El fútbol vuelve cada fin de semana

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A veces al fútbol le sobran días de la semana. El deporte vive un momento de saturación televisiva que parece el resultado de un plan trazado por dirigentes, patrocinadores y medios de información. El problema es que se ha descubierto un foco de atención casi tan rentable como los goles: la polémica. La espera de los partidos sirve para desviar la atención hacia conflictos absurdos, agravios y escarnios que poco tienen que ver con el juego. La última disputa que ha surgido en el fútbol español tras los incidentes de Mestalla sirve como ejemplo. En el fondo, muestra la hipersensibilidad de las partes, la falta de mano izquierda, la predisposición al enfado. El Barcelona venció en Mestalla en un partido vivo y accidentado, en el que el colegiado favoreció a los de Luis Enrique en dos o tres jugadas claves. Más que suficiente para indignar a la grada, que no toleró bien los errores del colegiado. El encuentro se resolvió con un penalti en el último minuto, que transformó Messi ante el ágil Diego Alves.

Pronto dejó de importar que hubiésemos visto un bonito intercambio de golpes, lleno de emoción y de alternativas. En cuanto el balón llegó a las redes, el fútbol pasó a un segundo plano. Los futbolistas del Barça se reunieron frente a las grada de animación de Mestalla, en la que se suelen situar los Yomus, el sector más radical de su afición. Algunos jugadores (especialmente Neymar y Busquets) celebraron de mala manera, casi desafiando al público. La respuesta llegó de la peor forma posible. Un menor, que ya ha sido identificado y expulsado de Mestalla, lanzó una botella que rozó a Neymar y a Messi. Algunos de sus compañeros también se llevaron las manos a la cabeza, como si el botellazo hubiese tenido más réplicas. Messi siempre aparenta estar despistado, incluso cuando marca su quinto gol en dos partidos. Tras el botellazo, recordó que hace dos temporadas también le tiraron una moneda en el mismo estadio. Enrabietado y fuera de sí, se dirigió a la grada en los peores términos que se le recuerdan.

El Valencia tenía motivos legítimos para quejarse, pero la actitud de un sector de sus aficionados deja en mal lugar a la institución. Sobre todo porque es reincidente en este tipo de actos y porque se lanzaron más objetos que la botella (los árbitros recogieron un par de mecheros en su acta). Tampoco colaboró el directivo García Pitarch en sus declaraciones, censuradas en un primer momento por Bein Sports, en las que calificaba el arbitraje de “vergonzoso”. La versión del club siempre debe ser más moderada que la del aficionado más extremista. Aún así, el problema pudo haber quedado ahí, pero se encargó de devolverle el protagonismo Javier Tebas, el mandamás de la Liga Santander. A Tebas le dolía el desprecio de los jugadores del Barcelona a la Gala de la liga, un evento que se retransmite en más de 80 países y que, en el fondo, no tiene ningún interés. Otro de los males del fútbol es el pomposo envoltorio que rodea al juego. Tebas aprovechó la ocasión para condenar la actitud del aficionado y para reprochar la teatralidad de los futbolistas del Barça. El club catalán, propenso al sentimiento de agravio, siempre sospechó de Tebas, un madridista declarado. Y entró al trapo con una medida infantil e inoportuna: se planteó llevar el caso al Tribunal de Arbitraje Deportivo. Como si los pleitos fueran una solución para un lenguaraz profesional como Tebas o para un equipo que ha manchado su imagen en los juzgados. El deporte se ha convertido en un espectáculo televisivo, que tiende, como tal, a la exageración y al sensacionalismo. En este caso, ninguna de las partes han actuado con cordura: el Barça ha creído en las teorías conspiratorias, la afición del Valencia recurrió a la violencia y Tebas ha aprovechado su poder para sentar un peligroso precedente.

El conflicto refleja el pobre estado del fútbol español a nivel institucional, enturbiado desde hace años por las luchas de poder que mantienen Tebas y Villar. Por si no había ya suficientes problemas, el periódico El Mundo ha destapado que la Federación Española (presidida por Villar) no ha podido justificar el gasto de 200.000 euros, destinados en teoría a un proyecto formativo en Haití. De un modo extraño, la corrupción y las insidias que envuelven al deporte se olvidan cuando comienza la jornada. Por fortuna, el fútbol vuelve cada fin de semana.

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Ibrahimovic, el delantero que quiso ser leyenda

Antón Castro / La química del gol

El extraordinario ariete sueco, uno de los nombres más pregonados de la competición, dijo adiós a la Eurocopa y a su selección tras caer eliminado ante Bélgica. 

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Zlatan Ibrahimovic, uno de los mejores futbolistas europeos de todos los tiempos, se va de la Eurocopa por la puerta falsa: Suecia cayó eliminada, perdió por la mínima ante la Bélgica de De Bruyne y Hazard y él, que ha estado en el torneo con más pena que gloria, ha anunciado que abandona la selección. No es la primera vez que lo dice y lo hace: lo hizo dos veces y regresó, aunque ahora avanza hacia los 35 años. Ganador de todas las Ligas en las que ha participado –Holanda, Italia, España y Francia-, su paso por el combinado amarillo ha sido demasiado discreto para quien se ha considerado “el Dios del fútbol” y “el mejor futbolista del mundo”. Heredero de Van Basten, que le recomendaba que jugase para él y que lo consideró un maravilloso espectáculo de 1.95 metros, y de su paisano Henrik Larsson, pasará a la historia como uno de los personajes más peculiares de este deporte: en la línea de George Best, Paul Breitner, Di Stéfano o Paul Gascoigne, por citar algunos nombres.

Hijo de una familia de emigrantes bosnio-croatas, con seis hijos, nació en Malmö, Suecia, en 1981 y fue un muchacho de la calle, al que le apasionaba violar la ley por pura diversión. Fue ladrón de bicicletas, desvalijaba coches y le encantaba exhibir sus puños; las peleas, de un modo u otro, han formado parte de su vida. Parecía ir para púgil de boxeo o para campeón de artes marciales, pero también jugaba al fútbol. Vieron lo que hacía, regates y disparos increíbles, y lo llamaron. De inmediato demostró sus habilidades: tenía una elasticidad de gimnasta, mucha técnica y era capaz de marcar tantos de fantasía. De infantil o de juvenil ya poesía las virtudes que lo harían famoso. Empezó en el Malmö, pero no tardó en dar el salto al Ajax, donde tendría de entrenadores a Ronald Koeman, a Van Basten, que fue su referencia y su mejor consejero, y a Louis Van Gaal, a quien le destinó su insolente locuacidad: “Es un dictador sin sentido del humor”. Tenía tanta personalidad que increpaba a sus compañeros por sus fallos.

Siempre fue un tipo divertido y a la vez difícil, admirador de Cassius Clay y de su ingenio verbal, pero también de un narcisismo insoportable y a menudo grotesco y violento. Allá donde ha ido lo ha dejado claro: con él delante (como dijo Jorge Guillén del encanto de Federico García Lorca), no hacía frío ni calor, solo hacía Zlatan Ibrahimovic. Su carácter es tan poderoso e irreductible que en 2012 la Academia Sueca de la Lengua aceptó el neologismo “zlatanear”, que significa “dominar con fuerza”. Ibrahimovic no ha pasado inadvertido en ningún equipo: jugó dos campañas en la Juve y logró dos ‘scudettos’, de los que fue despojada la ‘Vecchia Signora’ por compra de partidos; pasó al Inter y logró tres ligas más y otros torneos menores. Y en 2009 dio el salto al Barcelona de Pep Guardiola, con quien no se entendió. En sus memorias, ‘Yo soy Zlatan Ibrahimovic’, abundó en el binomio Mourinho-Guardiola de este modo: “Para Mourinho yo estaba muerto. Él es excepcional, muy inteligente y un motivador increíble. Guardiola daba discursos filosóficos en el vestuario, pero eso es mierda para estudiantes superiores”, y al entrenador del Barcelona, al que amenazó en un ataque de furia que hasta al propio Ibrahimovic le hubiese dado miedo (así lo confesó), le reprochó en una ocasión: “Soy un Ferrari y me conduces como un Fiat”. Por cierto, cuando llegó a Barcelona en 2009 no pudo traer su flota de automóviles, trece del máximo nivel entonces, pasión que comparte con su esposa Helena Segner, una experta en marketing, once años mayor que él.

