ALBERTO ZAPATER, EL CAPITÁN NECESARIO

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El Zaragoza acaba de comenzar su quinta temporada consecutiva en Segunda División. Perdió el primer partido en Tenerife, con la sensación de que completó veinte minutos buenos y de que sobraron el resto. Su afición, acostumbrada ya a las desgracias, encuentra argumentos para ilusionarse en la renovación de su plantilla. Recuerda éxitos de otro tiempo a los más jóvenes, con la esperanza de que vuelvan a repetirse. Añorar lo que fuimos sirve muchas veces para olvidarnos de lo que somos. Y en el Zaragoza actual la única conexión con el equipo que fuimos es Alberto Zapater, el capitán de la plantilla. Zapater estaba presente en algunas de las noches más importantes del club, al menos en las más recientes. Vivió de cerca la final de Montjuic, participó en la remontada en la Supercopa de España ante el Valencia y jugó frente al Real Madrid en el mítico 6-1. La temporada pasada fue el único futbolista incuestionable para la Romareda. No es para menos. Llegó tras casi dos años de inactividad, con unas rodillas que anunciaban su final. Durante la semana era habitual verle apartado del grupo, ejercitándose en solitario. Pese a todo, jugó más minutos que nunca en el Zaragoza y mostró el compromiso de siempre; fue el sexto futbolista más utilizado de la categoría. En los momentos de mayor incertidumbre de la temporada, cuando peligraba la salvación, pedía la palabra. Zapater asumió el papel de escudo del club ante la crítica. Tampoco olvida que el mismo club que ahora le considera su portavoz más fiable, le maltrató en 2009, cuando tuvo que irse entre lágrimas. Tras pasar por el Genoa, el Sporting de Portugal y el Lokomotiv, se produjo su regreso. La razón por la que volvió a su ciudad, por la que protege al club es la misma que le convierte en un futbolista especial: es un tipo que quiere y siente al Zaragoza.

Zapater regresó al Zaragoza casi al mismo tiempo que Cani. Los dos planearon su vuelta con las mejores intenciones, pero el curso de la temporada fue decepcionante. Cani acabó cansado, entre futbolistas y técnicos que no supieron comprenderle. Decidió retirarse, a pesar de que por momentos mostró que su talento aún servía para decidir partidos. Zapater resiste una temporada más, como el último eslabón del mejor Zaragoza. El capitán fue tajante cuando se hablaba de la búsqueda de un sustituto para su compañero: «Es muy difícil que venga alguien como Cani». Quizá la complicidad entre los dos futbolistas nazca de sus diferencias. Zapater es un gregario con madera de líder, Cani era un artista, de esos que va y viene en los partidos. Una de las grandes virtudes de Zapater es estar siempre presente, la mejor cualidad de Cani era aparecer en el momento justo. Zapater, que destacó como su guardaespaldas, pretende hacer un último servicio al club de su vida, un guiño al final que Cani no tuvo: “Tengo un sueño que cumplir y lucharé por él hasta el final”.

En un club lleno de incertidumbre, en el que nunca se sabe lo que pasará mañana, hay una certeza: Zapater peleará en cada jugada, en cada disputa por conseguir el ascenso; será el capitán que el Zaragoza necesita. Un año más, Zapater seguirá desafiando al dolor, a la lógica, al tiempo…

Martí Perarnau: “Del juego me interesa todo. Me aburre lo que rodea al fútbol”

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Martí Perarnau (Barcelona, 1955) ha dedicado toda su vida al deporte. Fue atleta olímpico en Moscú 1980, campeón de España en todas las categorías y ostentó el récord nacional de salto de altura (2,21 m). Incluso antes de su retirada, ya mostró que su futuro estaba vinculado al periodismo deportivo. En sus inicios como atleta, tuvo un primer puesto como periodista en el Diario de Barcelona. En 1976 fue el jefe de la redacción deportiva de Mundo Diario. Ha dirigido la sección de deportes de TVE en Cataluña, Radio Barcelona (Cadena SER) y fue el director de comunicación y publicidad de Antena 3 Televisión hasta 1995. También estuvo al mando del centro de prensa de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.

Desde 1995 dirige una productora publicitaria, ha participado en distintos medios y ha creado el espacio digital Perarnau Magazine, que tiene desde 2013 su propia edición en papel: The Tactical Room. En 2011 publicó Senda de campeones (Editorial Córner) que describía la metodología de la cantera del Barcelona. Desde 2013 su carrera está unida a la de Pep Guardiola. Relató el primer año del técnico en el Bayern Múnich en Herr Pep (Editorial Córner, 2013), que alcanzó un gran éxito internacional. Y en 2016 publicó Pep Guardiola. La Metamorfosis (Editorial Córner), en el que hace un recorrido por los años del técnico en Múnich, describe sus puntos de evolución y ofrece un breve esbozo de su llegada a Manchester. Perarnau es testigo directo de las lecciones del técnico y, a la vez, uno de sus grandes confidentes.

Martí Perarnau posee una mirada especial sobre el deporte, alejada del ruido de las tertulias. Le interesan los matices que tienen que ver con el juego, las historias que no se han contado y la vinculación que tiene el deporte con la literatura y el contexto social.

 De Guardiola me fascinó su capacidad inagotable de seguir buscando esa perfección que todos sabemos -por supuesto, él también- que es inalcanzable.

Es en los momentos de mayor dificultad cuando tu propuesta puede salvarte (…) si crees en tu propuesta debes intentar aplicarla precisamente cuando las cosas están más difíciles.

¿Qué es lo que te interesó de Pep Guardiola para seguir su trayectoria tan de cerca? ¿Qué te fascinó de él?

Cuando Pep empezó a entrenar al primer equipo del Barça yo fui bastante escéptico respecto de su rendimiento y así lo mostré en varios artículos, pero también advertía algo especial en aquel inicio lleno de sombras, así que decidí observar con mucha atención lo que llegaría a continuación. Y llegó la que probablemente es la etapa más fructífera y feliz de ningún equipo en la historia. Con todo, ni siquiera conocía a Pep hasta que la oportunidad surgió en Múnich. Me fascinó su capacidad inagotable de seguir buscando esa perfección que todos sabemos –por supuesto, él también– que es inalcanzable. Pep sigue buscando esa perfección a base de trabajar, estudiar, equivocarse, corregir sus errores y seguir trabajando. En esto es infatigable.

Dice Lorenzo Buenaventura que Alemania cambió a Guardiola y Pep cambió Alemania, ¿crees que Inglaterra está cambiando la visión del deporte de Guardiola y que Pep podrá cambiar el contexto del fútbol inglés?

No creo que cambie su visión del deporte, pero sí su aproximación al fútbol. A la fuerza está aprendiendo nuevos factores que influyen en el juego en Inglaterra de un modo mucho más insistente que en otros lugares. En realidad, él fue a la Premier League precisamente a esto: a aprender cosas nuevas. ¿Podrá cambiar Pep el fútbol inglés? Responderé con otras dos preguntas: ¿Ha cambiado el fútbol español tras la etapa de Guardiola en el Barcelona? ¿Aceptó el fútbol alemán los cambios que le propuso Pep desde el Bayern? No tengo unas respuestas concluyentes.

En el libro hay grandes pasajes que describen su relación con Neuer, Xabi Alonso, Alaba, Lahm o Kimmich. ¿Nos puedes hablar de su sintonía con ellos, de lo que les unía y del legado que ha dejado en Alemania a través de sus jugadores?

