfuerzo: deberá tumbar a Italia para seguir y, en ese caso, debería enfrentarse a Alemania o Francia. España careció de fluidez, de un poco de soberanía y orden en defensa, control en la media, y le faltó una buena transición de balón y velocidad. Se ha metido en un pequeño atolladero y volverá a enfrentarse a Italia, que tiene unas cuantas cuentas pendientes con Del Bosque y sus chicos.

Al técnico español, por una vez, y desde luego a posteriori, cabe reprocharle que no haya dado descanso a sus estrellas. A Iniesta, que hará mucha falta en el futuro. A Cesc. A Silva. Al propio Ramos. Los croatas sí lo hicieron. Y quizá haya que reprocharle que aún no ha entrado en acción otra arma necesaria en ataque: las carreras, los centros y la frescura de Lucas Vázquez.

El resultado de ayer dejó otro sinsabor: España perdió su poder intimidatorio y se reveló frágil.

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*Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón, el miércoles 22 de junio de 2016.

España recuperó la sensatez y ganó

Antón Castro / La química del gol

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El equipo de Del Bosque dominó de principio a fin y cerró el choque con un gol agónico de Piqué. La Roja exhibió posesión, calidad, continuidad y fantasía, pero también sus carencias ante el gol.

España ha vuelto. Y de qué modo: con serenidad y paciencia, con esfuerzo y carácter, con recursos de antaño y aún justo de gol, ante un elenco rocoso como Chequia que sabía cómo jugar: encadenado a Cech, encerrándose y esperando una salida vertiginosa o el golpe intimidatorio de un saque de esquina, donde sus gigantes podrían cazar al vuelo. El más que correcto partido de España se inició en la sensatez de Del Bosque: eligió bien en el marco al inclinarse por De Gea (resultó bonito el prolongado abrazo de Jordi Alba), dio confianza a Cesc, apostó por Nolito y Morata arriba, y los demás fueron los esperados.

El combinado español pronto demostró que se sabía la lección y que hay ilusión, entrega y partitura. Salvo dos lanzamientos de esquina, Chequia apenas compareció: su estrella Rosicky solo defendía, perseguía el balón e intentaba taponar a Juanfran o a Silva, que, algo lejos de su mejor nivel, ofreció pases milimétricos.

España jugó con seriedad en todas las posiciones: los laterales fueron profundos y generaron  juego, algún desborde y centros interesantes; los centrales dieron sensación de seguridad y de aplomo, afinaron el pase y combinaron con eficacia. Buscaban el enlace con los pivotes Busquets y Cesc (Busi es el ancla, el observador y el coche escoba; Fábregas busca su sitio en el entorno de la media luna rival), y tuvieron arrestos para ir al ataque.

Cuando no aciertan los arietes, los dos, Piqué y Ramos son una alternativa por alto, por su capacidad de remate, y por abajo, por su insistencia y su determinación. Y por dentro, se mueven los dos directores de juego: Silva e Iniesta. Silva alcanzaba su partido número 100 y estuvo a buen nivel, en el costado derecho. Generó ocasiones, sirvió un gol cantado a Morata, buscó la triangulación en corto de patio de colegio y usó ese toque primoroso con el que fabricó peligro y sorpresa; enchufado en un vehemente inicio de la segunda parte, falló la mejor jugada de la selección por poco, en la que volvió a ejercer de asistente Iniesta.

El 6 de la Roja es un futbolista increíble: resulta liviano, parece encerrarse en jardines sin salida, y sale y juega en profundidad y desborda con esa sutileza o gracia difícil de definir. Apenas pierde balones, sortea gigantes con un gesto de cadera, se ovilla sobre sí mismo y encuentra rutas, desfiladeros o puntos de fuga con la cabeza erguida. Si el fútbol posee algún atributo excepcional ligado a la maravilla o el asombro, Iniesta lo encarna a la perfección, sin ínfulas, con la suavidad de alguien que es de este mundo y parece de otro. El fútbol con Andrés alcanza otra dimensión. Garbo, malabarismo y deslumbramiento, incluso cierta espiritualidad.

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El partido fue trabajoso. Desde el principio. Los españoles dominaron hasta el agobio: la República Checa llegó a defenderse con una línea de 5-4-1 y con un doble muro 5-5. Y a esa empalizada, España le buscó soluciones, y a veces las encontró sin la deseada fortuna. Dominó de principio a fin. Nolito fue más pugnaz que brillante o incisivo, no desbordó con nitidez casi nunca, pero lo intentó, y buscó el regate hacia afuera para acomodar su preciso disparo, que ayer se le negó.

Y Morata no estuvo fino en la línea de gol, marró dos oportunidades claras, pero se escurrió a las bandas, controló muy bien el balón, exhibió desmarque e intención y evidenció una madurez indiscutible. Con un poco de suerte, será uno de los delanteros del torneo. Le sustituyó Aduriz, que intimida todo el tiempo.

Aduriz y Morata se complementan: pueden jugar juntos y a la vez el uno es el recambio perfecto del otro. España venció agónicamente, sí, pero demostró también que ha recuperado sensaciones, ambición, rasmia, instantes de preciosismo e incluso seguridad en sí misma como bloque. Entereza y constancia. Faltó gol, hay que mejorar el ritmo, acelerar el juego cuando los rivales se encanallan atrás, y hay que combatir, y sobreponerse, una cierta tendencia a la inmovilidad, a la pereza y al conformismo.

