La Eurocopa camina entre la emoción y el aburrimiento. Los partidos prometen más de lo que cumplen y se valora más el pulso táctico que el talento. El torneo puede mejorar en semifinales, con dos duelos bien distintos: el primero enfrenta a dos selecciones que buscan su primer título y el segundo mide a dos clásicos del fútbol europeo. Alemania y Francia comparten la condición de candidatas desde hace tiempo. Portugal y, sobre todo, Gales son una irrupción inesperada. En todas las selecciones brilla algún jugador que procede de los equipos de Madrid, protagonistas de la final de Milán hace un mes. Cristiano en Portugal, Bale en Gales, Griezmann en Francia y Kroos en Alemania. A falta de La Roja en el tramo decisivo de la competición, la liga lo considera una pequeña victoria del fútbol español, que pretende reafirmar su éxito en Europa.
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Francia estuvo inspirada frente a Islandia, después de la agonía de la ronda anterior. Esta vez, su victoria llegó ante un combinado que entendía que la modestia era su mejor arma. Islandia se había ganado el favor del público neutral por su simpatía y su concepto voluntarioso del juego. El equipo de Lagerback mostró signos de rebeldía cuando el resultado ya estaba perdido. Poco podía hacer ante el 4-0 inicial de los franceses, que disfrutaban de la explosión de los grandes líderes de su ataque (marcaron Giroud, Pogba, Payet y Griezmann). Sin embargo, el segundo tiempo fue toda una demostración de carácter de los islandeses, empeñados en responder a su apodo de vikingos. El país que más ha seguido el torneo tiene argumentos para estar orgulloso. Islandia logró batir en dos ocasiones a Lloris y jugó sin complejos, con la valentía del que se siente modesto entre los grandes. Su actitud le diferencia de muchos equipos conformistas, que han traicionado su propuesta a menudo. La Bélgica de Wilmots, que tropezó ante Gales cuando tenía todo a favor, sirve como ejemplo.
Si parte del encanto de Islandia reside en su humildad, Francia convenció por su poca compasión ante el que parecía el equipo de todos. La selección de Deschamps valora la oportunidad que se le ha presentado. Con el favor de su público, y con sus estrellas (Griezmann, Pogba y Payet) a pleno rendimiento, la selección está a un paso de repetir éxitos en su terreno, como ya ocurrió en el Mundial 98 y en la Eurocopa del 84. Frente a Alemania se enfrentará a su historia y al que es el equipo más sólido de la competición. La selección francesa recuerda el choque de Harald Schumacher con Battiston y su eliminación en el pasado mundial para preparar su venganza.
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La Alemania de Löw demostró ante Italia que ha venido para ganar. Resolvió en una tanda de penaltis delirante, que premió el acierto final de Jonas Héctor entre un cúmulo de errores (en Italia fallaron Bonucci, Darmian, Pellè, Zaza y en Alemania Schweinsteiger, Müller y Özil). La victoria llegó con fortuna, después de que Italia se aferrara al partido como solo ella sabe hacerlo. El equipo alemán sabía de la capacidad de supervivencia de los italianos. Pero, como era de esperar, no pudo evitar el tanto de Bonucci, que marcó desde los once metros, después de un error extraño de Boateng. En la prórroga, la Mannschaft quiso la victoria y, hasta cierto punto, la mereció. Una de las conclusiones del encuentro, además de que conviene ensayar más los penaltis, es que Alemania nunca debe renunciar a Özil o a Draxler. Los dos le otorgan imaginación a un bloque que se mueve en el terreno de lo esperado. A los de Joachim Löw les cuesta improvisar, viven preocupados de responder ante su fama de equipo fiable. Nadie representa esta tendencia como Kroos, que posee una rara inteligencia artificial. Su fútbol, lejos del área, se vuelve demasiado correcto y meditado. En el otro lado del espejo está Özil, que suele equivocarse. El mediapunta alemán parece irregular y tiene un perfil extraño o melancólico. En ocasiones, se ausenta de los partidos y le falta ambición para despegarse de su marcador. Pero tiene una virtud que compensa todos sus defectos: se ve a sí mismo como un jugador distinto, de esos que no temen los riesgos. Su lectura del juego y de los movimientos de sus compañeros es uno de esos intangibles que pueden ganar partidos. Ante Italia firmó su mejor encuentro en la competición (a pesar de que falló desde los once metros) y se le espera contra Francia, en el duelo del campeonato.
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En la otra semifinal se enfrentan Portugal y Gales, dos equipos que viven su sueño particular. El más inesperado es el de los británicos, que competían por primera vez en un gran torneo. Es un equipo entusiasta, que vive de la carrera de Bale, de la sociedad Ramsey y Joe Allen y de los movimientos de Robson-Kanu. Gales, como ya ha dicho Bale, es todo corazón y orgullo.
La ausencia de Ramsey en Gales será casi tan importante como la de Pepe en Portugal. El central del Real Madrid es el líder en la sombra de la selección. Su intuición en la disputa y sus marcajes han sostenido a su equipo en el torneo. Por eso su lesión se intuye como un factor determinante en las semifinales. La baja por sanción de Ramsey dará mayores responsabilidades a Joe Allen, el mejor intérprete del juego en la selección de Colleman.
El partido es también una gran ocasión para Cristiano Ronaldo y Gareth Bale. Compañeros en el Madrid, líderes de su selección, se medirán en busca de un sueño. Ningún país cree tanto en su estrella como Gales en Bale, que ha guiado al equipo hasta una oportunidad histórica. Para lograrla deberá vencer a Cristiano Ronaldo, que es una amenaza permanente.
Portugal juega para ganar y no le importa si agrada o defrauda. Sabe que la memoria es generosa con el campeón y, de momento, los resultados justifican su propuesta. También la selección de Colleman intuye que está ante una ocasión irrepetible. Portugal abraza el pragmatismo de Fernando Santos y busca un trofeo que siempre se le ha negado. Gales , por su parte, sigue creyendo en los dragones.
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