El Zaragoza acaba de comenzar su quinta temporada consecutiva en Segunda División. Perdió el primer partido en Tenerife, con la sensación de que completó veinte minutos buenos y de que sobraron el resto. Su afición, acostumbrada ya a las desgracias, encuentra argumentos para ilusionarse en la renovación de su plantilla. Recuerda éxitos de otro tiempo a los más jóvenes, con la esperanza de que vuelvan a repetirse. Añorar lo que fuimos sirve muchas veces para olvidarnos de lo que somos. Y en el Zaragoza actual la única conexión con el equipo que fuimos es Alberto Zapater, el capitán de la plantilla. Zapater estaba presente en algunas de las noches más importantes del club, al menos en las más recientes. Vivió de cerca la final de Montjuic, participó en la remontada en la Supercopa de España ante el Valencia y jugó frente al Real Madrid en el mítico 6-1. La temporada pasada fue el único futbolista incuestionable para la Romareda. No es para menos. Llegó tras casi dos años de inactividad, con unas rodillas que anunciaban su final. Durante la semana era habitual verle apartado del grupo, ejercitándose en solitario. Pese a todo, jugó más minutos que nunca en el Zaragoza y mostró el compromiso de siempre; fue el sexto futbolista más utilizado de la categoría. En los momentos de mayor incertidumbre de la temporada, cuando peligraba la salvación, pedía la palabra. Zapater asumió el papel de escudo del club ante la crítica. Tampoco olvida que el mismo club que ahora le considera su portavoz más fiable, le maltrató en 2009, cuando tuvo que irse entre lágrimas. Tras pasar por el Genoa, el Sporting de Portugal y el Lokomotiv, se produjo su regreso. La razón por la que volvió a su ciudad, por la que protege al club es la misma que le convierte en un futbolista especial: es un tipo que quiere y siente al Zaragoza.
Zapater regresó al Zaragoza casi al mismo tiempo que Cani. Los dos planearon su vuelta con las mejores intenciones, pero el curso de la temporada fue decepcionante. Cani acabó cansado, entre futbolistas y técnicos que no supieron comprenderle. Decidió retirarse, a pesar de que por momentos mostró que su talento aún servía para decidir partidos. Zapater resiste una temporada más, como el último eslabón del mejor Zaragoza. El capitán fue tajante cuando se hablaba de la búsqueda de un sustituto para su compañero: «Es muy difícil que venga alguien como Cani». Quizá la complicidad entre los dos futbolistas nazca de sus diferencias. Zapater es un gregario con madera de líder, Cani era un artista, de esos que va y viene en los partidos. Una de las grandes virtudes de Zapater es estar siempre presente, la mejor cualidad de Cani era aparecer en el momento justo. Zapater, que destacó como su guardaespaldas, pretende hacer un último servicio al club de su vida, un guiño al final que Cani no tuvo: “Tengo un sueño que cumplir y lucharé por él hasta el final”.
En un club lleno de incertidumbre, en el que nunca se sabe lo que pasará mañana, hay una certeza: Zapater peleará en cada jugada, en cada disputa por conseguir el ascenso; será el capitán que el Zaragoza necesita. Un año más, Zapater seguirá desafiando al dolor, a la lógica, al tiempo…