Cuentos de dragones

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La Eurocopa camina entre la emoción y el aburrimiento. Los partidos prometen más de lo que cumplen y se valora más el pulso táctico que el talento. El torneo puede mejorar en semifinales, con dos duelos bien distintos: el primero enfrenta a dos selecciones que buscan su primer título y el segundo mide a dos clásicos del fútbol europeo. Alemania y Francia comparten la condición de candidatas desde hace tiempo. Portugal y, sobre todo, Gales son una irrupción inesperada. En todas las selecciones brilla algún jugador que procede de los equipos de Madrid, protagonistas de la final de Milán hace un mes. Cristiano en Portugal, Bale en Gales, Griezmann en Francia y Kroos en Alemania. A falta de La Roja en el tramo decisivo de la competición, la liga lo considera una pequeña victoria del fútbol español, que pretende reafirmar su éxito en Europa.

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Francia estuvo inspirada frente a Islandia, después de la agonía de la ronda anterior. Esta vez, su victoria llegó ante un combinado que entendía que la modestia era su mejor arma. Islandia se había ganado el favor del público neutral por su simpatía y su concepto voluntarioso del juego. El equipo de Lagerback mostró signos de rebeldía cuando el resultado ya estaba perdido. Poco podía hacer ante el 4-0 inicial de los franceses, que disfrutaban de la explosión de los grandes líderes de su ataque (marcaron Giroud, Pogba, Payet y Griezmann). Sin embargo, el segundo tiempo fue toda una demostración de carácter de los islandeses, empeñados en responder a su apodo de vikingos. El país que más ha seguido el torneo tiene argumentos para estar orgulloso. Islandia logró batir en dos ocasiones a Lloris y jugó sin complejos, con la valentía del que se siente modesto entre los grandes. Su actitud le diferencia de muchos equipos conformistas, que han traicionado su propuesta a menudo. La Bélgica de Wilmots, que tropezó ante Gales cuando tenía todo a favor, sirve como ejemplo.

Si parte del encanto de Islandia reside en su humildad, Francia convenció por su poca compasión ante el que parecía el equipo de todos. La selección de Deschamps valora la oportunidad que se le ha presentado. Con el favor de su público, y con sus estrellas (Griezmann, Pogba y Payet) a pleno rendimiento, la selección está a un paso de repetir éxitos en su terreno, como ya ocurrió en el Mundial 98 y en la Eurocopa del 84. Frente a Alemania se enfrentará a su historia y al que es el equipo más sólido de la competición. La selección francesa recuerda el choque de Harald Schumacher con Battiston y su eliminación en el pasado mundial para preparar su venganza.

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La Alemania de Löw demostró ante Italia que ha venido para ganar. Resolvió en una tanda de penaltis delirante, que premió el acierto final de Jonas Héctor entre un cúmulo de errores (en Italia fallaron Bonucci, Darmian, Pellè, Zaza y en Alemania Schweinsteiger, Müller y Özil). La victoria llegó con fortuna, después de que Italia se aferrara al partido como solo ella sabe hacerlo. El equipo alemán sabía de la capacidad de supervivencia de los italianos. Pero, como era de esperar, no pudo evitar el tanto  de Bonucci, que marcó desde los once metros, después de un error extraño de Boateng. En la prórroga, la Mannschaft quiso la victoria y, hasta cierto punto, la mereció. Una de las conclusiones del encuentro, además de que conviene ensayar más los penaltis, es que Alemania nunca debe renunciar a Özil o a Draxler. Los dos le otorgan imaginación a un bloque que se mueve en el terreno de lo esperado. A los de Joachim Löw les cuesta improvisar, viven preocupados de responder ante su fama de equipo fiable. Nadie representa esta tendencia como Kroos, que posee una rara inteligencia artificial. Su fútbol, lejos del área, se vuelve demasiado correcto y meditado. En el otro lado del espejo está Özil, que suele equivocarse. El mediapunta alemán parece irregular y tiene un perfil extraño o melancólico. En ocasiones, se ausenta de los partidos y le falta ambición para despegarse de su marcador. Pero tiene una virtud que compensa todos sus defectos: se ve a sí mismo como un jugador distinto, de esos que no temen los riesgos. Su lectura del juego y de los movimientos de sus compañeros es uno de esos intangibles que pueden ganar partidos. Ante Italia firmó su mejor encuentro en la competición (a pesar de que falló desde los once metros) y se le espera contra Francia, en el duelo del campeonato.

