EL CELTA PUEDE CON EL EMPUJE DE RIAZOR

3008648 El derbi gallego es uno de los partidos más especiales del fútbol español. Cada vez que se enfrentan Deportivo de la Coruña y Celta de Vigo es inevitable recordar una época no muy lejana en la que ambos competían por todo. Ahora, tras la amenaza de la bancarrota, los presupuestos no alcanzan para soñar y se impone una reconstrucción con un modelo distinto. Ya no hay grandes estrellas y las figuras son de perfil bajo. Se acabó el tiempo de Tristán, Valerón, Djalminha, Mostovoi o Mazinho. La precariedad ha obligado a los equipos a confiar en canteranos como Lucas Pérez, o en promesas formadas en grandes equipos, como Nolito, en busca de un lugar en el que triunfar. Sin embargo, incluso en el tiempo de la contención económica y los sueños modestos, el derbi gallego mantiene su esencia, y sigue siendo el gran acontecimiento futbolístico en Galicia. En Riazor vimos un partido intenso, trepidante en algunos momentos, tan emocionante y competido como suelen ser este tipo de encuentros. El Deportivo llegaba al partido en una línea ascendente, tras dar una buena imagen en el Bernabéu. Víctor Fernández ha sacrificado la calidad de Juan Domínguez como mediocentro, con lo que el equipo pierde capacidad para combinar en tres cuartos de campo. En su lugar ha entrado Celso Borges, un jugador con gran golpeo de balón, con la promesa de mayor consistencia. La entrada de Lucas Pérez ha dado al equipo más mordiente, dinamismo y capacidad de trabajo. El Celta, por su parte, venía de derrotar al Atlético de Madrid. El equipo de Berizzo trata el balón con mimo, lo esconde del rival y aumenta el ritmo cuando encuentra espacio. El Deportivo entró mejor en el partido. Los coruñeses se dejaron llevar por el ambiente de Riazor, presionaron la salida de balón y buscaron la portería con rapidez. Durante los primeros veinte minutos, el Depor pudo adelantarse en el marcador. Estuvo a punto de marcar en una jugada ensayada a la salida de un córner que Cavaleiro remató rozando el poste y en un disparo de Oriol Riera desde la frontal del área. El Celta tenía problemas para salir de las emboscadas de Bergantiños y Borges y perdía el balón fácilmente. Fueron los mejores momentos del Depor, guiado por Lucas Pérez, que estuvo acertado en la conducción y en la lectura de los espacios. Riera controlaba cualquier pelotazo que le llegaba y permitía que su equipo ganase metros con poco esfuerzo. DEPORTIVO 13/14 CELTA  14/15 Pero el empuje del Depor duró lo que tardaron lo vigueses en domar la pelota. Krohn-Dehli y Augusto Fernández empezaron a combinar y calmaron el entusiasmo de Riazor. El conjunto de Berizzo es el tercer equipo de la liga que más pases realiza después del Barça y el Madrid. El técnico es un discípulo de Bielsa, como demuestra su gusto por centrocampistas sacrificados y aguerridos que corren sin descanso, capaces de ser creativos y jugar con precisión. Cuando aparecen Nolito y Orellana, todo cambia. Son jugadores eléctricos que parten de la banda, pero que se despliegan por todo el frente de ataque y se buscan constantemente. El Celta puede controlar el ritmo de los partidos; ser paciente y fatigar al rival, o acelerar cuando tiene la oportunidad. Los vigueses tomaron el control y dieron sensación de peligro antes del descaso, con Charles viviendo al borde del fuera de juego, dando opciones de pase y creando espacios para Orellana y Nolito. El Celta se adelantó en el arranque de la segunda parte. Tras un mal pase de Riera, Augusto Fernández recuperó y lanzó la carrera de Nolito, que esperó para encontrar el desmarque de Orellana. El chileno picó el balón por encima de Fabricio y Charles lo empujó casi sobre la línea. Riazor dudó con el 0-1 y el Celta tuvo sus mejores momentos. El Depor sufría cada vez que el equipo de Berizo atacaba con espacio y podía correr. Con más orgullo que fútbol, los coruñeses se rehicieron y se fueron a por el empate. Cuenca sustituyó a un inédito José Rodríguez, Lucas Pérez volvió a aparecer y el equipo mejoró. Sergio Álvarez salvó el empate tras parar los remates de Lucas y Borges. El segundo rechace llegó a Riera, que disparó al larguero con la portería vacía. El Deportivo arriesgó e intentó ser intenso. Incluso llegó a ser duro, como mostró una fea entrada de Lucas Pérez. Lopo, a quien el árbitro perdonó la expulsión en la primera parte, recibió la segunda amarilla por una entrada sobre Charles tan imprudente como innecesaria. DEPORTIVO - CELTA Con un jugador menos, los de Víctor Fernández lo intentaron a la desesperada, pero el Celta amenazaba a Fabricio cada vez que robaba la pelota. La grada empujaba, pero al Depor no le quedaban muchos más recursos. Larrivey, que había sustituido a Charles y llevaba once jornadas sin marcar (desde la victoria del Celta en el Camp Nou), le robó la cartera a Luisinho y sentenció el partido. El Celta se llevó el partido y desequilibró el resultado global de 42 victorias para cada equipo en los derbis. Actualmente es mejor equipo que el Depor, quizá porque inició antes la reconstrucción. Es un conjunto más hecho, en el que es evidente el trabajo de Berizzo. El Deportivo plantó cara a base de empuje, corazón y buen fútbol en algunos momentos, pero falló en las acciones claves. Como se vio ante el Real Madrid, los de Víctor Fernández han mejorado: han ganado solidez en el centro del campo, fluidez en la combinación y capacidad para llegar al área rival, pero sigue pecando de cierta inocencia en la finalización. Se espera que sufra hasta el final para conseguir la permanencia. El Celta, en cambio, se coloca como el mejor equipo de la clase baja de esta liga partida. La austeridad ha dado paso a una nueva etapa en Galicia: los clubes se rehacen año a año y sueñan con un nuevo esplendor en el fútbol gallego.

