COPA AMÉRICA DE CHILE 2015

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La Copa América es el último torneo de la temporada y tiene siempre un aspecto de fin de fiesta devastador. Poco importa que sea invierno en Chile, pues la competición consigue alegrar las noches de verano de los europeos, que trasnochan para ver jugar a Messi, Alexis, James o Neymar. El delicado momento de la FIFA encuentra un salvavidas en una copa desteñida, a la que los futbolistas de primer nivel llegan pasados de forma.

Aunque la calidad del fútbol practicado en Chile pueda ser cuestionada, no hay duda de que la Copa América garantiza una cuota de emoción. Chile avanza con seguridad, una vez que ha perdonado a Vidal su temeridad, Argentina ofrece un juego discontinúo pero se agarra a la bota de Messi, Brasil presume de haberse recuperado de la sanción de Neymar, Colombia quiere mostrar su potencial ante Argentina y Perú aplaude la explosión de Guerrero, autor de un hat-trick ante Bolivia.

1.

La selección chilena parece sentirse cómoda en su propio terreno y ha sido el equipo que mejor fútbol ha practicado hasta el momento. Fue capaz de solventar un partido duro frente a Uruguay, el campeón de la anterior edición, con un futbol alegre y maduro. No pudo evitar el juego de contacto que propone la celeste, y supo sacar ventaja en una acción decisiva del partido: la expulsión de Cavani, que vino precedida de un feo gesto de Jara. Más allá de ese borrón, Chile debió llevarse el partido porque fue el único equipo que buscó la victoria. Uruguay se entregó a su pareja de centrales, formada por Godín y por Jímenez, y permitió el asedio de los chilenos. La paciencia de la roja se vio recompensada con el gol de Mauricio Isla, que llegó tras una bonita asistencia de Jorge Valdivia.

El juego coral y solidario que propone Sampaoli ensalza el fútbol de talento de Valdivia, el quiebro de Alexis y la llegada de Vidal. En semifinales les espera un conjunto trabajado como Perú, que batió con claridad a Bolivia, en el segundo duelo de cuartos de final. Guerrero, un delantero potente que ha hecho carrera en Alemania, será la principal amenaza de la anfitriona.

2.

Argentina sigue siendo la gran candidata al título, pero no ha convencido en ninguno de sus tres partidos. Suele dar mejores sensaciones en las primeras partes, y pierde con facilidad el control del juego. En los últimos minutos, su fútbol se vuelve plano y lento, afectado por el cansancio de sus mediocampistas.  En los tres partidos, jugados ante Paraguay, Uruguay y Jamaica, ha acabado defendiendo su propia portería, después de haber tenido ocasiones para aumentar su ventaja.

La albiceleste sólo ha conseguido cambiar el ritmo de los partidos, con el balón en pies de Messi, que parece concentrar sus esfuerzos en la labor de creación. De momento, el 10 no ha encontrado la inspiración que ha mostrado en Barcelona. Y sigue en busca del primer título con Argentina, el único país que todavía le discute. La picardía de Agüero en las áreas y el juego entre líneas de Pastore son los grandes apoyos de Messi en una selección a la que se le exige el triunfo a toda costa. Martino mostró su preocupación por la dureza de los colombianos y por el terreno que cede la albiceleste en las segundas partes.

El partido de esta noche entre Colombia y Argentina es el más esperado de los cuartos de final. El equipo de Pekerman ha transmitido dudas en la fase de grupos y desea recuperar las sensaciones del pasado mundial. En Colombia, James Rodríguez reclama su liderazgo y pretende firmar su primer gran partido del torneo. Falcao quiere reencontrar la senda del gol, Teófilo garantiza un gran despliegue y Cuadrado espera aprovechar su duelo frente a Marcos Rojo.

3.

En el otro partido de los cuartos, Brasil se medirá a Paraguay, en una eliminatoria interesante, que se ha igualado con la ausencia de Neymar.

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Tras el gran partido inaugural del capitán brasileño, que le situaba como una de las grandes estrellas del campeonato, Neymar fue expulsado ante Colombia. La selección de Dunga despreció la tradición de la canarinha y mostró un juego antiguo y vulgar, sin muestras de una idea que llevó a Brasil a lo más alto. La selección cafetera supo parar a Neymar y en poco tiempo lo sacó del partido. Colombia ganó con gol de Teófilo y Brasil perdió a su mejor jugador. El enfrentamiento de Neymar con el árbitro en el túnel de vestuarios se saldó con una sanción de cuatro partidos, que impide su participación en el resto de la competición.