En Barcelona solo permaneció una temporada, se marchó al Milan, al que hizo campeón de liga, y, tras dos temporadas, fichó por el Paris St. Germain, donde obtuvo cuatro títulos consecutivos y los trofeos de máximo goleador. Se despidió poco antes de la Eurocopa con algunas frases antológicas: dijo que Francia era “un país de mierda”, observó que  “me quedo si sustituyen la Torre Eiffel por una estatua mía” y ensayó un feliz epitafio: “Vine como un rey, me marcho como una leyenda”. Eso sí, con ninguno de sus equipos logró ganar la Champions.

Con Suecia debutó en 2001, y participó en dos Campeonatos del mundo: en 2002 y en 2006, y en las cuatro últimas Eurocopas. En 2008, cuando España inauguró su senda de gloria, la Roja se midió a Suecia; ganaron los nuestros e Ibrahimovic marcó el gol escandinavo. A propósito de esta competición, pronunció una de sus frases más egocéntricas: “Yo no iría a una Eurocopa en la que yo no participase”.

Verlo jugar es un abonarse a la sorpresa y al asombro. Es un rematador excepcional que ha dicho: “Si quieren pararme, tendrán que matarme”. Ha marcado goles de todas las facturas: de tacón, de trallazo impresionante, de penalti (también ha fallado algunos, impulsado por su vehemencia), de falta, de cabeza o tras una cadena de regates inconcebibles. Es profundamente egoísta y a la vez genial, tiene raptos de locura y agresividad (ha zurrado porque sí a Antonio Cassano y a Rodney Strasser, entre otros,) y es un mandón que logra que sus compañeros, por afecto o por intimidación, se pongan bajo su protección. En las redes sociales circulan resúmenes de sus goles y parecen a veces arabescos de mago, de volatinero o de trapecista, porque se mueve como nadie en las alturas. Al fin y al cabo, no solo es Dios, sino “un gran hombre de fútbol, un campeón”, como lo ha definido el belga Eden Hazard.

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*Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón, el viernes 24 de junio de 2016.

 

Iniesta, el artista sencillo de España

Antón Castro / La química del gol

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Enrique Costas fue un medio del Celta, del Barcelona y de la selección de los años 70, que rivalizó con Violeta, ‘el león de Torrero’. Definió así a Andrés Iniesta (Fuentealbilla, Albacete, 1984): «Es casi imposible saber qué es mejor, futbolista o persona. De hecho, es un detalle irrelevante. Es un número uno en todo». Luis Suárez, el centrocampista del Barcelona y del Inter y el diez inolvidable que ganó la Eurocopa de 1964, fue así de sutil: «Lo que hace con el balón siempre es trascendente». Eusebio Sacristán, centrocampista de talento y entrenador, ensayó un preciso retrato futbolístico: «Es imaginación, técnica depurada, habilidad, manejo del espacio, manejo del tiempo, visión periférica, intuición. Disfruta jugando y lo hace con una sencillez y naturalidad que emociona».

La maravilla de ser y jugar

Podríamos seguir buscando citas y opiniones, pero casi todas coinciden: Lionel Messi ha afirmado que «Iniesta lo hace todo bien, disfruto viéndole jugar y entrenando con él»; Marco van Basten, el Nijinsky del área, dijo que era más importante en el juego del Barcelona que el citado Messi, Suárez o Neymar. Todos se rinden a su talento: en Francia, tras la victoria española del lunes y su recital, sus compañeros dicen que encarna «la maravilla» y que jugar a su lado «es excepcional».

Podría parecer una exageración acerca de un juego que pasa del suelo al cielo, del infierno a la rutina o al sueño inefable. Lo que sucede es que Iniesta es distinto: es de otra química. Es, antes que nada, un ser humano especial: cuidadoso con todos, humilde sin afectación, el enigma dulce, detallista y tocado por una sencillez que le concede carta de naturaleza para ser el elegido. El elegido para marcar el impresionante gol de Stamford Bridge ante el Chelsea de un inapelable y milagroso trallazo; el elegido para culminar el sueño de toda una generación en el minuto 116 en Sudáfrica, cuando la Roja se coronó campeona del mundo, y rendir homenaje a su amigo, y rival en el Español, Dani Jarque, fallecido hacía no demasiado tiempo. Iniesta es el elegido en las grandes ocasiones: recuerden, entre decenas de tardes y noches de emoción, su gran partido ante los gigantes del Sevilla o Chequia.

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Iniesta es algo más que un futbolista especial: es el jugador natural, hermoso de ver, el virtuoso grácil o tal vez místico, el director del choque que él, con sus gestos y con su cambio de ritmo, con su melodía escondida y su sentido de la pausa, convierte en un concierto. Es el artista inspirado y sutil, sencillo, que no precisa aspavientos. Impone, sin violencia alguna, suavidad y armonía y aceleración. Su cabeza erguida vislumbra más allá de lo visible. En el choque ante Chequia hizo lo que había que hacer. Arriesgó, esperó que sus compañeros se escalonasen en ataque, escondió el balón, lo subió, lo sirvió a su extremo o a ese vendaval entusiasta y a veces desordenado que es Jordi Alba. Y salía con media sonrisa de los obstáculos: tumbaba checos el lunes como había sorteado sevillistas días atrás. Sirve, pica, pincha o profundiza con su regate depurado. Desborda con la derecha hacia la izquierda, recoge con la zurda y ofrece el pase letal. Y ese proceder, que hace pensar en Michael Laudrup, se llama «el regate de las cuerdas». Todos saben que va a hacer eso, ah, sí, es cierto, pero, ¿en qué instante o centésima de segundo lo hará con la perfección máxima?

La empatía  y fervor del público

Andrés Iniesta debutó en la selección en Albacete contra Rusia en 2006. A los 22 años. Y ahora, 10 años después, con el 6 a la espalda, está mejor que nunca. Posee sabiduría, exquisitez, sentido del juego, elegancia y, lo que aún es más importante porque exalta su modestia y su condición ejemplar, corre como un adolescente o un principiante. Ante Chequia dio el 91 % de pases bien; si tenemos en cuenta que son trazos límpidos y profundos es fácil de asimilar su compromiso y su apetito de mejora. El fútbol no solo es de magos silenciosos como él, único en la historia probablemente, sino de gladiadores que ayudan en la retaguardia y él se pone el mono de faena como el que más. Ha aprendido a hacer faltas tácticas. Este año quizá haya sido uno de las campañas más exigentes en cuanto a esfuerzo.

No ha acusado los 32 años ni más de doce temporadas al máximo nivel. Al contrario. Ahora mismo es el jugador español que posee más títulos, 31, que ha sido coronado aquí y allá y que tiene el favor y el fervor del público. Y a él, como arquitecto de espacios y malabarista tranquilo, se agarran Del Bosque y España para presentar su candidatura a todo. Andrés Iniesta posee otro don: la empatía con el balón, que se humaniza ante él y se siente su amigo más inseparable.

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* Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón, el miércoles 15 de junio de 2016.
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Foto 1: amazona.news.com. Foto 2: goal.com

EL BARCELONA DE MESSI TUMBA A UN BUEN ARSENAL

El Barcelona venció al Arsenal (0-2) en el Emirates Stadium, en la ida de los octavos de final de la Champions League. El partido fue un bonito duelo entre dos equipos que poseen similitudes en su discurso. Messi, verdugo habitual del Arsenal, decidió el encuentro con dos fogonazos de genialidad. En el primer tanto culminó una brillante jugada del tridente y en el segundo espantó sus miedos desde los once metros. El Arsenal lo hizo casi todo bien en su estadio, pero se topó con Ter Stegen en dos acciones decisivas y acabó penalizado por su inocencia en las áreas. El equipo de Wenger sigue en busca de su consagración en Europa, entre otras cosas porque el sorteo siempre le depara malas noticias en las primeras eliminatorias. De nuevo, el Barcelona de Messi interrumpió su sueño en la Champions League.

