Se cumplen nueve años del fallecimiento de George Best, uno de los grandes extremos de la historia del fútbol. Fue un jugador con carisma y talento, que contribuyó a la formación de la era mediática del deporte: “Yo saqué el fútbol de las páginas traseras y lo puse en las portadas de los periódicos”. Vivió sus mejores años de jugador en Old Trafford y fue uno de los símbolos de la reconstrucción del Manchester United. Después de conquistar la Copa de Europa y el Balón de Oro, su carrera se fue apagando en equipos con poco cartel. Murió a los 59 años, tras una vida llena de excesos.
George Best nació en un humilde barrio de Belfast, el 22 de mayo de 1946, en medio del conflicto que dividió a católicos y protestantes. Su afición por el fútbol comenzó en los barrizales de Cregagh, marcando goles en porterías improvisadas. De ahí surgió una forma de jugar espontánea, basada en la imaginación, el don del regate y una frescura casi desafiante. Best no perdió esa insolencia en sus años de profesional y él mismo se encargó de resumirla: “Si perdía el balón era un insulto personal y lo quería recuperar. Sí, señor, me fastidiaba mucho que me lo quitaran, porque era mi balón” (…) “Siempre me han preguntado por qué me costaba tanto pasar el balón. Lo cierto es que cuando estaba en forma tenía la sensación de que yo lo podía hacer mejor que cualquier compañero al que se la pasara. Quizá debería haber sido menos egoísta jugando, me habría llevado mejor con mis compañeros”. Matt Busby fue el técnico con el que Best alcanzó sus mayores éxitos. Probablemente porque entendió que su talento no se podía domesticar: “A este chico no hay que tratar de entrenarle. Hay que dejarle solo. Es especial”.
Durante su infancia, Georgie coqueteó con el rugby, pero pudo más su afición por el fútbol. Esa decisión mostró los primeros signos de un carácter rebelde. Su padre le había recomendado que optara por el rugby, que era un deporte de mayor tradición en Irlanda del Norte. Best no le hizo caso y escogió el fútbol. No le importó tampoco que le rechazaran en el equipo de su barrio, en el que se cuestionaba su débil físico, sin atender a su prodigiosa habilidad. Bob Bishop, uno de los ojeadores del United, no cometió el mismo error. Le vio jugar en un campo de Belfast y le envió a Matt Busby un célebre telegrama: “Creo que te he encontrado a un genio”. George Best se trasladó a Manchester, aunque no tardó en volver a Belfast porque extrañaba a su familia. A los dos días los directivos del United ya le habían convencido de que su sitio era Old Trafford. Esta vez le compraron un pequeño apartamento a la familia y Best se instaló definitivamente en Manchester. En la cantera del United, su generación consiguió grandes logros y fue un reclamo para la afición. Por Manchester se corrió la voz de que un equipo juvenil desplegaba un juego espectacular. Un delgado y veloz extremo, al que apodaban Belfast Boy, era la estrella de una plantilla que llegó a congregar a 5000 aficionados en un partido juvenil.
George Best debutó en First Division a los 17 años, después de foguearse en el filial. Llegó a un equipo inmerso en un proceso de reconstrucción tras el accidente de Múnich. Una plantilla que poseía una vinculación innegable con la generación anterior: el entrenador Matt Busby, el capitán Bobby Charlton, el jugador Bill Foulkes o el técnico asistente Jimmy Murphy eran algunos de los supervivientes del accidente. Y a ellos se sumaron un puñado de jugadores que encarnaban la renovación de un equipo instalado en la melancolía: George Best, Denis Law, John Kidd o Nobby Stiles.
Bobby Charlton, Denis Law y George Best formaron uno de las grandes tridentes de la historia del fútbol, conocido como la “United Trinity”. Law llegó al equipo en 1962, procedente del Torino después de un traspaso millonario. Un año más tarde se produjo la irrupción de George Best. En la temporada de su debut, el Manchester United conquistó su primer título después de la tragedia de Múnich, una FA Cup. Tardó poco en afianzarse en el equipo títular y en 1965 Best ya era una de las estrellas de la First Division. Era imparable en el uno contra uno, tenía olfato de gol y sabía asociarse. Con sus actuaciones contribuyó a que el Manchester United reconquistara la liga inglesa, ocho años después de su último título.