Del Bosque estuvo correcto con los cambios. No modificó en exceso su método y creyó en él. Respiró hondo cuando llegó el tanto de justicia poética de Piqué. También el míster necesita espantar fantasmas, insidias, dudas y la mala sombra de Brasil 2014.

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*Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón, el martes 14 de junio de 2016.

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Foto 1: andina.com.pe. Foto 2: amazona.news.com

ESPAÑA CONSIGUE SU PASAPORTE A LA EUROCOPA

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España venció con claridad a Luxemburgo (4-0) en las Gaunas, un campo que evoca al fútbol de otro tiempo. Los goles fueron de Cazorla y Alcácer, que firmaron dos dobletes en el regreso de la selección a Logroño. Hubo tramos de buen juego y momentos de inspiración, que bastaron para ganar a un equipo que vino a defenderse. Luxemburgo se excedió en dureza en algunas acciones y las lesiones de Silva y Morata son la nota amarga de una noche plácida. El canario, capaz de generar ventajas desde la sutileza, recibió una patada a traición de Gerson antes de que se cumplieran los diez minutos. También tuvo que ser sustituido Morata, con un fuerte traumatismo en el peroné.

Cazorla completó uno de sus mejores partidos con la selección y se aproximó más a la figura que es hoy en el Arsenal, alejado de la banda y centrado en la dirección de juego. Ese punto de partida le permite además llegar a posiciones de disparo, donde posee grandes recursos; como mostró en el tanto que abrió el partido y en el que cerró la goleada. Busquets inició las jugadas, los laterales Jordi Alba y Juanfran profundizaron y Bartra recuperó el balón en campo del rival. Pedro volvió a derrochar esfuerzo en cada jugada y Mata empezó bien, pero se difuminó en el segundo tiempo. Cesc creció con el paso de los minutos y asistió al pícaro Alcácer. El jugador del Valencia posee el signo que distingue a los buenos delanteros: la intuición. Sus dos goles de la noche confirman, además, su sólido ejercicio con la roja. Mientras Diego Costa sigue en busca de su segundo gol con España, Alcácer se convirtió en el primer internacional que marca en tres partidos consecutivos y ya lleva seis goles con la selección absoluta.

También he de hablar, a mi pesar, de los pitos a Gerard Piqué, un asunto que parece interesarle a todo el mundo. A veces, da la sensación de que es el central del Barcelona el que menor importancia le da a los silbidos. Lo demuestra su arrebato antes del descanso, en el que buscó la portería de Joubert con cierto peligro. Aunque parezca extraño, los pitos le estimulan y le hacen reducir los errores. De hecho, esta temporada ha rendido mejor con la selección española que con el Barça, a pesar de tener en su contra a parte de la afición. La situación, eso sí, incomoda a la plantilla y alimenta la división en la grada. Tampoco colabora la prensa, que se preocupa de hacer un ritual de preparación que fomenta el plebiscito. En Logroño, se intercalaban el silbido y el aplauso a Piqué. El tema, de un modo u otro, va camino de ser una causa perdida. Sólo entonces dejará de ser noticia.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto: as.com

EL BARÇA MÁS SERIO ANULA AL PSG

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El Barcelona consiguió el pase a semifinales tras derrotar al Paris Saint Germain en el Camp Nou (2-0). El resultado de la ida le otorgaba cierta tranquilidad, pero Luis Enrique se encargó de mentalizar a sus jugadores, a los que exigió que afrontaran el partido con la misma seriedad que en el primer partido de la eliminatoria. En París, el Barcelona realizó un partido muy completo, con buenos tramos de juego e inteligencia para superar a un rival mermado. En el impoluto césped del Parque de los Príncipes, el Barcelona ofreció un fútbol coral, dirigido por Messi y culminado, con brillantez, por Luis Suárez. Y en la vuelta en el Camp Nou, el Barcelona escuchó las advertencias de su técnico y afrontó el partido con el mismo rigor competitivo. Consciente de los peligros del PSG, el Barcelona imprimió un sello reconocible a su juego: supo dormir a su rival con la posesión, aceleró en el momento preciso y realizó un gran ejercicio en la presión. Y recuperado su manual más tradicional, el Barcelona se ordenó a través del balón, que resguardó como nadie Iniesta. El manchego firmó una gran primera parte y fabricó el gol que premió el inicio del Barcelona. Fue en una jugada llena de plasticidad y de sutileza, en la que Iniesta condujo desde su propio campo, se deshizo de tres rivales y le sirvió un balón medido a Neymar. El brasileño, especialmente eficaz frente al PSG, le ganó la carrera a David Luiz y dribló al meta Sirigu para introducir el balón en la red. El gol del Barcelona sofocó cualquier posibilidad de remontada y el PSG dejó de creer en sus posibilidades demasiado pronto. Y se fue del Camp Nou prácticamente inédito; sin rastro de pólvora en sus delanteros y con escasas muestras de talento de Pastore o Ibrahimovic, que firmaron un partido discreto en el momento en el que más se les necesitaba. Solo Verratti se rebeló ante el dominio del Barça y dejó algún detalle que levantó el asombro del Camp Nou. Pese a ello, el fino mediocampista italiano acabó harto de perseguir sombras y mostró su impotencia en una patada a Neymar en el segundo tiempo. El brasileño volvió a ejercer de finalizador en el segundo gol, tras un centro de su compatriota Dani Alves. Neymar batió a Sirigu de cabeza y firmó su quinto gol de la temporada frente al equipo parisino. El segundo gol le dio al Barcelona argumentos para relajarse, pero el equipo de Luis Enrique mostró la misma seriedad que al inicio y se esforzó en dejar su portería a cero.