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Diego Rodríguez Gascón.

.Foto 1: RTVE. Foto 2 y 3 marca.com

LOS SILENCIOS INCÓMODOS DEL BERNABÉU

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El Real Madrid venció al Deportivo de la Coruña en el examen del Bernabéu, que aprobó con menos claridad de la que dicta el marcador (2-0). El Deportivo no fue el rival inocente de la primera vuelta (recibió 8 goles en Riazor) y supo jugar en campo contrario, con buen tino en las asociaciones, aunque sin fortuna de cara a puerta. El equipo de Carlo Ancelotti acertó a definir en dos de sus estampidas y alivió el dolor de la derrota en el Calderón.

Era un partido delicado para los merengues, en el que el público pretendía observar la reacción de su equipo, herido en su orgullo por el rival vecino. Sin embargo, el Madrid disputó un partido corriente, que no dejó demasiado lugar a la euforia, ni alentó la esperanza de una afición proclive a los silencios incómodos. El encuentro, lejos de parecerse a los mejores momentos de la temporada blanca, tuvo muchas similitudes con el partido del Sevilla, incluso en la resolución.

El comienzo del choque ayudó a que el ambiente del estadio fuera frío. El público observaba en silencio como los futbolistas del Depor triangulaban con precisión en los primeros diez minutos y se plantaban ante Casillas con relativa facilidad. Lucas Pérez, un canterano que mostró muy buenas maneras en el Bernabéu, se asoció con dos extremos descarados, como Isaac Cuenca y Cavaleiro, y Oriol Riera, un nueve de referencia, bajó buenos balones para sus compañeros. El Madrid se atascó en el inicio del juego, perdió demasiados balones en la elaboración (especialmente Isco) y no enlazó con la delantera, situada a demasiada distancia de los mediocampistas. El equipo de Ancelotti volvió a dar la sensación de ser un equipo vulnerable, que descuida los inicios, y que concede demasiados remates al rival. Algo que mostró Isaac Cuenca en dos disparos con intención: el primero se fue rozando el palo y el segundo lo anuló Casillas con una buena mano. El extremo catalán del Deportivo fue osado cuando recibió el balón, dejó atrás a Arbeloa siempre que le encaró y contribuyó al murmullo del Bernabéu.