Se ha sentido muy unido a ellos durante estos tres años en el Bayern. En primer lugar, porque estos jugadores que mencionas –y otros como Robben, Thiago, Coman, Douglas Costa, Boateng, Badstuber, Rafinha…– son muy buena gente, verdaderamente buena gente. Y en segundo lugar, porque Pep es muy sentimental, al contrario de lo que en ocasiones se piensa de él. Le gusta sentirse próximo a los jugadores y en Alemania comprendió que esta proximidad no equivale a correr riesgos en la gestión.

El legado es especialmente emocional o por lo menos eso es lo que yo he detectado cuando he vuelto a Múnich y he hablado con aficionados y periodistas, sobre todo con aficionados. Todos ellos te hablan de lo bien que jugaba el Bayern de Pep, de lo mucho que disfrutaron, de los sentimientos que aquel tipo de fútbol les generó.

¿Cómo estás viendo el primer año de Guardiola en Inglaterra?

Como estaba previsto: con las dificultades de quien ha de adaptarse a una competición que es peculiar y en la que el juego es distinto al que él estaba acostumbrado. Además, la renovación del equipo solo está en la mitad del trayecto. Como explico en el libro, hasta bien entrado 2018 no veremos al auténtico City que proyectaba Pep. Hasta entonces le toca sufrir y resistir.

¿Ves al Manchester City con alguna posibilidad de pelear la Premier al Chelsea de Conte? En el libro se anticipa que es su proyecto más complicado, ¿tienes la sensación de que la dificultad ha superado esos pronósticos iniciales?

Tengo la sensación de que las dificultades que viene sufriendo son acordes con lo que se pronostica en el libro, que por otro lado no son apuestas mías, sino razonamientos a partir de muchas conversaciones con el propio Guardiola y su cuerpo técnico. Ellos entendían que iba a ser una temporada muy difícil y la realidad es prácticamente idéntica a como la imaginaron. En cuanto al Chelsea, su ventaja es tan amplia que cabe decir que su principal rival son ellos mismos. Si mantienen el juego más o menos como hasta ahora serán campeones con todo merecimiento.

Guardiola parece un entrenador inquieto y obsesivo. En el libro haces un inventario de sus formaciones, en total hasta 23 esquemas distintos. ¿Es el cambio y la adaptación a diferentes momentos el motor de la evolución de Guardiola?

Sin duda alguna. Cuando le conocí y tras el primer año en Múnich pensé que lo que movía interiormente a Pep era la pasión, pero después de tres temporadas en su proximidad tiendo a creer que es alguien que se motiva por el cambio, por no quedarse estancado ni quieto, ni contemplativo. Ni siquiera contemplando los éxitos. Al contrario, los saborea un instante y de inmediato busca aquello que es necesario corregir.

En Pep Guardiola. La Metamorfosis describe su relación con Thomas Tuchel, ¿nos puedes hablar de esa amistad tan especial entre los dos entrenadores?

Tuchel se tomó un año sabático en verano de 2015 y lo aprovechó para profundizar en aspectos del juego. Viajó a Múnich varias veces y estableció una amistad muy sólida con Pep, que compartió con él su conocimiento sobre el juego de posición. En la temporada siguiente fueron grandes rivales, pero siguieron viéndose, incluso después de haberse enfrentado en liga. Y aún hoy siguen teniendo una relación constante.

¿Es en los momentos de mayor dificultad cuando Guardiola cree más que nunca en su propuesta?

Es que en los momentos de máxima dificultad es cuando tu propuesta puede salvarte. Cuando la Juventus vencía por 0-2 en el Allianz Arena y el Bayern parecía eliminado de la Champions, es entonces cuando adquiere valor jugártela, meter a un extremo más, alinear cinco delanteros y solo dos defensas y buscar los buenos pases en vez de lanzar balonazos sin ton ni son. Puede salirte bien o mal por cualquiera de las vías, pero si crees en tu propuesta debes intentar aplicarla precisamente cuando las cosas están más difíciles.

¿Cómo de importantes son los personajes que le rodean (Estiarte, Buenaventura, Lillo) en su consideración del juego posicional?

Lillo es una referencia ideológica indiscutible para Pep. Estiarte es su brazo derecho, el hombre en quien puede confiar siempre y bajo cualquier circunstancia. Buenaventura es la pieza que engrana los entrenamientos, un hombre imprescindible en la maquinaria de Pep.

Guardiola siempre busca tipos en el campo que puedan transmitir su idea, ¿crees que Silva puede ser esa prolongación del técnico en el campo?

De momento lo está siendo. Las instrucciones estratégicas de Guardiola en los partidos van siempre dirigidas a David Silva.

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La lesión de Gündoğan ha precipitado el regreso de Yayá Touré, al que se ve en buen estado de forma, ¿crees que el marfileño, una vez reconciliado con su técnico, será importante en el primer año de Guardiola en el City?

De momento, esta recuperación de Yayá Touré para la alta competición parece milagrosa. Le vi en los primeros entrenamientos y francamente jamás habría imaginado que pudiera volver a ser futbolista. No solo por el exceso de peso que tenía, y que era muy abundante, sino por la desgana que parecía desprender. Pero hoy por hoy es un jugador clave en el equipo. Esta recuperación tiene un gran mérito.

¿Qué espera Guardiola de futbolistas con gran proyección, como Kevin De Bruyne, Raheem Sterling o Leroy Sané? ¿Le pide al Kun Agüero que sea un futbolista para las grandes ocasiones?

Tiene una gran fe en estos jugadores jóvenes: Sané, Sterling, Gabriel Jesús más los chicos del filial: Phil Foden, Brahim Díaz, Jadon Sancho, Paolo Fernandes… Hay futbolistas muy prometedores que en dos o tres años pueden ser de primer nivel europeo. De Bruyne ya lo es, es pieza capital en el City. En cuanto al Kun, más que pedírselo Pep creo que es algo de sentido común: Agüero ha de ser más decisivo en los grandes partidos.

Hay algo especial  en el libro, la acumulación de citas y referencias de grandes personajes que trascienden el ámbito del deporte, ¿sirve Guardiola, un tipo con inquietudes más allá del deporte, para realizar un pequeño tratado sobre la vida? ¿Tuviste la deliberada idea de que fuera así?

Fue por casualidad. En el libro de 2014, Herr Pep, empleé algunas frases que me parecían adecuadas, y para La Metamorfosis comencé igual, pero poco a poco creció el número de capítulos y al final hay un número muy grande de ellas. Bueno, globalmente sí dan una cierta concepción del deporte…

¿La metamorfosis de Guardiola pasa por la negación de los dogmas que siempre le han acompañado?

El libro es bastante más que eso, pero es evidente que Pep rompe con muchos dogmas que le acompañaban tras su paso por el Barcelona. Y sobre todo, con las etiquetas que le han puesto, aunque en general se le continúa etiquetando del mismo modo.

Quizás el proyecto del Manchester City sea más largo de lo que todo el mundo imagina…

Tengo la sensación de que los medios creen que su negocio está en la explotación de los sentimientos más viscerales alrededor del deporte. Por lo tanto, glorifican sin recato y crucifican con la misma frivolidad.

