Chile y los miedos de Argentina

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Argentina tiene motivos para temer a Chile. La selección que dirige Juan Antonio Pizzi ha conseguido parecerse a la que fue campeona en la última edición de la Copa América. Paralelamente, ha hecho olvidar su primera fase, en la que estuvo al borde de la eliminación. Tras depurar su juego, ha llegado al tramo decisivo de la competición en un gran momento de forma. Las victorias, cuando se producen desde los buenos modos y no a través del azar, provocan un intangible vital en este tipo de torneos: el poder intimidatorio.

Chile vuelve a ser un equipo generoso, veloz e intrépido. De hecho, su derrota en el partido inicial ante Argentina (2-0) se interpreta como un accidente, producto de algún despiste en la salida de balón, más que como una consecuencia del juego. Martino recuerda también que en el primer tiempo su equipo sufrió ante el despliegue de Chile. El técnico argentino intuye que para ganar a los chilenos, Argentina debe imponer su propuesta e integrar a Messi. Si el partido se vuelve caótico, la selección de Pizzi tendrá mayores posibilidades. En la confusión, los chilenos son más peligrosos. Lo demostró ante Colombia, tras un inicio arrollador. Ni siquiera necesitó encadenar varias jugadas, les bastó con algún arrebato de Alexis y la carrera constante de Fuenzalida, uno de los grandes descubrimientos del torneo. En apenas tres llegadas, Chile ya dominaba el marcador por 2-0.

El buen estado de sus futbolistas es otro de los argumentos que juegan a favor de Chile. Nadie agita los partidos como Alexis Sánchez, un regateador desordenado. A su facilidad para el desborde añade otro atributo: su seguridad para chocar y ganar disputas que parecían perdidas. Le acompaña en el ataque Vargas, el pichichi del torneo. Veloz, pícaro e intuitivo. Aprovecha cada concesión de la defensa rival. En la media, Vidal combina su liderazgo con el despliegue de Aránguiz, uno de esos complementos imprescindibles. En el costado derecho aparece Funzalida, que profundiza sin rubor por el carril. Su aparición es una de las grandes noticias para los chilenos y se ha convertido en una de las piezas claves del equipo, de esas que explican la mejora de su selección a lo largo del torneo. Ante Colombia fue capaz de firmar el segundo gol, tras aprovechar un disparo de Alexis que se topó con el palo. En la posición de mediocampista puro, Pizzi puede jugar al despiste. Puede apostar por el sacrificio de Silva o por la lectura del juego de Marcelo Díaz, que llega a la final tras superar problemas físicos. En defensa Gary Medel, Mauricio Isla, Gonzalo Jara y Jean Beausejour parecen intocables. El líder de la zaga parece Gary Medel, un mediocampista reconvertido. Conserva su aspecto de perro de presa y recuerda, con cierta arrogancia, su marcaje a Messi en la pasada final de la Copa América.

Los últimos dos partidos de Chile, en los que se impuso con autoridad a México y Colombia, pueden alimentar los miedos de Argentina. A la albiceleste se le exige la victoria; “si no ganan, mejor que no vuelvan” dijo Diego Armando Maradona. A Chile no le abruma su tradición, ni le condiciona la ansiedad. Llega pletórico a la final, con la sensación de que una victoria sería un éxito incomparable y que la derrota no se calificaría ni mucho menos de fracaso. Se podría decir que mantiene la ilusión del aspirante, a pesar de ser el campeón.

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Jorge Rodríguez Gascón.

CHILE ALCANZA LA FINAL DE SU TORNEO

Chile alcanzó la final tras derrotar a Perú en un partido bonito y disputado, condicionado por la expulsión de Zambrano, que dejó a su equipo con diez cuando quedaban setenta minutos por jugar. No se rindió la selección que dirige Ricardo Gareca, que después de tambalearse antes del descanso, se recuperó y llegó a hacer sufrir a la grada del Estadio Nacional. El esfuerzo de los peruanos no obtuvo recompensa tras el segundo gol de Vargas, el mismo que le da a Chile la oportunidad de jugar una final en su propio terreno. El partido tuvo todos los elementos del mejor fútbol sudaméricano. Hubo lucha, pasión, emoción, entrega, buenos destellos técnicos y un bonito intercambio de golpes entre dos equipos valientes, que entienden el fútbol como una declaración de ideales.

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A veces, da la sensación de que el peso del Estadio Nacional juega en contra de Chile y beneficia la puesta en escena de su rival, especialmente si se trata de un equipo sin complejos como Perú, al que no le pesa la grandeza del escenario. En el arranque del duelo, la selección peruana supo taponar la salida de balón de Chile y llegó con mayor claridad a la portería rival. En los primeros minutos, a la selección de Sampaoli le agobiaba la posibilidad de caer ante su propia afición. También tuvo miedo la hinchada, sobre todo cuando Farfán remató al palo un servicio de Guerrero.