El seleccionador brasileño entendió que debía variar su esquema si quería sobrevivir en la competición. En el siguiente partido, ante Venezuela, Dunga optó por mezclar a William, Coutinho y Robinho en tres cuartos de campo. Brasil venció, ofreció mejores sensaciones y ganó confianza para afrontar su duelo ante Paraguay. La selección de Ramón Díaz tiene las virtudes y los defectos del clásico equipo sudamericano.  Es un grupo duro e  impulsivo,  que compite cada jugada sin reservas. No da un metro por perdido, sabe reengancharse a los partidos y tiene soluciones con delanteros aguerridos como Santa Cruz y Haedo Valdez.

Al juego de Paraguay le falta improvisación y le sobra dureza. Quizá en esta descripción se puedan proyectar muchas selecciones y la propia Copa América. A pesar de todo, el torneo promete ser un buen entretenimiento veraniego.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: peru.com; foto 2: lexpress.fr

BRASIL: TODO O NADA

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La anfitriona ha llegado a semifinales en un torneo muy importante para el país. Lo ha conseguido gracias a su oportunismo y fortuna, salvando las dudas y el miedo. Brasil derrotó a Colombia en Fortaleza y se medirá a Alemania en Belo Horizonte. Hasta llegar allí ha vivido en una montaña rusa de emociones: no ha convencido en el juego, ha traicionado el estilo histórico de su selección y ha pasado por momentos críticos. Aun así ha llegado al punto de la competición que se le exige.

Ante Colombia mostró sus virtudes y sus defectos. Al inicio fue un equipo muy físico, capaz de arrollar al rival en la disputa y de robarle su identidad. Un combinado que, sin destacar en la asociación, con más músculo que ideas, es capaz de encontrar posiciones de remate. En la segunda parte, Colombia creció en el partido y Brasil se desfondó y tembló. Al final, con sus centrales destacando en las dos áreas, consiguió una victoria balsámica. Acabó dejando dudas en el juego, siendo dominada por la Colombia de Pékerman y la revelación James Rodríguez, capaz de desestabilizar cualquier defensa. Brasil ganó el partido pero sufrió un duro golpe en el minuto 88. Neymar recibió un rodillazo de Zúñiga en el costado en una acción dura que pilló al brasileño desprevenido. El parte médico confirmó los peores presagios: Neymar tenía una fractura en la tercera vértebra lumbar. Y no hay peor noticia para la selección de Scolari, que ha perdido al único futbolista capaz de cambiarle la cara a un equipo plano y triste. Su lesión fue elevada por los medios a la categoría de tragedia nacional. Se distribuyeron fotos e incluso algún video (*) de su novia Bruna Marquezine llorando en el hospital. La estrella, siempre postrado en una camilla, “necesitaba” respiración asistida y su técnico Scolari ha declarado que en el momento de la acción Neymar no sentía las piernas. Aunque la prensa sensacionalista exagere de un modo asombroso, es cierto que la ausencia de su mejor futbolista hace menguar las posibilidades de la selección de Scolari.

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Brasil es un país especial, que se debate entre el ruido de las manifestaciones y el bullicio de un Mundial gris. Es un lugar con tendencias autodestructivas y el fútbol es la debilidad del pueblo. El Mundial es utilizado por el gobierno como una especie de cortina de humo para camuflar sus irregularidades y Neymar es sin duda el ojito derecho de la afición. Por eso lo que es una mala noticia se convierte en una tragedia futbolística para un país que vive con la ansiedad perpetúa de ganar en su terreno. El Maracanazo de Uruguay en 1950 es una sombra constante que parece transmitirse de generación en generación. Y la lesión de Neymar pone a Brasil al borde del precipicio. Lo único positivo que se puede sacar es que el vestuario brasileño, herido en su orgullo, parece unirse ante las adversidades. Ante Alemania deberán apelar al factor emocional y al apoyo de su público.