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El Arsenal preparó el partido con el cuidado de quien medita su venganza. El Emirates Stadium transmitía esa voluntad con su rugido, el mejor aliento posible para un equipo que lleva más de veinte años sin conquistar un título europeo. Durante algunos minutos, sirvió para que el plan del partido se ajustara más al que había preparado Wenger que al que prefería Luis Enrique. El Barça intercalaba pases en su propio terreno, cerrado por la presión de su rival, y el Arsenal se desplegaba a partir de Özil, siempre dispuesto a lanzar la carrera de Alexis y Oxlade-Chamberlain. El alemán vive una de sus mejores temporadas y destacó en la suerte que mejor maneja, la del último pase. En los primeros veinte minutos, Ramsey se acercaba a posiciones de disparo, Alexis Sánchez intimidaba con su eslalon desordenado y Giroud amenazaba más en las segundas jugadas que en el remate. El balón era del Barça, pero el peligro lo generaba el Arsenal. Si alguna vez temió por el resultado el Barcelona, fue cuando Busquets sufrió un golpe en su rodilla. Nadie duda ya que el mediocentro de Badía es una pieza elemental en el esquema de Luis Enrique, a veces tan importante como Iniesta o casi cualquiera de los tres delanteros. Y en los minutos de mayores molestias de Busquets, el Arsenal organizó un ataque que pudo cambiar el destino de la eliminatoria. Bellerín, un lateral estupendo, centró desde el costado derecho y el balón quedó muerto en el área pequeña. Oxlade-Chamberlain ni siquiera lo esperaba y remató con inocencia. Ter Stegen, elástico y decisivo siempre que se le exigió, detuvo su disparo.

Salvo en esa ocasión de Chamberlain, el equipo de Luis Enrique no sufría en exceso, acostumbrado como está a gestionar los arrebatos de su rival en los inicios. El Barça tiene una cualidad que le permite reconducir los partidos a su gusto: la paciencia. Pasados los primeros veinte minutos, tranquilizó el duelo a través de la posesión. Busquets mostró signos de su recuperación, Iniesta empezó a impartir su cátedra y Messi, Neymar y Suárez (hasta ese momento prácticamente inéditos) le tomaron el pulso al partido. Hasta el descanso, el Barça encontró los primeros agujeros en el Arsenal, que sufre cuando tiene que correr sin balón. Al equipo de Wenger, como ocurriría luego en el global del partido, se le hizo largo el primer tiempo y falló pases que solo se justifican con el agotamiento físico. El Barça fue muy superior en ese tramo: cerró el primer acto en el área de Cech y pudo adelantarse en el marcador en dos acciones protagonizadas por Luis Suárez. En la primera, se quedó a medias entre el remate y el pase a Messi. En la segunda, no atinó a culminar un centro preciso de Dani Alves, que había sido habilitado por Busquets.

Tras el descanso, el Barça disfrutó de algunas ocasiones para encarrilar la eliminatoria. No acertó Neymar en el mano a mano y tampoco se decidió Suárez, que cruzó el balón en exceso. El Barça esperaba a Messi, que todavía no había marcado en el Emirates Stadium. El 10 sigue en busca de la explosividad previa a su lesión, pero siempre está presente en las grandes noches; ya sea como arquitecto del juego o como brazo ejecutor. Solventa los partidos con la frialdad de un asesino a sueldo, que realiza su labor de un modo rutinario, sin ni siquiera tener nada en contra de sus víctimas. Ayer eligió batir por primera vez a Cech ante una afición que guardaba un recuerdo terrorífico del argentino, autor de dos de sus mejores partidos frente al Arsenal. Durante muchos minutos, el Emirates Stadium celebró las jugadas en las que Messi no conseguía progresar, con la alegría de quien se libra de un fantasma del pasado. Toda una temeridad frente al 10, que posee mil vidas en los partidos.

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Curiosamente en los minutos que precedieron al gol de Messi, el Arsenal se acercó más que nunca al área de Ter Stegen. Özil y Alexis volvieron a crecer en el partido y el equipo de Wenger movió el balón con sentido. Cuando ambos equipos intercambiaban golpes, el Arsenal dispuso de su mejor oportunidad. Monreal llegó a línea de fondo y centró para Giroud. El delantero francés le ganó la partida a Mascherano y remató con todo a favor. El gol parecía cantado pero Ter Stegen mostró su flexibilidad y sus reflejos en una parada determinante en la eliminatoria.

Quitarle el balón al Barcelona parece la mejor fórmula para desconectar a su temible delantera. Pero no hay certezas ante el equipo de Luis Enrique, capaz de cambiar de registro durante los partidos. Si el Barcelona había fallado claras ocasiones en el juego de posición, el tridente fue letal en el primer contragolpe que disfrutó. Fueron 16 segundos llenos de belleza. Iniesta convirtió un mero despeje en una gran solución. Neymar limpió la jugada con una pared sobre Suárez. Tras combinar, el brasileño pudo correr todos los metros que el Arsenal y Bellerín le habían negado durante el partido. Cuando dividió a la defensa, cedió para Messi, que había acompañado la jugada desde el otro costado. El balón quedó perfecto para el remate y Cech cerró los espacios. Cuando esperaba un disparo al primer toque, Messi sorprendió con un bonito control, que tumbó al portero checo. Con Cech ya batido, el argentino lanzó un beso a la red (0-1).

Tras el gol, el Barcelona convirtió el partido en un rondo que desmoralizó al Arsenal. Cansado y herido por la derrota, el equipo de Arsene Wenger no volvió a poner a prueba a Ter Stegen. En los minutos finales el equipo de Luis Enrique pudo firmar el segundo en botas de Suárez o de Neymar, que no acertaron a finalizar los servicios de Messi. En la última media hora, el 10 acampó en la posición del enganche y mezcló con Iniesta y Busquets, capaces de conducir el juego blaugrana con un equilibrio perfecto entre el pragmatismo y la sutileza. En el último tramo, Messi cayó en el área tras chocar con Flamini, que no midió su entrada. El penalti lo lanzó el argentino, que guardaba en su recuerdo el fallo ante Cech en las semifinales de 2012. Esta vez, batió al portero checo y firmó un resultado que acerca al Barcelona a los cuartos de final (0-2).

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No hubo consuelo para el Arsenal, que realizó un buen partido frente al Barcelona. A la espera de la vuelta en el Camp Nou, otra vez puede quedar lejos de las rondas decisivas de la competición. El Barcelona fue superior a su rival y logró un buen resultado en el primer gran duelo de la Champions League. Es un equipo cada vez más fiable, capaz de vencer en los campos más complicados, con tramos de brillantez y momentos de sufrimiento. Una nueva virtud del Barça de Luis Enrique, que sigue entregado a la sonrisa de su tridente.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: El País. Toby Melville (Reuters). Foto 2: El País. Adrian Dennis (AFP). Foto 3: El País. Dylan Martinez (Reuters).

EL BARCELONA AFINA SU MELODÍA

El FC Barcelona mostró su mejor perfil ante el Valencia y asegura su primera final de 2016, tras una noche de gran inspiración de su tridente. Suárez logró el sexto póker de su carrera y Messi añadió otro hat-trick a su historial. La primera parte fue una de las mayores exhibiciones que se le recuerdan al Barça de Luis Enrique; una declaración de principios, ejecutada con buen gusto y un gran sentido del juego colectivo. En el segundo tiempo, el conjunto azulgrana pudo firmar una decena, beneficiado por la injusta expulsión de Mustafi, que chocó a medias con el balón y a medias con Messi. No aprovechó el penalti Neymar, que estuvo reñido con el gol toda la noche. El brasileño, siempre un jugador exótico y valiente, destacó más en el regate que en la definición.

El Valencia fue incapaz de sacudirse la presión rival y acabó entregado antes de tiempo. La imagen del equipo y la posición del entrenador, al margen del grado de acierto de los blaugranas, queda seriamente dañada. Gary Neville, que parece el perfecto ejemplo de la mala gestión del Valencia esta temporada, permaneció inmóvil, casi petrificado, frente la demostración del Barça.