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En la otra semifinal se enfrentan Portugal y Gales, dos equipos que viven su sueño particular. El más inesperado es el de los británicos, que competían por primera vez en un gran torneo. Es un equipo entusiasta, que vive de la carrera de Bale, de la sociedad Ramsey y Joe Allen y de los movimientos de Robson-Kanu. Gales, como ya ha dicho Bale, es todo corazón y orgullo.

La ausencia de Ramsey en Gales será casi tan importante como la de Pepe en Portugal. El central del Real Madrid es el líder en la sombra de la selección. Su intuición en la disputa y sus marcajes han sostenido a su equipo en el torneo. Por eso su lesión se intuye como un factor determinante en las semifinales. La baja por sanción de Ramsey dará mayores responsabilidades a Joe Allen, el mejor intérprete del juego en la selección de Colleman.

El partido es también una gran ocasión para Cristiano Ronaldo y Gareth Bale. Compañeros en el Madrid, líderes de su selección, se medirán en busca de un sueño. Ningún país cree tanto en su estrella como Gales en Bale, que ha guiado al equipo hasta una oportunidad histórica. Para lograrla deberá vencer a Cristiano Ronaldo, que es una amenaza permanente.

Portugal juega para ganar y no le importa si agrada o defrauda. Sabe que la memoria es generosa con el campeón y, de momento, los resultados justifican su propuesta. También la selección de Colleman intuye que está ante una ocasión irrepetible. Portugal abraza el pragmatismo de Fernando Santos y busca un trofeo que siempre se le ha negado. Gales , por su parte, sigue creyendo en los dragones.

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La Eurocopa, entre lo imprevisto y lo esperado

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La Eurocopa llega a los cuartos de final y el desenlace se presenta emocionante. El torneo ha dado algunas sorpresas: la derrota de la vigente campeona a manos de Italia, la enésima decepción de Inglaterra o la eliminación de Croacia, que era uno de los equipos que mejor fútbol habían practicado. También han surgido fenómenos absolutamente inesperados como el de Islandia y Galés, dos equipos sin tradición en las competiciones internacionales. En el fondo, son grandes noticias para el fútbol, un deporte acostumbrado a la reafirmación de lo cotidiano. Alemania y Francia responden a su cartel de candidatas. La Mannschaft venció a Eslovaquia en su mejor partido del torneo y Francia descubrió que Griezmann es la mejor solución en los momentos de emergencia. Italia ya ha demostrado que siempre está en la pelea: especialmente en los torneos en los que menos se la espera. El equipo de Antonio Conte se medirá a la campeona del mundo, en uno de esos duelos que bien valen una Eurocopa. Portugal, que pasó con fortuna la fase de grupos, se enfrentará a la Polonia de Lewandowski. Cristiano Ronaldo tiene el camino más sencillo del cuadro y hay ilusión porque pueda guiar a Portugal a la final. Su gran obstáculo en el cuadro puede ser la Bélgica de Wilmots, que ante Hungría mostró todas sus virtudes: el talento de Hazard, la conducción de De Bruyne, la zancada de Carrasco, la amenaza permanente que es Lukaku, el recorrido de Nainggolan, la llegada de Witsel. El técnico Marc Wilmots dirige a una de las mejores generaciones del fútbol belga. Hasta los cuartos, a su equipo se le intuía más fútbol del que mostraba. Quizá su goleada libere a una selección sobre la que se ha llegado a sospechar. Muchos temen que nunca estará al nivel de las mejores predicciones. Al fútbol europeo no le iría mal que Bélgica dejara de ser una promesa interrumpida.

La derrota de España provoca una tristeza inmensa. No solo supone una tímida confirmación del fracaso de Brasil, sino que se intuye el fin de su imperio. La eliminación llegó producto del despiste ante Croacia y de la abdicación del campeón ante Italia. Dio la sensación de que la azzurra tenía más ganas de vencer que la selección de Del Bosque. Visto de otro modo, La Roja no le dio a Italia la importancia que se merecía. Ellos se tomaron el partido como la superación de una barrera psicológica, similar a la actitud que tuvo España hace 8 años, en los cuartos de final de la Eurocopa de Austria. Consumada su venganza, para los supersticiosos Italia pierde opciones por una razón caprichosa: todos los rivales la empiezan a temer. El duelo frente a Alemania, que remite a las leyendas de otro tiempo, es uno de los partidos más atractivos del torneo. En esta ocasión, es la Alemania de Joachim Löw la que quiere ajustar cuentas: nunca venció a Italia en un Mundial o una Eurocopa. El técnico alemán responde como si le asaltara un picor incómodo: “No tenemos un trauma con la selección italiana”. Con las dos selecciones se cumple un requisito histórico: su mejor nivel de juego ha llegado en el tramo decisivo del torneo.