Las malas noticias no se acaban con la ausencia de Neymar. Thiago Silva tampoco jugará ante Alemania por sanción. Y la del central es una baja tan sensible o más que la del 10. Thiago Silva es el líder de la mejor pareja de centrales del torneo. Es un central limpio, rápido al cruce, bueno en el juego aéreo, muy difícil de rebasar y que parece salir siempre beneficiado de las disputas. Además tiene mucha jerarquía en el juego e impone respeto sobre compañeros y rivales. Sirve de central escoba y puede tapar los huecos que deja su compañero David Luiz, más impetuoso y con mayor facilidad para prodigarse en ataque. Ante la maquinaria alemana sufrirán y es que a Brasil le faltan sus dos pilares fundamentales y el himno no siempre da para ganar partidos.

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Sobre todo si el rival es Alemania, un equipo solvente y difícil de batir. La Mannschaft parece ser la selección que avanza con mayor seguridad en el torneo, aunque ha dejado dudas en momentos puntuales. La lesión de Reus antes del Mundial y el bajo rendimiento de Özil y Götze la han convertido en un equipo previsible. Su propuesta de juego funciona mejor en la teoría que en la práctica. Básicamente porque han heredado los vicios del Barcelona y de la selección española y les falta la brillantez en el juego de sus modelos de imitación. Joachim Löw sigue sin encontrar la estabilidad en el once y cambia el plan del partido en muchas ocasiones. Pero es un equipo pragmático, que necesita poco para ganar partidos. Kroos, Khedira y Schweinsteiger dirigieron ante Francia a una Alemania excesivamente calculadora, que ganó con un remate del gran Hummels. Un equipo que falló a la hora de sentenciar y sobrevivió en los minutos finales gracias a Neuer, que presentó su candidatura a mejor portero del Mundial.

Alemania afronta su cuarta semifinal consecutiva y se enfrenta a su rival en la final del Mundial de Corea y Japón de 2002. En la última de las siete finales disputadas por la selección alemana, Ronaldo le dio el título a la canarinha tras ganarle el pulso al héroe teutón, Oliver Kahn. En aquella ocasión Brasil tenía estrellas en la delantera y no en la zaga. Alemania confiaba entonces gran parte de sus opciones al acierto de su portero.

La seleção desde el mundial de USA 94 se ha ido convirtiendo en un equipo cada vez más defensivo, algo que en este campeonato se ha elevado a su máxima expresión. Más allá de eso, aquellas selecciones (1994, 2002) a veces se libraban de la mano de entrenadores tacaños como Parreira y Scolari. Prometían momentos de grandeza, un punto de unión con su tradición futbolística. Esta Brasil sin embargo se ha desligado de sus predecesoras y da mayor importancia a conceptos como la presión o el choque que a la imaginación o al talento. Ha apostado por un juego intenso, donde las individualidades se reservaban al héroe caído.

Todo lo contrario que Alemania, que ha dejado atrás el juego exclusivamente físico. Y se mide a un Brasil debilitado por las ausencias, que ya no fomenta el juego asociativo. Las tornas han cambiado, ahora Alemania quiere jugar y Brasil prefiere contener.

 

 

Jorge Rodríguez Gascón.

 

(*) La empleada del hospital que grabó las imágenes de Neymar llegando a Urgencias ha sido despedida por distribuir las imágenes y por hacer un gesto en el que parecía mofarse de la gran figura brasileña.

EL CUENTO DE LOS DE SIEMPRE

ANTÓN CASTRO // REGATE EN EL AIRE

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Nada nuevo bajo el sol. Ahí están, a trancas y barrancas, los de siempre: Brasil, que no enamora y ha perdido a su estrella Neymar Jr., Alemania, discontinua y poderos y que avanza y retrocede, con más pesadez que imaginación, sobre el filo de la navaja, y Argentina, insulsa, que se alimenta tan solo del esfuerzo y del sudor de Mascherano y sus gladiadores y de las apariciones de Messi. Ayer, las cámaras le captaron desde arriba, girándose sobre sí mismo como un bailarín y recordó a Maradona en 1986.

