Antón Castro / La química del gol
El asunto de David de Gea descorazona. Incomoda bastante. Si fuera una invención, nos recordaría las zonas sensibles de la sociedad y del periodismo y la facilidad con que puede ensuciar una vida. Y si fuera verdad, sería igual o más deplorable y habría que aplicarle la exactitud de la justicia. Hasta anteayer David de Gea había tenido una actitud impecable: se forjó en el Atlético de Madrid y poco a poco se convirtió en un número uno. En el Manchester probó de inmediato que era uno de los mejores arqueros de Europa y el año pasado, protagonizó aquel incidente jocoso del fax tardío que le impidió jugar en el Real Madrid. A punto del debut de España ante Checoslovaquia seguía siendo una incógnita quien iba a ser titular, aunque eran muchos los que veían superior a De Gea que a Casillas; el asunto, antes del escándalo sexual o puramente mediático, ya incomodaba a Del Bosque. El míster, con su bondad cachazuda y conciliadora, rara vez pierde la paciencia, pero se le veía un poco descompuesto. Y ahora, tras las informaciones de diversos medios y el torrente de whatsapps que no dejan bien a nadie, menos. Del Bosque anda con la mosca detrás de la oreja. ¿Qué ha pasado, por qué se ha perdido el fútbol que emocionó al mundo, por qué se generan tantas dudas? Georgia nos ha devuelto el fantasma, y los presuntos líos de faldas y de hoteles promovidos por De Gea (¿acostumbran los cracks a financiar orgías ajenas?) empujan al equipo a zonas de sombra inesperadas. ¿Hay una conjura contra España? ¿Ha perdido Vicente del Bosque su estrella, de nuevo? ¿Recuperará así Casillas su buen hado y la titularidad? ¿Tendrá que marcharse el novio de Edurne, que escribió hace unos días un tuit enigmático: “Andaré por mí, andaré sin mirar atrás, sé que soy capaz”. De Gea ha eclipsado otra noticia: Víctor Valdés, ese arquero que pasó del esplendor a la nada, se va del Manchester. El destino no le acompañó en sus designios: eligió mal, la adversidad se cebó con él, y quizá con su soberbia. Desde entonces ha ido cuesta abajo. En dirección al olvido.
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* Este artículo se publicó en Heraldo de Aragón, el domingo 12 de junio de 2016.
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