La segunda parte no tuvo mucha historia. El PSG adelantó líneas en busca de un gol que le diese vida a la eliminatoria. Y aunque mantuvo sus buenas intenciones con el balón, se topó siempre con el buen ejercicio defensivo de los blaugranas. El Barça se desgañitó en la presión y su zaga permaneció firme ante las amenazas parisinas: Ibrahimovic solo disparó una vez a puerta, Cavani se desfondó en la presión pero no inquietó a Ter Stegen, Pastore perdió la mayoría de los balones que tocó y Matuidi no se acercó al balcón del área. Solo la salida de Lucas Moura aportó velocidad a una delantera estática y sin la ambición que requiere la fase decisiva de la competición.

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El Paris Saint Germain ha perdido ante el Barcelona parte de la credibilidad que ganó en el duelo de octavos frente al Chelsea de Mourinho. Afectado en esta ocasión por las bajas, el equipo parisino sigue sin romper la barrera de cuartos de final. Más allá de eso, la imagen que ha ofrecido en la eliminatoria no está a la altura de las expectativas que ha generado la inversión de Nasser Al-Khelaïfi. La combatividad que permitió derrotar al Chelsea en Stamford Bridge con un jugador menos, ha dado paso a una declaración de impotencia frente al Barcelona. Tres años después de ser eliminado en el Camp Nou, el PSG vuelve a caer en los cuartos de final, sin demasiados síntomas de mejora. La reedición del duelo frente al Barcelona, lejos de consagrar al equipo parisino, ha sido un baño de realidad para los de Laurent Blanc. Pero lo más alarmante de todo es que el PSG ha asumido la superioridad del Barcelona con aparente resignación.

La noche fue tan placida[1] en el Camp Nou, que el Barça ni siquiera necesitó de la inspiración de Messi. El argentino no mostró el brillo de los últimos partidos y fue una pieza más del puzle del Barcelona, no el futbolista que da sentido al juego blaugrana. Sin la frescura del 10, esta vez fue Neymar el que, con sus goles, reclamó el papel de protagonista. A buen nivel rallaron el resto de sus compañeros: Suárez se esforzó en el desmarque, Messi colaboró en la circulación, Rakitic fue solidario en la recuperación, Xavi e Iniesta alternaron la distribución del juego [1] y Busquets volvió a esconder el balón con maestría. Mascherano mostró su lectura de juego, Piqué volvió a estar sobrio al corte y los laterales- Jordi Alba y Dani Alves- mezclaron con acierto el despliegue en ataque con la atención defensiva.

El Barcelona se mostró como un equipo sólido y aseado, que atendió a la circulación y se esforzó en robar en el campo del rival. El buen nivel colectivo, la recuperación de Iniesta, la seguridad de Busquets y los goles de Neymar fueron las mejores noticias de un equipo que ha llegado a la fase decisiva de la temporada con opciones en todos los títulos. Tras derrotar en el global de la eliminatoria al PSG por 5-1, el Barça disputará las semifinales de la Champions League, algo que ha ocurrido en siete de las últimas ocho ediciones. La eliminatoria ha mostrado la seguridad del Barcelona, que mantiene intacta su reputación en las grandes ocasiones.

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 Jorge Rodríguez Gascón.

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[1] En el segundo tiempo, Luis Enrique pudo dar descanso a Busquets, Iniesta y Suárez. Iniesta fue sustituido por Xavi Hernández y el de Tarrasa recogió el testigo del manchego en la circulación.

[2] En el otro partido de la jornada el Bayern de Múnich remontó la eliminatoria frente al Oporto (6-1). El Bayern zarandeó a su rival en la primera parte y en media hora ya había conseguido el 3-0, que le daba el pase a semifinales. La grada del Allianz Arena se encendió desde el inicio y acabó entregada a sus jugadores. Marcaron Lewandowski en dos ocasiones, Thiago, Boateng, Müller y Xabi Alonso. Jackson Martínez consiguió el único gol del Oporto, un equipo prometedor que aspira a estar entre los grandes del fútbol europeo. Pep Guardiola le ganó el duelo en los banquillos a Julen Lopetegui, en un enfrentamiento entre los dos mejores técnicos españoles que entrenan en el extranjero. La victoria le da tranquilidad a Guardiola, que ha pasado una semana difícil en Múnich, y devuelve al Bayern su cartel de favorito.

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Foto 1: peru.com. Foto 2: caughtoffside.com

LA CARRERA POR LA LIGA

A falta de ocho jornadas para que termine la liga, el duelo entre el Barcelona y el Real Madrid se acerca a su resolución, en el momento de la temporada en el más se penalizan los errores. Los dos grandes avanzan con soltura en la carrera por la liga, y ahora atienden al resultado más que a las formas, con la urgencia de quien necesita los puntos a toda costa.

