CASA DE CITAS DE GEORGE BEST

98003603_a_352699b George Best (Belfast, 1946 – Londres, 2005) fue un futbolista genial y único, que dejó un gran legado en el campo y ante los micrófonos. Algunos de sus rivales describieron el juego de Best a través de anécdotas. Graham Williams, defensa del Tottenham Hospur, le dijo a Best en medio de un partido: “Así que este eres tú, ¿eh? He jugado contra ti tres veces y todo lo que había visto de ti era tu culo”. Su compañero en el United, Dennis Law le definió como “el jugador con más talento que he visto en un campo de fútbol”.

Best fue protagonista en los grandes partidos de la Premier. Sus choques contra el Liverpool, el Arsenal o el Chelsea tenían un interés especial. Frente a los blues mantenía un intenso duelo con el perro de presa Ron “Choper” Harris: “Siempre me encargaban la tarea de marcar a George, aunque nunca tuve mucho éxito”. Harris se acuerda especialmente de un partido en el que George Best les marcó el gol del triunfo en un rápido contragolpe. En aquella jugada Harris le dio una patada que puso en peligro el tobillo de Best. Pero Best aguantó el golpe y, tras sortear al portero, marcó el gol decisivo. Desde un estudio de la BBC, el defensa concluye su anécdota: “es el mejor jugador al que tuve que defender en mis 21 años de carrera”.

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El entrenador que le hizo debutar, sir Matt Busby, relativizó la temprana afición de Best por la noche: “En efecto tuvimos algunos problemas con el pequeño individuo, aunque prefiero recordar al genio”. Y profundizó en las virtudes de su juego: “Era capaz de usar los dos pies, e incluso a veces parecía que tuviera seis”. Quienes más sufrieron la espiral autodestructiva del extremo de Belfast fueron sus mujeres. La primera, Angela MacDonald-James, explicó la razón por la que Best no acudía a muchos entrenamientos: “Cada noche se bebe dos botellas de champán con vodka y por la mañana es imposible levantarle para que vaya a entrenar”. Su segunda esposa, Alex Pursey, calibró la decadencia del quinto Beatle: “cuando está borracho, George es el más deplorable, burro e ignorante pedazo de mierda que he visto”.

Sin embargo, nadie habló mejor de él que el propio George Best. No siempre tuvo acierto ni razón en lo que decía, ni siquiera sentido de la realidad o de su propia destrucción. Pero resumió su modo de vida en declaraciones llenas de ingenio que figuran en la memoria colectiva. Algunas reflejan un ideal hedonista: “He gastado mucho dinero en mujeres, alcohol y coches. El resto lo malgasté”. Otras muestran que el extremo tenía un buen concepto de sí mismo: “Si yo hubiese nacido feo, no hubierais oído hablar de Pelé”. Otras son simples frases en las que Best se sirve de un gran sentido del humor: “Un equipo norteamericano me hizo una oferta: ‘Te pagaremos 20.000 dólares el primer año y 30.000 el segundo’. Yo les respondí: ‘de acuerdo, firmaré el año que viene’”.

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Algunas de sus citas más célebres mezclan las grandes pasiones de Best fuera de los terrenos de juego: “En 1969 dejé las mujeres y el alcohol; fueron los peores 20 minutos de mi vida”. En otras repasó sus aventuras con las modelos, una de sus debilidades más famosas: “Hace años dije que si me daban a elegir entre marcar un golazo al Liverpool o acostarme con Miss Universo, iba a tener una difícil elección. Afortunadamente, he tenido la oportunidad de hacer ambas cosas”. “Dicen que me acosté con siete Miss Universo. No lo hice. Fueron solo cuatro. No me presentaron a las otras tres.” O su variante: “La prensa es muy mentirosa. Dicen que me he acostado con 200 mujeres, pero solo fueron 100”.

best drinking Algunas de sus declaraciones son una exhibición velada de su propio alcoholismo, siempre desde un punto de vista divertido e irónico: “Nunca me levantaba por la mañana con la intención de emborracharme, simplemente sucedía”.

“He dejado de beber… pero solo cuando duermo”.

“Tuve una casa junto al mar, pero para ir a la playa tenía que pasar por delante de un bar. Nunca me bañé”.

“Cada vez que entro a un sitio, hay setenta personas que quieren invitarme a beber y yo no sé decir que no”.

En una entrevista en la televisión nacional, Best descartó algunas posibilidades de tratamiento: “Podría ir a Alcohólicos Anónimos, pero creo que sería difícil para mí permanecer en el anonimato. (…) Si les dijese a los alcohólicos: ‘Hola me llamó George y tengo un problema con el alcohol’ me responderían: ‘Si, ya lo sabemos’ ”. Acto seguido profundizó y contó una anécdota de sus visitas a la asociación: “Fui una vez a Alcohólicos Anónimos. Me encontré a un viejo amigo y acabamos brindando por la ocasión”. En la siguiente respuesta George contestó con mayor seriedad: “No tengo nada en contra de Alcohólicos Anónimos, creo que a mucha gente le ha ayudado a dejar la bebida. Solo que no funcionó conmigo”. article-2255603-01D0581C00000578-280_634x547 El genial jugador también dedicaba declaraciones a aquellos a los que la prensa situaba como sus sucesores. Sobre David Beckham comentó: “No chuta con la izquierda, no marca muchos goles, no cabecea ni roba… Aparte de eso, está bien”. Con Paul Gascoigne tuvo una relación especial. Su talento y su afición por la bebida le situaban como el heredero natural de George Best en el fútbol británico. Al comienzo de su carrera a Best le pidieron que aconsejara a Gascoigne. Best respondió con la ironía que le caracterizaba: “Que no beba, que no haga el amor con mujeres y que no disfrute de su vida”. Instantes más tarde, Best se puso serio: “Creo que no soy quién para dar consejos a nadie (…). Solo espero que sepa soportar la presión de los medios y que no le destroce como me destrozó a mí”. Años más tarde, cuando compararon sus carreras, Best concluyó: “No me llega ni a la suela de la botella”. Best habló de Wayne Rooney en plena retransmisión de un partido para Sky Sports: “¿Rooney tan bueno como yo? ¡Qué tontería!”. La única comparación que fue bien recibida por Best fue la de Cristiano Ronaldo: “Ha habido unos cuantos jugadores en estos años a los que se ha llamado el nuevo George Best. Pero con Cristiano Ronaldo, por primera vez, es un halago para mí”.

article-2328969-039023950000044D-144_634x376 Best supo ser un gran crítico de sí mismo: “Estaba enfermo y yo era el único que no lo veía. Nací con un gran don, y eso en ocasiones genera una vena destructiva. Igual que yo quería superar a todo el mundo cuando jugaba, tenía que hacerlo también cuando estaba en la ciudad”. Protagonizó una famosa campaña publicitaria para News of the world en la víspera de su fallecimiento: el periódico publicó una foto con el lema “Don´t die like me” (No muera como yo). A pesar de eso, su único remordimiento, según declaró en 1981, no tenía nada que ver con sus excesos: “Tiré un penalti contra el Chelsea en 1971 y el hijo de puta de Peter Bonetti me lo paró. Ojalá se lo hubiera tirado por el otro lado”. Al fin y al cabo, Best había logrado su gran objetivo: “Mi mayor meta es que mi padre pensara que fui el mejor y lo piensa”.