Individualidades

Las aspiraciones de las selecciones se sostienen, en gran medida, en el nivel de sus estrellas. Alemania disfruta de la mejoría de Özil, del juego sosegado de Kroos y del desborde de Draxler. La aparición del joven mediapunta ante Eslovaquía fue una de las grandes noticias de La Mannschaft. Sustituye a Götze, que ha jugado todo el torneo melancólico, como si recordara que está lejos de ser el jugador que fue. En Italia se alegran de la sintonía que tienen sus dos delanteros: Graziano Pellè y Eder. Tan distintos y a la vez tan complementarios. Pellè es la amenaza en el remate y una fórmula de desahogo: su juego de espaldas ofrece grandes soluciones a sus mediocampistas. Eder es un velocista generoso y sacrificado. Tiene el desborde y la intuición de los delanteros pícaros y sabe aprovechar los servicios de Pellè. En Polonia esperan el despertar de Lewandowski. Mientras tanto, se nutren de la llegada constante de Blaszczykowski. Su rival en cuartos, Portugal, se aferra al don goleador de Cristiano Ronaldo y a sus surtidores, Nani y Quaresma.

Galés vive de la carrera y del disparo de Gareth Bale, un héroe para la nación. Arropado por un conjunto trabajador y sólido, la tarea de suministrar buenos balones a Bale es de Aaron Ramsey y Joe Allen. El Expreso de Cardiff es quizá uno de los futbolistas más determinantes de la competición. Su afición le estima tanto que hasta un pequeño pueblo ha cambiado su nombre para que coincida con el de su estrella. Bale, ambicioso, se ha convertido en el portavoz de una selección atrevida: “A la Eurocopa se viene para ganarla, no para jugar tres partidos”. Su rival en cuartos, Bélgica, debe integrar en el partido a Hazard, De Bruyne, Carrasco o Lukaku.

La selección francesa depende de la inspiración de Payet, Griezmann y Pogba. El primero es una de las grandes revelaciones del torneo: Payet encarna el dinamismo, el regate y el disparo. Pogba ofrece despliegue y un amplio repertorio de lujos técnicos. Griezmann es una garantía de peligro y uno de esos futbolistas que poseen un aura especial. Veloz, fino y atrevido, su mejor partido llegó cuando Francia más lo necesitaba. Su zurda es la mejor virtud del anfitrión. Sobre todo, ante una selección solidaria como Islandia, cuya fuerza reside en el grupo y en su resistencia defensiva. La selección del “país del hielo” está escribiendo uno de los relatos más bonitos de la competición. La belleza de Islandia no reside en su fútbol, algo anticuado y rudimentario, sino en la modestia de sus futbolistas y en el ruido de su hinchada. Un país de 333.000 habitantes, con apenas 100 jugadores que viven solo del fútbol, ha encontrado su hueco entre los 8 mejores equipos de Europa. A veces, el deporte es también una aproximación a lo imprevisto.

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Jorge Rodríguez Gascón.

EL CHICO DE ORO

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Mario Götze fue el protagonista inesperado de la final de Maracaná. El alemán es un jugador hábil, astuto y muy fino. Pero llegó al Mundial fuera de forma, lento, sin la frescura que permite marcar diferencias. Mientras Messi, Müller, Toni Kroos o el “Pipita” Higuaín acaparaban los focos antes del partido, Götze esperaba su turno en el banquillo. Al final del encuentro todas las cámaras apuntaron a la sonrisa todavía traviesa y juvenil del mediapunta alemán.

Götze había comenzado la competición siendo titular y era una de las armas de Alemania. La lesión de Reus antes de llegar a Brasil pareció darle más peso en la alineación de Joachim Löw. Jugó en el partido inicial ante Portugal y marcó uno de los cuatro goles de la Mannschaft. Sin embargo, parecía lejos de encontrar el nivel de su temporada en el Bayern y la brillantez de su etapa en el Dortmund. Poco a poco, fue perdiendo presencia en el equipo y su falta de ritmo se hizo evidente. Ante Ghana y Estados Unidos no estuvo acertado y Alemania pareció ganar con lo justo, sin el esplendor del primer encuentro. En octavos de final la selección alemana se enfrentó a Argelia, en un encuentro de ida y vuelta, mucho más igualado de lo que cabría esperar. La selección africana puso en aprietos a Alemania y Götze jugó un partido muy discreto. El futbolista del Bayern es de esos jugadores fríos que poseen un talento innato y que parecen besar los dos extremos del fútbol: el triunfo absoluto o el fracaso más rotundo. Es capaz de decidir el partido en una acción individual y también de desaparecer al menor estornudo.