FCBarcelona

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El Barcelona se mantiene en la cabeza de la clasificación con cuatro puntos de ventaja sobre el Real Madrid. Y aunque el equipo de Luis Enrique está en una posición privilegiada, un calendario plagado de compromisos exigentes invita a que los blaugranas sean prudentes (se medirá al Sevilla, Valencia y Espanyol en liga y en las próximas semanas afrontará la eliminatoria frente al Paris Saint Germain). Tras la victoria en el clásico, el Barcelona confirmó su distancia en Balaídos y frente al Almería en el Camp Nou. Pero las sensaciones que dejó el equipo blaugrana en el juego no fueron buenas. El Barcelona de esta temporada parece un equipo confuso, que cambia demasiadas veces de plan durante los partidos. En ocasiones renuncia a sus orígenes y desprecia el balón- como ante el Celta- o se atasca en la elaboración –como ocurrió frente al Almería el pasado miércoles-. Más allá de eso parece que su eficacia defensiva, su acierto en las jugadas claves y el talento de Messi le han hecho optar a todos los títulos. Últimamente son los goles a balón parado los que le están dando resultados, en una nueva muestra más del cambio de ruta escogido por Luis Enrique. En el Barcelona de los delanteros, los mediocampistas han perdido importancia y ya no se atiende tanto a la elaboración del juego ni a la velocidad de circulación. El equipo de Luis Enrique ha encontrado estabilidad defensiva y la pizarra de Unzue –el encargado de planificar las jugadas a balón parado- ha solucionado partidos complicados (como muestran los goles de Mathieu y de Bartra en las últimas semanas).

El Barcelona de esta temporada parece un equipo irregular en el juego aunque, de momento, sea incuestionable en los resultados (solo ha perdido 2 partidos en todo 2015, frente a la Real Sociedad y el Málaga). El equipo catalán es capaz de lo mejor y de lo peor en el mismo partido, algo que se refleja en el balance de la temporada. Ha firmado momentos de gran brillantez; especialmente en los duelos frente al Manchester City y el Atlético; y partidos que rozan la desidia; como el que le midió al Granada en los Cármenes, al Almería en la primera vuelta o al Celta de Vigo en Balaídos. Parece que el Barcelona solo posee recursos bajo la lumbre de Messi, el principio y el fin del juego blaugrana. El argentino regresó del parón de selecciones con un golpe en el pie derecho y frente al Celta de Vigo y el Almería no se le vio con la chispa que ha mostrado en el inicio de año. Pese a ello, siempre idea las mejores jugadas blaugranas, ya sea en el inicio o en la finalización de las mismas; al trote o cuando se desata en carrera. Frente al Almería, Messi rescató a un Barcelona espeso, precisamente cuando más alejado estaba el argentino del partido. El 10 recorrió la línea de cal a pase de Bartra, y tras zafarse de su marcador hacia dentro, colocó el balón en la base del palo largo. Su disparo dibujó un bonito efecto, inalcanzable para Julián, en una firma inconfundible del 10 del Barcelona. Durante el resto del encuentro, el Barcelona y Messi funcionaron a ráfagas, sin constancia ni demasiada implicación en el juego. El argentino alternó varias arrancadas brillantes con largos minutos de paseo. En ellos se le ve cabizbajo, con una mueca que revela su incomodidad; no se sabe si lo que le disgusta es que el juego no pase por él –lo que vulgariza al Barcelona- o el golpe en su pie derecho. Pese a ello, la mayoría de las ocasiones de peligro del Barcelona, hasta en un día de poca inspiración del 10, parten de las botas de Messi. Una circunstancia que aprovecharon sus compañeros de delantera: Pedro asistió en el cuarto gol a Suárez, que firmó su tercer doblete con el Barcelona. No se vistió Neymar, que parece haber perdido la frescura de sus mejores noches, casi al mismo tiempo que Suárez ha afinado su puntería. El brasileño no sólo ha reducido su productividad de cara a gol, sino que cada día comete errores más comprometidos, especialmente en ingenuas pérdidas de balón.

En un Barcelona que en fases de los encuentros renuncia a sus orígenes, el socio valora cada pase de Xavi. El de Tarrasa es uno de los lazos de unión del actual Barcelona con su propuesta tradicional y ha cobrado importancia en el equipo, cuando planean las dudas en el juego. Y lo cierto es que el cerebro de Xavi ofrece agilidad a la circulación y sentido al juego. Si está Xavi en el campo parece que Messi no ha de retrasar tanto su radio de acción y está más fresco para desequilibrar. El problema reside en que el Barça se serena con la posesión, pero le cuesta encontrar las vías de acceso al gol. Por ello quizá el equipo se encomienda a Messi, que juega de 10, y a su acierto en las áreas, en las que se alzan Piqué en la zaga y Suárez en la delantera.