Meses antes de morir concedió una entrevista a una radio irlandesa. En ella le preguntaron cuál era la clave para batir a grandes porteros como Gordon Banks, al que le marcó un célebre gol en Wembley. Con evidentes signos de enfermedad, George Best respondió: “El secreto es que era más rápido que él. Y lo sigo siendo”.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: The Times.  Foto 2: http://img.blogs.es/1001experiencias/wp-content/uploads/2013/02/George-Best1.jpg. Foto 3: fifa.com. Foto 4: Daily mail. Foto 5: Daily mail. Foto 6: Getty images.

The Busby Babes: GEORGE BEST

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Se cumplen nueve años del fallecimiento de George Best, uno de los grandes extremos de la historia del fútbol. Fue un jugador con carisma y talento, que contribuyó a la formación de la era mediática del deporte: “Yo saqué el fútbol de las páginas traseras y lo puse en las portadas de los periódicos”. Vivió sus mejores años de jugador en Old Trafford y fue uno de los símbolos de la reconstrucción del Manchester United. Después de conquistar la Copa de Europa y el Balón de Oro, su carrera se fue apagando en equipos con poco cartel. Murió a los 59 años, tras una vida llena de excesos.

George Best nació en un humilde barrio de Belfast, el 22 de mayo de 1946, en medio del conflicto que dividió a católicos y protestantes. Su afición por el fútbol comenzó en los barrizales de Cregagh, marcando goles en porterías improvisadas. De ahí surgió una forma de jugar espontánea, basada en la imaginación, el don del regate y una frescura casi desafiante. Best no perdió esa insolencia en sus años de profesional y él mismo se encargó de resumirla: “Si perdía el balón era un insulto personal y lo quería recuperar. Sí, señor, me fastidiaba mucho que me lo quitaran, porque era mi balón” (…) “Siempre me han preguntado por qué me costaba tanto pasar el balón. Lo cierto es que cuando estaba en forma tenía la sensación de que yo lo podía hacer mejor que cualquier compañero al que se la pasara. Quizá debería haber sido menos egoísta jugando, me habría llevado mejor con mis compañeros”. Matt Busby fue el técnico con el que Best alcanzó sus mayores éxitos. Probablemente porque entendió que su talento no se podía domesticar: “A este chico no hay que tratar de entrenarle. Hay que dejarle solo. Es especial”.

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Durante su infancia, Georgie coqueteó con el rugby, pero pudo más su afición por el fútbol. Esa decisión mostró los primeros signos de un carácter rebelde. Su padre le había recomendado que optara por el rugby, que era un deporte de mayor tradición en Irlanda del Norte. Best no le hizo caso y escogió el fútbol. No le importó tampoco que le rechazaran en el equipo de su barrio, en el que se cuestionaba su débil físico, sin atender a su prodigiosa habilidad. Bob Bishop, uno de los ojeadores del United, no cometió el mismo error. Le vio jugar en un campo de Belfast y le envió a Matt Busby un célebre telegrama: “Creo que te he encontrado a un genio”. George Best se trasladó a Manchester, aunque no tardó en volver a Belfast porque extrañaba a su familia. A los dos días los directivos del United ya le habían convencido de que su sitio era Old Trafford. Esta vez le compraron un pequeño apartamento a la familia y Best se instaló definitivamente en Manchester. En la cantera del United, su generación consiguió grandes logros y fue un reclamo para la afición. Por Manchester se corrió la voz de que un equipo juvenil desplegaba un juego espectacular. Un delgado y veloz extremo, al que apodaban Belfast Boy, era la estrella de una plantilla que llegó a congregar a 5000 aficionados en un partido juvenil.

George Best debutó en First Division a los 17 años, después de foguearse en el filial. Llegó a un equipo inmerso en un proceso de reconstrucción tras el accidente de Múnich. Una plantilla que poseía una vinculación innegable con la generación anterior: el entrenador Matt Busby, el capitán Bobby Charlton, el jugador Bill Foulkes o el técnico asistente Jimmy Murphy eran algunos de los supervivientes del accidente. Y a ellos se sumaron un puñado de jugadores que encarnaban la renovación de un equipo instalado en la melancolía: George Best, Denis Law, John Kidd o Nobby Stiles.

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Bobby Charlton, Denis Law y George Best formaron uno de las grandes tridentes de la historia del fútbol, conocido como la “United Trinity”. Law llegó al equipo en 1962, procedente del Torino después de un traspaso millonario. Un año más tarde se produjo la irrupción de George Best. En la temporada de su debut, el Manchester United conquistó su primer título después de la tragedia de Múnich, una FA Cup. Tardó poco en afianzarse en el equipo títular y en 1965 Best ya era una de las estrellas de la First Division. Era imparable en el uno contra uno, tenía olfato de gol y sabía asociarse. Con sus actuaciones contribuyó a que el Manchester United reconquistara la liga inglesa, ocho años después de su último título.

El joven Best ya conocía entonces las promesas de la noche. Siempre disfrutó de su éxito con las mujeres y exhibió su afición por la bebida: “He gastado mucho dinero en mujeres, alcohol y coches. El resto lo malgasté”. La prensa se beneficiaba de ello y retransmitía con interés sus escándalos: “Debo de ser el único británico que ha aparecido en la portada, en la contraportada y en las páginas centrales de un periódico… el mismo día”. Sin embargo, en el campo sus salidas nocturnas no importaban. Su superioridad era casi insultante; desafiaba a su marcador en un duelo que siempre era desigual. Era un maestro del amago al que nadie podía seguir en carrera. Arrancaba, frenaba y volvía a arrancar, siempre un paso por delante del resto.

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La Copa de Europa seguía siendo el gran objetivo del United en 1965. Best, que tenía entonces 19 años, se presentó al mundo en Lisboa, con dos goles ante el Benfica de Eusebio. Pelé presenció el encuentro en directo y lo definió como la mejor exhibición que había visto de un jugador. Después de aquel partido le bautizaron con un apodo que le acompañó durante toda su vida: el quinto Beatle. Sin embargo, en aquella edición de La Copa de Europa, el Manchester cayó en cuartos de final ante el Milán, el mismo equipo que les eliminó en 1958, pocos meses después del accidente aéreo. Best fue mejorando sus números en las siguientes temporadas hasta lograr 115 goles en los 290 partidos que disputó con el United. Una de sus hazañas más recordadas son los seis goles que le marcó al Northampton en un partido de Copa. Best disfrutaba especialmente en las grandes ocasiones; pedía el balón y no paraba de encarar al rival, con la ambición de quien trata de demostrar su talento en los campos más exigentes.

El Manchester United había ganado dos ligas y una Community Shield cuando se cumplían diez años de la tragedia de Múnich. Y 1968 fue el gran año de George Best. En la edición anterior el equipo había caído en su regreso a Belgrado, ante el Partizán, con George Best lesionado. Al comienzo de aquella temporada, con Best ya recuperado y jugando mejor que nunca, el Manchester afrontaba la competición con enormes esperanzas. Venció al Hibernians escocés, al Sarajevo yugoslavo y al Górnik polaco hasta llegar a semifinales. Se enfrentó al Real Madrid, el gran dominador de los últimos años. Y le venció, después de una remontada de los red devils en el Bernabéu. Tras el 3 a 1 a favor del Madrid en la primera parte, Bobby Charlton y Bill Foulkes consiguieron el empate que clasificaba a los de Busby para la final de Wembley. Se enfrentaban al Benfica de Eusebio y Torres, uno de los rivales favoritos del quinto Beatle, en la catedral del fútbol inglés. Best jugó el partido más importante de su vida y fue de largo el mejor sobre el campo. No le importó el marcaje de Adolfo y Cruz, y decidió el encuentro con un gran gol al comienzo de la prórroga. Bobby Charlton sentenció y levantó la copa que les debía la historia. George Best fue designado mejor jugador de la competición y le otorgaron el Balón de Oro, que entonces premiaba al mejor futbolista europeo del año.