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El Barcelona había sufrido mucho en los inicios de los últimos partidos. Con el recuerdo de los cuartos de final frente al Athletic de Bilbao y el gol inicial de Koke en el duelo del pasado fin de semana, el Barça salió decidido a encarrilar la eliminatoria en los primeros minutos. El Valencia de Neville cometió una pequeña osadía antes del partido: decidió atacar en el primer acto sobre el gol sur, el lugar que habitualmente elige el Barcelona. Y, como consecuencia, el equipo de Luis Enrique jugó la primera parte sin reservas, como si no recordara que tenía que jugar una segunda. Como si le faltara el tiempo y necesitara los goles con la urgencia de una remontada. Nada que ver con la versión pragmática y calculadora que ofreció el pasado sábado ante el Atlético en un Camp Nou repleto. Esta vez, el Barça brindó a la discreta entrada del estadio un partido pleno, de esos que inyectan confianza cuando se acerca el tramo decisivo de la temporada. El Barça se articuló en torno al fútbol de seda de Busquets, a la conducción de Iniesta, vivió del talento de Messi, del olfato de Suárez y del regate de Neymar. Arda Turan y Aleix Vidal participaron en varios goles y firmaron su mejor partido hasta la fecha. Incluso Mathieu pareció cuidar sus frecuentes despistes y estuvo cerca del gol en el segundo tiempo. Lo mismo ocurrió con Piqué y Jordi Alba, que acudieron al ataque sin reparos.

Por momentos, el silencio del campo permitió oír la sinfonía de los pases, una partitura llena de armonía, de brillo y de efectividad. El Barça destapó toda su fantasía y no administró sus recursos. Ofreció un fútbol lleno de retórica y, a la vez, de ambición. Al recital blaugrana contribuyó el Valencia, que mostró demasiados síntomas de apatía desde muy pronto. Pagó el error inicial de André Gomes, que perdió un balón en un momento comprometido, y el equipo nunca se recuperó. La pérdida del portugués, probablemente el mejor jugador de la plantilla ché, fue suficiente para lanzar la carrera de Neymar y allanar el camino del gol a Suárez. El uruguayo vive un momento de plenitud que se manifiesta en cada jugada; es capaz de proponer soluciones permanentes a sus compañeros, es generoso y parece siempre dispuesto al remate. Con frecuencia, rescata ocasiones que parecen intrascendentes; vive al borde del tropiezo y de la precipitación, pero siempre encuentra un recurso para conseguir ventajas sobre su marcador. En el minuto 12, ya había asestado dos golpes definitivos al Valencia, con dos tiros cruzados, inapelables para el meta Mathew Ryan. En el primero, se sirvió del pase de Neymar y, en el segundo, aprovechó una magnífica dejada de Aleix Vidal.

Los goles de Suárez y el dribling de Neymar, autor de algunas genialidades sobre Barragán, despertaron a Messi, que decidió pronto que quería ser protagonista en el partido. El 10 recuperó la explosividad anterior a su lesión, descifró el partido desde la posición del enganche y burló rivales con facilidad, hasta completar el trigésimo cuarto hat-trick de su carrera. Pronto aprovechó la plenitud del juego colectivo y firmó el tercer gol blaugrana, tras beneficiarse de la sutileza de Neymar y Suárez. El brasileño y el uruguayo dejaron pasar un servicio de Iniesta y el balón quedó franco para Messi, que batió con frialdad a Ryan. Con un juego basado en la precisión y en la solidaridad de todo el equipo en la presión, el Barça desquició al Valencia, que deambuló sin orgullo por el césped del Camp Nou. Al equipo de Neville, ahogado por la rápida recuperación del Barça, le costaba salir de su terreno y solo pudo protegerse del juego blaugrana en el balcón de su área. Incluso le pareció inoportuno interrumpir el fútbol del Barça con faltas.

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El primer tiempo solo se vio empañado por un error del árbitro, que más allá de que interpretara penalti en una caída de Messi frente a Mustafi, condenó al Valencia a jugar con diez toda la segunda parte. La pena máxima la ejecutó Neymar de manera caprichosa y su disparo lo escupió el palo, para desesperación del brasileño, que ha fallado el 50% de los penaltis que ha tirado con el Barça. El hecho de que no marcara fue la única nota negativa para el equipo de Luis Enrique, pero a Neymar no pareció molestarle del todo. Cuando vio que el marcador ya estaba resuelto, decidió jugar para la grada, más preocupado por engañar a su marcador que al portero. Lo agradeció la hinchada, que celebró cada finta, en el día posterior a la declaración del brasileño en la Audiencia Nacional.

En el segundo tiempo el Barcelona no exhibió la velocidad de circulación del primero, pero pudo ensañarse con un rival herido, que ha perdido la capacidad competitiva que se le supone a un club de su categoría. El tercer tanto de Messi representó como ningún otro la desidia valencianista. Parejo, que ayer no pareció ni una sombra de lo que fue, decidió tirarle un caño a Messi en su propia área, y el argentino se lo hizo pagar al instante. Recuperó el balón y fusiló a Ryan, que pudo hacer más para detener el disparo. Minutos antes, Messi había firmado el 4-0, tras culminar otro gran gesto de Suárez. Con Gayá y Santos vencidos ante la zurda del argentino, Messi cruzó el balón e hizo inútil la estirada de Ryan. El portero australiano del Valencia asistió impotente, como todo el equipo ché, al vendaval blaugrana. Demasiado desprotegido por una defensa que perdió a su capataz -Mustafi-, Mathew Ryan ya conoce el riesgo de guardar las porterías del Camp Nou. Recogió siete veces el balón de sus redes y no lo tuvo que hacer más porque Neymar falló varias veces en boca de gol. Y no fue porque no le buscarán Messi y Suárez, entregados a la causa del brasileño en el último tramo. El uruguayo completó su actuación con dos goles en los diez minutos finales, habilitado en el primero por Adriano y en el segundo por Arda Turan, que parece del todo acomodado al juego blaugrana.

El Barcelona cerró el partido en la portería rival y el Valencia pidió perdón por una de las derrotas más humillantes de su historia. En este tipo de encuentros nunca se sabe si el resultado se debe al esplendor del vencedor o a la depresión que sufre el equipo vencido. Quizá una mezcla de ambas cosas permitió que el Barça ya tenga los dos pies en la final de Copa, pendiente ahora de conocer su rival en la cita del próximo 21 de mayo.

No hubo dudas en una noche redonda para los blaugranas, que encontraron en el Valencia un rival idóneo, melancólico y hundido. El equipo de Neville deberá centrar ahora todos sus esfuerzos en la competición doméstica, en la que no gana desde hace 11 partidos. Más allá de los goles de Suárez y Messi, brilló como casi siempre Busquets, autor intelectual de un sinfín de jugadas, el gran intérprete del plan de juego blaugrana. Sigue quedando un mundo para que se decidan los títulos, pero gracias a él y a la complicidad del Valencia, el Barcelona pudo afinar su melodía.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto: David Martín (Getty Images- El País)

 

EL OCTUBRE DEL BARCELONA

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El fútbol posee rincones ocultos y giros inesperados. Sólo así se explica que el Barcelona, campeón de todo hace unos meses, viva una situación delicada a principios de octubre. El equipo de Luis Enrique cosechó en Sevilla su segunda derrota consecutiva fuera de casa y llora la baja de Messi, el gran artífice del triplete. Castigado por las lesiones y por la FIFA, el Barcelona ha encajado en el primer mes de temporada 20 tantos en todas las competiciones, sólo un gol menos de los que recibió en la pasada liga. La ausencia de piezas importantes del equipo- en lo que va de liga ya han caído por lesión Messi, Iniesta, Rafinha, Jordi Alba, Alves y Vermaelen- ha limitado a una plantilla corta, que llegó a principios de agosto con sólo 16 futbolistas de grandes prestaciones. Las salidas de Xavi y Pedro dejaron al Barça sin piezas de recambio, y en apenas dos semanas, Luis Enrique ha visto caer a los dos grandes conductores del juego blaugrana: Andrés Iniesta y Leo Messi.