Guardiola ha anunciado que el City será uno de sus últimos equipos y a la vez que no será presidente del Barcelona. ¿Hay que tomarlo como una cortina de humo o como un resultado del desgaste mediático?

Ni una cosa ni otra. Pienso que le quedan varios años más como entrenador. Quizás el proyecto del Manchester City sea más largo de lo que todo el mundo imagina…

¿Tienes la sensación de que Guardiola ya no es un personaje que cae tan simpático como en sus inicios? 

Probablemente sea así y probablemente tenga mucho que ver con la cultura del odio que desborda en los medios de comunicación de todas partes. Tengo la sensación de que los medios creen que su negocio está en la explotación de los sentimientos más viscerales alrededor del deporte. Por lo tanto, glorifican sin recato y crucifican con la misma frivolidad. Para ello, nadie mejor que aquellos que están en lo más alto. Naturalmente, esta generalización sobre los medios tiene honrosas excepciones en todas partes.

Tengo una curiosidad: más allá de Guardiola, se ve que vives el deporte de manera apasionada y a la vez lúcida… ¿Qué es lo que te interesa y lo que te aburre del fútbol?

Del juego me interesa todo. Es una actividad deportiva tan rica y poliédrica que nunca puedes abarcarla por completo. Y con una variedad muy interesante de modelos de juego. Me aburre todo lo que rodea al fútbol.

¿Cuál es el sitio de la revista The Tactical Room, el lugar que le buscas o le estás buscando? ¿Cuál fue la idea original y cómo se ha desarrollado hasta convertirse en el trabajo delicado y especial que es hoy?

Es una revista deportiva de formato digital en la que buscamos ofrecer un contenido que se asemeje por calidad al que se encuentra en los mejores libros de literatura deportiva. Es una revista hecha sin prisas, totalmente alejada de los parámetros que manejan los medios de comunicación en la actualidad. Esto presupone que el lector tenga un interés alto por saber y conocer; y que los autores sean buenos especialistas en la materia que tratan. La mayor parte de los lectores son socios anuales que renuevan sus suscripciones desde el año 2013 en que comenzamos el proyecto. Además, contamos entre ellos con abundantes entrenadores o deportistas. Por ejemplo, los cuerpos técnicos de cuatro equipos que están ahora mismo en octavos de final de Champions League la leen.

La idea surge a partir del Perarnau Magazine, que es una web en abierto en la que hemos venido volcando unos 7000 artículos e informes desde 2012. Poco a poco comprobamos que podíamos dar un paso aún mayor en la búsqueda de la calidad en los contenidos y así nació The Tactical Room. Este año 2017 hemos pasado a periodicidad mensual y el volumen de socios y lectores está creciendo de una forma muy notable.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto 1: Loles Vives. Foto 2: Isaac Lluch.

El Zaragoza vence, pero no ilusiona

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La victoria del Zaragoza frente al Oviedo fue una de esas alegrías que invitan a la contención más que al entusiasmo. El equipo venía de sufrir una dolorosa derrota en Cádiz, que nos recordó los peores momentos de nuestra historia más reciente. Y aunque lo único que se pedía era el triunfo, el Zaragoza estuvo lejos de convencer a su público. Venció, pero poco más. No tiene un plan de juego colectivo y siempre da la sensación de estar a merced del rival. El domingo, cuando todo estuvo a favor, tras los goles de Ángel y la expulsión de Verdés, volvió a temer por el resultado. Nos fuimos con el susto en el cuerpo, con la impresión de que el tiempo corría en nuestra contra.

El partido dejó, eso sí, algunas buenas noticias. Probablemente la mejor sea la aparición de Xiscu, que jugó con la soberbia y el descaro de la juventud. A pesar de que Agné le utilizó en un momento de emergencia, no mostró ningún signo de timidez, consciente de que era su gran oportunidad. Se alejó del territorio de lo esperado y jugó con la ambición de los que llegan para quedarse. Tiene algunas virtudes del fútbol callejero y una cualidad que se está perdiendo en la actualidad, la del zurdo que juega en su banda, que mide sus centros y busca los rastros del delantero. Allí apareció Ángel, en su reencuentro con el gol. Marcó dos tantos en un partido absolutamente clave. El Zaragoza necesitaba la victoria para alejarse de los puestos de descenso y estar a dos partidos del playoff, quizá la única aspiración de esta plantilla. Y en un momento de necesidad, Ángel enseñó todas sus virtudes. Es un tipo veloz y voluntarioso, que provoca inquietud en la defensa y que sabe aprovechar los errores del rival. Se ofrece en los costados, pelea por balones que parecen perdidos, se desmarca con acierto y tiene habilidad en la definición. A veces, es fácil tener la sensación de que juega demasiado lejos del área y de que le falta acompañamiento. Quizá con un delantero de referencia, el equipo podría explotar mejor sus virtudes. Pero frente al Oviedo fue el futbolista que el Zaragoza necesitaba.

Si en ataque brilló Ángel, en defensa se hizo grande Marcelo Silva. Es uno de esos zagueros con personalidad, con carácter, que sabe dirigir la defensa e imponerse en las disputas. Probablemente el Zaragoza no sería uno de los equipos más goleados de la competición si hubiese contado todos los partidos con el uruguayo. Su importancia en la plantilla y la valoración de la afición ha crecido en su mes de ausencia. Una señal inequívoca de que es una de las piezas básicas del Zaragoza.

Más allá de eso, el equipo demostró demasiados síntomas de pereza y nerviosismo al mismo tiempo. Cani y Lanzarote, los futbolistas de mayor talento de la plantilla, no fueron constantes en el partido. De su sintonía depende gran parte del brillo del Zaragoza. Y frente al Oviedo, ofrecieron algunos destellos entre largos minutos de anonimato. Cani es la gran esperanza del Zaragoza, el futbolista diferente, el punto de unión entre el equipo que fuimos y el que queremos ser. Frente al Oviedo dejó buenos detalles en los mejores minutos del Zaragoza (el primer cuarto de hora del segundo tiempo) y se apagó en el último tramo del partido. Pareció desfondado, como si el juego le sobrepasara de un modo inevitable. Falló pases impropios de su calidad y llegó tarde a las jugadas. El tanto de falta del Oviedo, obra de Varela, que puso en aprietos al Zaragoza (2-1), llegó precedido de un error de Cani.

Lanzarote merece capítulo aparte: parece jugar en medio de una batalla interna que, últimamente, siempre pierde. Necesita sentirse importante e inspirado, necesita salir bien parado de las primeras acciones para acordarse del futbolista que es. Si no es así, tiene una tendencia preocupante y hasta cierto punto peligrosa, el gusto por el conflicto, por el choque desmedido. Frente al Oviedo, sacó partido de sus guerrillas, tras ser objeto de una patada criminal de Héctor Verdés, que pareció algo similar a un ajuste de cuentas. Pero, a la larga, parece que sus enfrentamientos perjudicarán a su equipo, entre otras cosas porque los árbitros ya conocen sus hábitos.