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Real Madrid

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El Real Madrid sigue la estela del Barcelona y tras el festín ante el Granada (9-1, con cinco goles de Cristiano), completó su semana con una trabajada victoria en Vallecas. Los equipos de Paco Jémez son valientes y apuestan por dominar el juego a través de la posesión. Frente a los equipos poderosos, el Rayo de Jémez impone sus principios con más convicción que nunca y hace disfrutar al aficionado. Durante la primera mitad, el Rayo Vallecano dominó a su rival con claridad y mereció el gol; se adueñó del balón y combinó con precisión hasta la portería de Casillas. El portero madridista, cuestionado por su público durante la temporada, emergió en los momentos críticos, especialmente en un remate de Trashorras, y permitió la recuperación del Madrid. El equipo blanco mejoró en la segunda parte, gracias al toque de Modric y Kroos, el despliegue de Marcelo y Carvajal, las llegadas de James y el hambre de Cristiano. El portugués parece haber recobrado la sonrisa tras su repóquer frente al Granada y cuajó una buena segunda mitad en Vallecas. Vive por y para el gol y parece situarse siempre en el lugar correcto en el área, como se demostró en el primer gol de la noche. Carvajal llegó hasta línea de fondo y sirvió un balón al punto de penalti. Ahí estaba Ronaldo para firmar el gol que les sitúa en la lucha por la liga. Cristiano ha reducido su productividad en las bandas y concentra su juego en el área, su nuevo ecosistema. Allí aparece en la finalización e incluso, de vez en cuando, muestra mayor generosidad con sus compañeros; como ocurrió en el segundo gol de la noche, que firmó James a pase del portugués. Cristiano ha depurado su juego: desborda menos, se asocia en corto y participa cada vez más en la resolución de las jugadas, donde afila con mimo su remate. Y los goles de CR se sustentan en la mejoría del equipo, que alimentan con buenos pases la ambición del portugués.

El Real Madrid ha recuperado alternativas en el juego posicional. La recuperación de Modric y James le aporta mayor facilidad para jugar en corto y el equipo mantiene intacto su fútbol de vértigo. Ambas vertientes de su juego se vieron en las dos últimas victorias del Madrid: la goleada frente al Granada se gestó ante un rival agrupado en su propio campo y en Vallecas aprovechó los espacios que dejó el rival a la espalda de su defensa. También ha mejorado su línea defensiva con la vuelta de Ramos y la solidaridad del grupo parece haber aumentado: el equipo de Ancelotti se parte ahora con menor facilidad, especialmente gracias al trabajo de sus mediocampistas y a la corrección de Bale, que ha entendido los consejos de su técnico. El Madrid disfruta de un buen momento en la fase decisiva de la competición, una vez que ha recuperado todas sus piezas. Benzema e Isco son los encargados de improvisar, en un equipo en el que Ramos, Varane y Pepe (que está algo tocado) cortan los ataques del rival.

Ancelotti sabe que perder puntos significaría darle media liga al Barcelona, y pretende que sus jugadores asusten al líder con sus victorias. El próximo martes el Real Madrid se mide al Atlético en la Champions League, su gran antídoto de la temporada. El Madrid confía en reconquistar el trono de la capital en su competición favorita.

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La victoria como única receta.

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Ninguno de los dos candidatos cree que la receta para ganar la liga sea el uso de un fútbol de buen gusto. A estas alturas de la temporada, parece que la única ley a la que atienden es la que dicta el marcador. Cuidan los detalles y han ganado solidez defensiva, pero pierden el control del juego durante los partidos. Saben que en los intercambios de golpes la suerte les suele sonreír, por la calidad individual de sus delanteros. Conscientes de su mayor eficacia, no les importa perder peso en la circulación en busca de acierto en las áreas. No resulta extraño que el Barcelona y el Madrid cedan el balón a su rival, especialmente ante rivales que construyen el juego a través de la posesión, como el Celta y el Rayo. Más llamativa es la situación en Barcelona, un equipo que había fabricado su identidad a través del juego de combinación. En la presente temporada, las variantes de juego se imponen a su identidad con demasiada frecuencia. Aunque siempre acaba con mayor dominio de la posesión, al Barcelona le cuesta más recuperar el balón y aprovecha el contragolpe y su juego a balón parado. El Madrid trata ahora mejor el balón, especialmente cuando Modric, Kroos, Isco y James se asocian, aunque se siente cómodo en el juego directo, para aprovechar la velocidad de su delantera. Barcelona y Madrid apuestan por la seriedad en cada partido e incluso saben administrar sus esfuerzos, con la vista puesta en las ocho jornadas que quedan. Las segundas espadas de la liga –Atlético de Madrid, Valencia y Sevilla- mantienen opciones si fallan los grandes y podrían ser los jueces de la temporada (este fin de semana para empezar, en el partido entre el Sevilla y el Barça).

Se espera un bonito duelo entre el Barcelona y el Real Madrid en el tramo final de la liga. Los grandes emocionan cada vez menos pero, de momento, el marcador justifica su propuesta.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: blacherreport.net. Foto 2: itsjamesrodriguez.tumblr.com. Foto 3:english.ahram.org.eg.

EL CLÁSICO DE LAS MIL CARAS

El Barcelona venció en el clásico del fútbol español (2-1), en un partido bonito, igualado y lleno de alternativas, que resolvió Luis Suárez en el minuto 56. El duelo no decepcionó en el juego y fue un intercambio de golpes entre los dos candidatos al título, una sucesión de estados de ánimo que acabó por coronar al Barcelona.