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Best había alcanzado la fama muy pronto y le faltó constancia para dominar el fútbol en los siguientes años. Mantuvo sus dotes de conquistador y sus adicciones y se despreocupó de su estado físico. El United no se renovó y se instaló en un estado de complacencia del que se contagió Best: “Para cuando cumplí los 25, me había dado por pensar que el equipo estaba en declive, y el alcohol empezaba a controlarme la vida. Me pasé tres años de juerga y apostar se convirtió en mi droga”. Los escándalos de su vida privada aumentaron y le costó más marcar diferencias en el campo. El desequilibrio de sus primeros años en el United se redujo a instantes de talento, tan brillantes como fugaces. En 1971 tuvo una pequeña resurrección y logró el Balón de Bronce. Pero, meses más tarde, Matt Busby abandonó el club y sin la protección del técnico, se precipitó la decadencia de Best. En 1974 dejó el Manchester United y se fue a jugar a Irlanda, en el Cork Celtic. Contribuyó a expandir el fútbol en los Estados Unidos y regresó al Fulham en 1976, donde jugó a buen nivel una temporada. Su alcoholismo ya era un problema serio y tras su paso por el Fulham vagabundeó por equipos de segunda fila. Probó fortuna en Escocia (Hibernian, Motherwell), prosiguió su aventura americana (Los Angeles Aztecs, Fortl Lauderdale Strikers, San José Earthquakes y Golden Bay) y jugó en la Segunda División Inglesa (AFC Bournemouth). Regresó a Irlanda del Norte para retirarse en el Tobermore United. Fue jugador-entrenador una temporada y colgó las botas en 1984, después de un famoso partido de homenaje. Cuando el extremo de Belfast se retiró, había jugado 706 partidos como profesional, en los que marcó 254 goles.

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Tras dejar el fútbol su imagen se fue deteriorando. Fue sancionado por conducir borracho en varias ocasiones, protagonizó peleas en alguno de sus clubs, agredió a un policía, acudió a un programa televisión en un evidente estado de embriaguez, fue acusado de malos tratos e intentó suicidarse. También empeoró su estado físico y en 2002 fue sometido a un trasplante de hígado que generó un gran debate en las Islas Británicas. Parte de la opinión pública consideraba que el futbolista irlandés no merecía el trasplante ya que había manifestado su intención de seguir bebiendo. Un año después de la operación se publicaron unas fotografías en las que Best aparecía bebiendo alcohol en uno de sus clubs. En 2005 fue ingresado a causa de una hemorragia interna que acabó con su vida. Best murió el 25 de noviembre en Londres y fue enterrado en Belfast, al lado de la tumba de su madre. Ella también padeció una enfermedad relacionada con el alcohol y murió un año más joven que Best, a los 58 años.

Best forma parte de una larga lista de personajes que alcanzaron la gloria de manera precoz y que descendieron al vacío sin tiempo para disfrutar del éxito. El irlandés tenía tendencias autodestructivas y un sentido puramente lúdico del juego: “Siempre entendí el fútbol como un entretenimiento. Podía hacer disfrutar a la gente, mientras yo me divertía”. Mientras estuvo en la cima se convirtió en el ídolo de una generación que prefería la sonrisa traviesa de George Best al pulmón de acero de Bobby Charlton.

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En una entrevista concedida a la televisión inglesa Best comentó: “Cuando me muera, la basura se olvidará y me recordarán por el fútbol”. El delantero del Liverpool Ian St. John solo se acordó del juego de Best: “Todos éramos futbolistas pero él era especial. Podía hacer cosas espontáneas, jugadas que solo un genio puede hacer”. En su estatua en Belfast hay una placa con una sentencia: “Maradona good, Pelé better; George best”. El extremo de Belfast solo jugó 7 años a gran nivel y no pudo disputar ningún mundial, pero se situó entre los grandes futbolistas de todos los tiempos. En la década de los 60, una generación afortunada de ingleses asistió al nacimiento de Los Beatles en The Cavern y descubrió el asombroso regate de George Best en Old Trafford.

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Por Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: Best celebra su gol en la final de la Copa de Europa en Wembley (Dailymail). Foto 2: El joven Best (livebreathefutbol.com).  Foto 3: El Manchester United celebra el título de liga 1966 /1967 (delanterofalso.com). Foto 4: Best rellena sus copas (Dailymail). Foto 5:  Best recibe el Balón de Oro. En la foto aparece flanqueado por Matt Busby, Bobby Charlton y Denis Law (The Sun). Foto 6: George Best con su hijo en brazos, en su partido de homenaje (The Daily Telegraph). Foto 7: El regate de Best (Dailymail).

The Busby Babes: DUNCAN EDWARDS Y BOBBY CHARLTON

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Duncan Edwards (1936, Dudley – 1958, Múnich) mostró desde su infancia unas condiciones innatas para el deporte. Su predilección era el fútbol y a los 11 años ya destacaba en el Dudley, ante rivales mayores que él. Jack O´Brien, uno de los secretarios del Manchester United, le vio jugar e informó a Matt Busby de que acababa de encontrar a un futbolista único. Le pretendían los grandes equipos del país y Edwards se decantó por el Manchester United, el equipo de su infancia. Le convenció Bert Whalley, uno de los asistentes de Busby, en una visita a su domicilio a las 2 de la madrugada. Edwards formó parte del equipo juvenil y sus cualidades no pasaron desapercibidas. Duncan era un jugador de gran presencia física, que se adaptaba al prototipo de futbolista inglés. Era capaz de organizar al equipo, se desplegaba por el costado izquierdo, robaba balones y llegaba al área con frecuencia. Era además un jugador valiente, capaz de tomar la responsabilidad en los momentos más difíciles. Años más tarde, Bobby Charlton resumió las virtudes de Edwards: “Desde el primer momento vi que podía jugar en cualquier parte y hacer cualquier cosa. Era valiente, tremendo en el tackle, podía hacer pases en largo o en corto y marcar. Cuando llegué al United, Duncan era el único que podía hacer cosas que yo sabía que era incapaz de hacer”.

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Pronto le quedó pequeño el equipo juvenil, con el que conquistó dos FA Cups junior, y, a los 16 años, Busby le hizo debutar en el primer equipo. La afición de los red devils se prendó del chico de Dudley y tres temporadas después de su debut ya llevaba 100 partidos en la First División. A los 18 jugó su primer partido como internacional y se convirtió en el futbolista más joven en vestir la camiseta de la selección inglesa. Su récord se mantuvo intacto hasta la irrupción de Michael Owen en 1998. Era el orgullo del fútbol inglés cuando su carrera se apagó en el accidente aéreo de Múnich. Hasta entonces había sido el líder natural de un equipo que venció en Inglaterra y soñó con Europa. En aquella plantilla coincidió con otra de las grandes promesas de The Busby Babes: Bobby Charlton.