Ante Argelia, la Mannschaft creció con el paso de los minutos y asestó su golpe definitivo en la prórroga. Pero Götze ya no estaba en el campo y, tras el mal juego de los alemanes en la primera parte, fue uno de los futbolistas señalados por su entrenador. Fue sustituido por el gran secundario de Alemania: André Schürrle, autor además del gol de la victoria ante los argelinos. A partir de ahí Mario Götze fue desapareciendo de las alineaciones y su presencia en los partidos fue testimonial. Jugó siete minutos en la victoria ante Francia y no se vistió en la goleada a Brasil en semifinales.

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En la final inició el partido con una mueca de conformismo, aceptando que el Mundial había llegado demasiado tarde para él. Lucía una sonrisa postiza, consciente de que había jugadores por delante de él en la rotación. Observó desde el banquillo las oportunidades alemanas y las respuestas de Argentina.

El partido se acercaba a la prórroga y Joachim Löw le llamó en el minuto 88. Götze acudió con una mezcla de tensión y desgana. Antes de salir al campo recibió los consejos de Klöse y siguió sus instrucciones. El mediapunta asistió a Schürrle nada más comenzar la prórroga y miró a portería en dos ocasiones. En la primera, estuvo lento y la defensa argentina evitó su remate. En la segunda, disparó desde la frontal con inocencia y languidez. Götze, pese a una buena puesta en escena, empezaba a mirar al suelo y a dar la razón a aquellos que habían perdido la confianza en él.

Pero entonces, en el minuto 113, apareció Schürrle para desbordar a Mascherano. El futbolista del Chelsea ha sido fundamental para Alemania: ha sido capaz de agitar los partidos desde el banquillo, ha marcado goles importantes y ha conseguido asistencias en momentos de máxima tensión. Schürrle dejó atrás a Mascherano y centró al área con precisión. Y ahí estaba Götze, solo ante Romero, casi sorprendido por el apagón general de la defensa albiceleste. Y el joven talento del fútbol alemán no lo iba a desperdiciar. Sin que cayera el balón al suelo, controló con el pecho y puso el balón lejos del alcance del portero argentino. Ejecutó una acción técnica preciosa y consiguió el gol más importante de su carrera. Celebró el tanto como aturdido, casi frotándose los ojos ante un sueño del que nunca se tuvo que despertar.

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El pequeño Götze consiguió el gol de la victoria para la Nueva Alemania de Joachim Löw. Un equipo que ha prescindido de los centímetros [1] en busca de futbolistas técnicos capaces de llevar el ritmo del partido a través de la posesión y del buen trato de balón. Löw ha sabido mezclar la experiencia de sus veteranos con la alegría de sus jóvenes. Una generación liderada por Götze y Reus y que ya en la sub 21 mostró su inclinación por un juego ofensivo. La Alemania de Löw no siempre pudo llevar a cabo su romántica propuesta, y en ocasiones pareció tener menos imaginación de la que dicta su nuevo cartel. Sin embargo, la evolución en la idea de juego es evidente y su apuesta por la combinación le ha dado el trofeo. Para lograrlo, además del cambio en el planteamiento, fue necesaria la aparición de un mago tímido de esos que va y viene en los partidos. El chico de oro, un futbolista descarado en el regate y con facilidad para los grandes momentos.

Cuando ya nadie le esperaba, apareció esa joya a la que Joachim Löw estuvo a punto de renunciar.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

 

[1] No hay más que ver quién es el líder indiscutible de esta selección y uno de los mejores futbolistas de la competición: Philipp Lahm. Desde su 1´70 ha sabido mostrar su jerarquía y adaptarse a las necesidades de su equipo. Cumplió en el mediocentro pero mejoró su rendimiento en el lateral. Desde esa posición es un mal constante para el rival. Se despliega, aparece por dentro y por fuera y centra con peligro.

ALEMANIA SE CORONA EN MARACANÁ

Alemania alcanzó la Copa del Mundo en Maracaná, después de una final vibrante e intensa, en un duelo entre dos gigantes del fútbol mundial.