FC Barcelona v Real Madrid CF - La Liga

El espectacular mosaico del Camp Nou recibió a los protagonistas de un evento deportivo que se retransmite en todo el mundo. Luis Enrique se decidió en la previa del partido por Mascherano como eje del equipo, en lugar de Busquets, que acaba de recuperarse de una lesión. La decisión privó al Barcelona de un juego más aseado, pero le permitió ganar tensión competitiva en un partido exigente. El estadio registró la mejor entrada de la temporada y el público tardó poco en cantar el primer caño de Messi, una de las apuestas que más baratas se pagaban en el Clásico. El equipo de Luis Enrique amenazó tímidamente a Casillas, hasta que el juego se alejó del 10. Con Messi aislado en la banda, el Barcelona estuvo lento en la circulación, no ejerció bien la presión, perdió el control del partido y el Madrid disfrutó de espacios para correr. Rakitic tuvo que sacrificarse a la hora de seguir a Marcelo y el Madrid generó superioridad en el medio, en el que camparon a sus anchas Modric y Kroos. Bajo la dirección del croata, Marcelo desbordó por el costado, Benzema puso su talento al servicio del equipo y Cristiano olfateó el gol. Los tres se dieron cita en la primera ocasión del Madrid. La jugada partió de la banda de Marcelo y el balón llegó a Benzema que, tras revolverse en el área, centró para Cristiano. El portugués remató forzado y su lanzamiento se topó con el larguero de Bravo.

El Barcelona lograba sacudirse la presión blanca por momentos, bajo la conducción de Iniesta, el juego de espaldas de Suárez y las ráfagas de Messi. Pero en la primera parte renunció a su abecedario futbolístico y abusó del balón largo a Suárez, que se peleó durante todo el partido con Pepe y Ramos. Con Messi lejos del cuero, Neymar rifó la posesión en regates intrascendentes, Rakitic perdió peso en el partido y Alves sufrió en su banda, ante la superioridad que generaban Cristiano y Marcelo. Y cuando la duda rondaba el Camp Nou, Messi botó con precisión una falta desde el costado izquierdo. Mathieu le ganó el salto a Ramos y remató a la red de Casillas (1-0), que regresaba al Camp Nou dos años después. Y aunque el partido transcurría por un terreno de idas y venidas, en el que el poderío físico parece favorecer a los velocistas del Madrid, el Barcelona tuvo tras el gol la opción de ampliar su ventaja. Suárez cazó un rechace en el área madridista y su disparo tropezó en Neymar, que falló con todo a favor, a medio metro de la portería de Casillas. La jugada no pudo ser más trascendente para el resultado, pues en el siguiente ataque, Benzema fabricó el gol de la igualada. El francés recibió en el borde del área un servicio de Modric y dibujó de tacón un pase medido para Cristiano. El portugués, muy activo durante la primera mitad, llegó antes que Alves y ajustó su disparo de puntera hasta hacer inútil la estirada de Bravo (1-1).

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Tras el empate, el equipo de Ancelotti disfrutó de sus mejores minutos en el Camp Nou, que coincidió con el mejor momento de Benzema y Cristiano en el partido. El portugués mostró en el Clásico su ambición: encaró a Alves, buscó posiciones de remate, exigió a Bravo con un poderoso lanzamiento y fomentó su sociedad con Benzema, el futbolista más inspirado del Real Madrid. El francés posee la capacidad de improvisar en ataque estático, ofrece siempre buenas soluciones para sus compañeros y tiene además facilidad para rescatar un pelotazo y convertirlo en un tesoro.

Bravo fue exigido por Bale, Benzema y Cristiano y el chileno mantuvo a su equipo en el partido. El Barcelona agradeció el descanso y se benefició de la poca puntería del Madrid. En la segunda parte el equipo de Luis Enrique se serenó en el juego y, aunque le costó progresar en la elaboración, concedió menos pérdidas y limitó los ataques blancos. Ante el atasco blaugrana en la media decidió forzar a la defensa del Madrid con balones al espacio, como una forma de sorprender a su rival. Y el Barcelona encontró a Luis Suárez, un futbolista al que le sienta bien la etiqueta de los grandes partidos. Alves lanzó la carrera del uruguayo con un desplazamiento largo y el delantero le ganó la partida a Ramos. Orientó el balón y, con poco ángulo, cruzó su disparo con precisión, lejos de Casillas (2-1).

El segundo tanto fue un golpe crítico para el Madrid, que se fue difuminando en el encuentro, en el momento en que irrumpió Messi. El argentino llegó tarde al partido, fundamentalmente porque el Barcelona no consiguió integrarle con la posesión y él tampoco se ofreció en exceso. No estuvo tan fresco como ante el City, pero en la última media hora, el 10 volvió a dirigir al Barcelona, cuando Kroos y Modric ya no tenía pulmones para realizar las coberturas. La salida de Xavi y Busquets le dio al Barcelona más fluidez en el juego y el equipo conservó el balón con criterio. Messi abandonó la banda y acampó en la posición del enganche, lugar en el que muestra su facilidad para la invención. Desde allí, explotó su zurda, burló rivales y fabricó las mejores ocasiones del Barcelona. Jordi Alba estuvo a punto de marcar en un servicio del 10 y Neymar mantuvo su riña con el gol hasta en tres disparos. Messi también falló ante la sombra de Casillas: primero, se zafó del marcaje de Kroos y su disparo de interior se fue fuera por poco; después, no embocó un pase atrás de Jordi Alba, en una bonita combinación entre ambos; y, por último, no resolvió un barullo en el área madridista.