El Barcelona ha dejado escapar seis puntos en el primer mes de competición y ha mostrado demasiadas veces su fragilidad defensiva. Su falta de acierto en las áreas le convierte en un equipo vulnerable, al que le cuesta controlar los arrebatos del rival. De repente, la zaga azulgrana parece pesada, incapaz de gestionar los metros que cede a su espalda. Mascherano y Piqué han firmado actuaciones cuestionables, Mathieu es un jugador proclive al despiste, Dani Alves no vigila la marca y Vermaelen, que pareció al principio el gran fichaje del año, ocupa otro sitio en la enfermería. Luis Enrique sigue sin confiar en Bartra para los partidos importantes y la explosividad de Jordi Alba necesita descanso. El Barcelona también sufre un gran vacío en el mediocampo, el más llamativo quizá, pues es el lugar en el que se construye la propuesta de la Masía. En el Camp Nou, parece inevitable echar la vista atrás y añorar el pase de Xavi, que cerró con el triplete una carrera mágica. Ahora, en esa zona el club describe cierta sensación de abandono. Rakitic lleva varios partidos a menor nivel y Busquets debe cubrir demasiado terreno, incluso con la aportación de Sergi Roberto, al que se ve más suelto en el lateral. El inicio de año del futbolista de Reus es, probablemente, la mejor noticia de estos últimos meses en el Barcelona.

También la delantera, clave en la triple corona, parece lejos del nivel de eficacia de la temporada pasada. En lo que va de temporada el Barcelona ha necesitado una media de 7 disparos para hacer gol. Prueba de ello son sus 9 lanzamientos a puerta ante el Sevilla, para marcar un tanto de penalti. Los próximos meses, sin la zurda de Messi, Neymar y Suárez deben guiar al Barcelona en la carrera por la liga. En la portería, el equipo de Luis Enrique tampoco ha podido mantener la estabilidad de la pasada campaña. Bravo estuvo de baja por una lesión en el sóleo y Ter Stegen ha mostrado más atrevimiento que seguridad al remplazarle. Stegen ha recibido 15 goles en seis encuentros y Bravo encajó sus dos primeros tantos en su regreso ante el Sevilla. La temporada pasada el chileno estuvo imbatido hasta la octava jornada de liga.

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La falta de efectivos obliga a Luis Enrique a mirar a la cantera, una estructura cuestionada por la FIFA. De momento, del filial sólo parece contar Gumbau, un jugador de buen toque, pero propenso a la timidez. El siguiente canterano en la rotación es Cámara, que estrenó convocatoria en Sevilla. A la espera de una oportunidad están también los olvidados Samper, Dongou o Grimaldo, a los que Luis Enrique no ha llamado en toda la temporada. El técnico asturiano sigue confiando en las variantes de Sandro y Munir, futbolistas que parecen incapaces de cubrir el hueco que dejó Pedro.

La decisión de prescindir de Deulofeu o Adama tampoco parece del todo acertada, entre otras cosas porque en la plantilla no hay un solo extremo puro, una posición clave en el ideario de la Masía. Mientras tanto, en el Sporting de Gijón brilla Halilovic, uno de esos zurdos que poseen talento para proponer algo distinto. La cesión le ha venido bien al croata, aunque se cerró antes de que empezaran a caer piezas importantes de la plantilla blaugrana. Quizá ahora Halilovic habría sido útil para Luis Enrique, al que le cuesta encontrar soluciones para paliar la ausencia de Messi. En cualquier caso, Halilovic necesita minutos que el Barça no puede garantizar.

Curiosamente, unos meses después de ganar la Champions, el Barcelona transmite la sensación de ser un equipo algo envejecido, débil y poco renovado, al que le cuesta encadenar varios esfuerzos en pocos días. Mermado en todas sus líneas, el Barça afronta sus días más delicados, con la esperanza de que octubre no sea un mes decisivo para la competición. De momento, sus rivales no han aprovechado las derrotas del Barça (que ya ha perdido en tres de sus desplazamientos en lo que va de temporada). Si el equipo de Luis Enrique pretende llegar en una buena situación al mercado invernal, no puede permitirse perder muchos más puntos. En enero podrá contar con Arda Turan y Aleix Vidal, dos buenas piezas de refresco en un equipo escaso de efectivos.

Poco después de besar el cielo de Berlín, el Barcelona debe recuperar la confianza ante el Rayo. Toda una ironía para Luis Enrique, que conoce los secretos del fútbol: un juego que se alimenta de momentos imprevistos.

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Jorge Rodríguez Gascón.

Foto1: peru.com. Foto2: ibtimes.co.uk

LA NOCHE DEL 10

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Pep Guardiola había advertido en la previa que el talento de Messi invalida cualquier planteamiento táctico. Y el partido en el Camp Nou acabó por darle la razón al técnico de Santpedor, especialmente porque los goles de Messi llegaron cuando el plan de la eliminatoria parecía sonreírle más a Guardiola que a Luis Enrique.

El partido poseía un indudable factor emocional, en el regreso de Guardiola al Camp Nou. No le recibió con honores la hinchada (llegó a ser pitado por algún sector de la afición blaugrana) y le derrotó Messi, empeñado en sellar su venganza frente al Bayern Múnich. El argentino tenía en la memoria la eliminatoria de 2012, en la que los alemanes ejecutaron sin compasión a un Barça mermado. Messi llegó al partido de ida, en Múnich, con problemas en el bíceps femoral y ni siquiera saltó al campo en la vuelta. El marcador del global de la eliminatoria reflejó un humillante 7-0. Dos años después, Messi decantó el partido del lado blaugrana, con una actuación inolvidable, reservada a los genios de este deporte.

El primer tanto de Messi llegó en un momento en el que los de Guardiola estaban cómodos en el Camp Nou. El Bayern de Múnich no había logrado inquietar a Ter Stegen pero, en el minuto 76, tenía el partido en su terreno. Había conseguido sostener el ataque del Barcelona gracias a las paradas de Neuer y le había robado el esférico al equipo de Luis Enrique. El Barcelona generó mucho peligro en el primer tiempo, pero le faltó eficacia ante Neuer, un portero largo y seguro, capaz de detener a Suárez y Alves en dos acciones decisivas.

El Bayern inició el partido con defensa de tres y Guardiola supo corregir sobre la marcha, permitiendo que su equipo se asentara en el juego. Tras el descanso, el equipo alemán consiguió alejar al Barcelona de su portería, gracias a un sólido ejercicio en la circulación. A su juego le faltaba verticalidad y pólvora, sobre todo por la ausencia de sus futbolistas más desequilibrantes: Robben y Ribery. Y, consciente de los peligros del Barça, el Bayern utilizó la posesión como una eficaz fórmula de protección. El Barcelona no conseguía profundizar y durante unos minutos, le sucedió lo peor que le puede ocurrir. Incómodo frente al juego de posesión del Bayern, el Barça perdió la estela de Messi.

1430986891_361299_1430987121_album_normal El argentino había participado mucho en el primer acto, principalmente como especialista del último pase. Alternando la posición de 10 con la de falso extremo, Messi siempre mejoró la jugada. Desbordó rivales con facilidad, midió la seguridad de Neuer en un disparo de falta, sirvió un balón de gol a Suárez y mostró su sintonía con Neymar y Jordi Alba. En los minutos que precedieron al primer gol, el 10 del Barcelona perdió presencia en el juego, condicionado por el despliegue de su rival. Cuando Guardiola parecía ser el vencedor de la batalla táctica -a pesar de que Ter Stegen siguiera inédito-, en el Camp Nou se aferraban a una ráfaga de Messi. El argentino avisó primero con un servicio a Neymar y después con un disparo sobre la portería alemana, bien guardada por Neuer.

En los minutos más tensos para los blaugranas, el equipo de Luis Enrique se ahogó por el costado izquierdo, en el que Neymar no lograba sobrepasar a Rafinha. Jordi Alba se dio cuenta tras un saque de banda y cambió el juego hacia el otro costado, en el que estaba Messi cabizbajo. El 10 se activó cuando el balón llegó a sus botas e inquietó a la defensa muniquesa con un pase preciso a Neymar, que no alcanzó el balón por poco y pidió penalti de Rafinha. La jugada no progresó en exceso, pero le dio al Barça las claves de la victoria: las que dicta la zurda de Messi. Medio minuto después, el Bayern apuró en la salida de balón y Alves recuperó ante Bernat. Messi observaba atento la jugada desde el pico del área y levantó el brazo para pedir el balón, en un gesto similar al que hace un alumno al pedir la palabra. Se lo dio Alves en ventaja y el 10 necesitó de tres toques para poner por delante a su equipo. En el primero, controló el balón. En el segundo, lo acomodó a su zurda. Y en el tercero, soltó un disparo seco a la base del palo, inalcanzable incluso para Neuer. Lo celebró como una liberación, consciente de que era un gol fundamental para el desarrollo de la eliminatoria.