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El Madrid recobró el aliento cuando el Deportivo empezó a fallar en la circulación. Aprovechó las imprecisiones del rival para desarmarle a la carrera, en rápidos contragolpes, dirigidos por Isco y culminados por su tridente: Cristiano, Benzema y Bale. De ese modo llegaron sus oportunidades más claras en la primera parte, en dos disparos de Cristiano y de Bale que se toparon con el larguero de Fabricio. Y también tras una pérdida del Deportivo en una zona comprometida, llegó el primer gol del Madrid. El Madrid se desplegó y asestó un duro golpe al Deportivo, que más allá de sus despistes, seguía haciendo daño cuando superaba la primera línea de presión blanca. Entre Benzema y Arbeloa salvaron un balón que Cristiano no alcanzó a rematar. Isco cazó el rechace en el pico del área, se acomodó el balón y situó su disparo en el palo largo, en un gesto técnico que ha convertido en costumbre (1-0). El equipo de Ancelotti vivió entonces sus mejores minutos del partido: Benzema se asoció con Isco, Cristiano se acercó a posiciones de remate y Bale desbordó a Luisinho con mucha superioridad.

El partido transcurrió hasta el descanso por los mismos cauces: el Madrid no renunció al balón pero parece que disfruta más en las transiciones rápidas, en las que no tiene que elaborar el juego. La posesión del Madrid solo parece tener sentido si el balón pasa por Kroos, especialmente ahora que están ausentes James y Modric, junto a Isco, los aliados naturales del alemán. En la que debía ser una tarde para medir a Illarramendi, el guipuzcoano volvió a ser un jugador correcto, complementario e incluso vulgar. El Madrid fue más peligroso cuando recuperó en campo contrario y sorprendió al Deportivo sin tiempo para replegarse. En esos minutos el equipo gallego sufrió porque no consiguió encadenar varios pases seguidos y porque le costó administrar los espacios que concedió su zaga. Una vez que recuperó el acierto en la posesión, consiguió superar su mal momento en el partido. Después del descanso, el Deportivo volvió a asociarse en las inmediaciones del área y amenazó a Casillas. Primero lo hizo con un disparo de Celso Borges, que se estrelló en la madera y, posteriormente, con un remate de Oriol Riera, que hizo volar a Casillas. La parada de Casillas, que fue más aplaudido que pitado por su público, resultó decisiva para la victoria blanca. El Madrid sufrió con el juego preciso de los coruñeses y ni Cristiano ni Marcelo aprovecharon las oportunidades que tuvieron para lograr el segundo gol de la tarde. Y cuando el partido transcurría por el terreno de la incertidumbre, con un Bernabéu cada vez más nervioso por la cercanía del rival en el marcador, el Madrid consiguió la sentencia. El Deportivo volvió a fallar en la salida de balón y Cristiano encontró metros para correr. Llegó justo a la disputa con Laure, pero le dio tiempo a surtir a Benzema en boca de gol. El francés, un goleador frío, de esos que dispara con silenciador, resolvió con una sutil vaselina (2-0).

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El resultado no volvió a peligrar para el Real Madrid después del gol de Benzema. Y los últimos minutos sirvieron para ver el debut de Lucas Silva y para prolongar la sequía de Cristiano, que dispuso de un par de oportunidades para redondear el marcador. En la más clara de ellas, su disparo se fue rozando el palo de la portería que defendía Fabricio, un arquero sobrio y seguro, atípico porque es de los pocos porteros modernos que prefieren blocar a despejar. El momento de Cristiano condiciona la situación del Madrid, que ha perdido el brillo de sus mejores días y ya no remata tanto a portería. El portugués contribuyó al resultado y mantuvo su ambición durante todo el encuentro, en busca del gol que calmara su ansiedad. Sin embargo, más allá de su asistencia en el gol de Benzema y algún detalle bonito en el desborde, se le sigue sin ver cómodo en los partidos, delatado por su amplío abanico de aspavientos.

El Deportivo de la Coruña ha crecido con el paso de las jornadas: ya no parece un equipo en formación, ha salido de los puestos de descenso y ya tiene un plan de juego definido, en el que se apuesta por el buen trato del balón. Una propuesta que cristalizó en una buena actuación ante el líder. Le faltó la eficacia y la puntería de las grandes ocasiones, las armas principales de su rival en el Bernabéu.[1]

El Real Madrid consiguió una victoria importante ante su público, en un partido tenso, que resolvió sin demasiado brillo. Tres puntos que no tapan los motivos de preocupación de Ancelotti: al Madrid le faltan piezas importantes de su columna vertebral (Ramos, Pepe, Modric o James), le sigue costando un mundo desnudar al rival en ataque estático, ya no es un equipo tan solidario en la presión, se parte con facilidad en fase defensiva y el Deportivo le volvió a generar demasiadas ocasiones.