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Con el Madrid fatigado, el Barcelona disfrutó de varias oportunidades para firmar la sentencia. Pero, al igual que ante el City, pecó de cierta inocencia ante la portería rival, cuando la inercia del partido estaba a su favor. El Madrid no tuvo capacidad de respuesta tras el gol de Suárez y solo inquietó a Bravo con un disparo lejano de Benzema. Cristiano no amenazó en el último tramo, Marcelo no profundizó como en la primera parte y la media se desfondó. El equipo de Ancelotti recurrió al juego directo y se estrelló contra Piqué, que confirmó su buen momento con un partido impecable ante el eterno rival.

El Clásico llegó a su fin con el rondo del Barcelona en el descuento. El Madrid dejó buenos síntomas en el Camp Nou: fue mejor durante muchas fases del partido y supo imponer su juego hasta el gol de Suárez, pero perdonó a su rival en las jugadas decisivas del duelo. El Barcelona mantuvo la paciencia en los momentos críticos, en los que la fortuna estuvo de su lado, y superó con claridad a su rival en la última media hora, gracias a la finta de Messi y al pase de Xavi, que completó su partido número 42 ante el Real Madrid. Antes, cuando el Barcelona parecía estancado en el juego, Mathieu y Luis Suárez le habían dado la ventaja, en dos acciones que definen los registros del Barcelona de Luis Enrique. El primer gol llegó en una jugada a balón parado, una suerte que tradicionalmente esquivaba al equipo catalán, y el segundo tanto responde más al juego directo que a la elaboración, una novedad que ofrece Suárez al repertorio del Barça.

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El Clásico fue un duelo exigente, un espectáculo vibrante entre dos de los mejores equipos de Europa. La fortuna y el cuidado de los detalles consagró la reacción del Barcelona en la Liga. El equipo de Luis Enrique amplía su distancia a cuatro puntos y refuerza su liderato, cuando no hace tanto llegó a estar a siete del Real Madrid. Siguen quedando muchos puntos en juego y, como mostró el partido, todo puede cambiar en el momento más inesperado. La liga, como el duelo entre sus máximos aspirantes, se mueve en un carrusel de altibajos.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1,2, 3 y 4: (AFP) Getty Images (Reuters).

LA SONRISA DEL BARCELONA

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El fútbol es un estado de ánimo y el Barcelona es feliz desde que encontró la senda de la victoria. El partido del miércoles frente al Villarreal es una muestra de ello. El equipo no puso en práctica un juego brillante, pero volvió a ganar con solvencia, e incluso pudo dejar sentenciada la eliminatoria.

El Barça se enfrentaba a un gran rival, que ya en liga puso le puso en dificultades en su propio estadio. En aquella ocasión, Messi completó la remontada con un disparo ajustado a la escuadra. Marcelino García Toral también tuvo en mente el encuentro de liga a la hora de plantear la eliminatoria. El técnico asturiano quería evitar a toda costa el juego en carrera del Barcelona y el Villarreal se replegó en campo propio. Quiso aprovechar la velocidad de sus atacantes para sorprender al Barcelona en la misma suerte que tanto le preocupaba de los blaugranas: el contragolpe. Y aunque el conjunto amarillo dispuso de alguna ocasión, el deseo de protegerse le privó de más oportunidades para inquietar a Ter Stegen. En fases del partido, en las que se el Villarreal se apoderó del balón, dio la sensación de que el Barcelona era vulnerable. Vietto, un delantero espléndido, volvió a jugar un buen partido en el Camp Nou: siempre mejoró la jugada y cazó un disparo peligroso que midió la elasticidad de Ter Stegen. Cheryshev, un velocista que avanza por el carril zurdo, asistió a Vietto y el portero alemán resolvió con una gran estirada. Tras el descanso, Ter Stegen cometió un error que condicionó su actuación: no supo despejar un disparo centrado y potente de Manu Trigueros, que acabó en gol.

El problema del Villarreal fue que no empleó el mismo interés en desarmar al Barça que el que prestó a las internadas de Messi. El 10 azulgrana estuvo vigilado siempre por Jaume Costa en el costado, que recibía las ayudas de Cheryshev, Pina y de Bruno Soriano. Messi se descolgó al interior, como es costumbre cuando el equipo blaugrana tiene que progresar en ataque estático. Desde esa posición es capaz de cambiar el ritmo del partido. Buscó a Jordi Alba en el costado, enlazó con Neymar y se asoció con Luis Suárez. La Pulga llegó al área y no atinó en sus dos primeros disparos, que nacieron en dos de las mejores jugadas colectivas del Barcelona.

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Messi no estuvo tan fino como lo ha estado en el último mes. En momentos puntuales se desentendió de la jugada y no colaboró en la presión, reservando sus fuerzas para las acciones más decisivas del encuentro. En ellas siempre aparece el argentino, como arquitecto o como brazo ejecutor. Messi, hasta en sus noches perezosas, conserva intacta su capacidad de decidir partidos. No se olvida de usar sus mejores quiebros y encuentra el camino del gol, en el desarrollo y en la ejecución de las acciones. El primer tanto del Barcelona llegó en una acción de Luis Suárez, que le robó un balón a Musacchio en un ejercicio de pundonor. Corrió hasta el pico del área y desde ahí le sirvió al 10 el balón del gol. Messi ajustó su disparo al palo largo con precisión, en un lugar inalcanzable para Asenjo. Suárez, protagonista en las jugadas de los goles, parece cada día más integrado en el equipo: tiene a su favor el cariño de la afición y rescata jugadas que parecen intrascendentes, peleando hasta la extenuación. Aunque sigue sin estar enfocar a la portería y a veces desentona en combinaciones rápidas, Suárez aporta tantas soluciones y pone tanto corazón en el juego que es imposible que el público no premie su esfuerzo.

