El derbi gallego es uno de los partidos más especiales del fútbol español. Cada vez que se enfrentan Deportivo de la Coruña y Celta de Vigo es inevitable recordar una época no muy lejana en la que ambos competían por todo. Ahora, tras la amenaza de la bancarrota, los presupuestos no alcanzan para soñar y se impone una reconstrucción con un modelo distinto. Ya no hay grandes estrellas y las figuras son de perfil bajo. Se acabó el tiempo de Tristán, Valerón, Djalminha, Mostovoi o Mazinho. La precariedad ha obligado a los equipos a confiar en canteranos como Lucas Pérez, o en promesas formadas en grandes equipos, como Nolito, en busca de un lugar en el que triunfar. Sin embargo, incluso en el tiempo de la contención económica y los sueños modestos, el derbi gallego mantiene su esencia, y sigue siendo el gran acontecimiento futbolístico en Galicia. En Riazor vimos un partido intenso, trepidante en algunos momentos, tan emocionante y competido como suelen ser este tipo de encuentros. El Deportivo llegaba al partido en una línea ascendente, tras dar una buena imagen en el Bernabéu. Víctor Fernández ha sacrificado la calidad de Juan Domínguez como mediocentro, con lo que el equipo pierde capacidad para combinar en tres cuartos de campo. En su lugar ha entrado Celso Borges, un jugador con gran golpeo de balón, con la promesa de mayor consistencia. La entrada de Lucas Pérez ha dado al equipo más mordiente, dinamismo y capacidad de trabajo. El Celta, por su parte, venía de derrotar al Atlético de Madrid. El equipo de Berizzo trata el balón con mimo, lo esconde del rival y aumenta el ritmo cuando encuentra espacio. El Deportivo entró mejor en el partido. Los coruñeses se dejaron llevar por el ambiente de Riazor, presionaron la salida de balón y buscaron la portería con rapidez. Durante los primeros veinte minutos, el Depor pudo adelantarse en el marcador. Estuvo a punto de marcar en una jugada ensayada a la salida de un córner que Cavaleiro remató rozando el poste y en un disparo de Oriol Riera desde la frontal del área. El Celta tenía problemas para salir de las emboscadas de Bergantiños y Borges y perdía el balón fácilmente. Fueron los mejores momentos del Depor, guiado por Lucas Pérez, que estuvo acertado en la conducción y en la lectura de los espacios. Riera controlaba cualquier pelotazo que le llegaba y permitía que su equipo ganase metros con poco esfuerzo.
Pero el empuje del Depor duró lo que tardaron lo vigueses en domar la pelota. Krohn-Dehli y Augusto Fernández empezaron a combinar y calmaron el entusiasmo de Riazor. El conjunto de Berizzo es el tercer equipo de la liga que más pases realiza después del Barça y el Madrid. El técnico es un discípulo de Bielsa, como demuestra su gusto por centrocampistas sacrificados y aguerridos que corren sin descanso, capaces de ser creativos y jugar con precisión. Cuando aparecen Nolito y Orellana, todo cambia. Son jugadores eléctricos que parten de la banda, pero que se despliegan por todo el frente de ataque y se buscan constantemente. El Celta puede controlar el ritmo de los partidos; ser paciente y fatigar al rival, o acelerar cuando tiene la oportunidad. Los vigueses tomaron el control y dieron sensación de peligro antes del descaso, con Charles viviendo al borde del fuera de juego, dando opciones de pase y creando espacios para Orellana y Nolito. El Celta se adelantó en el arranque de la segunda parte. Tras un mal pase de Riera, Augusto Fernández recuperó y lanzó la carrera de Nolito, que esperó para encontrar el desmarque de Orellana. El chileno picó el balón por encima de Fabricio y Charles lo empujó casi sobre la línea. Riazor dudó con el 0-1 y el Celta tuvo sus mejores momentos. El Depor sufría cada vez que el equipo de Berizo atacaba con espacio y podía correr. Con más orgullo que fútbol, los coruñeses se rehicieron y se fueron a por el empate. Cuenca sustituyó a un inédito José Rodríguez, Lucas Pérez volvió a aparecer y el equipo mejoró. Sergio Álvarez salvó el empate tras parar los remates de Lucas y Borges. El segundo rechace llegó a Riera, que disparó al larguero con la portería vacía. El Deportivo arriesgó e intentó ser intenso. Incluso llegó a ser duro, como mostró una fea entrada de Lucas Pérez. Lopo, a quien el árbitro perdonó la expulsión en la primera parte, recibió la segunda amarilla por una entrada sobre Charles tan imprudente como innecesaria.
Con un jugador menos, los de Víctor Fernández lo intentaron a la desesperada, pero el Celta amenazaba a Fabricio cada vez que robaba la pelota. La grada empujaba, pero al Depor no le quedaban muchos más recursos. Larrivey, que había sustituido a Charles y llevaba once jornadas sin marcar (desde la victoria del Celta en el Camp Nou), le robó la cartera a Luisinho y sentenció el partido. El Celta se llevó el partido y desequilibró el resultado global de 42 victorias para cada equipo en los derbis. Actualmente es mejor equipo que el Depor, quizá porque inició antes la reconstrucción. Es un conjunto más hecho, en el que es evidente el trabajo de Berizzo. El Deportivo plantó cara a base de empuje, corazón y buen fútbol en algunos momentos, pero falló en las acciones claves. Como se vio ante el Real Madrid, los de Víctor Fernández han mejorado: han ganado solidez en el centro del campo, fluidez en la combinación y capacidad para llegar al área rival, pero sigue pecando de cierta inocencia en la finalización. Se espera que sufra hasta el final para conseguir la permanencia. El Celta, en cambio, se coloca como el mejor equipo de la clase baja de esta liga partida. La austeridad ha dado paso a una nueva etapa en Galicia: los clubes se rehacen año a año y sueñan con un nuevo esplendor en el fútbol gallego.
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Diego Rodríguez Gascón.
.Foto 1: RTVE. Foto 2 y 3 marca.com