El joven Best ya conocía entonces las promesas de la noche. Siempre disfrutó de su éxito con las mujeres y exhibió su afición por la bebida: “He gastado mucho dinero en mujeres, alcohol y coches. El resto lo malgasté”. La prensa se beneficiaba de ello y retransmitía con interés sus escándalos: “Debo de ser el único británico que ha aparecido en la portada, en la contraportada y en las páginas centrales de un periódico… el mismo día”. Sin embargo, en el campo sus salidas nocturnas no importaban. Su superioridad era casi insultante; desafiaba a su marcador en un duelo que siempre era desigual. Era un maestro del amago al que nadie podía seguir en carrera. Arrancaba, frenaba y volvía a arrancar, siempre un paso por delante del resto.
La Copa de Europa seguía siendo el gran objetivo del United en 1965. Best, que tenía entonces 19 años, se presentó al mundo en Lisboa, con dos goles ante el Benfica de Eusebio. Pelé presenció el encuentro en directo y lo definió como la mejor exhibición que había visto de un jugador. Después de aquel partido le bautizaron con un apodo que le acompañó durante toda su vida: el quinto Beatle. Sin embargo, en aquella edición de La Copa de Europa, el Manchester cayó en cuartos de final ante el Milán, el mismo equipo que les eliminó en 1958, pocos meses después del accidente aéreo. Best fue mejorando sus números en las siguientes temporadas hasta lograr 115 goles en los 290 partidos que disputó con el United. Una de sus hazañas más recordadas son los seis goles que le marcó al Northampton en un partido de Copa. Best disfrutaba especialmente en las grandes ocasiones; pedía el balón y no paraba de encarar al rival, con la ambición de quien trata de demostrar su talento en los campos más exigentes.
El Manchester United había ganado dos ligas y una Community Shield cuando se cumplían diez años de la tragedia de Múnich. Y 1968 fue el gran año de George Best. En la edición anterior el equipo había caído en su regreso a Belgrado, ante el Partizán, con George Best lesionado. Al comienzo de aquella temporada, con Best ya recuperado y jugando mejor que nunca, el Manchester afrontaba la competición con enormes esperanzas. Venció al Hibernians escocés, al Sarajevo yugoslavo y al Górnik polaco hasta llegar a semifinales. Se enfrentó al Real Madrid, el gran dominador de los últimos años. Y le venció, después de una remontada de los red devils en el Bernabéu. Tras el 3 a 1 a favor del Madrid en la primera parte, Bobby Charlton y Bill Foulkes consiguieron el empate que clasificaba a los de Busby para la final de Wembley. Se enfrentaban al Benfica de Eusebio y Torres, uno de los rivales favoritos del quinto Beatle, en la catedral del fútbol inglés. Best jugó el partido más importante de su vida y fue de largo el mejor sobre el campo. No le importó el marcaje de Adolfo y Cruz, y decidió el encuentro con un gran gol al comienzo de la prórroga. Bobby Charlton sentenció y levantó la copa que les debía la historia. George Best fue designado mejor jugador de la competición y le otorgaron el Balón de Oro, que entonces premiaba al mejor futbolista europeo del año.