Bobby Charlton (11 de octubre de 1937) era un talento que procedía de Ashington. Su padre trabajaba en una mina y cuatro de sus tíos eran futbolistas. Desde joven alcanzó cierta fama en el condado de Yorkshire por su facilidad para domar el balón. Jackie Charlton, que años más tarde jugaría con él en la selección inglesa, avanzó que el destino de su hermano ya estaba marcado: “Todo el mundo lo conocía en el noreste de Inglaterra. Hacían cola para verle jugar. Nadie me conocía a mí, pero todos le conocían a él. Nunca tuve dudas de que llegaría a la élite del fútbol”.

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Bobby Charlton recuerda con cariño los partidos en Yorkshire. Su padre trabajaba en la minería y él colaboraba como “chico de los recados”. En los descansos que daba la mina organizaban partidos de treinta contra treinta, en espacios muy reducidos. Charlton ha confesado en más de una ocasión que su técnica individual procede de esos partidos interminables, jugados en campos de carbón. A los 15 años le fichó el Manchester United y coincidió en alguna ocasión con Edwards en el equipo juvenil. Bobby debutó a los 17 en la First Division ante el Charlton Athletic, en un partido en el que anotó un doblete. Sorprendió a Old Trafford y se hizo con el mediocampo del United, siempre con vistas a la portería rival. Duncan Edwards ya estaba asentado en el primer equipo y fue un gran apoyo para Bobby Charlton en el vestuario. Aprendió a su lado y entendió las claves de la competición en la élite del fútbol. Quizá las diferencias en el juego de ambos potenciaron la unión de los futbolistas con más proyección de Inglaterra. Las condiciones físicas y técnicas de Edwards le permitían superar a los rivales con cierta facilidad, Charlton generaba ventajas sirviéndose de su manejo de balón.  Le daba sentido al juego, llegaba al área rival y surtía a los delanteros. Edwards era un volante izquierdo, un futbolista de mucho recorrido con dotes de mando. Ganaba las disputas de cabeza y tenía facilidad para marcar. Charlton era una apuesta de futuro, un niño que empezaba a dar frutos entre los grandes. Edwards era un adolescente al que, por su madurez, compañeros y rivales veían como un hombre.

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Entre Edwards y Charlton no tardó en surgir una gran amistad. Hicieron el servicio militar juntos y pedían un permiso para acudir a los partidos durante los fines de semana. Durante aquel año jugaron también en la liga militar, con el mismo éxito que con The Busby Babes. Ambos jugadores tenían muchas cosas en común: procedían de familias humildes y tenían una ética de trabajo similar. Pese a que los dos poseían unas facultades técnicas privilegiadas no tardaron en darse cuenta de que el éxito de su juego se basaba en el trabajo y el sacrificio. El fútbol comenzaba a ser un deporte de masas en Inglaterra y Edwards y Charlton se convirtieron en modelos de conducta. Eran los ídolos de la afición y parecían tener una vida sencilla: no eran famosos por sus  salidas nocturnas ni hacían declaraciones fuera de lugar. Diez años más tarde, la figura del siguiente héroe de Old Trafford, George Best, se alejaría de ese modelo de ciudadano ejemplar que encarnaban Duncan Edwards y Bobby Charlton.

Matt Busby dio entrada a los jóvenes formados en la academia. Tras conquistar la liga de 1952, el relevo generacional que el técnico había planeado fue tomando forma. El Manchester United conquistó la liga en la temporada 1955/1956 con una media de edad de 22 años. En aquel equipo habían ido entrando Roger Byrne, Mark Jones, Eddie Colman, el prometedor Bobby Charlton y el que ya era el líder de aquella plantilla: Duncan Edwards.

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En 1957 revalidaron el título de liga y retaron al Madrid de Di Stéfano, Gento y Kapa en Europa. Tras perder ante los blancos en 1957, se clasificaron para las semifinales en la siguiente edición, después de eliminar al Estrella Roja de Belgrado. El 6 de febrero de 1958 el equipo emprendió el viaje de vuelta a Manchester. El avión que partía de Belgrado se estrelló en una casa abandonada en las cercanías del aeropuerto de Múnich, después de repostar en la ciudad alemana. Murieron 23 personas: 8 jugadores y 15 pasajeros, entre los que se encontraban algunos periodistas ingleses y personal del Manchester United. Bobby Charlton salió despedido y quedó inconsciente tras el impacto. Harry Greg y Bill Foulkes, que formaban parte de la plantilla, le pusieron a salvo y sacaron a algunos heridos del avión. Duncan Edwards estaba entre los más afectados y fue trasladado al hospital Isar der Rechts con múltiples heridas. Algunas de ellas le habían afectado al riñón y era necesario un trasplante. El órgano llegó pero tras la operación surgieron problemas derivados del accidente en otras partes de su cuerpo. Tenía las costillas rotas, lesiones medulares y un pulmón colapsado. Los médicos creían que no duraría más de dos noches. Duncan Edwards luchó durante 15 días en aquel hospital de Múnich. Murió el 21 de Febrero de 1958, a los 21 años, y fue despedido por más de 5000 personas en su funeral en Dudley.

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Bobby Charlton se recuperó y fue la pieza angular de la reconstrucción del Manchester. Conquistó la Copa de Europa diez años más tarde, fue el líder de la Inglaterra que consiguió la Copa del Mundo y fue galardonado con el Balón de Oro en 1966. Sir Alex Ferguson, el técnico que dirigía al Manchester en 2008 y otro de los emblemas del club, definió al inglés: “Cuando pienso en los grandes deportistas que han mantenido un proceder correcto a lo largo de su carrera, el primer y mejor ejemplo que me viene a la cabeza es Bobby Charlton”.

Charlton es un hombre de un solo club. Sigue siendo el máximo goleador de la historia del United y la FIFA le considera el mejor jugador inglés de todos los tiempos. En la actualidad es el presidente de honor del Manchester United e imparte cada año una charla a los jugadores en la que narra la historia de The Busby Babes. Charlton siempre recuerda la importancia que tuvo la tragedia a la hora de forjar la identidad del club. Cuando se cumplió el 50 aniversario del accidente de Múnich, el Manchester United saltó al campo con la indumentaria que usó el equipo de Matt Busby ante el Estrella Roja de Belgrado, en el partido previo a la catástrofe. Fue en un derbi de Manchester en 2008 y, rápidamente, las cámaras enfocaron a un Bobby Charlton visiblemente emocionado.

En 1968, con la Copa de Europa todavía reciente, Bobby Charlton se acordó de su gran referente: “Duncan Edwards era incomparable. Fue terrible que muriera y sólo puedo explicar a la gente que su adiós fue la mayor tragedia porque era el mejor de todos nosotros. En toda mi vida como futbolista, siempre sentí que podía competir con cualquier jugador. Menos con Duncan. Él era el talento, siempre me sentí inferior a él. Nunca conocí a alguien tan dotado técnicamente y tan fuerte. Duncan tenía una presencia que nos eclipsaba a todos”.

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En sus últimas horas de vida, Duncan Edwards recibió la visita de Jimmy Murphy, el asistente de Matt Busby. Murphy había evitado el accidente porque alternaba su labor de segundo entrenador con la de seleccionador de Gales. Desde Yugoslavia había escogido otro vuelo para acudir a una convocatoria con la selección galesa. Al técnico le dio rabia perderse el viaje de vuelta a Inglaterra, ya que reinaba un ambiente de celebración tras conseguir la clasificación en Belgrado. Después de la tragedia, se hizo cargo del equipo hasta que Busby se recuperó por completo.