El triunfo del Madrid sirve para alejar la derrota ante el Atlético de Madrid pero no para despejar la incertidumbre del Bernabéu.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: Felipe Sevillano (Diario as). Foto 2: Emilio Naranjo (EFE). Foto 3: Javier Soriano (AFP).

[1] Una de las pocas pegas que se le puede poner a Víctor Fernández es que el técnico prescindió de un futbolista vital para el juego de toque de su equipo: Juan Domínguez. El gallego es un futbolista de la escuela de Valerón, incluso comparte con él cierta fragilidad: posee una visión de juego excelente, una gran capacidad para proteger el balón, tiene talento para regatear en corto y es capaz de encontrar el pase definitivo.

PASIÓN GALLEGA

El Celta de Vigo consiguió la victoria en un derbi agónico, vibrante y lleno de emoción.

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El regreso del derbi gallego se presentaba como uno de los grandes alicientes de la jornada liguera. No decepcionó. Los dos equipos gallegos llegaban de formas muy distintas: el Celta había sido capaz de sacar un valioso empate en el campo del campeón y el Deportivo había sido humillado en su propio feudo por uno de los grandes aspirantes. Además, mientras que el conjunto de Berizzo está firmando un sólido arranque de temporada, el Deportivo parece un equipo en formación, al que la competición le ha llegado demasiado pronto.

El Celta quiso plasmar su teórica superioridad en el inicio. Y poco tardó Nolito en marcar diferencias en los primeros minutos. El extremo gaditano amortiguó un saque de banda de Planas y bailó con un recital de fintas a Sidnei. Una vez encontrado el hueco, fusiló a Lux con un disparo seco a la base del palo (1-0, minuto 3). La grada de Balaídos cantó el gol con la euforia propia de un duelo especial y con la sensación de que podía sumir a su gran rival en una profunda depresión. Y en los minutos posteriores ese deseo parecía tomar forma. El Celta arrasó a un Deportivo inocente, que tartamudeaba en la salida de balón y sufría con la velocidad de Nolito y Orellana. Los extremos celtiñas son futbolistas rápidos y escurridizos, que se buscan continuamente y parecen intuir los movimientos del otro. Nolito, que solo pudo jugar unos minutos frente al Atlético por unas molestias, fue de largo el mejor jugador de la primera parte. El gaditano es un gran agitador de partidos, siempre vivo y atrevido, se trata de un futbolista vertical que vive al borde del atropello. Pero que posee una gran virtud: siempre tiene el gol en mente. Ante el Deportivo, supo encontrar los espacios para encarar a una defensa insegura y forzó a Laure, que tuvo que recurrir a la dureza para pararle.

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El Celta siguió amenazando la portería de Lux y Orellana estuvo cerca de conseguir el segundo gol en un libre directo al borde de la frontal. Su disparo se marchó cerca del travesaño tras describir una bonita parábola. Por su parte, El Deportivo no lograba encontrar líneas de pase y solo Cuenca y Fariña parecían ofrecer algo distinto. Medunjanin llegaba siempre tarde a la presión, Bergantiños no podía con Krohn Delhi o Álex López, ni Luisinho ni Juanfran profundizaban y Helder Postiga no rascaba bola.