De sus botas salió el inicio del de Higuaín, que cazó un gran disparo y amortiguó el camino a la gloria de Courtois. El arquero es bueno, buenísimo, pero tendrá que seguir creciendo con sus compañeros para alcanzar la miel del mundo. En el fondo, esta Bélgica recordó un poco a la de 1986, a la de Jean Marie Pfaff, Gerets, Scifo y Ceulemans, que llegó algo más lejos: hasta semifinales. Los “diablos rojos” son jóvenes y tienen mucho porvenir; parecía que ya aquí iban a presentar oposición a semifinales al menos, pero se arrugaron ante Messi y los albicelestes. Y el que más falló fue Eden Hazard: si estuvo no se le vio. Desapareció entre la maraña de piernas de los argentinos y apenas mostró atisbos de la genialidad y el carácter que se le atribuye.

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Argentina es poca cosa. Pero ¿quién se atreve a cuestionar a un equipo que se arrastra, dormita, se desangra, se parte, está hundido, se vuelve apático, resiste, insiste, se cae, pero siempre puede engancharse a la bota izquierda de Messi? Argentina es casi menos que nada, insisto, está lejos de la entereza y del pundonor del Atlético de Madrid y de Simeone, tien un entrenador que parece desbordado y que no cuenta con el respeto y el cariño de sus pupilos, pero ahí está, en semifinales. Y quizá sepan, o sospechen, que este tiene que ser, ya sin Neymar, el Mundial de Messi. El Mundial que hará a Messi tan grande como Maradona y Pelé y Cruyff. Los argentinos parecen señalados por la suerte. Pese a jugar tan mal podrían vencer.

Sin embargo, muchos aficionados ven a Alemania como favorita. Para mí es otra pradoja. Es un equipo que ha ido solventando sus partidos sin brillo. En realidad, cuando mejor jugó fue contra Portugal. No ha vuelto a aganar con claridad ni convicción. Se le supone más de lo que da. Y algunos de sus futbolistas están, al menos hasta ahora, en una baja forma alarmante, como el antaño finísimo Mesut Özil.

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A Brasil se le han aparecido los dioses antiguos. Y el viernes incluso jugó a su favor el miedo inicial de Colombia. Su inoperancia en el centro del campo y en el ataque es de tal calibre que le han sacado del apuro sus dos centrales: el vulnerable y dado al llanto, quién lo habría dicho, Thiago Silva y el eficaz e impetuoso David Luiz, que marcó de falta. Si Colombia compareció con un rictus de pánico de partida, luego tomó las riendas y buscó el triunfo. Brasil es rocoso, falto de imaginación, practica un fútbol antiguo y sin duende, pero este campeonato, a pesar de os momentos de emoción que ha tenido en las prórrogas y en los penaltis, no llama la atención por su innovación. Es tan gris que recuerda mucho al de México 1986. La pena, la gran pena, es que se ha ido el que quizá sea el jugador más prometedor del planeta: James Rodríguez. Él intentó disparar, buscar a los compañeros, asumió el mando sin arrugarse. El penalti hace justicia a su trabajo, a su clarividencia y a su plasticidad. Quizá gane el título de máximo goleador. Le azuzan Thomas Müller y el propio Messi. En cuanto a la continuidad de juego ninguno de los dos ha estado a su nivel, por lo menos por ahora. Y en Brasil, dos partidos pueden ser todo un mundo, un laberinto o el cuento de la lechera.

 

(*) Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón el 6 de julio de 2014.

NADIE ES MEJOR QUE NADIE

ANTÓN CASTRO // REGATE EN EL AIRE /

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Al Mundial no le falta emoción. Ni fervor religioso ni pasión nacional: el ritual de los himnos explica cómo se vive un torneo así. Ni le faltan esas frases que parecen levantar a un país. Los locutores argentinos, tan desmesurados, repiten aquello de “no nos morimos aquí. No nos morimos”, tras su lance con Suiza. Y el presidente uruguayo Mujica, que vive en un rancho, habla de “la manga de viejos hijos de puta” de la FIFA por la sanción a Luis Suárez. En el Mundial la emoción se revela de muchas formas: nadie es superior a nadie, nadie es favorito sin bajar del autobús y los choques, en su mayoría, se resuelven con suspense en los últimos minutos, en la prórroga o en los penaltis. El portero es de una pasta especial (lo decía Camus, Nabokov, Chillida…), es un elemento determinante: no tanto por su genialidad o por su capacidad de pararlo tanto (Neuer, Keylor Navas, Howard…), sino por su sensatez (Claudio Bravo, por ejemplo), y ahí reina un hombre tranquilo y largo que se llama Courtois. La actuación del portero –a veces puede resultar entre gracioso o patético como Sergio Romero, inferior a todas luces a Willy Caballero- contribuye a darle grandeza a las eliminatorias: pienso en Julio César. Él es uno de los líderes de Brasil: canta y gesticula como si se enfrentase,  en cada choque, a una prueba a vida o muerte. Esta, más que nunca quizá, es una competición de cancerberos.