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Se enfrentaron dos equipos que responden a propuestas distintas: el fútbol de combinación y el poderío de los alemanes, frente al juego precavido de los argentinos, que han ganado partidos a base de concentración y oficio. Se enfrentaba el juego coral de los alemanes a un equipo que ha vivido del trabajo de Mascherano y de las pinceladas de Messi. El 10 se quedó a las puertas de su título soñado y cerró un año lleno de decepciones.

Desde el inicio, el encuentro fue un intercambio de golpes. Alemania quiso dominar el juego pero Argentina esperaba agazapada en la retaguarda. La albiceleste es un equipo que sabe tomarle la medida al rival y en Maracaná estuvo a la altura del escenario. Supo contener el juego interior de los alemanes y la Mannschaft buscó desestabilizar a la selección de Sabella por los costados. Encontró a Lahm por la derecha y el lateral inquietó a la defensa rival con centros envenenados. Los centrales argentinos estuvieron acertados en los despejes y concedieron pocas oportunidades en los primeros 45 minutos.

La selección albiceleste parecía cómoda cuando los alemanes tenían el balón y supieron explotar los espacios que concede su zaga. También por el carril derecho, en el lado débil de los alemanes, Argentina hizo temblar a la Mannschaft. Con Messi presente, Higuaín se ofrecía, Lavezzi quería desplegarse, Mascherano robaba y Garay y Demichelis estaban oportunos al corte. Cuando Messi se conectaba al partido, la albiceleste parecía tener la Copa al alcance de la mano. El argentino hizo un regate en el primer balón que tocó y cada desborde le daba vida a su equipo. Después llegó a línea de fondo, tras retar a Hummels a la carrera, y su centro no encontró rematador. Al filo del descanso bordeó el gol, en una acción personal: volvió a dejar atrás a Hummels y tras medirse con Neuer, Boateng despejó un balón que estaba perdido a pocos metros de la portería. Antes Higuaín había fallado la oportunidad más clara de los argentinos, en un mano a mano ante Neuer, provocado por un error en la cesión de Tony Kroos. El delantero argentino, con todo a favor, disparó muy desviado. Poco después, Messi armó una nueva jugada. Recibió el balón en las inmediaciones del área y abrió a la banda de Lavezzi. El futbolista del Paris Saint Germain centró e Higuaín, en claro fuera de juego, sí que acertó en la definición. El juez de línea levantó la bandera y arruinó la celebración efusiva del delantero del Nápoles.

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Alemania seguía llevando el ritmo en la circulación pero no encontraba el pase definitivo y veía como la defensa de Sabella le robaba espacios. Le costaba crear oportunidades: Müller solo jugaba de espaldas, Klöse llegaba siempre un segundo tarde, ni Kroos ni Schweinsteiger se acercaban a posiciones de disparo y solo los centros de un Lahm persistente parecían hacer temblar a los argentinos. Curiosamente la Alemania que ha destacado por proponer un fútbol más asociativo que sus predecesoras acabó creando mayor peligro (durante la primera parte) en centros laterales o balones aéreos. Justo antes del descanso Kroos puso un córner medido y Howedes remató al palo, en la ocasión más peligrosa de la primera parte. El lateral alemán sufrió por su costado y pudo ser expulsado, pero ganó confianza en el partido y mostró que es un futbolista peligroso en el juego aéreo.

Löw sabe cambiar el plan del partido en función de las necesidades de su equipo. Sus jugadores leen su pizarra con maestría y saben cuando han de elaborar la jugada con cautela y cuando ser más directa. La salida de Schürrle le dio mayor verticalidad al equipo y en la mejor jugada de los alemanes, Romero atajó su disparo. Özil fue creciendo en el partido y le dio a su selección la pausa y la imaginación que necesitaba.

Al descanso Sabella cambió el plan inicial, con la intención de que Messi desequilibrara desde zonas más templadas. Durante diez minutos pareció conseguirlo: la albiceleste disfrutó de oportunidades claras y jugó los mejores minutos de la final. Recordó en esos momentos al primer partido del mundial ante Bosnia. Messi participó como enganche y se plantó ante Neuer en una jugada que pudo cambiar la historia. El 10 disparó desde el flanco izquierdo y quiso ajustar tanto su lanzamiento para salvar a Neuer que el balón se fue rozando el palo. Poco después el portero chocó en una salida temeraria con Higuaín, en una jugada que recordó a la acción entre Harold Schumacher y Battiston en el duelo entre Francia y Alemania de 1982. En esta ocasión, en una decisión confusa, el árbitro señaló falta de Higuaín.