Frente a un equipo bien posicionado, los chilenos no progresaban en exceso en el juego y sufrían con cada pérdida. A su juego de posesión le faltaba la aceleración final, la misma que le ha convertido en una de las grandes candidatas al triunfo. Pero además de eso, a la selección chilena le costaba recular tras una pérdida y cometió un par de errores llenos de riesgo. Perú supo intimidar en la carrera y encontró en Paolo Guerrero un punto de referencia sobre el que crecer en el partido. El delantero peruano se aproxima a la figura de delantero total: es capaz de oxigenar a su equipo jugando de espaldas, posee recursos para fabricarse él solo una ocasión y tiene facilidad para desmarcarse y ejecutar el remate con eficacia. Guerrero fue una amenaza constante para Rojas y Medel, y se volvió imprescindible para un equipo en inferioridad numérica.

Hasta que llegó la expulsión de Zambrano, la inercia del partido sonreía a Perú. Pero la agresividad del central condenó a la selección de Gareca. Desde muy pronto se vio que Zambrano no podía administrar la tensión del partido. Antes de la roja en el minuto 20, el central había protagonizado dos enfrentamientos con Vidal y Alexis. En la primera, se encaró con Vidal tras proteger el balón. En la segunda, quiso intimidar a Alexis con un manotazo y al árbitro se percató del gesto. Zambrano recibió la amarilla y, poco después, protagonizó una acción temeraria. Con Aránguiz no había tenido ningún roce, pero tampoco fue necesario. Tras haberle arrebatado el balón, Zambrano clavó sus tacos en la espalda del chileno. La acción no admitió ningún tipo de duda y el central peruano enfiló el camino a los vestuarios.

La expulsión de Zambrano cambió por completo la tendencia del partido. Chile consiguió liberarse de la presión y pudo cambiar el ritmo en tres cuartos de campo. Allí irrumpió el 10 chileno, Jorge Valdivia, que apenas había tenido presencia en el partido. El Mago es un futbolista diferente, capaz de cambiar el ritmo de los partidos desde la sutileza de su último pase. No posee grandes recursos físicos, pero ve el fútbol un segundo antes que el resto. Con Valdivia integrado en el partido, Vidal se desplegó, Alexis vivió sus mejores minutos en el partido, Aránguiz llegó a posiciones de remate y Vargas estuvo cerca del gol.

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Perú parecía noqueado tras la expulsión y se refugió en su área, en la que las amenazas se multiplicaban. Valdivia pudo marcar con un disparo de interior y Vidal se llenó de balón en un contragolpe. Aunque fue Vargas el que tuvo las ocasiones más claras para los chilenos. Durante muchos minutos, el delantero parecía sufrir un maleficio ante la portería rival, defendida por Gallese. Sin embargo, después de fallar tres ocasiones, Vargas encontró el alivio del gol en una acción chapucera, en la que pudo haber fuera de juego posicional. Alexis sacó un centro y Aranguíz dejó pasar con maestría. Allí esperaba Vargas, que después de varios intentos, logró marcar con un disparo en semifallo (1-0). Antes del descanso, Chile asfixió a Perú, pero el equipo de Gareca pudo evitar que la distancia aumentara.

En la reanudación, la selección peruana mostró su carácter combativo y su capacidad de supervivencia. Igualó un partido que la superioridad numérica había desnivelado e inquietó con frecuencia a Bravo, gracias al fútbol inteligente de Guerrero, la velocidad del lateral Advíncula y la insistencia de Farfán. Tampoco acertó Chile a lograr la sentencia y el equipo de Gareca se enganchó al partido. Guerrero recibió de espaldas y encontró la carrera de Advíncula por el costado. El lateral llegó a línea de fondo y centró al sitio de Carrillo. Allí llegó antes el defensor Medel, siempre atento, pero esta vez el despeje del chileno no acabó en córner sino en su propia portería (1-1). De nuevo, el silencio se apoderó del Estadio Nacional.

El conjunto de Sampaoli encontró la única fórmula que puede con el miedo en el fútbol: el gol. Y la encontró pronto, tres minutos después del empate peruano. Por primera vez en el partido, Guerrero no aguantó bien un balón. Robó Medel, enrabietado por su responsabilidad en el tanto de Perú, y la pelota le llegó en la frontal a Vargas. El delantero, autor de un gol feo en la primera parte, disparó con saña y situó su lanzamiento en la escuadra peruana, un lugar inaccesible para Gallese. El segundo tanto de Vargas, para el que el partido empezó mal y no pudo acabar mejor, liberó a una afición que verá a su selección en una final de Copa América 28 años después.

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Finalmente, no hubo premio para un equipo luchador, que ha sido la gran revelación del torneo. Su derrota en el “clásico del Pacífico”, lejos de dejar en mal lugar a la selección de Gareca, debe ser un motivo de orgullo para los peruanos. No renunciaron al empate y, pese a tener diez jugadores, acabaron arrinconando a Chile. Al equipo de Sampaoli le falta tranquilidad para dormir los partidos cuando el resultado juega a su favor. Pero no deja de ser un bonito defecto, pues es el reflejo de un planteamiento alegre, que entiende que no hay mejor defensa que conseguir otro gol.

Y esa mentalidad es la que le ha llevado a alcanzar la final en su torneo.

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