Pero al 10 le faltaba firmar su gran obra de la noche. Tres minutos después del primer tanto, el Barcelona se serenó con el balón y Rakitic lanzó la carrera de Messi. El argentino se topó con Boateng en la entrada del área y le fijó con una bonita finta. Messi amagó con salir para su zurda y sorprendió por el lado contrario. Con su regate, tumbó a Boateng, y con una plástica vaselina, elevó el balón por encima de Neuer, su antídoto en la final del Mundial. La belleza del gol sirvió para poner en pie a un Camp Nou repleto, que coreó con entusiasmo el nombre de Messi. El argentino cumplía 100 partidos en Champions League y consiguió marcar por primera vez en unas semifinales europeas en el Camp Nou. La estética de sus goles adquirió mayor relevancia al tratarse de una de las citas más importantes de la temporada, el escenario donde se miden los grandes jugadores.

1430986891_361299_1430989523_album_normal Antes del final del partido, el Barça dispuso de otra oportunidad en botas de Suárez. Su disparo se perdió por encima del larguero de Neuer y el uruguayo se lamentó de su mala suerte. Su error le obligó a pelear con rabia el siguiente balón. Ya en el descuento, Suárez ganó un rechace e inició el contragolpe. El balón le llegó a Messi y el 10 regaló un pase definitivo a Neymar, solo ante Neuer. El brasileño no falló esta vez: amagó con frialdad y batió por bajo al portero del Bayern, en un gol que deja al Barcelona muy cerca de la final de Berlín.

El Camp Nou celebró la actuación de Messi con devoción. Sus goles llegaron en un momento en el que el Barcelona no había podido imponer su fútbol colectivo. El equipo azulgrana era el único que tenía presencia en el área, pero el marcador y el juego favorecían ligeramente al Bayern, especialmente con vistas a la vuelta en el Allianz Arena. Todo cambió en el último cuarto de hora, en el que la advertencia de Guardiola en sala de prensa cobró sentido en el césped: «Un talento de esta magnitud no se puede defender». Juan Bernat, el lateral encargado de marcar a Messi, habló con cierta resignación al final del encuentro: “Tenemos que jugar el partido perfecto y esperar a que no la coja Leo. Hoy lo habíamos hecho todo bien pero mira, ni así (…) No hay que darle más vueltas al partido. Messi es demasiado bueno”.

Guardiola regresó al Camp Nou el 6 de mayo de 2015, tres años después de dejar el Barcelona. El partido era especial para el club catalán y el técnico de Santpedor. Pero no fue la noche de Guardiola ni del Bayern. Fue la noche del 10.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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[1] Messi tiene facilidad para marcar goles de bella factura. En más de una ocasión parece haber marcado una versión del mismo gol. El primer tanto de ayer recordó al de la final de Wembley, frente al Manchester United, incluso en la celebración. El segundo  fue similar al que le marcó al Leverkusen en 2012, la noche que firmó cinco goles en el Camp Nou.

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Foto 1 y Foto 3: El País. Gustau Nacarino (Reuters) . Foto 2: El País. Paul Hanna (Reuters)

EL BARÇA MÁS SERIO ANULA AL PSG

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El Barcelona consiguió el pase a semifinales tras derrotar al Paris Saint Germain en el Camp Nou (2-0). El resultado de la ida le otorgaba cierta tranquilidad, pero Luis Enrique se encargó de mentalizar a sus jugadores, a los que exigió que afrontaran el partido con la misma seriedad que en el primer partido de la eliminatoria. En París, el Barcelona realizó un partido muy completo, con buenos tramos de juego e inteligencia para superar a un rival mermado. En el impoluto césped del Parque de los Príncipes, el Barcelona ofreció un fútbol coral, dirigido por Messi y culminado, con brillantez, por Luis Suárez. Y en la vuelta en el Camp Nou, el Barcelona escuchó las advertencias de su técnico y afrontó el partido con el mismo rigor competitivo. Consciente de los peligros del PSG, el Barcelona imprimió un sello reconocible a su juego: supo dormir a su rival con la posesión, aceleró en el momento preciso y realizó un gran ejercicio en la presión. Y recuperado su manual más tradicional, el Barcelona se ordenó a través del balón, que resguardó como nadie Iniesta. El manchego firmó una gran primera parte y fabricó el gol que premió el inicio del Barcelona. Fue en una jugada llena de plasticidad y de sutileza, en la que Iniesta condujo desde su propio campo, se deshizo de tres rivales y le sirvió un balón medido a Neymar. El brasileño, especialmente eficaz frente al PSG, le ganó la carrera a David Luiz y dribló al meta Sirigu para introducir el balón en la red. El gol del Barcelona sofocó cualquier posibilidad de remontada y el PSG dejó de creer en sus posibilidades demasiado pronto. Y se fue del Camp Nou prácticamente inédito; sin rastro de pólvora en sus delanteros y con escasas muestras de talento de Pastore o Ibrahimovic, que firmaron un partido discreto en el momento en el que más se les necesitaba. Solo Verratti se rebeló ante el dominio del Barça y dejó algún detalle que levantó el asombro del Camp Nou. Pese a ello, el fino mediocampista italiano acabó harto de perseguir sombras y mostró su impotencia en una patada a Neymar en el segundo tiempo. El brasileño volvió a ejercer de finalizador en el segundo gol, tras un centro de su compatriota Dani Alves. Neymar batió a Sirigu de cabeza y firmó su quinto gol de la temporada frente al equipo parisino. El segundo gol le dio al Barcelona argumentos para relajarse, pero el equipo de Luis Enrique mostró la misma seriedad que al inicio y se esforzó en dejar su portería a cero.

La segunda parte no tuvo mucha historia. El PSG adelantó líneas en busca de un gol que le diese vida a la eliminatoria. Y aunque mantuvo sus buenas intenciones con el balón, se topó siempre con el buen ejercicio defensivo de los blaugranas. El Barça se desgañitó en la presión y su zaga permaneció firme ante las amenazas parisinas: Ibrahimovic solo disparó una vez a puerta, Cavani se desfondó en la presión pero no inquietó a Ter Stegen, Pastore perdió la mayoría de los balones que tocó y Matuidi no se acercó al balcón del área. Solo la salida de Lucas Moura aportó velocidad a una delantera estática y sin la ambición que requiere la fase decisiva de la competición.

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El Paris Saint Germain ha perdido ante el Barcelona parte de la credibilidad que ganó en el duelo de octavos frente al Chelsea de Mourinho. Afectado en esta ocasión por las bajas, el equipo parisino sigue sin romper la barrera de cuartos de final. Más allá de eso, la imagen que ha ofrecido en la eliminatoria no está a la altura de las expectativas que ha generado la inversión de Nasser Al-Khelaïfi. La combatividad que permitió derrotar al Chelsea en Stamford Bridge con un jugador menos, ha dado paso a una declaración de impotencia frente al Barcelona. Tres años después de ser eliminado en el Camp Nou, el PSG vuelve a caer en los cuartos de final, sin demasiados síntomas de mejora. La reedición del duelo frente al Barcelona, lejos de consagrar al equipo parisino, ha sido un baño de realidad para los de Laurent Blanc. Pero lo más alarmante de todo es que el PSG ha asumido la superioridad del Barcelona con aparente resignación.

La noche fue tan placida[1] en el Camp Nou, que el Barça ni siquiera necesitó de la inspiración de Messi. El argentino no mostró el brillo de los últimos partidos y fue una pieza más del puzle del Barcelona, no el futbolista que da sentido al juego blaugrana. Sin la frescura del 10, esta vez fue Neymar el que, con sus goles, reclamó el papel de protagonista. A buen nivel rallaron el resto de sus compañeros: Suárez se esforzó en el desmarque, Messi colaboró en la circulación, Rakitic fue solidario en la recuperación, Xavi e Iniesta alternaron la distribución del juego [1] y Busquets volvió a esconder el balón con maestría. Mascherano mostró su lectura de juego, Piqué volvió a estar sobrio al corte y los laterales- Jordi Alba y Dani Alves- mezclaron con acierto el despliegue en ataque con la atención defensiva.