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El Mundial tiene emoción pero poco juego. Varios equipos habían copiado el modelo español de fútbol hermoso, de toque y posesión, del Barcelona y de Guardiola y ya están fuera: Italia es el ejemplo. Y España también. Y la misma Alemania, que ha calcado el método, anda sobre el alambre. El Mundial, como la liga española o la Champions, revela que ese sistema está en crisis o que el planeta se ha conjurado para neutralizarlo: solo sirve cuando el balón circula muy de prisa, cuando la clase de los jugadores es impresionante y la presión no descansa. En cambio, este Mundial –del espray, del tiempo muerto y del ojo de halcón-, no ha traído novedades esenciales en cuanto a métodos o sistemas, a invención estricta de estrategias del juego. En cambio, sí confirma que los grandes son un poco más pequeños y más tediosos y que los pequeños, con orden, atrevimiento y mucho batallar, son algo más grandes.

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Las figuras también lo son un poco menos. Messi, decisivo, es como mínimo paradójico. Juega y corre menos que nunca, pero si engancha dos o tres buenos balones despierta del tedio y del pánico a su país. Otro tanto sucede con Muller en Alemania: es su jugador más desconcertante e imaginativo y a la vez es un enigma. Holanda avanza gracias a sus tres clásicos, Van Persie, Robben y Snejder. Francia ha resucitado un poco y mejora cuando Benzema, su gran artista, se halla a gusto. Este, por su estado de forma, debiera ser su campeonato. Los jugadores, en general, son ciclotímicos y de veleidosa moral. Se encuentran y se pierden. Se reencuentran y estallan, como le ocurre a Ángel Di María o Hazard, empecinado en ser tan refinado e imprevisible como Enzo Scifo. Por eso, por su equilibrio, por su oficio, por su sentido del gol, reina James Rodríguez. Dicen que es el más grande: quizá no lo sea aún, pero es talentoso, brillante, le acompaña la suerte y parece en estado de gracia. Como el Pelé de 1958. Con todo, Colombia, tan sólida y tan artística a la vez, tan comprometida línea por línea, se enfrentará a un equipo que ya ha acudido al psicólogo: este Brasil sobrecogido de responsabilidad y agobiado por su mal juego. Su propia estrella, tan contagiado de pragmatismo, dice que no están ahí para practicar ‘jogo bonito’ ni la antigua bossa nova del fútbol sino para ganar. La duda es: ¿cómo lo harán?

* Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón el 3 de julio de 2014.