Sin embargo, en los últimos minutos del primer tiempo el Deportivo comenzó a desperezarse. Con más corazón que fútbol, se libró del asedio celtiña y se acercó de manera tímida a la portería de Sergio. En uno de los pocos acercamientos coruñeses del primer tiempo, Helder Postiga no acertó a rematar un peligroso centro de Luis Fariña. En el segundo tiempo, al conjunto de Berizzo le flaquearon las fuerzas, el partido se abrió y el Deportivo hizo un ejercicio de amor propio. Sin demasiados recursos en ataque, fue un equipo orgulloso que supo agarrarse al partido. Se desplegaron por el carril derecho, por la banda de Juanfran, mucho más liberado en el segundo acto. Por allí llegaron las mejores ocasiones para los blanquiazules. En la primera de ellas, Postiga le sacó lágrimas al balón con un disparo débil tras un centro de Juanfran. En la segunda, Postiga peleó un balón con Fontás y tras una apertura a banda, Juanfran centró de interior y Cuenca recibió en el área. Casi sin tiempo para controlar, orientó el balón, remató muy forzado y superó a Sergio Álvarez (1-1, minuto 54). El gol definió a la perfección el momento que vive el Deportivo. Es un conjunto impreciso al que le falta imaginación en el medio. Parece vivir de su combatividad y el gol fue una muestra de ello. Postiga consiguió proteger el balón a trompicones y cedió para que el centro de Juanfran lo rematara de manera agónica Isaac Cuenca, probablemente una de las mejores noticias del Deportivo en este arranque de temporada.

cuenca Tras conseguir el gol del empate, el Deportivo concedió metros y el Celta retomó el dominio del balón. Pese a ello, la fatiga y los errores en la entrega permitieron que los equipos se fueran partiendo poco a poco. En esos minutos, se sucedieron jugadas peligrosas para ambos lados. Solo las imprecisiones impidieron que se culminaran los despliegues de los dos equipos gallegos. El Celta probó fortuna con los disparos lejanos de Nolito y Krohn Delhi y el Depor se fue encerrando en su propio cambio y concedió demasiadas jugadas a balón parado (el conjunto de Berizzo lanzó 13 córners por 4 de los coruñeses). En una de ellas, Nolito sacó un córner muy cerrado y Larrivey, un nueve puro, se anticipó a un Lux gafado (2-1, minuto 71). El delantero argentino lleva tres goles en liga y ante el Deportivo realizó una gran labor de equipo. Supo jugar de espaldas, oxigenar el juego y mantuvo su olfato intacto, consiguiendo el gol de la victoria para su equipo.

Pese al gol de Larrivey, el Deportivo mostró que es un equipo con mucho pundonor y se volcó en busca del empate. Con más convicción que brillo, profundizó por los costados y en una jugada embarullada Cabral desvió con la mano un centro de Sidnei. El árbitro señaló el penalti y Medunjanin cogió el balón sin dudarlo, como hizo el pasado fin de semana para batir a Casillas, también desde los once metros. El mediocentro estaba protagonizando una actuación discreta y parecía demasiado lento para aguantar el ritmo que impone el Celta de Berizzo. Sergio Álvarez, que ya protagonizó una gran actuación ante el Atlético de Madrid, abrió los brazos y adivinó el lanzamiento de Medunjanin en el minuto 88. El disparo iba ajustado pero la estirada del portero permitió la victoria celeste en el regreso de «O noso derbi«.

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Fue un encuentro bonito y disputado, con dos equipos que presentaron argumentos futbolísticos distintos. El Celta propuso un partido basado en el juego asociativo y destacó en el trato de balón, especialmente en la primera parte. El Deportivo fue un equipo noble y peleón, que no se rindió ante la adversidad. Es probable que el derbi gallego haya perdido el talento de otros tiempos, pero mantiene ese gen pasional propio de los partidos entre rivales vecinos y enfrentados.

Finalmente decidió el partido uno de los porteros de moda de la liga. Un canterano que ha vivido los últimos años a la sombra de porteros como Javi Varas o Joel. Sergio Álvarez hizo honor a su mote, El Gato de Catoira, y colaboró en la victoria viguesa con una intervención felina.

Por Jorge Rodríguez Gascón.

Foto 1: César Quian (La Voz de Galicia).

Foto 2: César Quian (La Voz de Galicia).

Foto 3: César Quian (La Voz de Galicia).

Foto 4: Alba Pérez (La Voz de Galicia).

LOS MAGOS DE ARGUINEGUÍN: JUAN CARLOS VALERÓN

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Juan Carlos Valerón (Gran Canaria, Arguineguín, 1975) es el primer talento del pueblo, un maestro del último pase al que apodaron el flaco. Jugó en el equipo de su localidad desde niño y llamó la atención de las Palmas, el club que le hizo debutar en 1994. Allí consiguió el ascenso a Segunda al lado de su hermano Miguel Ángel y de dos de sus compañeros en el Deportivo: Turu Flores y Manuel Pablo. Se curtió en Segunda y el Mallorca le dio la oportunidad en Primera. El club balear le fichó en 1997 y Valerón mostró que era un futbolista distinto. Fue traspasado al Atlético pero llegó a un equipo en depresión. Valerón conoció por primera vez la tragedia del descenso en un equipo grande. Tras dos temporadas en el Manzanares el Deportivo lo rescató y allí jugó su mejor fútbol durante 12 campañas.