Cuándo Jimmy Murphy entró en la habitación encontró a Edwards en medio de un sueño agitado. De pronto, Duncan Edwards se despertó y le preguntó: “¿A qué hora jugamos el próximo fin de semana contra los Wolves? No me puedo perder ese partido”.

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Por Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: Bobby Charlton en primer plano y una foto de Duncan Edwards al fondo, en la presentación del libro Duncan Edwards, The Greatest.  (dailymirror)

Foto 2: Duncan Edwards realiza un saque de banda. (the telegraph). 

Foto 3: Bobby Charlton juega con unos niños en su Ashington natal. (dailymirror).

Foto 4: The Busby Babes se fotografían en un desplazamiento por Europa. En la parte derecha de la foto alguien se apoya en el hombro de Duncan Edwards, no es otro que Bobby Charlton (manutd.official)

Foto 5: Imagen del equipo juvenil del Manchester United. En la fila superior, el tercer jugador empezando por la izquierda es Duncan Edwards. Al final de la misma se encuentra Bobby Charlton (footyposters).
Foto 6: Bobby Charlton se recupera del accidente aéreo en Múnich. (dailymirror // getty images).
Foto 7: La estatua que se levantó en honor de Duncan Edwards en su Dudley natal. (manudtalk.com)    

The Busby Babes: MATT BUSBY

matt busby 2Matthew Busby (Orbiston, 1909 – Manchester, 1994) es uno de los grandes personajes de la historia del Manchester United. Dirigió al equipo desde 1945 hasta 1970 y protagonizó la primera época dorada de los red devils. Tras dejar los banquillos fue el presidente del equipo hasta su muerte. A las puertas de Old Trafford hay una estatua que recuerda la importancia del técnico escocés. Bobby Charlton, uno de los jugadores más laureados del fútbol inglés, resumió el método de su entrenador: “Matt Busby no hablaba mucho de tácticas. Hablaba con nosotros individualmente. Siempre esperaba que nos expresáramos y que le diéramos al público algo que no pudiera ver durante la semana. Algo emocionante”.

Paradójicamente, la carrera de Busby como jugador se desarrolló en el Manchester City, el “vecino ruidoso” del United. Consiguió una FA Cup en 1938 y terminó sus días como futbolista en el Liverpool, alternando su labor de jugador con la de entrenador. En 1945 se convirtió en el mánager del Manchester United. Por aquel entonces el club atravesaba una situación difícil. Llevaba sin ganar la First Division desde 1910, llegó a descender de categoría (aunque luego ascendió) y Old Trafford había sido bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial. El equipo tuvo que trasladarse a Maine Road, el campo del Manchester City. A Matt Busby le seducía la idea de reconstruir un club en horas bajas. Su proyecto se basaba en la cantera, en el reclutamiento y la formación de los jóvenes talentos del país. Pidió plenos poderes en todas las facetas del club y se instaló en una pequeña oficina en las cercanías de Old Trafford. Con la ayuda de Walter Crickmer, secretario del club, fundó el Manchester United Junior Atlhetic Club, que sentó las bases de su proyecto. Se dio mucha importancia al equipo juvenil y allí creció una de las mejores generaciones de la historia del fútbol inglés: The Busby Babes. Tres años después de la contratación del técnico escocés, el Manchester consiguió la FA Cup tras derrotar en la final al Aston Villa. En 1952, 42 años después de su último título liguero, los red devils se proclamaron campeones de la First Division. Busby renovó el equipo pese a conseguir el campeonato y empezó a dar entrada a muchos jóvenes de la academia: Roger Byrne, Mark Jones, Eddie Colman y, sobre todo, Duncan Edwards, la mayor promesa del fútbol inglés. Fichó a atacantes como Tommy Taylor y Dennis Viollet, que se estaban haciendo un nombre en primera división, e hizo debutar a Bobby Charlton, toda una institución en Old Trafford en la actualidad. Aquel Manchester era un equipo osado, con hambre de triunfos y mucho talento. Reconquistó la liga en la temporada 1955/1956 y el equipo se reforzó con la llegada de un extremo puro: Liam Whelan. The Busby Babes era un equipo que apostaba por un fútbol vistoso y ofensivo, que sabía explotar la velocidad y la calidad de sus integrantes para llevar el dominio del juego. Su entrenador resumió la grandeza de un equipo joven y atrevido: “Todavía tenían las marcas de la cuna, pero no se les notaba”.

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El Manchester no se conformó con los títulos nacionales y empezó a mirar a Europa. Por aquel entonces el Real Madrid de Di Stéfano dominaba la competición y el Manchester de Duncan Edwards, Bobby Charlton y Roger Byrne se presentaba como una de las alternativas a los blancos. Pero la organización de un torneo novedoso, que se desarrollaba fuera de las fronteras nacionales, generaba dudas en la Federación Inglesa. Un año antes habían prohibido la participación del Chelsea, por la dificultad que suponía cuadrar el calendario de la liga doméstica con largos desplazamientos por el continente europeo. Finalmente, Matt Busby, que creía que el futuro del club estaba en Europa, convenció a los miembros de la Federación. El Manchester United se convirtió en el primer representante del fútbol inglés en la Copa de Europa gracias a la insistencia de Busby.

En su primera participación, el club inglés pasó la fase de grupos. Venció por un escandaloso 12-0 al Anderlech, en la que es, hasta la fecha, la victoria más holgada de los red devils en Europa. Superaron al Borussia Dortmund y al Athletic de Bilbao en una eliminatoria intensa, en la que los de Busby dieron la vuelta al resultado (para ganar 5-4 en el global). Allí les esperaba el Madrid de Di Stéfano y Gento. El vigente campeón mostró su poderío y venció al Manchester United en un bonito enfrentamiento. Tras la victoria por 1 a 3 en Old Trafford, el Madrid contuvo a los red devils en Chamartín (2-2) y logró su segunda corona en Europa. Las crónicas de la época dan a entender que al Manchester United le faltó oficio ante el gran equipo del momento. El Manchester se citó con el Madrid para la siguiente temporada y revalidó el título de liga en Inglaterra, tras vencer al Arsenal en el encuentro decisivo.

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La temporada 1957/1958 debía ser la de la consagración de The Busby Babes. La derrota ante el Madrid hizo madurar a los talentos de la academia y el equipo funcionó desde el principio. Duncan Edwards era el motor del equipo y se le consideraba el mejor futbolista inglés del momento. Le acompañaban Bobby Charlton, un talentoso mediocampista, Roger Byrne, el capitán y líder de la defensa, futbolistas de la cantera como Mark Jones, Eddie Colman o Harry Greg, y los goleadores Tommy Taylor, Dennis Violet o Liam Whelan. En la competición doméstica se midieron con los Wolves en un duelo por el liderato. En la Copa de Europa llegaron a cuartos de final, donde se enfrentaron  con el Estrella Roja de Belgrado. En el partido de ida, en Old Trafford, el Manchester United venció 2-1, en un encuentro igualado y entretenido. En la vuelta se desplazaron hasta Yugoslavia, en medio de un clima adverso, con el césped del Estadio Estrella Roja (conocido como el “Pequeño Maracaná”) completamente helado. Bobby Charlton confesó meses después que era la primera vez que el equipo realizaba un viaje tan largo y que sufrieron como nunca ante un equipo experimentado. En la primera parte el equipo de Matt Busby se puso 0-3, con dos goles de Bobby Charlton y uno de Dennis Viollet. Sin embargo, el Estrella Roja reaccionó tras el descanso. La zaga de los red devils concedió metros y el equipo yugoslavo supo aprovechar las debilidades de los ingleses. Después de dos goles de Bora Kostic llegó el empate de Lazar Tasic en el minuto 82. El Manchester vivió los minutos más largos de la competición pero el marcador no se volvió a mover. Tras sufrir en Belgrado, los de Matt Busby consiguieron el pase a la semifinal ante el Milán.