El final del partido generó un suspiro prolongado en la Romareda. El Zaragoza venció con lo justo, como si despreciara la comodidad de una victoria holgada. Fue un partido entre dos clásicos del fútbol español, que luchan por recuperar una ilusión perdida. Venció el equipo aragonés, que posee una historia y un palmarés que no se ajusta con su situación actual. Su técnico, Raúl Agné, repite que lo único que le interesan son los resultados. Lo cierto es que una liga tan igualada y larga como la segunda división, ofrece muchas oportunidades. Pero da la sensación de que sin una propuesta colectiva, el Zaragoza deja demasiadas cosas al azar en los partidos. Bastián Lasierra, uno de los socios más ilustres del zaragocismo, resumió el encuentro con una de esas frases que mezclan la sencillez y la sabiduría popular: “Lo mejor, el resultado. Lo peor, todo lo demás”.

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Jorge Rodríguez Gascón.

La metamorfosis de Guardiola

Martí Perarnau (Barcelona, 1955) realiza una síntesis de los tres años del técnico en Alemania en su nuevo libro Pep Guardiola. La metamorfosis (Editorial Córner, 2016). El libro sigue un desorden meditado, en el que descubrimos las claves del viaje de Guardiola a Múnich, algunos rasgos de su carácter y los puntos de evolución de sus tácticas. Lorenzo Buenaventura ya avanzó en el primer título de Perarnau sobre el entrenador catalán, Herr Pep (Editorial Córner, 2013), que “Guardiola estaba cambiando Alemania y que Alemania estaba cambiando a Pep”. Este segundo título sirve como retrato de esa transformación.

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“El guardiolismo no existe como una idea definida, se está haciendo”. “Lo que no se entrena, se olvida (…) El entrenamiento consiste en que los jugadores tomen decisiones (…) Para corregir seriamente un defecto primero hay que haber sufrido sus consecuencias”. Estas citas, tan similares y a la vez tan distintas, se recogen en Pep Guardiola. La metamorfosis y definen la personalidad y las ideas de uno de los grandes entrenadores de nuestro tiempo. Martí Perarnau, que alterna la función de testigo y la de confidente, hace un recorrido por sus años en Alemania. Describe el cambio de un Guardiola que ha aprendido a adaptarse a las dificultades y que ha abandonado su hogar en busca de una identidad propia. La metamorfosis es la continuación de Herr Pep y es también un homenaje encubierto a Johan Cruyff. Guardiola es probablemente el mejor emisario del técnico holandés y ha sido fiel a su propuesta en un terreno adverso, en “el jardín de Beckenbauer”.

Como sugiere Perarnau, Guardiola no busca fotocopias del Barcelona en los clubes que le contratan. Entre otras cosas porque ha entendido que la copia siempre sería imperfecta. Los futbolistas del Bayern Múnich o los del Manchester City no han recibido una formación que se ajuste a la propuesta que defiende Pep. El estilo del técnico tampoco se adapta a la idea tradicional de los países que le acogen. Alemania aplaude el juego más físico, el centro permanente, la lucha hasta el último minuto. Inglaterra posee una mayor vinculación con los orígenes del deporte, se alternan las idas y venidas y se entiende que el descontrol es una virtud. Guardiola busca generar superioridades en campo contrario a través del dominio del juego y del balón. Pero, a pesar de lo que indican las etiquetas, es, sobre todo, un gran competidor: “Yo no juego por el estilo, juego para ganar”. La metamorfosis ofrece un breve esbozo de su llegada al Manchester City, que es, en palabras del propio Guardiola, el reto más difícil al que se ha enfrentado.

El libro es muchos libros al mismo tiempo. A veces, parece una novela compuesta de pequeñas piezas que adquieren su sentido global con las otras partes del libro. Perarnau utiliza la metáfora del trencadís, esa acumulación de detalles que adornan las obras de Gaudí. También parece una matrioska en movimiento. Y, además, recuerda a esos formatos de origen oriental en los que el final de cada cuento sirve como punto de partida para el siguiente. Algo así como Las Mil y una noches de Pep. Los capítulos no siguen un orden lineal, van y vuelven en el tiempo, mezclan la crónica, el registro estadístico y el resumen detallado de un plan de juego. En ocasiones, Perarnau recoge ideas que poseen una gran precisión: “lo que busca el juego de posición es aumentar el índice de probabilidad de ganar a través del juego”. El libro es a veces un tratado de vida, en el que se acumulan grandes citas y referencias, y se describen las inquietudes de un tipo perfeccionista, obsesionado con la evolución constante. Guardiola se mueve entre la contención y el afecto, busca el equilibrio entre la pasión y la fidelidad a sus ideas. Y La metamorfosis es también un inventario táctico, un perfecto manual para los entrenadores. Perarnau realiza un profundo trabajo de investigación, que enriquece con detalles de la vida cotidiana, con confidencias de ascensor y grandes testimonios de los personajes que rodean a Guardiola. Manel Estiarte, Paco Seirulo y Juanma Lillo dan voz a los conceptos de Pep, describen sus contradicciones, sus fórmulas de pensamiento y analizan las dificultades del deporte de élite.

Perarnau detalla también su relación con algunos de los personajes más importantes de su etapa en el Bayern. Guardiola es consciente de que “los jugadores son sus mejores aliados”. Algunos, como Philipp Lahm, Manuel Neuer o Xabi Alonso han sido los grandes defensores de su dialecto. David Alaba fue el intérprete de las variantes tácticas de Guardiola. Joshua Kimmich fue el gran descubrimiento: empezó siendo el chico de los recados y se convirtió en un comodín imprescindible. Su complicidad con Kimmich revela algunos detalles de humanidad del técnico catalán: la armonía entre dos tipos que de algún modo se parecen, que coinciden en su capacidad para entender el juego y adaptarse a situaciones inesperadas. Quizá con Kimmich se ven los rasgos de paternalismo de un técnico al que le cuesta expresarse ante los medios, pero que sabe proteger a sus jugadores. Uno de los pasajes más interesantes del libro es el relato de su sintonía con Tomas Tuchel, sus charlas tácticas en el Schummann´s Bar. En ellas se descubre a dos tipos que se analizan, que se ponen ante un espejo, que encuentran fórmulas de mejora y que poseen argumentos similares. Tuchel, a pesar de entrenar al gran rival del Bayern, es un admirador declarado de Guardiola y quizá el mejor testigo de sus ideas.

Perarnau narra algunas de las grandes derrotas de Pep: las tres eliminaciones consecutivas en semifinales de Champions, los conflictos con el cuerpo médico o la decepción que significaron futbolistas a los que no ha sabido convencer (Ribery, Mandzukic) o que simplemente no dieron todo lo que se esperaba de ellos (Götze, Thiago). Decía Cruyff que “las leyendas también pueden alimentarse de una derrota”. Y el libro insinúa que quizá la leyenda de Guardiola parta de su fracaso en la Champions League con el Bayern Múnich. La prensa ha calificado los años de Guardiola en Múnich como una “sinfonía inacabada”. Es probable que esa obra sin terminar sea parte del encanto de su biografía, un estímulo para la mejora. A veces, las victorias morales son casi tan importantes como los títulos. Y el mayor triunfo de Guardiola reside en el legado de los jugadores, en el cambio de paradigma del fútbol alemán, en el testimonio de una afición que ha modelado su gusto casi al mismo tiempo que Pep.

Quizá la metamorfosis de Guardiola pase por la negación de los dogmas que siempre le han acompañado. Por la búsqueda de nuevos registros, por triunfos conseguidos a través de diversas variantes de juego. Por victorias escuetas, en las que no sea fiel a sus principios. Con toda seguridad, Guardiola mostrará cierta insatisfacción hasta en los momentos de mayor lucidez. Siempre encontrará puntos para sentirse descontento, matices en los que sus equipos deben evolucionar. Perarnau lo resume con una frase que combina la belleza y la sencillez: “su partido perfecto siempre está por jugarse”.