Best había alcanzado la fama muy pronto y le faltó constancia para dominar el fútbol en los siguientes años. Mantuvo sus dotes de conquistador y sus adicciones y se despreocupó de su estado físico. El United no se renovó y se instaló en un estado de complacencia del que se contagió Best: “Para cuando cumplí los 25, me había dado por pensar que el equipo estaba en declive, y el alcohol empezaba a controlarme la vida. Me pasé tres años de juerga y apostar se convirtió en mi droga”. Los escándalos de su vida privada aumentaron y le costó más marcar diferencias en el campo. El desequilibrio de sus primeros años en el United se redujo a instantes de talento, tan brillantes como fugaces. En 1971 tuvo una pequeña resurrección y logró el Balón de Bronce. Pero, meses más tarde, Matt Busby abandonó el club y sin la protección del técnico, se precipitó la decadencia de Best. En 1974 dejó el Manchester United y se fue a jugar a Irlanda, en el Cork Celtic. Contribuyó a expandir el fútbol en los Estados Unidos y regresó al Fulham en 1976, donde jugó a buen nivel una temporada. Su alcoholismo ya era un problema serio y tras su paso por el Fulham vagabundeó por equipos de segunda fila. Probó fortuna en Escocia (Hibernian, Motherwell), prosiguió su aventura americana (Los Angeles Aztecs, Fortl Lauderdale Strikers, San José Earthquakes y Golden Bay) y jugó en la Segunda División Inglesa (AFC Bournemouth). Regresó a Irlanda del Norte para retirarse en el Tobermore United. Fue jugador-entrenador una temporada y colgó las botas en 1984, después de un famoso partido de homenaje. Cuando el extremo de Belfast se retiró, había jugado 706 partidos como profesional, en los que marcó 254 goles.
Tras dejar el fútbol su imagen se fue deteriorando. Fue sancionado por conducir borracho en varias ocasiones, protagonizó peleas en alguno de sus clubs, agredió a un policía, acudió a un programa televisión en un evidente estado de embriaguez, fue acusado de malos tratos e intentó suicidarse. También empeoró su estado físico y en 2002 fue sometido a un trasplante de hígado que generó un gran debate en las Islas Británicas. Parte de la opinión pública consideraba que el futbolista irlandés no merecía el trasplante ya que había manifestado su intención de seguir bebiendo. Un año después de la operación se publicaron unas fotografías en las que Best aparecía bebiendo alcohol en uno de sus clubs. En 2005 fue ingresado a causa de una hemorragia interna que acabó con su vida. Best murió el 25 de noviembre en Londres y fue enterrado en Belfast, al lado de la tumba de su madre. Ella también padeció una enfermedad relacionada con el alcohol y murió un año más joven que Best, a los 58 años.
Best forma parte de una larga lista de personajes que alcanzaron la gloria de manera precoz y que descendieron al vacío sin tiempo para disfrutar del éxito. El irlandés tenía tendencias autodestructivas y un sentido puramente lúdico del juego: “Siempre entendí el fútbol como un entretenimiento. Podía hacer disfrutar a la gente, mientras yo me divertía”. Mientras estuvo en la cima se convirtió en el ídolo de una generación que prefería la sonrisa traviesa de George Best al pulmón de acero de Bobby Charlton.
En una entrevista concedida a la televisión inglesa Best comentó: “Cuando me muera, la basura se olvidará y me recordarán por el fútbol”. El delantero del Liverpool Ian St. John solo se acordó del juego de Best: “Todos éramos futbolistas pero él era especial. Podía hacer cosas espontáneas, jugadas que solo un genio puede hacer”. En su estatua en Belfast hay una placa con una sentencia: “Maradona good, Pelé better; George best”. El extremo de Belfast solo jugó 7 años a gran nivel y no pudo disputar ningún mundial, pero se situó entre los grandes futbolistas de todos los tiempos. En la década de los 60, una generación afortunada de ingleses asistió al nacimiento de Los Beatles en The Cavern y descubrió el asombroso regate de George Best en Old Trafford.
.
Por Jorge Rodríguez Gascón.
.
Foto 1: Best celebra su gol en la final de la Copa de Europa en Wembley (Dailymail). Foto 2: El joven Best (livebreathefutbol.com). Foto 3: El Manchester United celebra el título de liga 1966 /1967 (delanterofalso.com). Foto 4: Best rellena sus copas (Dailymail). Foto 5: Best recibe el Balón de Oro. En la foto aparece flanqueado por Matt Busby, Bobby Charlton y Denis Law (The Sun). Foto 6: George Best con su hijo en brazos, en su partido de homenaje (The Daily Telegraph). Foto 7: El regate de Best (Dailymail).