GARRINCHA, EL EXTREMO DEL AMOR

ANTÓN CASTRO // REGATE EN EL AIRE /
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Brasil acaba de presentar su candidatura al título en el estadio Garrincha de Brasilia. Venció a Camerún, en su partido 100, con relativa facilidad y suavizó algunas de las incógnitas de su juego. Sigue agarrada a Neymar, al que se quiere ver en estado de gracia. Brasil ha ganado cinco finales y perdió dos, una, en casa, ante el Uruguay de Obdulio Valera, en la tarde del ‘Maracanazo’, y otra en Francia, en la gran noche de Zinedine Zidane. Se coronó por vez primera en Suecia: allí coincidieron dos jugadores magníficos, Mané Garrincha y Pelé.
Manuel Francisco dos Santos tomó su nombre de un pájaro «feo, veloz y torpe» del Matto Grosso, apodo que le puso uno de sus hermanos. Garrincha encarnó el desorden, la vitalidad, la parranda; Pelé fue un deportista ejemplar y metódico. Garrincha ha sido para muchos el mejor regateador de todos los tiempos, superior a Best o Johnstone, por citar dos ejemplos. Fue un jugador de leyenda, cuya existencia está marcada por la desmesura, las frases inventadas, la vecindad de la miseria y la precocidad. Tuvo doce hermanos, conoció el hambre y a la vez se crió y se formó jugando al fútbol, pescando, cazando y haciendo el amor. Así lo dicen diversos cronistas.
Había sufrido poliomielitis, tenía la columna torcida y una pierna seis centímetros más larga que la otra. Era zambo. Le costó llegar; contó con un informe maravilloso de Djalma Santos que pidió a los responsables de la ‘canarinha’ que lo llamasen porque jamás nadie le había vuelto tan loco como él en un campo de fútbol. El extremo del Botafogo reemplazó en el ataque, en la banda derecha, a Canario, que jugaría en los Magníficos, y maravilló en Suecia.
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Los pupilos de Vicente Feola ganaron en la final 5-2; Pelé lloraba como el niño-adolescente que era en medio de Didí, Vavá, Zagalo, Djalma y Nilton Santos, y Garrincha demostró a todos que era distinto. Recibía, corría la banda, amagaba una y otra vez, desbordaba hacia fuera y realizaba el centro de la muerte a la perfección. Parecía hipnotizar a sus rivales, a los que llamaba siempre Joao. Poseía un gran disparo y un sorprendente cambio de ritmo. Caracoleaba, se detenía y salía disparado. Como un obús. Por eso, y por su candor, lo llamaban «el ángel de los pies torcidos».
Garrincha se casó tres veces. Tuvo catorce hijos. En Suecia se enamoró de la joven Ulf Lindberg y vivieron un romance, del que nacería un hijo, como se sabría muchos años después. Para entonces ya se había casado con Nair. Sin embargo, sería en el Mundial de Chile-1962 donde rindió a su mejor nivel: Pelé se lesionó y fue sustituido por Amarildo, y él jugó a un nivel increíble. Marcó cuatro tantos y ya casi es un lugar común decir que Brasil ganó gracias a él como lo haría Argentina en 1986 merced a la inspiración de Maradona. Garrincha fue elegido mejor jugador del torneo. Se decía que una de las razones de su gran juego, espectacular e incesante, de pura fantasía, fue que se había enamorado de la cantante de samba Elza Soares, que cantó  con Louis Armstrong, y le dedicó sus mejores fintas, sus carreras, la turbadora plasticidad de su rapidez. Garrincha aún jugaría el Mundial de Inglaterra de 1966, pero el equipo cayó en la primera fase. No tardaría en retirarse, víctima de las lesiones.
La gente lo veneraba, lo conocía como «la alegría del pueblo», como reza en su tumba, y recordaba la consigna: «Hay que dársela a Garrincha». Para él sobrevivir al margen del fútbol iba a ser algo durísimo. Sucumbió al alcohol (cerveza y aguardiente) y a otras formas de la miseria, hasta tal punto que murió «pobre, borracho y solo» en 1983, a los 49 años. En mitad de la desesperación, resumió así su condena: «Yo no vivo la vida, la vida vive en mí».
* Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón el 25 de junio de 2014.

El MUNDIAL: RESUMEN DE LA PRIMERA FASE

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La primera fase del Mundial de Brasil ha tenido instantes de brillantez, muchos goles y apariciones de las grandes figuras. La competición avanza impulsada por destellos, por minutos de emoción que interrumpen tramos de juego intrascendente. En este Mundial se pelea cada metro, se arriesga en la disputa y cada balón es importante. Los equipos americanos, aclimatados a la humedad brasileña y sobre todo superiores en intensidad y entusiasmo, están dominando la competición.8 de los 16 equipos clasificados para octavos son del continente americano: Colombia, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Estados Unidos, Costa Rica y México.

La gran mayoría de las figuras están respondiendo y han sabido brillar en Brasil. La anfitriona camina liderada por Neymar, una especie de niño prodigio que tiene que crecer a pasos de gigante en un escenario sin comparación. El brasileño está encantado de que Scolari le dé galones y está cómodo ante los focos. En la canarinha se le ve más suelto que en el Barcelona: está más acertado en el regate, mira más a puerta y tiene el don de la oportunidad. En una situación parecida está Leo Messi, al frente de la selección de un país que vive el fútbol con fanatismo. El 10 argentino ha sido determinante en todos los resultados de la albiceleste, ha marcado en todos los encuentros que ha disputado y parece más implicado e inspirado. La prensa brasileña sueña con un enfrentamiento entre las dos grandes del fútbol sudamericano y Messi y Neymar parecen avanzar en una carrera paralela, casi calcada. Ambos están decidiendo la suerte de equipos poco imaginativos, que dependen demasiado de su inspiración y que han dejado muchas lagunas. Aunque con una gran diferencia entre ambas selecciones: Brasil parece un equipo más sólido y difícil de ganar, con centrales más fiables. Argentina deja más dudas en la zaga y puede sufrir en octavos ante el culebreo del suizo Shaqiri.