Y ahí es donde comienza la tragedia. El Manchester United se subió al avión “The Elizabethan” que partía de Belgrado. Hicieron una parada en Múnich para recargar combustible, en medio de una tormenta de nieve. Después de dos intentos el avión no consiguió despegar. Matt Busby consideró que era conveniente salir lo antes posible, para evitar una sanción de la Federación Inglesa, que seguía sin ver con buenos ojos la participación del United en la Copa de Europa. El técnico escocés siempre se arrepintió de aquella sugerencia. En el tercer intento el avión despegó y se estrelló a 300 metros del aeropuerto. Murieron 23 personas, entre ellos 8 futbolistas, 3 técnicos (Walter Crickmer, Bert Whalley y Tom Curry) y 12 pasajeros. Algunos de los futbolistas que fallecieron eran la columna vertebral del equipo: el prometedor Duncan Edwards, el lateral Roger Byrne, el defensor Mark Jones, el extremo Liam Whelan, el mediocentro Eddie Colman y el delantero Tommy Taylor. Los otros dos integrantes de la plantilla que fallecieron fueron los suplentes Geof Bent y David Pegg.

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El Manchester United se presentó 13 días después del accidente a jugar frente al Sheffield Wednesday. Alineó un once lleno de juveniles, con algunos de los supervivientes del accidente, como Harry Greg o Bill Foulkes. El equipo venció en un partido de luto, lleno de homenajes a los fallecidos. La voz de Matt Busby resonó por la megafonía del estadio y sirvió de aliento a los suyos. Meses más tarde, y con más espíritu que fuerzas, el Manchester United consiguió el pase a la final de la FA Cup. Sin embargo, el equipo cayó en Wembley ante el Bolton Wanderers. El Milán los eliminó en las semifinales de la Copa de Europa y el Manchester afrontó un periodo de transición tras la catástrofe. Uno de los supervivientes, Bobby Charlton, se convirtió en el emblema del equipo. Matt Busby estuvo cerca de morir en el accidente y no volvió a dirigir al equipo hasta tres meses después, en el verano de 1958. Durante aquel tiempo se había hecho cargo del equipo Jimmy Murphy, su fiel asistente. Busby sopesó su retirada pero sentía que estaba en deuda con sus Babes: “Tengo la certeza de que si la tragedia de Múnich no hubiese sucedido habríamos ganado la Copa de Europa aquel año”.

El técnico escocés planificó la reconstrucción del equipo. Se volvió a servir de la cantera y en menos de una década orquestó otro gran equipo, con las cicatrices de Múnich todavía abiertas. Al liderazgo de Bobby Charlton se sumó el talento de George Best y el olfato de Denis Law. Aquel equipo se construyó casi íntegramente por jugadores formados en la academia de Busby y en plena madurez consiguió grandes títulos (dos Ligas, dos Community Shield y una FA Cup), incluso más que la primera generación de The Busby Babes. A eso se añadió la conquista del título que más anhelaba, el trofeo que se les escapó en la tormenta de Múnich. Cuando se cumplía una década de la tragedia, en 1968, el Manchester United consiguió levantar la Copa de Europa. Llegó a la final tras derrotar al Madrid de Las Cinco Copas y se midió al Benfica de Eusebio en Wembley. Fue una noche mágica, una de las mejores finales que se recuerdan; un bonito intercambio de golpes en la cima del fútbol europeo. George Best y Bobby Charlton resolvieron en la prórroga y los campeones dedicaron la victoria a las víctimas de Múnich. Los autores de los goles (Bobby Charlton, George Best y John Kidd) reflejaban el éxito de la idea de Matt Busby, pues todos ellos se habían formado en el equipo juvenil del Manchester United.

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Matt Busby, el arquitecto de todo aquello, resumió el sentimiento de los aficionados:

“Cuando Bobby levantó la copa me purifiqué interiormente. Me quité el peso y la culpabilidad de haber ido a Europa. En ese momento sentí que se había hecho justicia”.

Busby se acordó entonces de la oficina en la que se instaló a su llegada a Manchester: “En esa pequeña oficina no había ni mucho espacio ni tiempo para soñar, pero si algo hice allí fue soñar”. Old Trafford está situado en la actualidad en Sir Matt Busby Way. Al estadio, en un homenaje encubierto de Bobby Charlton al técnico escocés, se le conoce con un bonito sobrenombre:  “El teatro de los sueños”.

Por Jorge Rodríguez Gascón.

Foto 1: The Telegraph 

Foto 2: BBC

Foto 3: bleacherreport.com

Foto 4: 101greatgoals.com

Foto 5: Daily Mail

(*) El texto forma parte de una serie de artículos dedicada a The Busby Babes.

LOS MAGOS DE ARGUINEGUÍN: DAVID SILVA

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David Silva (Arguineguín, Gran Canaria, 1986) es el segundo talento del pueblo, un fino enganche zurdo. Tiene rasgos orientales que proceden de los antepasados asiáticos de su madre. Su padre, canario, es responsable de la seguridad de Mestalla. Silva mostró pronto su obsesión por el balón y a los 8 años se desplazó al pueblo vecino, Maspalomas, para jugar en el benjamín del Ud San Fernando. Volvió a su Arguineguín natal y coincidió con Aythami, el tercer futbolista profesional del pueblo. El joven Silva forjó su talento en una vivienda con vistas al puerto. Era un chico tímido e introvertido que solo pensaba en el fútbol. A los 14 años llegó el Valencia para ficharlo y el canario se desplazó a la ciudad del Turia. Sufrió la ausencia de su familia pero se formó en las categorías inferiores durante tres años. Y conquistó el campeonato de España de categoría cadete. Realizó una prueba con el Real Madrid y lo descartaron por su tamaño.

A los 18 años fue cedido al Eibar y debutó en Segunda. Su equipo quedó 4º y estuvo cerca de lograr el ascenso. El joven Silva mostró (en una liga complicada) su zurda exquisita y su capacidad para ser un jugador combativo. Un jugador generoso en el esfuerzo colectivo. Su año en el Eibar le valió una nueva cesión y su debut en Primera. Y ganó un Europeo sub 19 en Suiza (2004).

Aterrizó en Balaídos y volvió a exhibir su calidad. Debutó con el Celta de Vigo frente al Málaga y jugó 34 partidos en su primer año. Marcó 4 goles y el Valencia le recuperó en 2006. El canario llegaba para coger el testigo de Aimar, que se había marchado al Zaragoza. Quique Sánchez Flores le dio galones y en Valencia encontraron a un futbolista de gran proyección. Con una conducción plástica y una visión privilegiada. Consiguió 10 goles y 5 asistencias entre todas las competiciones, en su primera temporada. Silva se asoció con Villa y sirvió a Morientes en un equipo que cumplió los objetivos. La apuesta por el de Arguineguín salió bien y rindió 4 años a gran nivel en Mestalla.