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Valerón llegó a un equipo que acababa de ser campeón de Liga, un equipo humilde que enamoró y sorprendió a los grandes de España y de Europa. Compartió protagonismo en sus primeras campañas con otro genio: Djalminha. El brasileño era un malabarista descarado e insolente. Y Valerón ya entonces leía el fútbol como nadie, dominaba el espacio y encontraba el pase definitivo. El Deportivo vivió la mejor etapa de su historia. Ganó la Liga (el año anterior a la llegada de Valerón), 2 Supercopas de España y una Copa del Rey, la del centenariazo. En aquel partido, el Deportivo le robó al Madrid el trofeo en su propia fiesta. Antes del encuentro, los blancos preparaban una celebración para conmemorar su centenario y la consecución del título, que ya daban por hecho. Los gallegos se conjuraron, ofendidos por el desprecio del rival y arruinaron la celebración. El Deportivo cambió el guión de una noche soñada para el madridismo. Venció 2-1 con goles de Tristán y Sergio. Valerón dio una clase de fútbol, poniendo la pausa, desbordando y alimentando a los delanteros.

El Deportivo dejó un legado tan valioso como sus títulos. Fue un equipo modesto capaz de plantar cara a los grandes de Europa. Lo hizo en la Copa de Europa, el gran escaparate para los blanquiazules. Consiguió victorias de renombre en Old Trafford, Highbury, El Olímpico de Múnich o San Siro. En ellas, Valerón fue siempre el motor del equipo.

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Un ciclo que acabó en la eliminatoria de semifinales ante el Oporto, que dirigía José Mourinho. El Depor venía de una remontada histórica ante el Milán, en la que Valerón había sido protagonista (marcó un gol y asistió). Pero el Oporto les birló un sueño. El oficio del conjunto portugués y la actuación de Deco pudieron con las ilusiones gallegas y el equipo se quedó a las puertas de la final. Valerón tuvo el gol de la victoria pero Víctor Bahía atajó su disparo. El primer mago de Arguineguín siempre ha sido más feliz dando goles que marcándolos. Respondiendo a una máxima futbolística que dice que un gol hace feliz a una persona y una asistencia a dos.

Valerón era un jugador diferente a todos los demás. Con una finura,  una conducción precisa y una manera de acariciar el balón inconfundible. A veces parecía que caminaba por el campo pero mejoraba la jugada en cada una de sus intervenciones. El balón no era el mismo después de pasar por sus pies. Valerón era uno de esos jugadores que compensa su lentitud de pies con su velocidad de mente. Un mediapunta imaginativo, que veía el fútbol como nadie y conocía el juego como pocos. Sabía cuando debía jugar al primer toque y cuando debía retener el balón y esperar a que surgiese el pase de gol. En esta especialidad, en la asistencia, tal vez sea el mejor de los últimos años. De hecho, Diego Tristán y Makaay fueron pichichis aprovechando sus asistencias.

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Valerón fue 46 veces internacional con España y marcó 5 goles. El canario disputó el Mundial de 2002, al que España llegó con esperanzas. Realizó buenos partidos pero la lesión de su socio Diego Tristán, en los primeros partidos, le perjudicó. No pudimos ver una conexión única en el mejor escenario posible. La selección jugaba entonces a otra cosa, aún no había decidido si era “toro o torero”[1] y las diferencias de estilo perjudicaron a Valerón. España cayó en los polémicos cuartos de final ante Corea y Valerón fue consciente de que había perdido su oportunidad. Del Bosque dijo hace poco tiempo que el juego del flaco encajaría con el de la actual selección española. Es una pena que el cambio de estilo del combinado nacional llegara cuando Valerón estaba en pleno declive, con unas rodillas ya debilitadas.

