La anfitriona ha llegado a semifinales en un torneo muy importante para el país. Lo ha conseguido gracias a su oportunismo y fortuna, salvando las dudas y el miedo. Brasil derrotó a Colombia en Fortaleza y se medirá a Alemania en Belo Horizonte. Hasta llegar allí ha vivido en una montaña rusa de emociones: no ha convencido en el juego, ha traicionado el estilo histórico de su selección y ha pasado por momentos críticos. Aun así ha llegado al punto de la competición que se le exige.
Ante Colombia mostró sus virtudes y sus defectos. Al inicio fue un equipo muy físico, capaz de arrollar al rival en la disputa y de robarle su identidad. Un combinado que, sin destacar en la asociación, con más músculo que ideas, es capaz de encontrar posiciones de remate. En la segunda parte, Colombia creció en el partido y Brasil se desfondó y tembló. Al final, con sus centrales destacando en las dos áreas, consiguió una victoria balsámica. Acabó dejando dudas en el juego, siendo dominada por la Colombia de Pékerman y la revelación James Rodríguez, capaz de desestabilizar cualquier defensa. Brasil ganó el partido pero sufrió un duro golpe en el minuto 88. Neymar recibió un rodillazo de Zúñiga en el costado en una acción dura que pilló al brasileño desprevenido. El parte médico confirmó los peores presagios: Neymar tenía una fractura en la tercera vértebra lumbar. Y no hay peor noticia para la selección de Scolari, que ha perdido al único futbolista capaz de cambiarle la cara a un equipo plano y triste. Su lesión fue elevada por los medios a la categoría de tragedia nacional. Se distribuyeron fotos e incluso algún video (*) de su novia Bruna Marquezine llorando en el hospital. La estrella, siempre postrado en una camilla, “necesitaba” respiración asistida y su técnico Scolari ha declarado que en el momento de la acción Neymar no sentía las piernas. Aunque la prensa sensacionalista exagere de un modo asombroso, es cierto que la ausencia de su mejor futbolista hace menguar las posibilidades de la selección de Scolari.
Brasil es un país especial, que se debate entre el ruido de las manifestaciones y el bullicio de un Mundial gris. Es un lugar con tendencias autodestructivas y el fútbol es la debilidad del pueblo. El Mundial es utilizado por el gobierno como una especie de cortina de humo para camuflar sus irregularidades y Neymar es sin duda el ojito derecho de la afición. Por eso lo que es una mala noticia se convierte en una tragedia futbolística para un país que vive con la ansiedad perpetúa de ganar en su terreno. El Maracanazo de Uruguay en 1950 es una sombra constante que parece transmitirse de generación en generación. Y la lesión de Neymar pone a Brasil al borde del precipicio. Lo único positivo que se puede sacar es que el vestuario brasileño, herido en su orgullo, parece unirse ante las adversidades. Ante Alemania deberán apelar al factor emocional y al apoyo de su público.
Las malas noticias no se acaban con la ausencia de Neymar. Thiago Silva tampoco jugará ante Alemania por sanción. Y la del central es una baja tan sensible o más que la del 10. Thiago Silva es el líder de la mejor pareja de centrales del torneo. Es un central limpio, rápido al cruce, bueno en el juego aéreo, muy difícil de rebasar y que parece salir siempre beneficiado de las disputas. Además tiene mucha jerarquía en el juego e impone respeto sobre compañeros y rivales. Sirve de central escoba y puede tapar los huecos que deja su compañero David Luiz, más impetuoso y con mayor facilidad para prodigarse en ataque. Ante la maquinaria alemana sufrirán y es que a Brasil le faltan sus dos pilares fundamentales y el himno no siempre da para ganar partidos.
Sobre todo si el rival es Alemania, un equipo solvente y difícil de batir. La Mannschaft parece ser la selección que avanza con mayor seguridad en el torneo, aunque ha dejado dudas en momentos puntuales. La lesión de Reus antes del Mundial y el bajo rendimiento de Özil y Götze la han convertido en un equipo previsible. Su propuesta de juego funciona mejor en la teoría que en la práctica. Básicamente porque han heredado los vicios del Barcelona y de la selección española y les falta la brillantez en el juego de sus modelos de imitación. Joachim Löw sigue sin encontrar la estabilidad en el once y cambia el plan del partido en muchas ocasiones. Pero es un equipo pragmático, que necesita poco para ganar partidos. Kroos, Khedira y Schweinsteiger dirigieron ante Francia a una Alemania excesivamente calculadora, que ganó con un remate del gran Hummels. Un equipo que falló a la hora de sentenciar y sobrevivió en los minutos finales gracias a Neuer, que presentó su candidatura a mejor portero del Mundial.
Alemania afronta su cuarta semifinal consecutiva y se enfrenta a su rival en la final del Mundial de Corea y Japón de 2002. En la última de las siete finales disputadas por la selección alemana, Ronaldo le dio el título a la canarinha tras ganarle el pulso al héroe teutón, Oliver Kahn. En aquella ocasión Brasil tenía estrellas en la delantera y no en la zaga. Alemania confiaba entonces gran parte de sus opciones al acierto de su portero.
La seleção desde el mundial de USA 94 se ha ido convirtiendo en un equipo cada vez más defensivo, algo que en este campeonato se ha elevado a su máxima expresión. Más allá de eso, aquellas selecciones (1994, 2002) a veces se libraban de la mano de entrenadores tacaños como Parreira y Scolari. Prometían momentos de grandeza, un punto de unión con su tradición futbolística. Esta Brasil sin embargo se ha desligado de sus predecesoras y da mayor importancia a conceptos como la presión o el choque que a la imaginación o al talento. Ha apostado por un juego intenso, donde las individualidades se reservaban al héroe caído.
Todo lo contrario que Alemania, que ha dejado atrás el juego exclusivamente físico. Y se mide a un Brasil debilitado por las ausencias, que ya no fomenta el juego asociativo. Las tornas han cambiado, ahora Alemania quiere jugar y Brasil prefiere contener.
Jorge Rodríguez Gascón.
(*) La empleada del hospital que grabó las imágenes de Neymar llegando a Urgencias ha sido despedida por distribuir las imágenes y por hacer un gesto en el que parecía mofarse de la gran figura brasileña.