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En 2007 el equipo vivió un año complicado. Llegó a estar en la zona de riesgo de la clasificación, con problemas internos tras la llegada de Koeman. Pero recuperaron el rumbo y cerraron a lo grande una temporada extraña venciendo la Copa del Rey. El canario fue fundamental en la reacción de su equipo y en la final ante el Getafe. A su sociedad con Villa, se unió Mata. Un futbolista del mismo corte: zurdo, creativo y de técnica depurada. En las dos siguientes temporadas superó una operación de tobillo y mejoró sus números con el Valencia.

Con la selección española fue convocado por primera vez en noviembre de 2006. Luis Aragonés le puso a jugar y la roja conquistó la Eurocopa en 2008 completando un torneo soberbio. Silva firmó una actuación memorable en la semifinal ante Rusia. Se asoció con futbolistas de su estilo como Xavi e Iniesta y surtió de balones a los delanteros Villa y Torres.                                                                                                 En Austria se formó un equipo que dominó en las siguientes citas internacionales, con el control de la posesión como bandera. Llegó el Mundial de Sudáfrica después del mejor año de Silva en el club valencianista. España se tambaleó al principio y cayó en el primer partido ante Suiza. Silva fue el gran sacrificado de la derrota y solo jugó 66 minutos en todo el torneo. Se convirtió en mártir de manera inmerecida y Del Bosque fue criticado por ello. El canario no se quejó y disfrutó la victoria aunque no fue decisivo. España ganó el Mundial pero no jugó al nivel de la Eurocopa de Austria y venció sus partidos por un solo gol de diferencia. Aún así el equipo se repuso de la derrota inicial y alcanzó un título histórico, con Iniesta como referente.

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En la Eurocopa de 2012 el de Arguineguín volvió a ser una pieza clave. Fue titular en casi todos los partidos y fue de menos a más en la competición. Culminó su actuación con una gran final ante Italia, en la que España venció por 4-0 y Silva marcó un gol. Del Bosque rectificó y le dio importancia al canario.

Después del Mundial el Manchester City lo fichó en 2010 por 33 millones. El Valencia sufría problemas económicos y Silva abandonó la liga española. Ni el Barcelona ni el Real Madrid apostaron con firmeza por él en un error del que aún se arrepienten. Llegó a un equipo poderoso, con un proyecto ambicioso y futbolistas de renombre. Su entrenador en sus primeras temporadas, Mancini, tardó en darse cuenta de que Silva ponía en marcha el engranaje del equipo. El canario acabó siendo fundamental: asistió a los delanteros, conectó entre líneas, se asoció con Touré y llegó al área. El Manchester City ganó la FA Cup y su equipo fue tercero en liga. Al año siguiente Silva realizó una temporada fantástica. Sus números se dispararon a los 7 goles y 16 asistencias y su juego impresionó en el Etihad Stadium. El Manchester City se proclamó campeón de la Premier League 44 años después en una bonita pugna con el United. Silva fue el futbolista más valorado por la afición y jugó partidos memorables, especialmente ante los red devils. En un equipo en el que el canario creaba, Touré se desplegaba y Agüero ejecutaba. En los dos años siguientes Silva volvió a superar alguna lesión. La temporada pasada estuvo parado varios meses pero cuando regresó siguió siendo protagonista en el City. A sus títulos anteriores sumó una Community Shield y recientemente una Copa de la Liga.

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Silva se ha visto beneficiado por la llegada de Pellegrini este verano y ha incrementado su peso en el equipo. Está realizando una gran temporada y la semana pasada en el Calderón con España fue uno de los destacados. El canario tiene una asignatura pendiente con el Mundial y espera poder redimirse en Brasil.

Silva es un futbolista diferente, de esos que solo se encuentran en Arguineguín. De esos que jugando emocionan. Un genio con un extraño magnetismo con el balón. Silva utiliza la sutileza para hacer lo más sencillo y lo más inteligente. Es un jugador fino, muy estético jugando, que siempre toma las decisiones correctas. Capaz de descargar y encontrar el pase definitivo. Un tímido mediapunta que parece flotar por el campo. En la Premier ha alcanzado el reconocimiento de compañeros y rivales. Pellegrini sabe que su presencia dota de sentido al juego y multiplica las opciones ofensivas del equipo.

Silva ha sido en ocasiones criticado por ser un jugador blando, al que le falta pegada a la hora de finalizar las jugadas. Incluso su abuela se lo dice en ocasiones: «tienes que buscar más el gol, tirar más a puerta, que llegas hasta allí y luego no tiras, mi niño…»[1]. Silva, al igual que Valerón, disfruta dando asistencias casi tanto como cuando marca goles.

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El Manchester City se mide esta noche al Barcelona en un duelo de púgiles heridos. El Barcelona es un equipo deprimido y el Manchester llega dolido tras la eliminación en la FA Cup ante el West Ham. El Barcelona parte con ventaja tras el 2-0 de la ida pero se enfrenta a un equipo peligroso que cree en la remontada. Y que cuenta con un arquitecto del fútbol: el segundo mago de Arguineguín.

Estadísticas de Silva.

Valencia.

2006/2007: 10 goles, 5 asistencias.

2007/2008: 5 goles, 10 asistencias.

2008/2009: 5 goles, 8 asistencias.

2009/2010: 10 goles, 10 asistencias.

Manchester City.

2010/2011: 5 goles, 9 asistencias.

2011/2012: 7 goles, 16 asistencias.

2012/2013: 4 goles, 7 asistencias.

En lo que va de temporada (2013/2014): 5 goles, 8 asistencias.

[1] . Su abuela de Arguíneguin, apodada la tijanera, es una de sus mayores fans. Ve con su marido los partidos una vez acabados, conociendo el resultado, para no sufrir achaques.

Por Jorge Rodríguez Gascón.

LOS MAGOS DE ARGUINEGUÍN: JUAN CARLOS VALERÓN

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Juan Carlos Valerón (Gran Canaria, Arguineguín, 1975) es el primer talento del pueblo, un maestro del último pase al que apodaron el flaco. Jugó en el equipo de su localidad desde niño y llamó la atención de las Palmas, el club que le hizo debutar en 1994. Allí consiguió el ascenso a Segunda al lado de su hermano Miguel Ángel y de dos de sus compañeros en el Deportivo: Turu Flores y Manuel Pablo. Se curtió en Segunda y el Mallorca le dio la oportunidad en Primera. El club balear le fichó en 1997 y Valerón mostró que era un futbolista distinto. Fue traspasado al Atlético pero llegó a un equipo en depresión. Valerón conoció por primera vez la tragedia del descenso en un equipo grande. Tras dos temporadas en el Manzanares el Deportivo lo rescató y allí jugó su mejor fútbol durante 12 campañas.

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Valerón llegó a un equipo que acababa de ser campeón de Liga, un equipo humilde que enamoró y sorprendió a los grandes de España y de Europa. Compartió protagonismo en sus primeras campañas con otro genio: Djalminha. El brasileño era un malabarista descarado e insolente. Y Valerón ya entonces leía el fútbol como nadie, dominaba el espacio y encontraba el pase definitivo. El Deportivo vivió la mejor etapa de su historia. Ganó la Liga (el año anterior a la llegada de Valerón), 2 Supercopas de España y una Copa del Rey, la del centenariazo. En aquel partido, el Deportivo le robó al Madrid el trofeo en su propia fiesta. Antes del encuentro, los blancos preparaban una celebración para conmemorar su centenario y la consecución del título, que ya daban por hecho. Los gallegos se conjuraron, ofendidos por el desprecio del rival y arruinaron la celebración. El Deportivo cambió el guión de una noche soñada para el madridismo. Venció 2-1 con goles de Tristán y Sergio. Valerón dio una clase de fútbol, poniendo la pausa, desbordando y alimentando a los delanteros.