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Jorge Rodríguez Gascón.

Del Bosque y la cara de acelga

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En ocasiones, una selección desprende señales contradictorias. Tengo la sensación de que sucede a menudo con España. A veces, veo que el balón circula con absoluta fluidez, que el juego propone una bonita sinfonía de pases. Descubro la suavidad de Iniesta, la imaginación de Silva, el liderazgo de Ramos, el pase con sentido de Busquets. Me entusiasmo con la velocidad de la circulación, disfruto con la proximidad de un gol gestado con paciencia. En ese momento, cuando los jugadores españoles han aplazado el remate con cierta arrogancia, aparece un defensor rival. Suele tener aspecto de ladrillo y no muestra ninguna compasión en el despeje. Él ha sido incapaz de valorar la belleza de la jugada y la ha interrumpido con media sonrisa, con la maldad de quien destroza un castillo de arena.

Entonces, observo el rostro de Del Bosque, un técnico que ha construido su fama a través de la fidelidad a un estilo. El salmantino frunce el ceño y abre los orificios de la nariz como si tratara de dar salida a un mosquito. Agita los brazos contrariado y murmura una orden que se convierte en algo parecido a una maldición: “¡Tira, joder!”. Sospecho que en ese momento al técnico le gustaría tener un mediocampista de corte inglés, de esos que no piden permiso para disparar de lejos. Por un instante, un tipo tranquilo y cordial altera su gesto y busca la complicidad de sus asistentes. Medita sacar a un delantero, a un mediocampista plano como San José o adelantar la posición de Piqué, un recurso que se interpreta como una medida desesperada. Para incrementar el enfado del técnico, Sergio Ramos ha decidido responder al pelotazo del rival con otro desplazamiento en largo, que no tiene otro sentido que el de evitar un agobio inexistente. Busquets, que le había ofrecido su apoyo en corto, mira a Ramos con cierto asombro. A Del Bosque, que ha observado la jugada en primer plano, se le ha puesto cara de acelga.

Segundos después, y casi milagrosamente, el esférico cae en pies de Iniesta. El manchego es capaz de convertir el fútbol en un ejercicio de delicadeza. Acostado en la posición de interior, con la complicidad de Silva y Jordi Alba, Iniesta planifica el siguiente movimiento. Propone atajos con un giro inesperado, deja atrás a las multitudes que le siguen  y encuentra una solución que siempre mejora la jugada. Después de contemplar el quiebro de Iniesta, a Del Bosque se le intuye una sonrisa. Piensa entonces que su arrebato ha sido exagerado. Recuerda que en Inglaterra se envidia el passing game de los españoles y ensaya una sentencia en su cabeza: “el estilo nos da mucho más de lo que nos quita”. A esa conclusión no le ha llevado una magnífica secuencia de pases o el rostro cansado de los rivales, que persiguen el balón con impotencia. A esa deducción ha llegado a través del regate sigiloso de Andrés Iniesta.

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Jorge Rodríguez Gascón.

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Foto: periodistadigital.com

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(*) Con el regreso de Iniesta, recupero un texto de la Eurocopa. Sirve también para explicar la crisis de juego del Barcelona, que ha olvidado los fundamentos de su propuesta. En un momento en el que el Barça deja demasiadas cosas al azar, Iniesta debería ser la solución a los problemas. Ningún futbolista ha interpretado mejor una idea, desde la pausa, el silencio y la inspiración.

El City se reinventa ante el Barcelona

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El Manchester City venció al Barça (3-1) en el Etihad Stadium, en un partido bonito y alocado, jugado a muchas revoluciones. Si alguna virtud acercó la victoria al lado de los citizen fue su insistencia en los momentos de mayor adversidad. Antes del empate de Gündoğan el Barcelona se sentía vencedor del duelo. No supo apreciar las oportunidades que tuvo para el 2-0, con la soberbia de quien pospone una sentencia. Tras el empate, se desvaneció con aparente facilidad, arrollado por un equipo entusiasta, que supo presionar en las zonas oportunas. El Barça ha perdido el fútbol sosegado de sus centrocampistas, ya no sabe conservar el balón en las zonas de peligro y retrasa la jugada como si despreciara los metros que ya había ganado. En ocasiones, proporciona una salida más limpia del juego. Ayer, permitió la resurrección del City, que parecía entregado al fútbol de Messi. El 10 del Barça marcó el primer tanto en una combinación veloz con Neymar y dirigió los mejores minutos de los blaugranas; cuarenta minutos de un fútbol inspirado y feliz. En el segundo tiempo, apenas inquietó a Caballero; alejado del balón y del juego. Cuando el partido parecía ajustarse a los planes de Luis Enrique, el resultado cambió a gusto del City. Agüero aprovechó un error de Sergi Roberto, que vivió una de sus peores noches como lateral, y cedió para Sterling. El extremo aceleró, con esa cadencia motorizada tan suya, y le regaló el balón del gol a Gündoğan (1-1). Fue suficiente para derribar al Barça, que se bloqueó en el Etihad, ante un equipo más vertical y necesitado.

A veces el estado de ánimo puede tener la misma importancia que el manual de estilo. Ningún partido lo reflejó tanto como el de ayer, entre dos equipos que se distinguen por su fútbol posicional y que, sin embargo, marcaron al contragolpe. El City cuidó mejor los detalles y convirtió al Barça serio del primer tiempo en un equipo frágil e impreciso poco después. Esta vez sí batió a Ter Stegen, que no pudo mantener el nivel estelar del Camp Nou. El City cambió la inercia del juego en un error y, de repente, pareció absolutamente convencido de sus posibilidades. Conocedor del método azulgrana en el inicio del juego, recuperó en campo contrario, ante los titubeos de Busquets, Mascherano o Sergi Roberto. Ni siquiera necesitó la posesión, porque en el fondo le favorece que el juego del Barça pase por sus centrales y no por su trío de delanteros. El equipo de Luis Enrique olvidó que el dominio del balón solo tiene sentido en campo contrario. Echó en falta a Iniesta y no supo administrar los momentos de mayor agobio a través de secuencias de pases. Pudo empatar en botas de André Gomes, pero en el fondo agradeció que el castigo no fuera mayor en el segundo tiempo. Guardiola consiguió desnaturalizar al Barcelona, con un valiente ejercicio en la presión y un fútbol veloz y sin reservas. Aparentemente lejos del estilo que le ha consagrado, ganó el partido en la disputa y a la carrera. No se recuerda una ocasión en la que un equipo de Guardiola disfrutase solo de un 34,5 % de posesión del mismo modo que es difícil encontrar un partido del Barça en el que solo dispare dos veces a puerta.