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Alemania se fue estabilizando a través de la posesión y consiguió desconectar a Messi. Los de Löw jugaron con mayor dinamismo y amenazaron al rival en los últimos minutos. Lahm seguía desplegándose, Müller cayó a bandas y surtió de balones peligrosos a Klöse y Schürrle, Özil jugó el mejor partido de la competición y los mediocentros llegaron a las inmediaciones del área. Klöse no acertó en el remate tras un centro de Lahm y Kroos volvió a disparar demasiado blando en una jugada coral alemana. Mascherano volvió a ser el futbolista más importante de Argentina en el encuentro y eso no siempre es buena señal para la albiceleste. (No hemos de olvidar que Mascherano es un futbolista fundamental para la contención pero que no tiene imaginación para orquestar el juego de la albiceleste).

Sabella falló en los cambios y Alemania fue (con más insistencia que brillo) ganado enteros en el partido. Higuaín fue sustituido por Palacio y Sabella dejó a Messi muy solo en ataque. Palacio ha sido un futbolista que no ha aportado soluciones en todo el torneo y que ha fallado ante los porteros. No ha mostrado su supuesta velocidad y le ha faltado inteligencia para entender los servicios del 10. Con Agüero todavía mermado por su lesión, Messi seguía dosificando sus intervenciones y parecía poder cambiar el signo del partido cada vez que recibía. Pero hasta entonces, caminaba en un campo ilustre, con poca intención de intervenir. La selección de Löw fue ganando confianza con el paso de los minutos y antes de la prórroga amenazó al equipo de Sabella, que parecía cada vez más desfondado.

En la prórroga el poderío físico alemán se impuso a una Argentina que, a la espera de un chispazo de Messi, parecía firmar los penaltis. La selección de Joachim Löw se fue a por el partido y Schürrle tuvo una gran oportunidad en el minuto 92. Götze encontró al futbolista del Chelsea en el pico del área y Romero atajó su disparo. Cuatro minutos más tarde Argentina tuvo el gol de la victoria en las botas de Palacio. El delantero se encontró con un balón ante Neuer, tras un mal despeje de Hummels. Pero quiso salvar la salida del portero alemán con una vaselina inocente, que se fue fuera del marco de Neuer.

Con Messi demasiado ausente, la selección de Löw siguió amenazando a Romero. Con un juego cada vez más dinámico, llegó antes que Argentina a la disputa. Y en el minuto 113 Schürrle desbordó a Mascherano y centró desde la izquierda. Demichelis se despistó y recibió Götze. El mediapunta alemán mostró su exquisita técnica con un gran control y con una definición plástica. Fue un gol bonito y definitivo en el mejor momento posible.

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A Argentina se le fue su plan al traste con el gol de Götze y le faltó tiempo y juego para reaccionar. Pudo haber conseguido el empate en un par de ocasiones, pero apareció el gigante Neuer para detener los avances argentinos. El portero alemán recibió el guante de oro y ha sido decisivo. Siempre presente en los grandes momentos, ha sido muy tremendamente difícil batirle.

El partido llegó al final y Alemania levantó la Copa del Mundo 24 años después. Fue el primer europeo en ganar la competición en territorio americano. Persistente en su idea de juego, el fútbol coral de Alemania le otorgó el triunfo ante un equipo intenso y ordenado como el argentino. La albiceleste jugó seguramente el mejor partido de la competición: supo contener a la Mannschaft y disfrutó de las mejores oportunidades en Maracaná. Sin embargo, le faltaron fuerzas en la prórroga y no tuvieron la ambición necesaria para ir sin reservas a buscar al rival. Messi pudo haber declinado la balanza del lado argentino, pero le faltó la puntería en el momento preciso. La baja de Di María, el poco peso de sus secundarios y las ausencias de Messi acabaron por condenar a la selección de Sabella.

La selección de Löw consiguió su cuarto campeonato del mundo apostando por un fútbol elaborado, en el que la asociación es el cimiento de sus triunfos. Y la victoria alemana consagró al equipo que mejor ha jugado en Brasil. La Mannschaft merecía el título por su insistencia en las últimas ediciones de la Copa del Mundo y por el juego desplegado en la competición. Pese a ello, la Alemania que mejor ha tratado el balón dependió en momentos puntuales de la suerte del campeón. La misma fortuna que fue esquiva con Argentina, llevó a Götze y a la selección de Löw a la cima del mundo.

 

Jorge Rodríguez Gascón.