El Deportivo dejó un legado tan valioso como sus títulos. Fue un equipo modesto capaz de plantar cara a los grandes de Europa. Lo hizo en la Copa de Europa, el gran escaparate para los blanquiazules. Consiguió victorias de renombre en Old Trafford, Highbury, El Olímpico de Múnich o San Siro. En ellas, Valerón fue siempre el motor del equipo.

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Un ciclo que acabó en la eliminatoria de semifinales ante el Oporto, que dirigía José Mourinho. El Depor venía de una remontada histórica ante el Milán, en la que Valerón había sido protagonista (marcó un gol y asistió). Pero el Oporto les birló un sueño. El oficio del conjunto portugués y la actuación de Deco pudieron con las ilusiones gallegas y el equipo se quedó a las puertas de la final. Valerón tuvo el gol de la victoria pero Víctor Bahía atajó su disparo. El primer mago de Arguineguín siempre ha sido más feliz dando goles que marcándolos. Respondiendo a una máxima futbolística que dice que un gol hace feliz a una persona y una asistencia a dos.

Valerón era un jugador diferente a todos los demás. Con una finura,  una conducción precisa y una manera de acariciar el balón inconfundible. A veces parecía que caminaba por el campo pero mejoraba la jugada en cada una de sus intervenciones. El balón no era el mismo después de pasar por sus pies. Valerón era uno de esos jugadores que compensa su lentitud de pies con su velocidad de mente. Un mediapunta imaginativo, que veía el fútbol como nadie y conocía el juego como pocos. Sabía cuando debía jugar al primer toque y cuando debía retener el balón y esperar a que surgiese el pase de gol. En esta especialidad, en la asistencia, tal vez sea el mejor de los últimos años. De hecho, Diego Tristán y Makaay fueron pichichis aprovechando sus asistencias.

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Valerón fue 46 veces internacional con España y marcó 5 goles. El canario disputó el Mundial de 2002, al que España llegó con esperanzas. Realizó buenos partidos pero la lesión de su socio Diego Tristán, en los primeros partidos, le perjudicó. No pudimos ver una conexión única en el mejor escenario posible. La selección jugaba entonces a otra cosa, aún no había decidido si era “toro o torero”[1] y las diferencias de estilo perjudicaron a Valerón. España cayó en los polémicos cuartos de final ante Corea y Valerón fue consciente de que había perdido su oportunidad. Del Bosque dijo hace poco tiempo que el juego del flaco encajaría con el de la actual selección española. Es una pena que el cambio de estilo del combinado nacional llegara cuando Valerón estaba en pleno declive, con unas rodillas ya debilitadas.

La carrera de Valerón se vio interrumpida por las lesiones en el mejor momento de su vida. Primero en 2005 una entrada salvaje de Peña, del Valladolid, le tuvo apartado tres meses. Al año siguiente, jugaba ante el equipo que le abrió las puertas de Primera División: el Mallorca. Allí se rompió el ligamento cruzado anterior y siguió su calvario. Fue operado y cuando se preparaba para su regreso, en pretemporada llegó su primera recaída (2007). Valerón era un jugador experimentado y tenía que someterse a una nueva operación. Fue constante y creyó en sus posibilidades de recuperación. Reapareció para jugar frente al Real Madrid pero su rodilla se volvió a partir en un entrenamiento a las pocas semanas. Esta vez se lo tomó con más calma y diversos especialistas examinaron su caso. Realizaron una operación más agresiva el 31 de Marzo de 2007 que consistía en el implante de un injerto de cadáver para reconstruir el ligamento dañado. La operación fue un éxito y los médicos fueron optimistas desde el primer momento. Valerón tenía 33 años y tres operaciones a sus espaldas. Pero no se vino abajo y volvió a los campos de fútbol el 27 de Enero de 2008. Después de eso sus rodillas no volvieron a fallar.

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Las lesiones afectaron al juego de Valerón. El flaco siguió dejando pinceladas de clase pero su radio de acción se redujo. Pese a ello era siempre el futbolista más imaginativo del campo. Su declive físico coincidió con la decadencia del Depor. El equipo coruñes pasó de luchar en las semifinales de Champions a pelear por la permanencia. Cuando la urgencia del descenso acechaba al Deportivo, Valerón daba la cara y asumía responsabilidades. Los gallegos consiguieron salvarse varias temporadas en situaciones límite. Con Caparrós en el banquillo, el equipo se libró tras una segunda vuelta espectacular. Con Lotina también consiguieron la permanencia, pero tras varios años jugando con fuego el Deportivo se quemó en 2012. Perdió la categoría tras un partido dramático frente al Valencia.

El descenso se consumó con Lotina y la cifra de abonados del Deportivo aumentó con el equipo en Segunda División. Valerón se comprometió a devolver al equipo de su vida a la división que merecía. El canario dijo entonces que le hacía la misma ilusión jugar en Segunda con el Deportivo que con la selección española. Realizó una temporada espectacular y, con Jose Luis Oltra en el banquillo, el Deportivo logró el ascenso con cierta antelación. Valerón había devuelto al Depor a Primera, pero fue tentado y jugó una temporada más en el club gallego.

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La temporada fue dura. El Deportivo fue colista durante casi toda la campaña. Parecía descendido en Enero y, en la fase final de la temporada llegó a estar a 8 puntos de la salvación. Entonces llegó Fernando Vázquez al banquillo y el Deportivo se aferró a la permanencia. Valerón fue protagonista de la reacción coruñesa pero el equipo no pudo obrar el milagro. Llegó a la última jornada con opciones pero perdió ante La Real Sociedad, que se jugaba la Champions. Y volvieron a descender, ante la tristeza de toda la afición y del flaco. Valerón apareció en sala de prensa, con la voz más aguda que nunca y, entre lágrimas, anunció su retirada del Deportivo.

La fortuna le regateó en numerosas ocasiones: en el fracaso del Atlético, la derrota ante el Oporto, la eliminación en Corea, sus lesiones de rodilla y finalmente los descensos con el Depor. No consiguió la permanencia un año después del ascenso, el que hubiese sido el final ideal de Valerón en el club gallego. El fútbol es un deporte en el que hasta a los genios se les exige correr más que el rival. Aún así se convirtió muy pronto en ídolo de la afición, en la leyenda del club de su vida: el Deportivo de la Coruña. Una leyenda con aroma a melancolía y grandeza. El flaco fue (y lo sigue siendo) un jugador respetado, apreciado y admirado por todo el fútbol español. Un artista que jugaba a otra cosa.

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Valerón volvió a las Palmas de Gran Canaria, su primer club, y apura su temporada en Segunda. Regresó a Riazor (está vez como visitante) y el público se puso en pie para recibirle. El flaco, abrumado y emocionado, agradeció el cariño de una afición entregada al primer mago de Arguineguín.

Por Jorge Rodríguez Gascón.


[1] Menotti realizó esta afirmación refiriéndose a que España no tenía un estilo definido. Y debía decidir si quería ser toro o torero. A España se le conocía entonces por la furia y ahora se le conoce por el tiki taka.