Un `match ball´y una transformación inesperada

El técnico de Santpedor salvó uno de esos partidos que pueden marcar una temporada, especialmente porque la Champions es desde hace años el objetivo del millonario proyecto del Manchester City. La victoria deja en buen lugar a Kevin De Bruyne, que tomó las riendas del equipo desde la mediapunta y firmó el 2-1 en un lanzamiento de falta. También colaboró Agüero, que demostró que es la mejor opción de la delantera y que no incluirle en el once en Barcelona fue una temeridad. Su carrera corta, su fútbol callejero y su disparo fueron amenazas constantes para una defensa en la que solo se salvó Umtiti (aunque el árbitro fue generoso con el penalti que cometió sobre Sterling). Silva creció con el paso de los minutos y fue capaz de detener un juego en movimiento. Y Gündoğan, que prescindió de sus dotes en la organización del juego para pisar el área de Ter Stegen, fue otra de las bases de la remontada. En una de sus mejores noches europeas, marcó dos tantos propios de un mediocampista de corte británico. Si se le valora especialmente por su buen trazo con el balón, frente al Barcelona confirmó una virtud oculta: su personalidad para llegar al remate y su seguridad para marcar goles importantes.

El Barcelona mantiene el liderato del grupo, pero ha mostrado demasiados rasgos de imperfección. Parece un equipo discontinúo, aferrado al gol del tridente. No siempre recuerda su abecedario y le ha faltado fortaleza moral y defensiva en demasiados partidos del curso. En la segunda parte del Etihad no supo integrar a Messi en el partido. Sin el 10, el Barça no discutió la victoria. Preocupa el estado de Busquets, cada vez más abandonado en el mediocampo, y al que parece afectarle una crisis de confianza, precisamente uno de los aspectos en los que siempre ha destacado. Si antes fallaba era en errores de concentración y en excesos de seguridad. Ahora, no encuentra salidas en la presión rival y le ocurre lo peor que le puede suceder a un futbolista: duda de sí mismo. Por otro lado, la baja de Piqué ha rebajado la protección de su defensa: el Barça pareció más vulnerable que nunca en el Etihad.

El Manchester City venció en un partido bonito y bien jugado, lleno de alternativas y de cambios emocionales. El Barça transmitió autoridad en el primer tiempo y pudo ser goleado en el segundo. El City se rebeló ante su fama de equipo dócil y consiguió una de esas victorias que justifican las mejores ilusiones. Lo hizo a través de una reinvención, que ensalza la capacidad de adaptación de Guardiola y de sus chicos. No jugó como se intuía que querría jugar y, sin embargo, ganó como nunca antes lo había hecho.

El fútbol vuelve cada fin de semana

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A veces al fútbol le sobran días de la semana. El deporte vive un momento de saturación televisiva que parece el resultado de un plan trazado por dirigentes, patrocinadores y medios de información. El problema es que se ha descubierto un foco de atención casi tan rentable como los goles: la polémica. La espera de los partidos sirve para desviar la atención hacia conflictos absurdos, agravios y escarnios que poco tienen que ver con el juego. La última disputa que ha surgido en el fútbol español tras los incidentes de Mestalla sirve como ejemplo. En el fondo, muestra la hipersensibilidad de las partes, la falta de mano izquierda, la predisposición al enfado. El Barcelona venció en Mestalla en un partido vivo y accidentado, en el que el colegiado favoreció a los de Luis Enrique en dos o tres jugadas claves. Más que suficiente para indignar a la grada, que no toleró bien los errores del colegiado. El encuentro se resolvió con un penalti en el último minuto, que transformó Messi ante el ágil Diego Alves.

Pronto dejó de importar que hubiésemos visto un bonito intercambio de golpes, lleno de emoción y de alternativas. En cuanto el balón llegó a las redes, el fútbol pasó a un segundo plano. Los futbolistas del Barça se reunieron frente a las grada de animación de Mestalla, en la que se suelen situar los Yomus, el sector más radical de su afición. Algunos jugadores (especialmente Neymar y Busquets) celebraron de mala manera, casi desafiando al público. La respuesta llegó de la peor forma posible. Un menor, que ya ha sido identificado y expulsado de Mestalla, lanzó una botella que rozó a Neymar y a Messi. Algunos de sus compañeros también se llevaron las manos a la cabeza, como si el botellazo hubiese tenido más réplicas. Messi siempre aparenta estar despistado, incluso cuando marca su quinto gol en dos partidos. Tras el botellazo, recordó que hace dos temporadas también le tiraron una moneda en el mismo estadio. Enrabietado y fuera de sí, se dirigió a la grada en los peores términos que se le recuerdan.

El Valencia tenía motivos legítimos para quejarse, pero la actitud de un sector de sus aficionados deja en mal lugar a la institución. Sobre todo porque es reincidente en este tipo de actos y porque se lanzaron más objetos que la botella (los árbitros recogieron un par de mecheros en su acta). Tampoco colaboró el directivo García Pitarch en sus declaraciones, censuradas en un primer momento por Bein Sports, en las que calificaba el arbitraje de “vergonzoso”. La versión del club siempre debe ser más moderada que la del aficionado más extremista. Aún así, el problema pudo haber quedado ahí, pero se encargó de devolverle el protagonismo Javier Tebas, el mandamás de la Liga Santander. A Tebas le dolía el desprecio de los jugadores del Barcelona a la Gala de la liga, un evento que se retransmite en más de 80 países y que, en el fondo, no tiene ningún interés. Otro de los males del fútbol es el pomposo envoltorio que rodea al juego. Tebas aprovechó la ocasión para condenar la actitud del aficionado y para reprochar la teatralidad de los futbolistas del Barça. El club catalán, propenso al sentimiento de agravio, siempre sospechó de Tebas, un madridista declarado. Y entró al trapo con una medida infantil e inoportuna: se planteó llevar el caso al Tribunal de Arbitraje Deportivo. Como si los pleitos fueran una solución para un lenguaraz profesional como Tebas o para un equipo que ha manchado su imagen en los juzgados. El deporte se ha convertido en un espectáculo televisivo, que tiende, como tal, a la exageración y al sensacionalismo. En este caso, ninguna de las partes han actuado con cordura: el Barça ha creído en las teorías conspiratorias, la afición del Valencia recurrió a la violencia y Tebas ha aprovechado su poder para sentar un peligroso precedente.

El conflicto refleja el pobre estado del fútbol español a nivel institucional, enturbiado desde hace años por las luchas de poder que mantienen Tebas y Villar. Por si no había ya suficientes problemas, el periódico El Mundo ha destapado que la Federación Española (presidida por Villar) no ha podido justificar el gasto de 200.000 euros, destinados en teoría a un proyecto formativo en Haití. De un modo extraño, la corrupción y las insidias que envuelven al deporte se olvidan cuando comienza la jornada. Por fortuna, el fútbol vuelve cada fin de semana.

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El loco, el raro y el mago

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Hace unos meses, a Samir Nasri no parecía interesarle demasiado el fútbol. Se había pasado más de media temporada lesionado y había perdido importancia en el proyecto del Manchester City. Tras la llegada Sterling y De Bruyne se le vio como un futbolista secundario, que había agotado la paciencia de casi todo el mundo. Meditó una retirada prematura hacia una liga menor, como la turca o la estadounidense. Convencido de que no tendría muchos minutos con Guardiola, llegó pasado de peso a la pretemporada. Mientras negociaba con el Besiktas en los últimos días del mercado, el Sevilla interrumpió la operación. Uno de los mejores estrategas del fútbol moderno, Ramón Rodríguez Verdejo, decidió concederle una última oportunidad. Monchi ha hecho del Sevilla uno de los clubes más exitosos de Europa en la última década, que ha reinado especialmente en la hermana menor de las competiciones europeas (Uefa Cup o su posterior formato, la Europa League). Su prestigio no solo se basa en su impecable gestión deportiva, que le permite renovar cada temporada la plantilla sin que se resienta su carácter ganador. Tampoco se ciñe en exclusiva a su capacidad para cuadrar las cuentas de un club que se ha acostumbrado a descubrir nuevos talentos y a venderlos a buen precio, una vez que ya han brillado en el Sánchez Pizjuán [1]. Quizá la gran virtud de Monchi reside en su capacidad para creer en futbolistas que otros ven como una causa perdida.