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La Alemania de Joachim Löw tampoco ha acabado de convencer. Asombró en el debut ante Portugal mostrando un juego muy coral y eficaz. Müller anotó el primer hat-trick del Mundial, y el centro del campo alemán dio una lección de precisión y rapidez. Desde ese día Alemania ha perdido algo de frescura y ya no parece tan temible. La Argelia de Feghouli calibrará el estado de la mannschaft en octavos de final.

Dos selecciones renovadas en el banquillo se han ganado el cartel de favoritas. La Holanda de Van Gaal, camina con autoridad, después de completar su venganza y humillar a la campeona. Ha sido un equipo muy fiable, que sabe replegarse y buscar la velocidad de sus dos zurdos: Robben y Van Persie. Se enfrentará a un equipo bien trabajado como México, con Gio Dos Santos, Guardado y Chicharito como grandes peligros. La nueva Francia de Deschamps ha sido uno de los equipos más brillantes de la competición, con un mediocampo poderoso en el que se implican Matuidi, Pogba, Cabaye y Valbuena, y un Karim Benzema desatado en la delantera. Su rival en octavos será Nigeria, una selección atrevida pero a la que le falta disciplina.

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En el capítulo de las decepciones destacan España e Italia, como representantes de un estilo de juego que ha sucumbido ante la intensidad y la tensión competitiva de sus rivales. España fue un equipo frágil de moral, sin la frescura necesaria para defender el título. A la Italia de Pirlo y de Prandelli le pesaron los años de sus símbolos y le faltó pegada para culminar una propuesta valiente. Inglaterra, otra de las grandes que ha caído pronto, fue un equipo osado pero inocente. Tiene jugadores de gran futuro pero a los que les falta experiencia para las grandes ocasiones. La Portugal de Cristiano Ronaldo decepcionó desde el principio. A su capitán se le vio ansioso y fallón, enfadado consigo mismo y con sus compañeros. Fue un equipo sin alma, incapaz de ir a por la clasificación cuando Ghana se tambaleaba. Solo Moutinho era capaz de dar algo de criterio al mediocampo portugués.

Costa Rica ha sido la gran sorpresa al conseguir la clasificación, dejando fuera a dos campeonas del mundo: Italia e Inglaterra. Los ticos son un equipo entusiasta en el que destacan los reflejos de Keylor Navas y la finura de Bryan Ruiz. Chile es otra selección con poderío. Fue el verdugo de España y a nadie le sorprende que sea un conjunto con ambición, con capacidad para aspirar a todo. El partido ante Brasil medirá la ilusión de un equipo solidario en el que Vidal dirige, Alexis ejecuta y todos trabajan.

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Colombia, otra de las grandes revelaciones, ha sorprendido con un juego fresco y alegre. Cuadrado desborda por los costados, James Rodríguez inventa y Jackson Martínez define. El zurdo James Rodríguez está siendo uno de los futbolistas de la competición, tiene un manejo de balón exquisito y disfruta en una selección festiva como la colombiana.

Bélgica es otra de las que ha conseguido tres victorias, aunque sin la brillantez que se le suponía en un grupo tan débil. Es un equipo con calidad y juventud, que se mueve al ritmo de Hazard. Tiene una eliminatoria interesante frente a Estados Unidos, un combinado que ha crecido gracias al protagonismo de Dempsey y a la sensatez de Bradley. Uruguay se recuperó del batacazo inicial ante Costa Rica y superó la fase de grupos. Pero una estupidez de Suárez le ha restado opciones en su enfrentamiento ante Colombia. Y ha limitado la ilusión de vivir un nuevo Maracanazo.

En estas dos semanas hemos visto una competición intensa y bonita, en la que han pasado muchas cosas. Está siendo un torneo ofensivo, con más goles que juego. Hay gran igualdad sobre el césped y da la sensación de que cualquier teórico favorito puede ser derrotado por unos aspirantes atrevidos y desvergonzados. El Mundial presenta todos los alicientes para ser un espectáculo emocionante.