La carrera de Valerón se vio interrumpida por las lesiones en el mejor momento de su vida. Primero en 2005 una entrada salvaje de Peña, del Valladolid, le tuvo apartado tres meses. Al año siguiente, jugaba ante el equipo que le abrió las puertas de Primera División: el Mallorca. Allí se rompió el ligamento cruzado anterior y siguió su calvario. Fue operado y cuando se preparaba para su regreso, en pretemporada llegó su primera recaída (2007). Valerón era un jugador experimentado y tenía que someterse a una nueva operación. Fue constante y creyó en sus posibilidades de recuperación. Reapareció para jugar frente al Real Madrid pero su rodilla se volvió a partir en un entrenamiento a las pocas semanas. Esta vez se lo tomó con más calma y diversos especialistas examinaron su caso. Realizaron una operación más agresiva el 31 de Marzo de 2007 que consistía en el implante de un injerto de cadáver para reconstruir el ligamento dañado. La operación fue un éxito y los médicos fueron optimistas desde el primer momento. Valerón tenía 33 años y tres operaciones a sus espaldas. Pero no se vino abajo y volvió a los campos de fútbol el 27 de Enero de 2008. Después de eso sus rodillas no volvieron a fallar.

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Las lesiones afectaron al juego de Valerón. El flaco siguió dejando pinceladas de clase pero su radio de acción se redujo. Pese a ello era siempre el futbolista más imaginativo del campo. Su declive físico coincidió con la decadencia del Depor. El equipo coruñes pasó de luchar en las semifinales de Champions a pelear por la permanencia. Cuando la urgencia del descenso acechaba al Deportivo, Valerón daba la cara y asumía responsabilidades. Los gallegos consiguieron salvarse varias temporadas en situaciones límite. Con Caparrós en el banquillo, el equipo se libró tras una segunda vuelta espectacular. Con Lotina también consiguieron la permanencia, pero tras varios años jugando con fuego el Deportivo se quemó en 2012. Perdió la categoría tras un partido dramático frente al Valencia.

El descenso se consumó con Lotina y la cifra de abonados del Deportivo aumentó con el equipo en Segunda División. Valerón se comprometió a devolver al equipo de su vida a la división que merecía. El canario dijo entonces que le hacía la misma ilusión jugar en Segunda con el Deportivo que con la selección española. Realizó una temporada espectacular y, con Jose Luis Oltra en el banquillo, el Deportivo logró el ascenso con cierta antelación. Valerón había devuelto al Depor a Primera, pero fue tentado y jugó una temporada más en el club gallego.

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La temporada fue dura. El Deportivo fue colista durante casi toda la campaña. Parecía descendido en Enero y, en la fase final de la temporada llegó a estar a 8 puntos de la salvación. Entonces llegó Fernando Vázquez al banquillo y el Deportivo se aferró a la permanencia. Valerón fue protagonista de la reacción coruñesa pero el equipo no pudo obrar el milagro. Llegó a la última jornada con opciones pero perdió ante La Real Sociedad, que se jugaba la Champions. Y volvieron a descender, ante la tristeza de toda la afición y del flaco. Valerón apareció en sala de prensa, con la voz más aguda que nunca y, entre lágrimas, anunció su retirada del Deportivo.

La fortuna le regateó en numerosas ocasiones: en el fracaso del Atlético, la derrota ante el Oporto, la eliminación en Corea, sus lesiones de rodilla y finalmente los descensos con el Depor. No consiguió la permanencia un año después del ascenso, el que hubiese sido el final ideal de Valerón en el club gallego. El fútbol es un deporte en el que hasta a los genios se les exige correr más que el rival. Aún así se convirtió muy pronto en ídolo de la afición, en la leyenda del club de su vida: el Deportivo de la Coruña. Una leyenda con aroma a melancolía y grandeza. El flaco fue (y lo sigue siendo) un jugador respetado, apreciado y admirado por todo el fútbol español. Un artista que jugaba a otra cosa.

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Valerón volvió a las Palmas de Gran Canaria, su primer club, y apura su temporada en Segunda. Regresó a Riazor (está vez como visitante) y el público se puso en pie para recibirle. El flaco, abrumado y emocionado, agradeció el cariño de una afición entregada al primer mago de Arguineguín.

Por Jorge Rodríguez Gascón.


[1] Menotti realizó esta afirmación refiriéndose a que España no tenía un estilo definido. Y debía decidir si quería ser toro o torero. A España se le conocía entonces por la furia y ahora se le conoce por el tiki taka.