En los últimos años en Sevilla han mostrado su talento rebeldes como Banega o Reyes. También vivieron buenos momentos tipos del mismo perfil, como Gerard Deulofeu o Iago Aspas. Aún así, la decisión de reclutar a Nasri se interpretó como una de las apuestas más arriesgadas del director deportivo. Monchi buscaba a un futbolista próximo al juego de Sampaoli, que encajase en el sistema que propone un técnico raro y atrevido, sucesor de las virtudes y los defectos de Marcelo Bielsa[2]. Solo un loco o un visionario habría sido capaz de modificar una dinámica ganadora, preocupado esta vez de dar un paso más en su proyecto. A Monchi le interesaba un cambio de estilo para alcanzar la fase de eliminatorias en la Champions League y estar más cerca de los tres grandes de la liga española. Y, de momento, la jugada le ha vuelto a salir bien. El Sevilla es segundo en Liga y mantiene el liderato provisional en su grupo de Champions. El pasado fin de semana ganó el duelo de los aspirantes frente al Atlético de Madrid, que se ha convertido en el mejor espejo para cualquiera de sus rivales. Un gol de N´Zonzi decidió un partido marcado por la precaución, por la tensión y el miedo al error.

Quién nunca tuvo miedo de equivocarse fue Nasri, que pidió el balón en los momentos comprometidos. En solo un par de meses se ha convertido en el creador del Sevilla. Se descuelga, inicia el juego, propone y se equivoca. Se mueve a un trote perezoso, pero es capaz de acelerar, de esconder el balón y de encontrar la solución en el caos. Combina con Vitolo, se entiende con el Mudo Vázquez (que posee ciertas similitudes en el juego) y se favorece del trabajo sostenido de N´Zonzi. Disfruta de su condición de futbolista especial, se mueve a su gusto y juega sin atender al protocolo. No sabemos hasta cuando, porque siempre fue un mago inconstante, pero Nasri ha encontrado un lugar en el que volver a brillar.

Otro acierto del loco (Monchi) y una suerte para el raro (Sampaoli).

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[1] Fichajes rentables. Monchi es un especialista en las contrataciones. Ha logrado que futbolistas que llegaron siendo unos desconocidos se conviertan en piezas codiciadas por los grandes clubes europeos. Con una estricta política de ventas y una asombrosa facilidad para la reinvención, el Sevilla se mantiene en la élite una temporada más. Este verano realizó el fichaje más caro de su historia, y no deja de ser una cifra bastante moderada para un deporte que vive por encima de sus posibilidades. Pagó 15 millones por Franco Vázquez, la misma cantidad que costó Negredo hace 4 temporadas. También esta campaña han realizado dos de las ventas más caras: Krychowyack y Gameiro salieron por 32,5 y 33 millones, una cifra que solo ha superado la venta de Dani Alves al Barcelona (35).

[2] Un técnico distinto. Sampaoli es un tipo pasional, valiente y testarudo. De Bielsa, su maestro, ha dicho: “Sus ideas, su visión del fútbol y sus conceptos me interesaron mucho más que su persona. Es un mito. Y a veces es mejor no conocer a los mitos, para que conserven esa condición”. Quizá por ello, también Sampaoli hace esfuerzos porque no le conozcan, como si quisiera preservar el misterio y sus rarezas. Si algo le caracteriza es su fidelidad a una propuesta, vinculada a un fútbol alegre y generoso. Ahora, una vez que ha corregido los errores defensivos del inicio, el Sevilla vuelve a ser fiable. Sigue siendo, por orden y deseo de Sampaoli, un equipo impulsivo que tiende al desorden y la asimetría. Un dibujo que beneficia a los futbolistas de mayor calidad (N´Zonzi, Vitolo, Vázquez) y que protege a Nasri.

Juego de errores

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El partido entre el Barcelona y el Manchester City fue durante muchas fases un duelo entre dos equipos que parecen hermanos. Dos plantillas que entienden el fútbol desde posturas similares. La diferencia llegó en botas de Messi, que supo aprovechar los errores de un rival dócil en las jugadas más comprometidas. En un partido extraño, marcado por las lesiones y el regreso de Guardiola al Camp Nou, el City le dio demasiadas ventajas a la delantera del Barça. Especialmente a Messi, que volvió a ser el verdugo de los citizen y del que fue su técnico. No importa que parezca alejado del juego y del partido, porque cada uno de sus arrebatos tiene incidencia en el marcador. También aprovechó las concesiones Neymar, veloz y atrevido como de costumbre, y Suárez, que estuvo insistente y generoso. Guardiola no disfrutó de su regreso, a pesar de que consideró una victoria que sus chicos fueran fieles a sus principios. La realidad es que salió del Camp Nou goleado, con la impresión de que está algo lejos del siguiente escalón, que se turnan entre Barcelona, Real Madrid y Atlético. Y eso que si el fútbol fuera un juego sin porterías, el Manchester City habría estado cerca de la victoria. “Tengo la sensación de que hoy no hemos estado tan mal (…) La primera parte hemos jugado bien, teniendo en cuenta de dónde venimos y que nos conocemos desde hace muy poco. Pero queríamos ser un equipo valiente y atrevido y lo hemos sido (…) Hasta la expulsión, el partido estaba abierto. La última vez que vinimos controlamos el juego pero no creamos ocasiones. Hoy hemos llegado a línea de fondo varias veces y hemos creado oportunidades para marcar uno o dos goles. Pero ya conocemos al Barcelona y sus delanteros, cuando llegan te castigan”, resumió Guardiola, al que se le ha reprochado la suplencia de Agüero.

Soluciones tácticas

Se esperaba el fútbol más vistoso en el Camp Nou y no llegó porque ambos equipos comparten el método en el inicio del juego, la voluntad de robar el balón en campo contrario. Durante algunos minutos se anularon, como si conocieran el siguiente paso del rival. El Barcelona tuvo, eso sí, todo el oficio que le faltó al City. A pesar de sus buenos modos, no hubo un solo jugador con dotes de mando en el equipo. Más allá del pase inteligente de Gundogan, del juego sutil de Silva, de la llegada de De Bruyne o del descaro de Sterling, Guardiola no encontró ayer un líder capaz de aplicar a sus compañeros. Los despistes en las jugadas que precedieron a los goles decidieron un partido marcado por la riqueza táctica.  Luis Enrique lo resumió en sala de prensa: “Ha sido un partido en el que han pasado muchas cosas: lesiones, expulsiones, jugadores en posiciones que no son las habituales (…) Ha habido errores muy graves y eso siempre es una ventaja. En estos partidos en que los dos equipos tienen calidad y se van a decidir por pequeñas cosas, aprovechar esos errores como lo hemos hecho hoy es clave. (…) Este es un juego de errores. Los equipos que intentamos crear y que queremos jugar desde atrás, aceptamos que esto puede suceder porque a la larga nos da mucho más de lo que nos quita”. En esas acciones, la fortuna sonrió al Barcelona. En las áreas reinaron Messi y Ter Stegen y tropezaron Fernandinho, Bravo o Stones, algunas de las apuestas más personales de Guardiola. Luis Enrique reconoció tras el partido la exigencia de jugar ante los equipos que dirige el de Santpedor: “Estoy un poco cansado, no solo por la preparación del partido sino por lo que significa jugar contra Pep. Menos mal que solo hay un Guardiola.”