El Barcelona se mostró como un equipo sólido y aseado, que atendió a la circulación y se esforzó en robar en el campo del rival. El buen nivel colectivo, la recuperación de Iniesta, la seguridad de Busquets y los goles de Neymar fueron las mejores noticias de un equipo que ha llegado a la fase decisiva de la temporada con opciones en todos los títulos. Tras derrotar en el global de la eliminatoria al PSG por 5-1, el Barça disputará las semifinales de la Champions League, algo que ha ocurrido en siete de las últimas ocho ediciones. La eliminatoria ha mostrado la seguridad del Barcelona, que mantiene intacta su reputación en las grandes ocasiones.

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 Jorge Rodríguez Gascón.

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[1] En el segundo tiempo, Luis Enrique pudo dar descanso a Busquets, Iniesta y Suárez. Iniesta fue sustituido por Xavi Hernández y el de Tarrasa recogió el testigo del manchego en la circulación.

[2] En el otro partido de la jornada el Bayern de Múnich remontó la eliminatoria frente al Oporto (6-1). El Bayern zarandeó a su rival en la primera parte y en media hora ya había conseguido el 3-0, que le daba el pase a semifinales. La grada del Allianz Arena se encendió desde el inicio y acabó entregada a sus jugadores. Marcaron Lewandowski en dos ocasiones, Thiago, Boateng, Müller y Xabi Alonso. Jackson Martínez consiguió el único gol del Oporto, un equipo prometedor que aspira a estar entre los grandes del fútbol europeo. Pep Guardiola le ganó el duelo en los banquillos a Julen Lopetegui, en un enfrentamiento entre los dos mejores técnicos españoles que entrenan en el extranjero. La victoria le da tranquilidad a Guardiola, que ha pasado una semana difícil en Múnich, y devuelve al Bayern su cartel de favorito.

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Foto 1: peru.com. Foto 2: caughtoffside.com

EL BAILE DE LA LIGA

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Ancelotti dijo hace más de un mes que creía que esta liga se iba a decidir en la última jornada. La primera vez que pronunció este discurso, el Madrid aún no había cedido el liderato al Barcelona de Luis Enrique. Ahora, su predicción parece tomar fuerza, tras una jornada redonda para los intereses del equipo blanco, en la que han recortado la distancia con el actual líder. El Barça dejó escapar su ventaja y perdió dos puntos vitales en el Sánchez Pizjuán.

El Madrid encarriló la jornada, en una victoria plácida frente al Eibar. Le bastó algún cañonazo de Cristiano Ronaldo, la conducción de Modric y las ansías de Jesé y Chicharito para ganar el partido. Enfrente estaba el Eibar, un rival idóneo para elevar la confianza de los blancos. El modesto equipo vasco sufrió con el arranque del Madrid y mostró más voluntad que ideas en el Bernabéu. El Madrid se dedicó en la segunda parte a pensar en la eliminatoria frente al Atlético del próximo martes, a la que llega en mejor estado que los colchoneros.

La tarde del sábado siguió sonriendo a los de Ancelotti, que vieron como sus rivales en la Champions y en la Liga empataban fuera de su estadio. El Atlético de Madrid empató en la Rosaleda frente al Málaga de Javi Gracia y mantiene el pulso con el Sevilla y el Valencia por la tercera plaza. El equipo de Simeone no tiene la misma frescura de la temporada pasada y sufrió frente a un equipo alegre, que posee una generación de futbolistas de gran proyección. Un reflejo del buen trabajo de la cantera del Málaga es Juanmi, que marcó un bonito gol ante Oblak. El Atlético supo sufrir en los malos momentos y acabó inquietando a Kameni. Griezmann, el mejor jugador de la temporada en el Atleti, firmó un doblete y consiguió la igualada en la segunda parte.

Pero la mejor noticia para el Real Madrid llegó desde Sevilla, en el partido más interesante de la jornada. El Barcelona respondió a las dudas que planean sobre su juego con un inicio brillante, en el que gobernó el partido con un fútbol de buen gusto. Y en los primeros 35 minutos, el Barça tuvo el partido donde lo quiso, con el balón bien resguardado en los pies de sus centrocampistas y con la amenaza constante de sus delanteros. Messi volvió a mostrar su facilidad para colar el balón por una gatera y Neymar ejecutó con mucha destreza una falta en el pico del área. Con el 2-0, el Sevilla parecía noqueado, pero la fragilidad del Barcelona y el empuje del Sánchez Pizjuán despertaron al conjunto de Unai Emery. Antes del descanso, Banega disparó desde la frontal, Bravo falló en el despeje y el balón acabó en su portería. El Barcelona perdió el timón del encuentro en la segunda parte y se olvidó de jugar con porterías. Suárez falló en la sentencia y un error de Piqué permitió el empate sevillista. Reyes dribló y cedió en carrera para Aleix Vidal. El extremo llegó a línea de fondo y encontró a Gameiro, que fusiló a Bravo. El partido terminó en empate y Neymar se enfadó al ser sustituido en la segunda parte, cuando su equipo todavía tenía ventaja en el marcador. El Barcelona se fue con la sensación de que había perdido una gran oportunidad, sobre todo porque en el Pizjuán estuvo más cerca de sus orígenes, aunque la fortuna no estuviese de su lado. En un partido en el que cuidó el balón con mimo, acabó condenado por la misma suerte que en otras ocasiones le ha dado alas: la contundencia en las áreas.

El empate en el Pizjuán avivó el tramo final de liga, en el que se juegan dos luchas paralelas: la del campeonato –que ocupa al Barcelona y al Madrid- y la del tercer puesto -en la que se miden Atlético, Sevilla y Valencia (que jugará esta noche frente al Levante). Los duelos entre los integrantes de los cinco primeros puestos de la clasificación serán fundamentales para proclamar al campeón. Quedan 24 puntos y la competición ha demostrado que cualquier jornada puede ser decisiva. El tiempo parece darle la razón a Ancelotti. Para saber quien vence en el baile de la liga, habrá que esperar a la última canción.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: tribunnews.com.

LA CARRERA POR LA LIGA

A falta de ocho jornadas para que termine la liga, el duelo entre el Barcelona y el Real Madrid se acerca a su resolución, en el momento de la temporada en el más se penalizan los errores. Los dos grandes avanzan con soltura en la carrera por la liga, y ahora atienden al resultado más que a las formas, con la urgencia de quien necesita los puntos a toda costa.

FCBarcelona

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El Barcelona se mantiene en la cabeza de la clasificación con cuatro puntos de ventaja sobre el Real Madrid. Y aunque el equipo de Luis Enrique está en una posición privilegiada, un calendario plagado de compromisos exigentes invita a que los blaugranas sean prudentes (se medirá al Sevilla, Valencia y Espanyol en liga y en las próximas semanas afrontará la eliminatoria frente al Paris Saint Germain). Tras la victoria en el clásico, el Barcelona confirmó su distancia en Balaídos y frente al Almería en el Camp Nou. Pero las sensaciones que dejó el equipo blaugrana en el juego no fueron buenas. El Barcelona de esta temporada parece un equipo confuso, que cambia demasiadas veces de plan durante los partidos. En ocasiones renuncia a sus orígenes y desprecia el balón- como ante el Celta- o se atasca en la elaboración –como ocurrió frente al Almería el pasado miércoles-. Más allá de eso parece que su eficacia defensiva, su acierto en las jugadas claves y el talento de Messi le han hecho optar a todos los títulos. Últimamente son los goles a balón parado los que le están dando resultados, en una nueva muestra más del cambio de ruta escogido por Luis Enrique. En el Barcelona de los delanteros, los mediocampistas han perdido importancia y ya no se atiende tanto a la elaboración del juego ni a la velocidad de circulación. El equipo de Luis Enrique ha encontrado estabilidad defensiva y la pizarra de Unzue –el encargado de planificar las jugadas a balón parado- ha solucionado partidos complicados (como muestran los goles de Mathieu y de Bartra en las últimas semanas).