 

 

Foto 1: Matthias Hangst (Getty)

Foto 2: Robert Cianflone (Getty)

Foto 3: Pedro Ugarte (Afp)

Foto 4: Sergio Moraes (Reuters)

 

 

EL CUENTO DE LOS DE SIEMPRE

ANTÓN CASTRO // REGATE EN EL AIRE

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Nada nuevo bajo el sol. Ahí están, a trancas y barrancas, los de siempre: Brasil, que no enamora y ha perdido a su estrella Neymar Jr., Alemania, discontinua y poderos y que avanza y retrocede, con más pesadez que imaginación, sobre el filo de la navaja, y Argentina, insulsa, que se alimenta tan solo del esfuerzo y del sudor de Mascherano y sus gladiadores y de las apariciones de Messi. Ayer, las cámaras le captaron desde arriba, girándose sobre sí mismo como un bailarín y recordó a Maradona en 1986.

De sus botas salió el inicio del de Higuaín, que cazó un gran disparo y amortiguó el camino a la gloria de Courtois. El arquero es bueno, buenísimo, pero tendrá que seguir creciendo con sus compañeros para alcanzar la miel del mundo. En el fondo, esta Bélgica recordó un poco a la de 1986, a la de Jean Marie Pfaff, Gerets, Scifo y Ceulemans, que llegó algo más lejos: hasta semifinales. Los “diablos rojos” son jóvenes y tienen mucho porvenir; parecía que ya aquí iban a presentar oposición a semifinales al menos, pero se arrugaron ante Messi y los albicelestes. Y el que más falló fue Eden Hazard: si estuvo no se le vio. Desapareció entre la maraña de piernas de los argentinos y apenas mostró atisbos de la genialidad y el carácter que se le atribuye.

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Argentina es poca cosa. Pero ¿quién se atreve a cuestionar a un equipo que se arrastra, dormita, se desangra, se parte, está hundido, se vuelve apático, resiste, insiste, se cae, pero siempre puede engancharse a la bota izquierda de Messi? Argentina es casi menos que nada, insisto, está lejos de la entereza y del pundonor del Atlético de Madrid y de Simeone, tien un entrenador que parece desbordado y que no cuenta con el respeto y el cariño de sus pupilos, pero ahí está, en semifinales. Y quizá sepan, o sospechen, que este tiene que ser, ya sin Neymar, el Mundial de Messi. El Mundial que hará a Messi tan grande como Maradona y Pelé y Cruyff. Los argentinos parecen señalados por la suerte. Pese a jugar tan mal podrían vencer.

Sin embargo, muchos aficionados ven a Alemania como favorita. Para mí es otra pradoja. Es un equipo que ha ido solventando sus partidos sin brillo. En realidad, cuando mejor jugó fue contra Portugal. No ha vuelto a aganar con claridad ni convicción. Se le supone más de lo que da. Y algunos de sus futbolistas están, al menos hasta ahora, en una baja forma alarmante, como el antaño finísimo Mesut Özil.

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A Brasil se le han aparecido los dioses antiguos. Y el viernes incluso jugó a su favor el miedo inicial de Colombia. Su inoperancia en el centro del campo y en el ataque es de tal calibre que le han sacado del apuro sus dos centrales: el vulnerable y dado al llanto, quién lo habría dicho, Thiago Silva y el eficaz e impetuoso David Luiz, que marcó de falta. Si Colombia compareció con un rictus de pánico de partida, luego tomó las riendas y buscó el triunfo. Brasil es rocoso, falto de imaginación, practica un fútbol antiguo y sin duende, pero este campeonato, a pesar de os momentos de emoción que ha tenido en las prórrogas y en los penaltis, no llama la atención por su innovación. Es tan gris que recuerda mucho al de México 1986. La pena, la gran pena, es que se ha ido el que quizá sea el jugador más prometedor del planeta: James Rodríguez. Él intentó disparar, buscar a los compañeros, asumió el mando sin arrugarse. El penalti hace justicia a su trabajo, a su clarividencia y a su plasticidad. Quizá gane el título de máximo goleador. Le azuzan Thomas Müller y el propio Messi. En cuanto a la continuidad de juego ninguno de los dos ha estado a su nivel, por lo menos por ahora. Y en Brasil, dos partidos pueden ser todo un mundo, un laberinto o el cuento de la lechera.

 

(*) Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón el 6 de julio de 2014.

ALEMANIA TRITURA A PORTUGAL

Alemania venció con autoridad a Portugal en un encuentro marcado por el calor, por las decisiones arbitrales y por la superioridad de una selección coral como la alemana.

El estadio A Fonte Nove (Salvador de Bahía) fue el escenario de uno de los partidos más esperados de lo que llevamos de Mundial. Alemania, una de las grandes aspirantes al título, se medía a la Portugal de Cristiano Ronaldo.