Si pudo lamentar algo el Barcelona fueron las lesiones de Piqué y Jordi Alba, que dejan a su zaga bajo mínimos. Entre tanto, en un partido lleno de rarezas y contratiempos, Iniesta confirmó su condición de todocampista y Umtiti mostró que le sientan bien los grandes partidos. Por una vez y sin que sirva de precedente, parece que el Barça ha acertado en el fichaje de un defensor.

Factor Messi

El Barça no necesita un futbol brillante para sacar lo mejor de Messi, que juega a su ritmo, pendiente de las acciones definitivas. Es el máximo goleador de esta edición (6) y en los mismos partidos (2) ha corrido 7 kilómetros menos que David Silva o Kevin De Bruyne, las estrellas del City. El partido volvió a recordar a la semifinal de 2015, en la que Messi ejecutó sin compasión al Bayern. La advertencia de Guardiola para aquel partido sigue vigente: “Un talento de esta magnitud no se puede defender”.

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Otra noche del 10

La magia de Messi también acepta la rutina. Muchos de sus goles parecen versiones de otros que ya hemos visto. Sus regates nos recuerdan a algún intento reciente y sus desplazamientos hacia el lado opuesto son tan conocidos como difíciles de tapar. Messi es un enigma hasta para el que fue su entrenador. Juega como si tratara de encontrar la solución en algún lugar de su memoria.  

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El fútbol no fue en el Camp Nou una cuestión de ideas, sino de futbolistas. Y nadie domina ese terreno como Messi, empeñado en recibir con goles al que fue su entrenador. Guardiola se volvió a topar con el argentino en su regreso al estadio y salió mal parado (4-0), penalizado por la ingenuidad de sus futbolistas. El partido le llegó al Manchester City demasiado pronto. Quedó la sensación de que dos meses no son suficientes para asimilar los conceptos de su técnico, que decidió sacar a Agüero de la alineación. Buscaba generar superioridad en el medio y convertir a Kevin De Bruyne en su Messi particular. Sucede que Messi solo hay uno y ya no juega para Guardiola. Y eso no sirve para menospreciar a De Bruyne, que cuajó por otra parte un buen partido. Sino para resumir un encuentro que ganó el equipo que tiene en su plantilla al argentino. Y a Ter Stegen, que salió vencedor de su duelo particular con Bravo. De hecho, el alemán tuvo mucho más trabajo que el chileno, pero supo anular los remates de Nolito, Gundogan, De Bruyne y Kolarov. Por su parte, el que era hasta hace poco su compañero, tuvo que abandonar el partido en el segundo tiempo, tras un error grotesco en la entrega. Entre conceder un gol o ser expulsado, Bravo prefirió evitar el 2-0. Y su mano fuera del área, castigó al City a jugar con uno menos durante unos minutos decisivos. Cuando la roja a Mathieu igualó el partido, ya era tarde. Messi había batido en dos ocasiones al sustituto de Bravo, Willy Caballero. En los últimos minutos, Neymar falló un penalti y firmó un gol lleno de belleza y de plasticidad (4-0). Un tanto que sintetiza todas las virtudes del brasileño: su fútbol alegre y desmedido, su regate veloz y elástico, su eficacia en la definición.

El resultado fue demasiado duro con el Manchester City, por mucho que los de Guardiola concedieran en exceso a su rival. No tuvo acierto en las áreas ni sentido de la ocasión, como si asumiera que su graduación no pasaba por el Camp Nou. Pero fue un equipo con buenas intenciones, que funcionó a través del juego sutil de Silva, del despliegue de De Bruyne, la zancada corta y veloz de Sterling y el pase con sentido de Gundogan. Si se llevó un resultado tan doloroso fue porque los despistes tienen mayor coste en los grandes escenarios. También porque no supo batir a Ter Stegen, a pesar de que disfrutó de buenas ocasiones. El meta alemán dejó un muestrario de sus cualidades; paró por bajo y por alto, jugó con su habitual personalidad e interrumpió los mejores centros.

La firma del 10

Cuando el partido estaba abierto, Messi tomó el testigo de su portero (además de lograr un hat-trick, dio una asistencia y provocó un penalti). Lo hizo con absoluta naturalidad, agradeciendo la compañía del tridente y de Andrés Iniesta, que le cedió el balón del gol en dos ocasiones. Messi es tan especial que parece vivir al margen de los sistemas defensivos y de cualquier planteamiento táctico. Ni siquiera necesita estar en su mejor momento físico para resolver los partidos más esperados. Cuando el balón está lejos de su posición, apenas se mueve y se pierde en un paseo indescifrable. Cuando recibe, con la imagen mental del partido, inventa y acelera, esconde el balón en su zurda, busca los desmarques de sus compañeros y encuentra el arco rival. El argentino aprecia la máxima de Cruyff: “mis delanteros solo deben correr 15 metros, a no ser que sean estúpidos o estén durmiendo”. Y aunque no lo parezca, nunca duerme. La jugada del 1-0 sirve como ejemplo. Es probablemente el jugador del campo que menos se desgasta en la presión. Pero si intuye que puede llegar, nadie es tan listo en la disputa. Después de aprovechar la entrega de Mascherano, llevó el cuero hasta los pies de Iniesta, que buscó una cesión de tacón. El balón quedó muerto en el área del City y, tras el resbalón de Fernandinho, muchos jugadores tenían ventaja sobre el 10. Sin embargo, ninguno pudo alcanzarle y Messi llegó con el tiempo suficiente para burlar a Bravo (1-0). En el segundo tanto, aprovechó otro error en la zaga del City y el servicio de Iniesta. Su disparo, seco y arqueado, se alejó de los brazos de Caballero (2-0). Más tarde, culminó un regalo de Suárez, que disfruta de los goles del 10 como si fueran propios (3-0). La expulsión y la sentencia de Messi provocaron el desánimo de los citizen. El equipo inglés había perdonado el empate ante Ter Stegen, firme en la que siempre fue su competición. Y antes de que acabara el partido, Neymar reparó el error desde los once metros con un vistoso eslalón y un disparo ajustado (4-0).

El fútbol no fue en el Camp Nou una cuestión de planteamientos, ni siquiera de futbolistas. Fue un asunto que ocupó, casi exclusivamente, a Messi. Guardiola, siempre tan generoso en sus elogios hacia La Pulga, estuvo esta vez contenido, como si empezara a temer que los goles del argentino hacia sus equipos son una cuestión personal: “Desde que lo conozco hace estas cosas y las sigue haciendo. No es la primera vez que sucede, lo he vivido algunas veces en directo”. Luis Enrique, que tiene la suerte de dirigirlo, también dedicó palabras al 10: “Si algo se puede esperar de Leo Messi es esto, dan igual los días de inactividad, da igual lo que haya podido faltar. Es la interpretación total del fútbol”.

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