El Barcelona quiso controlar el partido desde una posesión fiable, segura y solo aceleró en los metros finales, al amparo del juego luminoso de sus delanteros. Le costó improvisar ante una defensa bien plantada pero no se impacientó. Con un Villarreal bien protegido, en un partido menos abierto y un juego más pausado en la circulación, emergió Iniesta. El manchego había perdido protagonismo en los últimos tiempos, era un daño colateral del plan de Luis Enrique, al que le costaba desequilibrar entre tantas idas y venidas de su equipo. El Barcelona ya no atiende tanto a la pausa y aceleración que marcan sus centrocampistas, sino que busca servir el balón a sus delanteros en buenas condiciones, para que ellos decidan la suerte de los partidos. Pero en encuentros como el del miércoles, en los que los espacios son reducidos, Iniesta posee la capacidad de filtrar el mejor pase, de desbordar con sutileza e incluso de mirar a portería. Las tres cosas se dieron en el segundo gol del Barcelona, el tercero de Iniesta en toda la temporada. Se asoció con Suárez, desbordó a la defensa y se favoreció de la lucha entre Mario Gaspar y Luis Suárez, para firmar el gol que volvía a poner al Barcelona por delante, tras el empate de Manu Trigueros al poco de comenzar la segunda parte. El Barcelona se está acostumbrando a reaccionar rápido tras encajar un gol, y no deja de ser una costumbre temeraria que, de momento, le favorece. Minutos más tarde llegaría el 3-1, en un córner botado por Messi, que remató Piqué a la red. El central catalán está en un buen momento de forma y ha recuperado la confianza del barcelonismo. Tras el gol de Piqué, el Barcelona no supo cerrar la eliminatoria y dispuso de un penalti que desperdició Neymar. El brasileño no brilló ante el Villarreal de Marcelino: sufrió ante el marcaje de Mario Gaspar y se enredó en regates intrascendentes. Después de que Musacchio cometiera un penalti por manos, tuvo una pequeña conversación con Messi. Sólo ellos saben si fue Neymar el que pidió tirar el lanzamiento, ofuscado en un partido difícil para él, o fue Messi el que delegó sus funciones en el brasileño, con el recuerdo del fallo ante Oblak en la misma portería. Lo que sí sabemos es que Neymar disparó y Asenjo atajó su disparo en un gesto felino, que le da vida a su equipo en la eliminatoria.

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El Barcelona cerró el partido dando por bueno el resultado y el Villarreal encontró consuelo en que mantiene alguna opción en la eliminatoria, después de un partido en el que los elementos estuvieron en su contra. La derrota deja en el camino a un futbolista fundamental para el Villarreal: Bruno Soriano, el capitán del equipo y el responsable de la elaboración del conjunto amarillo. El mediocentro se partió el peroné en el Camp Nou, al intentar detener un eslalon de Iniesta. El Villarreal también sufrió la baja de Mario Gaspar, en la acción que le emparejó con Suárez, antes del segundo gol del Barcelona. Las lesiones favorecieron un discurso un tanto pesimista de Marcelino, que afirmó que la película del partido había seguido un guión escrito por su peor enemigo. En el Madrigal tendrá que salir a buscar al Barcelona, algo que no hizo en el Camp Nou, y debe marcar pronto, para verse con opciones de llegar a la final. Para ello Marcelino dispone de un buen puñado de futbolistas: Vietto, Cheryshev, Manu Trigueros, Gerard Moreno, Moi Gómez o los hermanos Dos Santos. Un equipo joven y de mucha calidad, que en el Camp Nou cometió el error de despreciar el balón, para sujetar, con menor éxito del que Marcelino esperaba, al tridente blaugrana.

El equipo de Luis Enrique encarriló la eliminatoria con paso firme, sin demasiados alardes en el juego, pero con la seriedad que requiere la fase definitiva de una competición. Messi volvió a decidir y Suárez e Iniesta cuajaron un gran partido, en un duelo que evidenció los síntomas de recuperación del uruguayo y el manchego. El Barcelona venció en una noche en la que nadie se quiso exponer. Quizá por ello, un partido que prometía mucho espectáculo, decepcionó en el juego y, en algunas fases, se convirtió en una batalla táctica. El equipo de Luis Enrique compensó su poca velocidad de circulación con un generoso despliegue en la presión, que fue el germen de los goles. Los detalles estuvieron a su favor: se repuso del empate de Trigueros, solventó con fortuna las fugas que dejó su defensa, vio como se lesionaban algunas piezas claves de sus rivales, aprovechó la inercia de las victorias e incluso volvió a marcar a balón parado.

El fútbol es un depósito de emociones y el Barcelona es feliz desde que olvidó la derrota en Anoeta. Sigue quedando un mundo pero lleva diez victorias consecutivas, sus figuras están disfrutando y tiene a tiro el liderato y el pase a la final de la Copa del Rey. Una prueba más de que las victorias son, en el fútbol, el único pretexto que justifica la sonrisa.

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Jorge Rodríguez Gascón.