Con el calor como testigo, Alemania fue una máquina de ingeniería que desarboló en pocos minutos el planteamiento portugués. Paulo Bento buscó asfixiar en la salida de balón a los alemanes y generar peligro al espacio, pero pronto Alemania privó de toda opción a los portugueses. Aún así el combinado portugués tuvo su primera opción tras un despiste de Lahm; el balón le quedó a Cristiano Ronaldo en posición privilegiada pero el portugués no pudo con el gigante Neuer, que envió su disparo a córner. Más allá de este espejismo inicial Alemania consiguió amansar a las fieras portuguesas y las convirtió en gatitos inofensivos. Y lo hizo a través de la posesión, el punto de partida de todo para los chicos de Joachim Löw.

A partir de ahí Alemania fue un rodillo que ganó metros a través de una circulación precisa y fluida. No tardaron en llegar los goles y la superioridad alemana se vio favorecida por algunas decisiones cuestionables y exageradas del árbitro, las de un colegiado severo e injusto que destroza un partido sin contemplaciones.

El primer gol llegó tras una combinación en las cercanías de la frontal; Götze recogió un balón en el área, se revolvió y Joao Pereira le derribó con un leve contacto, suficiente para señalar la pena máxima a juicio del árbitro. Müller se encargó de transformar el penalti y Portugal se derrumbó con pasmosa facilidad. Moutinho y Veloso no estuvieron cómodos, Nani fue más solista que nunca y Almeida estuvo torpe hasta en su lesión. Cristiano, la gran esperanza portuguesa, renunció al juego, se esforzó en llamar la atención del árbitro y acabó pitado por la afición brasileña.

Mientras tanto la máquina alemana se fue engrasando y disfrutó de los espacios que dejaba la débil defensa de Paulo Bento. Özil y Gotze se encontraron, Kroos dirigió el juego y Müller definió. El segundo gol llegó tras un córner magistralmente botado por Kroos y que Hummels remató a la red con poderío. Y para hurgar en la herida portuguesa, Pepe fue expulsado en un lance pueril con Müller. El portugués reclamó de malas maneras (con un ligerísimo cabezazo) a Müller su facilidad para irse al suelo y el árbitro le mandó a la caseta. Sin su máximo estandarte en defensa, Portugal besó la lona con demasiada facilidad y pareció pedir el final del encuentro ya en el descanso.

Germany v Portugal: Group G - 2014 FIFA World Cup Brazil

La segunda parte sirvió para que Alemania se siguiese mostrando como un equipo sobrio, preciso y fiable. Los alemanes disfrutaron de los espacios y se prolongaron en ataque con mucha gente por delante de la pelota, fueron verticales y buscaron la portería de Rui Patricio. Müller, que consiguió el primer hat-trick del Mundial, completó la goleada en dos alardes de oportunismo.

Cristiano desertó y solo calmó su rabia en algún disparo de falta que Neuer detuvo sin problemas. Sus molestias en la rodilla parecen afectarle y no es el líder que su selección necesita. También el trabajo alemán contribuyó a la desaparición de Cristiano y ensalzó a futbolistas que abanderan el nuevo estilo de Alemania: Kroos, Lahm, Götze, Özil o Müller. Löw ha construido un equipo muy competitivo basándose en el Bayern de Guardiola, con quien comparte, además, filosofía futbolística: tiene dos centrales poderosos y con facultades a la hora de sacar el balón como Mertesacker y Hummels, un lateral reconvertido a mediocentro que distribuye y roba como Lahm, posee futbolistas talentosos que inspiran al resto como Kroos, Özil y Gotze, tiene un llegador como Khedira y un finalizador acertado como Müller. Además da la sensación de que el cambio de piezas no afecta al tono general del juego y en el banquillo esperan futbolistas de calidad como Schürle, Schweinsteiger, Draxler o Klose (¿Por qué el míster no le dejó saltar al campo en un partido tan favorable?) que completan una de las selecciones más poderosas.

Alemania se presentó como uno de los grandes favoritos de la competición, al vencer 4-0 a una selección importante. Además el resultado fue corto y pudo ensañarse en mayor medida ante un rival debilitado y cansado, que se derritió en el calor de Bahía.

Alemania es un rival a batir: ha mostrado más virtudes que nadie y ha escondido con maestría sus defectos a través del dominio de la posesión.

Es fácil y sensato creer en esta Nueva Alemania.

 

Por Jorge Rodríguez Gascón.