El Barcelona de esta temporada parece un equipo irregular en el juego aunque, de momento, sea incuestionable en los resultados (solo ha perdido 2 partidos en todo 2015, frente a la Real Sociedad y el Málaga). El equipo catalán es capaz de lo mejor y de lo peor en el mismo partido, algo que se refleja en el balance de la temporada. Ha firmado momentos de gran brillantez; especialmente en los duelos frente al Manchester City y el Atlético; y partidos que rozan la desidia; como el que le midió al Granada en los Cármenes, al Almería en la primera vuelta o al Celta de Vigo en Balaídos. Parece que el Barcelona solo posee recursos bajo la lumbre de Messi, el principio y el fin del juego blaugrana. El argentino regresó del parón de selecciones con un golpe en el pie derecho y frente al Celta de Vigo y el Almería no se le vio con la chispa que ha mostrado en el inicio de año. Pese a ello, siempre idea las mejores jugadas blaugranas, ya sea en el inicio o en la finalización de las mismas; al trote o cuando se desata en carrera. Frente al Almería, Messi rescató a un Barcelona espeso, precisamente cuando más alejado estaba el argentino del partido. El 10 recorrió la línea de cal a pase de Bartra, y tras zafarse de su marcador hacia dentro, colocó el balón en la base del palo largo. Su disparo dibujó un bonito efecto, inalcanzable para Julián, en una firma inconfundible del 10 del Barcelona. Durante el resto del encuentro, el Barcelona y Messi funcionaron a ráfagas, sin constancia ni demasiada implicación en el juego. El argentino alternó varias arrancadas brillantes con largos minutos de paseo. En ellos se le ve cabizbajo, con una mueca que revela su incomodidad; no se sabe si lo que le disgusta es que el juego no pase por él –lo que vulgariza al Barcelona- o el golpe en su pie derecho. Pese a ello, la mayoría de las ocasiones de peligro del Barcelona, hasta en un día de poca inspiración del 10, parten de las botas de Messi. Una circunstancia que aprovecharon sus compañeros de delantera: Pedro asistió en el cuarto gol a Suárez, que firmó su tercer doblete con el Barcelona. No se vistió Neymar, que parece haber perdido la frescura de sus mejores noches, casi al mismo tiempo que Suárez ha afinado su puntería. El brasileño no sólo ha reducido su productividad de cara a gol, sino que cada día comete errores más comprometidos, especialmente en ingenuas pérdidas de balón.

En un Barcelona que en fases de los encuentros renuncia a sus orígenes, el socio valora cada pase de Xavi. El de Tarrasa es uno de los lazos de unión del actual Barcelona con su propuesta tradicional y ha cobrado importancia en el equipo, cuando planean las dudas en el juego. Y lo cierto es que el cerebro de Xavi ofrece agilidad a la circulación y sentido al juego. Si está Xavi en el campo parece que Messi no ha de retrasar tanto su radio de acción y está más fresco para desequilibrar. El problema reside en que el Barça se serena con la posesión, pero le cuesta encontrar las vías de acceso al gol. Por ello quizá el equipo se encomienda a Messi, que juega de 10, y a su acierto en las áreas, en las que se alzan Piqué en la zaga y Suárez en la delantera.

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Real Madrid

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El Real Madrid sigue la estela del Barcelona y tras el festín ante el Granada (9-1, con cinco goles de Cristiano), completó su semana con una trabajada victoria en Vallecas. Los equipos de Paco Jémez son valientes y apuestan por dominar el juego a través de la posesión. Frente a los equipos poderosos, el Rayo de Jémez impone sus principios con más convicción que nunca y hace disfrutar al aficionado. Durante la primera mitad, el Rayo Vallecano dominó a su rival con claridad y mereció el gol; se adueñó del balón y combinó con precisión hasta la portería de Casillas. El portero madridista, cuestionado por su público durante la temporada, emergió en los momentos críticos, especialmente en un remate de Trashorras, y permitió la recuperación del Madrid. El equipo blanco mejoró en la segunda parte, gracias al toque de Modric y Kroos, el despliegue de Marcelo y Carvajal, las llegadas de James y el hambre de Cristiano. El portugués parece haber recobrado la sonrisa tras su repóquer frente al Granada y cuajó una buena segunda mitad en Vallecas. Vive por y para el gol y parece situarse siempre en el lugar correcto en el área, como se demostró en el primer gol de la noche. Carvajal llegó hasta línea de fondo y sirvió un balón al punto de penalti. Ahí estaba Ronaldo para firmar el gol que les sitúa en la lucha por la liga. Cristiano ha reducido su productividad en las bandas y concentra su juego en el área, su nuevo ecosistema. Allí aparece en la finalización e incluso, de vez en cuando, muestra mayor generosidad con sus compañeros; como ocurrió en el segundo gol de la noche, que firmó James a pase del portugués. Cristiano ha depurado su juego: desborda menos, se asocia en corto y participa cada vez más en la resolución de las jugadas, donde afila con mimo su remate. Y los goles de CR se sustentan en la mejoría del equipo, que alimentan con buenos pases la ambición del portugués.

El Real Madrid ha recuperado alternativas en el juego posicional. La recuperación de Modric y James le aporta mayor facilidad para jugar en corto y el equipo mantiene intacto su fútbol de vértigo. Ambas vertientes de su juego se vieron en las dos últimas victorias del Madrid: la goleada frente al Granada se gestó ante un rival agrupado en su propio campo y en Vallecas aprovechó los espacios que dejó el rival a la espalda de su defensa. También ha mejorado su línea defensiva con la vuelta de Ramos y la solidaridad del grupo parece haber aumentado: el equipo de Ancelotti se parte ahora con menor facilidad, especialmente gracias al trabajo de sus mediocampistas y a la corrección de Bale, que ha entendido los consejos de su técnico. El Madrid disfruta de un buen momento en la fase decisiva de la competición, una vez que ha recuperado todas sus piezas. Benzema e Isco son los encargados de improvisar, en un equipo en el que Ramos, Varane y Pepe (que está algo tocado) cortan los ataques del rival.

Ancelotti sabe que perder puntos significaría darle media liga al Barcelona, y pretende que sus jugadores asusten al líder con sus victorias. El próximo martes el Real Madrid se mide al Atlético en la Champions League, su gran antídoto de la temporada. El Madrid confía en reconquistar el trono de la capital en su competición favorita.

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La victoria como única receta.

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Ninguno de los dos candidatos cree que la receta para ganar la liga sea el uso de un fútbol de buen gusto. A estas alturas de la temporada, parece que la única ley a la que atienden es la que dicta el marcador. Cuidan los detalles y han ganado solidez defensiva, pero pierden el control del juego durante los partidos. Saben que en los intercambios de golpes la suerte les suele sonreír, por la calidad individual de sus delanteros. Conscientes de su mayor eficacia, no les importa perder peso en la circulación en busca de acierto en las áreas. No resulta extraño que el Barcelona y el Madrid cedan el balón a su rival, especialmente ante rivales que construyen el juego a través de la posesión, como el Celta y el Rayo. Más llamativa es la situación en Barcelona, un equipo que había fabricado su identidad a través del juego de combinación. En la presente temporada, las variantes de juego se imponen a su identidad con demasiada frecuencia. Aunque siempre acaba con mayor dominio de la posesión, al Barcelona le cuesta más recuperar el balón y aprovecha el contragolpe y su juego a balón parado. El Madrid trata ahora mejor el balón, especialmente cuando Modric, Kroos, Isco y James se asocian, aunque se siente cómodo en el juego directo, para aprovechar la velocidad de su delantera. Barcelona y Madrid apuestan por la seriedad en cada partido e incluso saben administrar sus esfuerzos, con la vista puesta en las ocho jornadas que quedan. Las segundas espadas de la liga –Atlético de Madrid, Valencia y Sevilla- mantienen opciones si fallan los grandes y podrían ser los jueces de la temporada (este fin de semana para empezar, en el partido entre el Sevilla y el Barça).

Se espera un bonito duelo entre el Barcelona y el Real Madrid en el tramo final de la liga. Los grandes emocionan cada vez menos pero, de momento, el marcador justifica su propuesta.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: blacherreport.net. Foto 2: itsjamesrodriguez.tumblr.com. Foto 3:english.ahram.org.eg.